viernes, 13 de julio de 2012

EL TRÍO CALAVERA


Llegar a casa arruinado por el calor del día y de la noche, whatsappeando aquí y allí, desnudarte en casa, calzarte las chancletas de verano, cenar una tostada de queso Philadelphia y una de sobrasada, después de un día de ansias y ansiedades gastronómicas y recibir un whats app de Leo diciéndome "Voy al Umbracle un rato.". Otro: "Vienes?"... Uf! Pienso que no, que no debo. Estoy whatsappeando con Alejandro y acabando de cenar. Pienso: "Espera, por qué no". A ver, estas noches son las que no te esperas. "¿Con quién vas?". "Raúl". Le digo que sí. Le hubiera dicho que sí ya sin Raúl, porque algo me decía que este jueves no era para pasarlo en casa. Así que me visto en cero coma, me recoge Leo y nos vamos a Castellar para recoger a Raúl. "El trío calavera" exclama Leo. Yo creo que hacía mucho que no se daba esta situación, si alguna vez se había dado... Y mereció la pena.

Recién llegados a la barra de Umbracle, pasada la puerta, aparcado el coche, me encuentro con una persona con quien no esperaba encontrarme. Soy un tío con suerte. Creo que sí. Probablemente esté al borde de darme la castaña de mi vida pero, hete aquí las sorpresas que tiene la vida, que al borde del trencadís, me sorprende la vida y su pregunta, a la que respondo sin filtro, como ando últimamente, que ya me lo dice mi Angelita.

Acabo en cinco minutos la conversación y me invade una sensación de victoria (euforia), ya veremos... Sigo con los programas de radio, de hecho me voy ya para la ducha y a salir a los treinta y tantos grados que me ha dicho mi hermana que tenemos en la calle. Anoche, la madrugada se cerró con 27 grados a las cuatro de la mañana y un silencio muy prolongado de Leo, cuando me trajeron a casa. Felicidad por la noche del trío calavera y esta noche "Hombres G". La previsión del fin de semana es completita: concierto, dormir, congreso provincial, comida, teatro, preselección fallera, dormir, comer, café, teatro y acaba el domingo... Un fin de semana completito.

Anoche lo pasé de vicio, hasta en los momentos que estaba solo, cazado en mitad del Umbracle como un conejo al que le tiran las luces en mitad del monte... Esto me recuerda a mi adolescencia con Juan. Anoche, cuando entrábamos al aparcamiento de la discoteca, recordé el verano con Vicente (ahora desaparecido), aquellas noches de salidas continuas, de no parar nada, de no frenar ni un segundo... Aquel verano que comprabamos un desodorante corporal que olía a Marruecos en el Mercadona y nos perdimos por las playas de Ibiza... Han pasado diez años de aquel verano, y anoche, mi memoria rescató los residuos de aquella adolescencia tardía. Una adolescencia tardía que aún no ha escampado...

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