jueves, 30 de mayo de 2013

BONDADES Y ARISTAS


Debió de ser la filosofía de la calle, el acervo popular, la cultura tradicional la que escribió para la eternidad aquello de que tras la tormenta siempre llega la calma. Yo, a menudo, me encuentro desubicado por la alta cantidad de actividad que soy capaz de gestionar al cabo de mi vida, y cuando salgo de una tormenta, y a veces hasta de un ciclón, me siento luego como vacío, perdido, desubicado... Con esa sensación del estómago deshilachado que se queda como solo después de una tristeza o de un olvido. Solemos batallar a diario, mucho más de lo que somos capaces de ver, para reconsiderarnos a nosotros o para hacer que nos consideren. Muchas veces, sin darnos cuenta, perdemos precisamente más tiempo en esa aceptación de los demás que en la nuestra propia, porque existe hasta cierta resignación a considerarnos como somos. Para lo bueno y para lo malo. Y acabamos haciendo aquello de defendernos diciendo de sólo me quieres para lo bueno, como si hubiera alguien que fuera tan tonto como para querernos en lo malo...

Lo cierto es que todos tenemos nuestros vicios y nuestras virtudes, nuestras bondades y nuestras aristas, y el comenzar a gustarle a los demás sólo es posible si somos capaces antes de querernos a nosotros mismos. No es una cuestión de egoísmo, es una realidad, una necesidad, una verdad... Sólo si queremos a esa persona que proyectamos, a veces hasta de manera inconsciente, vamos a hacer posible que nuestra imagen sea preferida también por los demás. Y me refiero a la estética del alma, a la que circula por dentro, entre latidos de corazón y suspiros que buscan esperanzas...

Por eso, la próxima vez que tengas una tormenta en tu vida, como enseguida, tras de ella te habrá de llegar la calma, yo te recomiendo que la aproveches para conocerte un poco más, para saber cómo te manejaste en mitad del tiempo tormentoso y para decidir hacia adonde quieres que mansas oleen las aguas de tu vida... Empezar por gestionarnos a nosotros mismos al final nos hace mejores y más apetecibles para los demás no me cabe la menor duda.

martes, 28 de mayo de 2013

SIESTA EN EL SOHO


Sonaba a disparate. Y lo pensé una y otra vez, y este es el momento que no me he parado a contar las escapadas a Londres, ni los sueños que allí nacieran ni las esperanzas que se diluyeron entre las aguas del Thames. Descubrí Londres, como Ibiza, por querencia y necesidad del alma. Y desde que llegué la primera vez, exactamente igual que con mi isla blanca, supe que estaba en mi lugar. Que no me siento extraño, que me siento un transeúnte más, dispuesto a caminar lo que haga falta, porque en esos caminos está la vida. [Acabo de matar el primer mosquito del verano].

Me fui a Londres el viernes de mañana, con el trabajo al móvil y el insomnio pegado a una hamburguesa por desayuno, en previsión de que no comería en horas. Volé a las once y leí en el camino, en el vuelo, viendo caerse mi peso a través de las nubes blancas, esponjosas, casi ideales, irreales. Aterricé con la lluvia por compañera golpeando mi plumífero azul y cogí el autobús desde Stansted hasta Liverpool Street. Bajé del autobús y me vi frente a la urbe. [El mosquito no ha muerto y me ataca de nuevo]. Descubrí el Spitalfield Market (un rincón, otro, espectacular) y esperé con un café chocolate y algo de amaretto, con mi libro, pegado al escaparate de aquel restaurante Giraffe, de una cadena de más... Llegó Ricardo con su dolor de cabeza a cuestas y su tarde de viernes laboral. Recogimos rápido y caminamos hacia la Pentland House de Lewisham, el barrio donde las peluquerías afro se abren seguidas. In a row!

Llegamos a la residencia: me tumbé en la cama de la 7B y puse mi maleta en el armario, desecha tan milímétricamente como la cosí el día anterior, con Cristina al teléfono. Salimos a caminar. Paseamos bajo sospechosa amenaza de lluvia por Greenwich, oteando el impresionante skyline londinense caer por la tarde abajo. Y caminos así hasta Cutty Shark, donde la amenaza se convirtió en una tormenta contenida que cobijamos con una sidra y otra en un club de jazz en directo. La cantante francesa custiodiaba la partitura con un enchant terrible. Y la noche cayó sin dejar que el agua le acompañara. Regresamos a la residencia y nos hicimos un hueco, entre pecho y espalda, para comernos un kebab y el sueño nos pudo. Al principio. Porque yo ya, en la cama, me dejé el viernes en el wifi, contestando, escribiendo, jugando... Volviendo a España con el móvil.

Le dije a Ricardo que no tenía más intención que ir haciendo: sin obligaciones, sin devociones, sin citas, sin rutas... Ir. Ir haciendo. Y así lo hicimos. Atravesamos en barco el Támesis y llegamos al London Eye, rebuscamos por Trafalgar, plagada de alemanes futboleros, tras dejar atrás el Big Ben y Downing Street y alcanzamos "La ejecución de Lady Jane Grey". Gracias Delaroche. Fue un placer, otra vez más: no me canso nunca de mirar este cuadro...

Salimos a la calle y tomamos rumbo a Covent Garden. Comimos al sol (hamburguesa) y bebimos al aire cada vez más fresco. E intentamos encontrar sin éxito aquella tienda donde una vez compré un imán de Andy Warhol, pero no la encontramos. Tomamos un capuccino al sol, en la calle que baja desde Covent hacia Trafalgar y nos hicimos los dueños del suelo, en un duelo personal contra los rayos. Una delicia. Otra. Y nos fuimos a un bar de Happy Hour, con su sidra de pera, ya en  final de Champions League. Vinieron amigos de Ricardo y amigos de sus amigos e improvisamos una mesa donde compartir la tarde. Había avisado a Bea que estaba en Londres y le preparamos la sorpresa a Álex. Nos plantamos en la tiempo de Sports Open que hay por Oxford Street y esperamos a que llegaran de trabajar. No olvidaré (espero) la cara de Alejandro cuando me puse tras de él y le dije que aquellas zapatillas que miraba me las compraría porque están chulas. Entendí lo que es quedarse en shock. Y después de esto, los abrazos y besos con ellos y vuelta al local de moda,... Bajamos al sótano y tomamos otra sidra y pensamos en salir a cenar cuando Marco y su amiga se habían ido. Y lo hicimos. Caminamos hacia el Soho y cenamos en Bill's. Estupendamente, entre risas y con luz de candelabros. Una fortuna. Por cierto, que yendo a darle la sorpresa a Álex, apareció la tienda Vintage que buscaba. Se lo dije a Ricardo: estábamos de racha... Era cuestión de tiempo.

Cenamos y se nos hizo tarde. Nos quedamos baldados en el autobús de regreso a la residencia. Cerca de las tres nos fuimos a dormir. Y caí entre el fresco de la noche y mis sueños... Que son varios, aunque los tenga tan aparcados.

Nos levantamos el domingo y nos fuimos a Bricklane Market, junto a Whitechapel, el barrio de Jack, que tantas veces quise visitar... El paseo se alargó primero del mercado a la Boxshop y, con el dolor de cabeza de Ricardo, hasta el Soho, en un camino serpeante de algo más de una hora y pico de paso sosegado... Y de palabras. 

Llegamos al Pan Quotidiane cuando Bea se iba a casa pero nos quedamos con ella a comer (vegetarianamente) y pensamos qué hacer por la tarde. Con la comida agarrada al estómago, les dije que mataba por dormir en un parque. Y nos fuimos al del Soho a hacer la fiesta entre otras trescientas personas que aprovechaban el sol que allí nunca sale... Cerré los ojos y dejé que los acentos de unos y otros se fueran diluyendo entre el sueño. Álex llegó cuando el sol se escondía y nos habíamos despertado en mitad de nuestra siesta en el Soho. Aquellos pequeños placeres, que siguen siendo imprescindibles. Únicos. Que me hacen respirar... Caminamos a buscar una heladería por Leicester Square, donde descubrí "I'm so excited!" la última peli de Almodóvar (Los amantes pasajeros). Helado de dulce, a tope y camino de vuelta a la residencia a recoger en diez minutos y marchar solo al aeropuerto. Dejé a Ricardo cargado de bolsas y de pensamientos en la puerta de la residencia, y me fui con la sensación de saber que pronto volveré a Londres, a hacer estas cosas, que son tan mínimas y que me dan tanta vida...

Todavía miro al cielo y me ciega el sol en mitad del Soho. Aunque ya se nos hayan pasado los aires frescos que cortaban la cara a la orilla del Thames... Volveré. Lo sé. A ver de nuevo a Lady Jane... 




lunes, 27 de mayo de 2013

MIRARNOS


A veces la vida se nos hace cuesta arriba, sin darnos cuenta nos ponemos una venda en los ojos y dejamos de mirar. Ni siquiera en mitad de la ceguera, aprovechando que el negro lo inunda todo, somos capaces de mirar hacia adelante y aconsejarnos... Yo lo hago, a menudo. Salgo de mi caparazón, cuando el cielo arrecia tormenta del alma y miro mi vida desde fuera como un transeunte que pasea entre los toldos de un mercado, sin rumbo fijo, mirando qué venden aquí o allí. Y así, me miro. Me observo. Como alguien que se posara ante un cuadro, y sin perdida de tiempos fuera capaz de quedarse allí, la vida entera, para descubrir hasta el último detalle... Un cuadro inmenso, perdido en la grandeza de un museo descomunal, pero que por alguna extraña razón es uno de nuestros cuadros favoritos. Yo mismo, ahora, sería capaz de recordar la seda de un traje, el dolor de unos ojos, la espalda que no quiere mirar, las manos perdidas buscando el final, las mallas perfectamente cosidas con óleo... Pues igual, deberíamos de ser capaces de sentarnos ante el cuadro de nuestra vida, de nuestras penas y alegrías, de nuestros sinsabores, de nuestros temores y analizar, minuciosamente, y disfrutando de ello, cada uno de los matices que adornan nuestra vida... pero vivimos demasiado rápido, tanto que olvidamos a menudo que vivimos con nosotros mismos y dejamos de ser nuestra principal preocupación, algo que no nos podemos consentir. Que no deberíamos, pero que lo hacemos.

Entonces, ante ese panorama, y con la sensación de que nuestra vida se hace cuesta arriba, duro el peregrinar, somos incapaces porque nunca nos hemos mirado de plantear cómo debemos de dar los pasos, si nos harán falta bastones en que apoyar nuestra subida, si necesitaremos coger más o menos aire o, incluso, si hay que saber detenerse en mitad del camino y emprenderlo de nuevo cuando la vida nos empuje con brío a seguir hacia arriba... Se puede. Quizá será mi empuje optimista el que me invita a darte fuerza para subir esa cuesta: pero se puede, vaya que sí. Párate ahora que el camino es duro, que la subida es larga y que percibes que algo no marcha bien. Sabrás siempre qué es lo que te frena, lo que te agarra, lo que te cubre los ojos,...

Aunque probablemente muchas veces tardarás en descifrarlo. Todo lo que no sea ayudarte a buscar esas causas, te dejará con un solo efecto: un dolor ciego. Pero no encontrarás salida alguna. Serás capaz de darle mil vueltas a un problema que no quieres ver y crearás otros tantos nuevos para intentar adivinar aquél otro, el verdadero, el real... pero eso solo genera más confusión, más ceguera del alma, más dolor... Hay que tener valentía para cambiar las cosas. Hace falta arranque para emprender la marcha, más cuando es hacia arriba, hay que dedicarse el tiempo que uno se necesita para comprender que la vida, nuestra vida, está llena de pequeños pero muy significantes detalles que la matizan y la hacen mejor. Pero hay que saber descubrirlos. Y descifrarlos...

miércoles, 22 de mayo de 2013

COMPROMISO



Aquí estamos de nuevo, mi voz y yo. Mi intención y yo. Mis ganas y yo. Mis recuerdos del ayer y mis esperanzas de mañana, batallando con intención para seguir mejorando día a día el camino... no es cosa fácil, lo digo a menudo, pero me consuelo con saber que mis sueños no son imposibles, que mis alegrías pueden ser verdaderas, que mi ilusión por compartir es contagiosa... Y así ando día a día, con estas líneas que ni son versos aunque a muchos les suene a poesía. No lo es. Es simplemente el escrito de una persona, que en los momentos más complicados, sigue luchando por dejar algo de optimismo pasear por la calle, con la seguridad de que en el empuje de cada paso, se anda un camino más firme, más esperanzado, más completo... Y sobre todo, más compartido. Siempre he creído que en el optimismo está la bondad de nuestras futuras rutas. Es complicado, lo sé. Y cuando el cielo que nos hace ondear se muestra fiero y oscuro, más aún, lo entiendo. Pero ante los embates de la vida, ante los embistes de la tristeza, la pena, la desilusión, nuestros brazos remeros pueden bregar contra la tormenta haciendo que el remo, firme y consistente, se enfrente a cada ola de malas vibraciones...

Lo sé, no deja de ser una esperanza lo que aquí escribo. Un deseo, si acaso un anhelo lo que os cuento. Pero con tu ayuda, si tu voluntad sopla con la misma fiereza que nos combate la dejadez, podemos ser capaces de alcanzar cimas altas, podemos enfrentarnos de cara a cara a aquellos demonios que a veces nos aterran y a otras nos delatan, y podemos ser felices. Una felicidad básica, lo digo siempre, pero felices al fin y al cabo.

En la batalla del día a día sólo podemos luchar nosotros. Y hemos de hacerlo luchando también por el de al lado cuyas fuerzas, probablemente, flaqueen más que nunca. Es un compromiso, más allá de la solidaridad, es una manera de vivir. Batallar por cada día y hacerlo con una sonrisa, mirando de frente a la tormenta y, sin miedo ninguno, sin rubor siquiera, plantarle cara al viento para que no pueda hacer nada más que despeinarnos.

Estoy convencido de que podemos. Será optimista, pero será.

martes, 21 de mayo de 2013

ANTE LA DESESPERANZA



Hablo por teléfono con la desesperanza, la que se esconde detrás de un manto de lágrimas, la que no encuentra desahogo a la tristeza absoluta, la que no encuentra consuelo, la que se pierde entre los futuros por llegar, pensando que ya ni tiene presente ni si acaso le conviene vivir del pasado. Hablo con una voz rota, con una vida herida, de muerte, o que se cree de muerte si acaso, y que da por vencidos sus días y los de los demás porque ya no hay consuelo. E intento animar esa voz, intento darle aire a esa desesperanza, soplando fuerte, para que su mala suerte vuele lejos y se despeñe por los acantilados del olvido, pero es imposible,...

A veces la vida nos deja en mitad del caos, nos revienta de repente, y sacude, una y otra vez, con una fiereza desconocida, para doblarnos como juncos que ondean siempre, pensando que se van a quebrar. No es fácil batallar, desde luego que no, pero hay que hacerlo siempre. Y cuando el que está a nuestro lado se dobla, pensando que con una fragilidad cristalina se va a romper en mil pedazos, cuando aquél cree que nadie estará para darle la mano, con mayor fuerza que nunca hay que dársela y ayudarle a caminar... No se trata de solidaridad, ni de caridad, ni nada por el estilo. Se traduce, tan solo, en ser capaces de no dejar que las terribles arenas movedizas que a veces se mueven bajo nuestros pies, acaben por engullirse a aquellas personas que hace tiempo perdieron las fuerzas y, lo que es peor, las ganas de batallar...

Hay que ser fuertes ante los embistes de la vida, pero sobre todo, hay que ser generoso en ayudar a los que más nos puedan necesitar. Tenemos que demostrar, ahora más que nunca, que todavía nos quedan motivos para confiar en la raza humana. Yo lo hago a diario. Sigo creyendo que hay razones para la confianza, que hay motivos para la alegría, que nos quedan indicios de creer en que las personas, antes y después que nada, somos personas dispuestas a ayudar a otras personas, que necesitan más que nosotros, un bastón que les ayude a caminar...

lunes, 20 de mayo de 2013

ENERGÍA POSITIVA


Al final de una conversación, un amigo, me dice: “energía positiva”. Y rebotan dentro de mi cabeza las palabras, energía y positiva, como un eco incesante desde entonces... Porque tiene toda la razón del mundo. Energía positiva. Somos capaces de dejarnos arrastrar por nuestra negatividad a menudo y sin embargo nos cuesta un ejercicio atroz alcanzar el bienestar, ni tan siquiera la felicidad, porque hay que remar río arriba para estar bien. Esa energía positiva, pensar en positivo, es un duro trabajo, no lo niego, pero una labor que si la sembramos puede crecer con fortaleza y ayudarnos a tener un punto de vista de todas las cosas...

Intento no rodearme nunca de gente negativa en la vida. La negatividad me empuja, lo reconozco, con una probabilidad absoluta de empujarme al lado más oscuro, donde te devoran las penas y los malos pensamientos, los malos augurios, las malas vibraciones, la tristeza y el desasosiego. Intento ponerle color a mi vida, y los lunes es una excusa perfecta para comenzar la semana con otras voluntades... En cuanto hablo de gente negativa, sin darme cuenta, me mimetizo, me tenso, sufro y de nada me sirve enarbolar la bandera multicolor de mi vida si no hay al otro lado de mí mismo unas ganas enormes de aceptar esa vida, no de color de rosa, desde luego, pero no en grises, oscuros, decrépitos e indeseables que de nada nos sirven.

Tenemos que empeñarnos en conseguir caminar movidos por energía positiva, que nuestro motor explosione de buen rollo y caminar con una sonrisa sea más fácil. Vamos a compartir desde hoy los paseos de la felicidad, sin buscar atajos y sin mirar a quienes con sus ojos apagados, sus sonrisas muertas, sus sueños perdidos, intentan convencernos de que la vida triste, oscura, es mejor. Yo me niego. Quizá hoy, porque es lunes y me empeño en planificar mi nueva vida desde hoy y porque, ya está bien, a esa gente penosa que no tienen alegría ni saben como encontrarla, hay que decirles que no pueden alimentarse cuando consiguen que nuestra energía sea negativa y se conviertan en parásitos de nuestra infelicidad.

Si hay gente negativa en tu entorno, dí no. Si hay quien te intenta convencer de que no vales, lucha. Si hay quien intenta hacerte creer que no sirves, grita. Si hay quien te menosprecia porque eres mejor que ella, piensa que siempre habrá quien de verdad te merezca y disfrute de ti, por ser como eres, pero eso sí, con energía positiva y siempre con una sonrisa. Que nuestra felicidad nos sirva de alfombra...

domingo, 19 de mayo de 2013

23:32


Escribo ahora con el regusto de un trozo de ensaimada ibicenca que ayer apareció en casa. Mis padres hacen estas cosas como nadie, lo de dejar cosas en el comedor cuando no estás y como estaban recién llegados de Ibiza, me dejaron un pin osezno y una ensaimada que sabe a Gloria. Y casi a Greixonera. Hago planes a media tarde de cómo ir organizando la llegada del verano. El sobrepeso del invierno me empieza a molestar hoy domingo, con temperaturas de septiembre, en esta primavera tan rara que estamos viviendo. Cuando me decidí a escribir hoy, el horno apuntaba capicúa su hora: 23.32. Y así, me vine a escribir sabiendo que si pierdo alguna hora esta noche, la gané de tardes.

Ha sido un fin de semana intenso. El viernes, cuando ya había acabado con los temas de la radio y del insomnio, cuando ya me meneaba en las postreras horas del rencor hacia la pequeña rastrera, me recogió Manolo en casa y le invité a unos vinos en la Virada. Nos fuimos luego a cenar dos ensaladas en la falla, allí los que estábamos, reunidos para hablar del teatro que viene. Nos recogimos y nos fuimos al Cyrano, Adrián, Laura, Sergio y yo. Y luego acudió Manolo con un amigo (del que volví a olvidar su nombre). Salimos a la calle, Chuso con su colega y su fiesta nocturna, el frío húmedo de la noche, el resto, Laura recogiendo el local y Luis que vino a cerrar. Yo me fui a Gran Vía y recogí el día, con mi insomnio a cuestas.

Me puse el despertador y me levanté. Perdí mucho tiempo frente al ordenador y casi se me tira encima el reloj contra la boda de Carol y Rafa en Casa Sendra. Les casaba yo. Otra vez, si aquella boda de la falla, en una noche de marzo de hace cuatro años, valiese. O valiera. Les casé, rápido y ágil en una ceremonia bonita y sin artificios. Lo que tocaba. Me fui a casa, me cambié y me fui a Aroma a recoger a Gloria. Caminamos bajo el invierno tosco de mayo al Pou del Quint, donde se celebraba San Isidro y allí, con los Tronats, comimos una paella entre risas y jaranas. Nos dieron las seis de la tarde, yo con el tiempo casi justo, para después de pasar por el Gran Turia a cambiar la pantalla del móvil de Gloria llegar al concierto en el CIM, con versión del Paquito el Chocolatero a cargo del colegio alemán, incluida. Acabó el concierto e hicimos marcha. Cena en el Quint, con los miembros de Ahuim, solidaria. Volvimos paseando, Antonio, Alejandro, Delia y yo hasta El Tanguito a tomar café, y allí nos encontraron Pepa, Nuria, Lola y Vicente. No nos dio tiempo a que se hiciera de noche. Ya en casa, me llamó Javi Clero, para tentarme como Adrián por whatsapp, pero la agenda aprieta. Así que me quedé durmiendo y hoy dejé que un sol inmenso se clavara en mi cama con la intensidad de las ocho de la mañana, aunque volví a dormir hasta las diez. He comido arròs amb fesols i naps en la Avenida de la Paz y esta tarde, caí rendido al llegar a casa. Me pusé una hora de siesta y caí abatido contra la noche. Acabo de despertar hace casi nada.

Y mañana lunes. Así que me voy a preparar que empezamos otra semana... De las que se van volando.

viernes, 17 de mayo de 2013

LUNA REBOTADA



Me perdí entre las sábanas del insomnio, anoche al acabar al día. Fui tan imprudente que con mi cansancio a cuestas me metí en la cama pensando que los brazos de Morfeo me mecerían junto a su pecho, y así, con una esperanza ignorante, me quedé mirando el techo, al que como la canción de Serrat, no le vendría mal otra manita de pintura.

El color de la noche era azul, azul de luna rebotada, proyectada sobre la cama y sobre las desesperanzas. Y perdí el control de los segundos que caían como en un saco roto, mientras mi cabeza, cada vez más, iba haciendo crecer una madeja de desilusiones y penas que me arrastraba, como resaca de mar, afuera de mis sueños... Así llegué a la noche, intranquilo, roto, desperanzado...

Y hoy al despertar, con un dolor increíble de cabeza, con un pesar somnoliento, maldiciendo cada minuto que pasé en vela, me veo a mí mismo frente al espejo que no tengo, en ese cuarto sin luces ni sombras, y me preguntó, arrastrado por la víspera, si tengo algo mejor que ofrecerme que dolor y malos pensamientos, que es al fin y al cabo lo único que son.

Probablemente, más de uno, y de dos, probablemente digo, pasará sus noches despierto intentando coser sus malos augurios, las tristezas, los odios, los rencores... Pero esto poco más nos aporta que perder el tiempo y dejar de soñar. Es difícil, lo sé, pero mis primeros pasos de esta mañana, sin tener la mochila repleta de ilusiones, ha sido devolverme la tranquilidad. A menudo perdemos tiempo en contra de cosas o de personas que ni siquiera tienen un desvelo por nosotros. Y, así, nosotros, que deberíamos de andar a lo nuestro, nos quedamos instalados en el rencor, que nos enrabia, nos constriñe y nos deja vacíos...

No dejes que nadie te lleve a la oquedad. No permitas que nadie te aparte de tu felicidad, muy probablemente, si eres capaz de apartar de tus desvelos las reacciones de otros que no puedes controlar, entonces te sentirás pleno para seguir soñando. Y tú, como yo, que seguramente te sigues llevando la lágrima a tus insomnios, no te mereces perder más noches con eso...

jueves, 16 de mayo de 2013

ME DESPERTÉ



Me desperté. Salí a la calle, bajé por los caminos del tiempo sin recordar apenas las lluvias de ayer, sin que hubiera existido aquella tormenta imprecisa, que caía con el sol fuera. Salí a la vida, con la sonrisa puesta, calculo que después de canturrear alguna canción más, de las que la cabeza no sabemos por qué nos trae a la memoria y a la boca. Y con mi misma boca dije las palabras que fui cosiendo para hacer mío el verbo. Y así escuchaba tanto como decía, y lo uno me parecía tan distinto a lo otro, tan sin sentido, tan sin verdad, que pude llevarme a los atajos que se esconden bajos cielos negros, repletos de nubarrones y encerrarme en mi no.

Y por eso decidí que no. Porque el no también podemos decidirlo, aunque sea más difícil que el simple hecho de decirlo. Pero lo decidí, que no me compensaban las tormentas del alma que nos apuran la vida, recortando bajo el prisma de otros nuestros propios días. Y al decidir que no, inventé un mundo nuevo, con unicornios blancos y flores de todos los colores, con cascadas de oro que sólo surgen por la noche, de nubes blancas, pomposas, que se extienden como alfombras mágicas a los pies de un Aladdin, con animales libres de los que son como dibujos animados y producen una simpatía grande... Y así, inventé un mundo de fantasía, con luz y color, que me apartaba de los ruidos y las miserias, los engaños y las trampas, las penas y los descoloridos... Así, con mi razón por bandera, le puse imaginación al día y conseguí que nuevamente, los caminos serpearan entre colores bellos y alegrías dormidas, placeres pequeños, delirios de felicidad y el caminar sosegado y tranquilo que dan la paz y estar tranquilo.

Si quieres, porque igual tu día de hoy está lleno de penas y sufrimientos; si te apetece, porque a lo mejor oíste la canción que no quisiste cantar, si lo deseas, porque como yo, prefieres caminar entre los pasos descalzos que se cubren de armonía, puedes ponerle a tus días el color que le faltan. Sopla fuerte para que desaparezcan los nubarrones, y quédate, si quieres, aquí, junto a mí, a ver cómo muda el cielo y se viste de color esperanza...

martes, 14 de mayo de 2013

A VECES HAY QUE PENSAR QUE POR ENCIMA DE LAS NUBES NEGRAS HAY UN SUELO DE NUBES BLANCAS



No dejamos a menudo que nuestra cabeza vuele, que nuestra mente viaje, que nuestros suelos se descuelguen bajo el cielo nublado y sea capaz de surcar el infinito buscando ideas... Es algo sencillo. Buscar ideas, pero a menudo nos dejamos anclados por nuestro tiempo ocupado, nuestras obligaciones, nuestros pesares, y nos negamos de una manera inconsciente a dejar de idear, de proyectar, de soñar... Y eso es un error. En el momento en que dejamos de imaginar dejamos de vivir: nos ponemos en modo inercia, nos dejamos arrastrar e incluso, aunque no paremos de hacer cosas, las hacemos de una manera monótona, autómata, fastidiosa... no merece la pena.

Yo siempre he creído que hay que dejar un momento del día destinado a pensar. Hoy, por ejemplo, cuando sonó el despertador maldije haberme pasado parte de la madrugada echándome unas risas con el teléfono en la madrugada. Me levanté y comprobé que había llovido, aunque el sol empezaba a clarear. Y me metí en la ducha con la sensación de que mi calentador no iba a funcionar, algo que comprobé enseguida.

En cualquier otro estado, esto hubiera sido suficiente para maldecir el martes. A más de uno, pasar sus primeros diez minutos del día, con esta sensación de sueño arrastrado, quedarse mirando al cielo sin saber si se va a perder su paseo matutino y tener que enjabonarse bajo el hielo le habrían valido para saber que el martes iba a ser el peor de los días... Sin embargo, una vez dejé de tiritar, y ya en la calle, le dediqué un segundo a pensar, a idear, a imaginar...

Y pensé que era un día feliz. Que al final el sol estaba secando rápido el camino de mi paseo mañanero mientras que había disparado el olor a azahar de los naranjos que me acompañan a cada paso. Sentí, como aún siento la humedad de la espalda fría, el corazón latiendo con mayor fuerza gracias a una ducha de aguas gélidas y me encontré con que sonreí de nuevo cuando recordé la conversación con que anoche me fui a dormir... En definitiva, he convertido todo lo malo de diez minutos en una excusa perfecta para saber que mi martes, el de hoy, va a ser un martes perfecto. Y que con la intención que nosotros ideemos nuestra vida, la idealicemos, ayudaremos a proyectarnos un espacio mejor, para nosotros y, muy probablemente, para todos los que nos rodean. Por ello, tal vez, llevo toda la mañana cantando. Porque he descubierto que más allá de las nubes negras que se presagian, sigue habiendo un manto de algodones blancos sobre el que se cierne el sol... Aunque inevitablemente tendremos que llamar al técnico de la caldera. Eso sí, con una sonrisa...

OTRO LUNES


Ayer pasó. Otro lunes. Qué sensación tan rara. Otro lunes más que llegaba, como un pequeño año nuevo, para que recarguemos de buenas esperanzas nuestra semana, aunque la gran mayoría la consagremos a mirar el suelo, comprobar de vez en cuando si está nublado y maldecir que otra vez, sí, otra vez, es lunes.

Yo hubo un tiempo que maldecía los lunes, y otro peor, en que ni me enteraba de que me llegaban. Para mucha gente, cuando no tiene nada que hacer, el paso de los días se convierte en el goteo incesante de un reloj de arena que no calla, a la espera de poder darle la vuelta y que continúe, sin parar, derramando la vida como pequeños granos que se disuelven en la más absolutas de las nadas... Durante un tiempo yo confundí los lunes con la nada, los martes con los lunes, y así todo, casi todo el tiempo, saltaba de un día a otro, sin mirar siquiera el reloj que nunca llevo.

El paso del tiempo, aquél que han glosado tantos poetas, se marcha cada vez más rápido sin dejarnos tiempo a la reacción. Yo, a menudo, programo todo lo que quiero hacer y luego me maldigo por haber perdido tanto tiempo sin haber hecho lo que pretendía. Los seres humanos, que somos así. Si volviera a la época en que perdía mis tiempos, intentaría plagarlos de cosas por hacer, de caminos por pasear, de días por correr, de mañanas por conversar, de tardes por hacer... intentaría no volver a perder el tiempo, ese tiempo que dejamos que se nos escape sin mayor consciencia que saber que fluye, que se va, que se escapa. Que no vuelve. Pero ya lo dije, los poetas lo contaron tanto mejor que lo pueda decir yo...

Lo que quiero decirte es que no pierdas ni un segundo, que luego te hará falta. Que si no tienes sonrisa ahora, salgas a buscarla. Que si no tienes felicidad, mires hacia el cielo, esperando que te caiga como una tronada de verano... Que si no tienes motivación, empieces a caminar, cada vez más rápido, soñando que alcanzas nuevas metas,... porque así, cada día, querrás que la arena de tu reloj caiga más lentamente, que no se disuelva, que no se pierda... Que no huya, como tantas veces puede que huyamos nosotros, cuando el tiempo se vuelve en contra nuestra...

domingo, 12 de mayo de 2013

CARTA A UNA FLOR (TALLADA)


A la tristeza de la flor tallada:

son las nueve y diez: casi las diecinueve. El cielo clarea al final, dejando que se vaya el día y los últimos golpes de luz, clarean de manera tibia la poca vista que me alcanza más allá de la puerta del balcón. Casi no oigo ni el teclear de mis dedos, cansados de domingos en los que no hice nada para cansarme. Y pienso en ti otra vez más, flor que se seca a pasos agigantados, destino marchito, y pienso en el caminar nocturno, deambulante, de nubes bebidas y sueños perdidos. En aquellas palabras que pudieron ser tuyas. Para ti. Y en mi convencimiento de que no debe uno nunca de prometer nada que luego no vaya a cumplir, porque acaba con la desilusión caminando de la mano, de la misma manera que tus pétalos se pierden, cada segundo, de manera más débil...

A veces me mezo, querida flor que cortaron, entre la esperanza y la ilusión; sin pensar, siquiera, que nos desesperanza la propia espera y que confiar algo más, es comenzar a perder... Pero no siempre quiere uno ganar. Y al final tú, flor de mayo, te quedas sola, tallada, en silencio, a la espera de saber qué pasos decidirá dar esta boca callada, que no es que no tenga nada que decir.

Espero volver a escribirte pronto. Seguro que sí. Seguro que como siempre...

Posdata: El cielo, cada vez, clarea ya menos.

BODAS, GRIPES Y PRIMAVERAS

El pequeño picor de garganta del jueves pasó a ser un inconsolable dolor de garganta en toda regla, con su congestión nasal, su picor de ojos, sus estornudos primaverales y su pecho constreñido. Caminé hasta la radio, haciendo del esfuerzo virtud, paré en el camino a comprar algo de ibuprofeno en una farmacia del Barrio de la Luz donde atendía Elia y me fui al micrófono con una entereza impagable.

A lo largo de la mañana, la cabeza subía y bajaba como una auténtica montaña rusa. Se enmarañó el programa a la mitad porque todos hablaban a la vez y yo no tenía capacidad para frenar los tiempos. Si tenía el volumen bajo no oía, y si lo tenía alto, reberberaban en mi cabeza sus voces como golpes que me tiraban los ojos hacia afuera. Una odisea. El programa acabó y Leo me acercó a casa. Había llamado a los papás, recién llegados a Ibiza, porque me acordaba de que lo habían hecho. Alejandro me contó también que se piraba a Sevilla - oh, horror, qué envidia - y yo moría por un tapeo de Santa Cruz mientras se me deshidrataban los ojos en concierto primaveril. Comí y dormí algo, poco, porque enseguida volvimos a la carga. Me duché, me vestí y en taxi acudí al CIM Benimaclet donde con Montse Català presentaba los Premis de les Lletres Falleres. Lo pasamos bien, escuchamos música, poemas, entregamos premios, reímos y me dejé llevar por mi tobogan de ibuprofenos, con la cabeza dando vueltas sobre mi cuello, como la niña del exorcista. Al acabar, con Manolón, me fui a la Virada: dos tapas y dos copas. Y nos fuimos a debatir a la falla sobre las fallas, algo que para mi cabeza fue pólvora. Al final, Borja y Lorena, con Lidya, Asier y Ainhoa, Adrián y Esther, Selu y yo mismo rematamos la noche en el Cyrano, al borde de la conversación. Y con otro taxi, y mi dolor de garganta me fui a dormir...

El sábado era día de boda: lluviosa por la mañana, cuando bajé al Moreno a tomar cortado con Amparo y Cristóbal. Acudimos a la mesa petitoria del cáncer, en González, como siempre. Y luego a la inauguración del parque de Payá, bajo un cielo plomizo insostenible. Se inauguró y nos fuimos, caminando, hasta la mesa del cáncer un rato más. Y de aquí me fui a casa, con un cansancio que me secuestraba. Comí y dormí algo. Me levanté embutido en mi cabeza dolorida, este constipado todo lo puede, me duché, decidí qué traje ponerme, que no fue tarea fácil, y salí al metro y de aquí a San Agustín donde se casaban Francesc y Montse.

Me encontré con Marcos, Blanca y Carol dentro de la iglesia. Con ellos pasé la ceremonia. Luego, en la calle, con Teresa, vestida de tules y gasas, de princesa dorada y gris tornazulada, sonriente y felícisima como megahermana del evento. Un festín. Nos fuimos, yo con más cansancio que ganas, en el autobús. Allí aprovechamos para ponernos al día, se nos unió Yolanda, y llegamos a La Cartuja, donde picoteamos. Buleo y yo, poniéndonos al día. Mascletà, vinos blancos y aperitivos. Cena, selectísima. Recordando tantas veces cuando poco después de la boda de Marta y José Luis, le dije a mi Teresón que el sitio era "relindo", que dirían los chéveres. Fue genial: aún recuerdo el postre de Kit Kat. Y luego, a la iglesia, ese templo laico blanco y aneonado, con altar de DJ, que se convierte en un refugio fuera de la realidad...


Vino Jorge, Isaac con José y otro amigo. Y allí nos fuimos juntando todos: unos y otros. En toda la noche hice más kilómetros al baño que al camino de Santiago ¡pardiez! y luego, al acabar, en bus, con risas, mi Maritere y Jorge, camino de Mislata. Nos dejó el autobús en la puerta de Payá, que fue como cerrar un ciclo, donde había comenzado el día; encontrándome a Urtiaga, al que había visto en el metro cuando iba a San Agustín; pasando por casa de los Sabater, con las flores que me regalaron Teresa e Isaac a cuestas, viendo clarear el cielo cuando ya era casi mañana... Llegué a la cama y aún whatsapeé algo. Con Manolín y con Tere, a la que desde la cama le enviaba fotos de una noche fantástica...

jueves, 9 de mayo de 2013

COMO AGUA ENTRE LAS MANOS

 


Sin mirar el reloj, miras al día y piensas aquello de pardiez cómo se nos va la mañana,... Como se ha pasado la semana, mañana ya viernes, pensarán los optimistas. Y echas la vista hacia detrás, y sin querer recuerdas perfectamente la nochevieja o las vacaciones veraniegas del año pasado. Y entonces te entra un calambre, un vértigo sin parangón y piensas, crees, dices: ¡Cómo se nos va la vida! Como un río, y esto no es mío, que lo dijo Manrique, que de versos sabía mucho más...

Entonces, por nostalgia de futuro o por miedo a que se nos escape la vida, como arena entre los dedos, nos ponemos las pilas y nos planteamos pararnos, mirarnos, otear el alrededor y directamente, sin paliativos, ni vendas, nos proponemos cambiarnos la vida. Lo decimos claro. Se acabó. A partir de hoy... Y a partir de hoy emprendemos mil retos sobre el papel, pensamos mil destinos hacia los que enviar nuestras vidas y soñamos con aquello que nos encantaría hacer a partir de hoy para que sea más fácil y llevadero el no tener que mirar hacia ayer, o el hoy mismo, y acomplejarnos porque nuestro camino diario no es el que más nos apetece...

Suele suceder también que estos propósitos de enmienda se quedan en nada, se diluyen con la vuelta a la monotonía, ¡maldita monotonía!, que sólo rompemos cuando nos paramos un día y decidimos que se acabó, que desde ahí nuestros caminos emprenderán otro rumbo... El que sea, pero un rumbo nuevo. Yo te recomiendo que te pares, de vez en cuando, que otees lo que te rodea, que respires – algo muy importante y que se nos ha olvidado – y que decidas a partir de ahí hacia adónde quieres mandar los futuros pasos de tu caminar... Te digo, por experiencia que casi nunca cambiarás de inmediato nada, pero a la larga, y sin darte cuenta, si eres capaz de saber hacia adónde no quieres caminar, los pasos de tus piernas buscarán otros sentidos, nuevas direcciones, y te llevarán hacia allí...

Algunas pocas veces, cuando decidimos algo, además, sí que lo cambiamos enseguida. Y sólo el cambio, ya es una virtud, una suerte, una fortuna... Perdemos demasiado tiempo deseando que nuestra vida sea cómo es muchas veces pero no invertimos ni un segundo en anhelar cambiarla, en decidir dar pasos nuevos, en caminar hacia nuevas direcciones, sin darnos cuenta que cada día, las mañanas vuelan más rápido, las semanas se consumen antes y los años desaparecen, como agua entre las manos... Y a eso hay que ponerle solución.

miércoles, 8 de mayo de 2013

BUSCAR FORTUNA



















Hace un miércoles de calor absoluto. Un miércoles que realmente es ecuador de la semana y que se convierte, con clima ecuatorial, en la mitad de una semana en que no paran de ocurrirnos cosas. Hay gente a la que no le pasa nada. A mí, sin embargo, no cesan de ir pasándome, de buenas y de malas. Casi siempre de buenas. Me decía ayer una persona que tengo la suerte de cara. A veces no.

Pero es cierto que miro de frente a mi felicidad, casi siempre, como si fuera un espejo desdoblado de mí mismo y le doy las gracias. Creo que cuando no tenemos suerte hay que buscarla. Evidentemente no se encuentra, te encuentra ella a ti, pero si estas quieto es mucho más complicado que se pueda llegar a coincidir. Soy una persona inquieta, que no para. Lo he sido siempre.

Cuando yo era pequeño no existían los niños hiperactivos, pero si hubieran existido, yo, probablemente hubiera sido uno de ellos... Calculo que por eso ando siempre de un lado a otro, sin parar, haciendo mil cosas a la vez y dejando que la gente, casi a diario, me diga aquello de yo no sé cómo llegas a todo... Pues con alegría. Con ganas. Con actitud. Y así, cierto es, me encuentro de frente a mi suerte, que camina ella azarosa con la felicidad de la mano, caminando por la vida.

Y nos encontramos, nos saludamos y nos preguntamos cómo nos va la vida. A mí muy bien, dice la suerte. A mí también, la felicidad. Y yo, les digo, ahora que os encontré, a ciencia cierta que mucho mejor. Nos echamos unas risas, nos ponemos al día y nos deseamos volver a vernos pronto. Y sigo en mi camino, con el recuerdo de mi felicidad y de mi fortuna, y comprendo que cada vez que pienso en ellas, que las deseo, vuelven a caminar junto a mí. Por eso a ti hoy te pido que si echas de menos tu suerte o hace mucho que no te encuentras con la felicidad, justo será que te hagas un regalo y empieces a desearlas, a recordar cuando caminaban contigo y a anhelar que lo hagan de nuevo. Ya verás como cuando te pongas a esperar a la suerte, si no te quedas quieto, será mucho más fácil que os encontréis y entonces caminaréis juntos de nuevo.

PONIENTES DE PRIMAVERA

Pondré el despertador a las ocho y media, sabiendo ya que voy a dormir menos de lo que me apetece. Así llego a la mitad de la semana, ecuador que siempre me marcó el programa de la tele. Ahora vivo tan condensado entre el programa de la radio y el partido que llegar al miércoles me parece cumplir un trámite más, pero no me separa nada de nada, nada me marca...

Acabo de pasarme por el otro blog a escribir algo que me pidieron la cabeza y el estómago sin avisar. Aquí estamos, evitándonos una úlcera intelectual, que se le hartan al final uno los reaños de escuchar tantas cosas ramplonas en su día a día.

El de hoy, ha sido de martes con sabor a lunes. Me desperté antes de lo previsto y pasé por la ducha. La cisterna no iba, pero la arregló papá por la mañana, cuando yo ya me había ido. Me fui paseando a la radio con un poniente sofocante, del que anuncia lluvias, que no llegaron. Se hubiera agradecido, creo. La mañana fue más tensa que interesante, hasta que comenzamos el programa. A Pilar le chafan con suspiros de esas que te hacen apretar las mandíbulas. Y eso duele, hasta cuando no se comparten. Hablé de enderezar la marcha hacia arriba y entrevistamos aquí y allá a los personajes de actualidad. Cerramos con tertulia, foto incluída, con Julio Monreal, Gustavo Clemente, Héctor González y Frederic Ferri. 


Acabé y calor en ristre corrí hasta el ayuntamiento donde media hora después comenzaba la comisión de Urbanismo. Bajamos al acabar y nos comimos una sepia y unas croquetas, además de una morcilla con setas en el Menjant de la plaza. Y regresé a casa para descansar algo. Papá y Chus, a la de ellos, que es la mía. Y al despertar, me fui a un acto de cooperativas escolares con el Santa Cruz y me regresé después a casa sin ganas de cenar, nada más que helado y viendo en la tele de reojo "Aeropuerto" con Burt Lancaster. Ahora ya sé de dónde viene "Aterriza como puedas".

Me voy a dormir. He quedado con Bausá mañana a las nueve y cuarto para probarnos el traje. Luego a la radio. Y así todo el día, cayendo contrarreloj hasta el programa de la noche. Hoy pensaba las ganas que tengo de cenar con amigos, pensé si mañana, pero también pienso que es muy probable que mañana por la noche sólo tenga ganas de dormir, que es lo que más apetece cuando no se para nada y el calor de la noche, quieta noche de verano, no te deja dormir... Hasta mañana.

lunes, 6 de mayo de 2013

ELLAS

El fin de semana, cual Rigalt en la columna de El Mundo, explicada bajo el prisma de la prensa de sociedad, que diría Susana Golf, ha sido un fin de semana de ellas. Si nos ponemos machitos bricomanía, os cuento que en las veinticuatro últimas horas en mi casa se ha fastidiado la instalación de la luz del baño, mientras me cortaba el pelo el sábado antes de la boda de Boro y Elena; y hoy me he quedado sin cisterna, por obra y gracia del padre. El espíritu santo estaba ausente y el hijo se iba a la sede a otra tarde de mucha faena.

Lo dicho, que nos ponemos colorines y les dejamos a ellas el protagonismo absoluto del fin de semana, empezando por la novia, Elena, que no se podía estar ni más guapa, ni más ella, ni más auténtica, ni más natural. Me dijo que me quiere mucho hoy en un whatsapp y me dí cuenta que empecé yendo de bulto en su vida, pero al final me tocó quererla como se merece. Me alegré mucho de su boda, me reí en la cena, me divertí en el baile, no me callé en toda la noche y me sorprendí, entre los novios, volviendo a casa en un improvisado coche nupcial. De madrugada, casi afónico. Con la sensación de haber bailado mucho, que es lo que pidió Elena. Y así cumplimos.


En la boda me hice una foto histórica, porque me dí cuenta de la amistad que entre Falleras Mayores he encontrado por la vida. Lo de Laura, Marta, Gueguel, Lucía y Sandra con las casi pequeñas Ariadna, Cris y Nuria, se hicieron una foto resumen en las que faltaban algunas, claro está, pero que sumaron muchos años pegado al micro y a los corazones de algunas de ellas y de sus familias. Fue una foto bonita, desde luego y que me trajo grandes recuerdos de muchos grandes momentos...


El domingo fue de ella y de la falla. Teníamos la apuntà de Noscarmientas en el día de la madre y a mi Carmela, le publiqué una foto en el facebook, que me recuerda mucho a mí, serena, con sus gafitas, pegada a ese periódico que, como su padre, venimos leyendo de atrás hacia delante. Marca de la casa.


Le besé y felicité en la falla. Aunque llegué después de la boda cuando el jamón ya se cortaba y mientras al fuego se hacían las paellas. Comimos bajo el sol, en una fiesta de primavera, y anunciamos a bombo y platillo las Falleras Mayores de 2014. Claudio nos prestó a hurtadillas a Clara, mientras que Jorge vino corriendo a la presidencia, sabiendo que será un gran presidente. Laura esperó que fuera para ella la llamada que le llegó a Amparo, que hizo de gancho para acabar de nuevo sorprendiendo a nuestra pediatra preferida. Y todo fue felicidad. La verdad es que miro esta foto de familia e intuyo un año fantástico, como el que dejaremos atrás con Yajaira y Nerea, más familias. Espectacular. Ojalá sea igual, por lo menos. Como decía Amparo.


Y hubo una protagonista femenina más, que se quedó conmigo toda la tarde mientras echaban un Continental en la puerta de la falla. Edurne vino a pedirme que hablara con su madre para apuntarse a la falla y le dije que hablaría con sus padres si es capaz de mejorar las notas del cole. Ella. Es ella con mayúsculas. Y espero que, de aquí a nada, además, fallera...


El lunes me desperté con el sueño arrastrado. Me fui a la radio, a por nuestro programa número quince. Me acosté antes de las doce, que es mi intención de hoy. Mamá preparó potaje mientras papá y Chus iban a la suya. Me hice una siesta partida y me fui al partido. Eché la tarde en el despacho, con una reunión y una comisión de Interior. Cuando regresé a casa, las nueve y diez de la noche, era de día. Rematé con dos llamadas telefónicas y cené, patatas fritas y huevo. Con la luz del baño estropeada y sin cisterna en el baño... Habrá que ponerse bricomaniático, no vamos a estar siempre de sarao o trabajando. Tengo ganas de meterle mano a la casa, pero la agenda, se pone tiesa... ¡Y eso que sólo es lunes!

Pd: 100 personas pasaron hoy por las hojas perdidas... ¡A este paso las vamos a encontrar pronto!

sábado, 4 de mayo de 2013

SARAOS COMO LOS NUESTROS

Llevo una semana a tope. De verdad, de no parar. Hoy, viernes noche, me quedo finalmente en casa, porque llevo ya un tiempo que voy reorganizando mi vida para intentar cuadrarme cuanto mejor, mejor. El taxista de la mañana me dijo que no sabe cómo puedo organizarme. Y le digo que precisamente así, organizándome, que es lo que nos toca. Esta mañana llegué a trabajar después de la gran fiesta de anoche y vine a acabar una semana con festivo en el ecuador.

Precisamente con la excusa de que el miércoles era el día del trabajo, festivo absoluto, aprovechamos el martes para encerrarnos en la Oktoberfest, que casualmente, se celebra en mayo. Es lo que tiene la primavera valenciana. Comenzamos la tarde, recogiendo premio en el Ayuntamiento como artistas de nuestra "Ens han deixat a quadres", que ya es olvido. Ceniza. Viento. De aquí a Espartero, a grabar la entrega del premio Juan Canet, alargado un poco en conversaciones con Acosta y Javi Clero, con quien me fui hasta la plaza de toros. 


Poco a poco nos fuimos haciendo pandi: Moni y M.A., Manolín que llegó de escapada, Adri con Esther, que hacían la tarde, Ainhoa y Asier que se sumaron a la mesa y esa parranda la alargamos entre risas y amigos que fueron apareciendo. Como Raúl Antón, al que hacía tanto que no veía. Y con el que nos cambiamos teléfonos para algún proyecto próximo... Siempre con proyectos. La verdad es que la semana nos vino bien para proyectar, para pensar en mañana, en el día de después, en lo que tenga que ir llegando... Y de aquí nos fuimos a Cyrano donde acudieron Mabel, Pablo y Pepe. Llegaron Pere y Fran con amigos. Y nosotros, que nos quedábamos pegados alrededor de la barra y de una conversación entre Laurita y servidor, que por cierto, nos dejaron pendiente...


Me levanté el miércoles y me fui a la ciudad del Artista Fallero. Era la fiesta del Gremio: compartimos mesa Angelita, Julián, Braulio, Boro, José, Moisés y servidor. En vísperas de la boda de Guti y con la conversación como plato principal. Fue una risa. El acto acabó tarde y no dejamos casi tiempo para la comparsa. Nos acercó hasta el río Fede Ferrer, grande, muy grande como siempre y nos fuimos caminando, por el Portal Nou hasta el Tossal. Nos tomamos un café en el Sant Jaume y nos pusimos al día: que nos hacía falta. A dormir, con un sueño arrancado, sin programa aún siendo miércoles y yendo a dormir tarde, pese a que casi ni me tenía de pie... El jueves, radio. Si el martes me llevé el corazón a la garganta, entrevistando a la Presidenta de la Asociación de Víctimas del Metro; el jueves nos dejamos el programa entre la madre que quiere recuperar a sus hijos en México y Manu Tenorio, que por la noche actuaba en Valencia...


No fui al concierto porque teníamos la fiesta del Superdeporte, por donde fueron pasando muchos amigos. Trabajé grabando entrevistas y en el límite de la noche, empezamos la fiesta que acabó en Mya con Pablo, Pepe, Manolín y Mabel. Taxi a casa y pocas horas de sueño, que acabaron antes de lo que me había prometido. Estuvimos en la parranda, como siempre, disfrutando sobre todo de los buenos amigos. Tere y Jorge, con Isaac y su novio; Pepa y Gloria; Luis y Jessica; Lázaro, que apareció sin esperarlo y sin recordar que ahora lo suyo es la fotografía futbolera; con Laurita montada sobre dos zapatos de tacon inmensos... Y tanta y tanta gente que no dejaron hueco en una noche en que tuvimos casi de todo...

Y es que la semana ha sido de saraos. Lo fue con la llegada de Manu Tenorio, salao hasta decir basta, que por la mañana protagonizó uno de los momentos más divertidos que recuerdo con Aurora, a la que mandó un beso que la tuvo contenta casi hasta el día siguiente...


Nos hicimos esta foto, y luego otra con Adrián ya en la zona vip. Olvidé las magdalenas que no llegué a probar, pero fui riéndome a mandíbulas batientes toda la noche, sabiendo que al día siguiente, el viernes se iba a hacer demasiado largo... Demasiado.

Radio. Comida en casa. Siesta abortada. Entrevista con Pere para el periódico. Casa: siesta abortada (II Parte), me recoge Gloria y a la Passetjà de la Creu, cena en casa de ganchitos y helado (un asco) y ahora, tras hablar con Cris, al catre, como si no fuera viernes... Pero es que ya hemos tenido demasiados saraos esta semana. Y muchas, muchas horas de trabajo que nunca os cuento por aquí...

DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 14.

DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 14. "Bendita locura" En la limpieza de fotos, anoche, volvió a aparecer el bueno de Paulin...