viernes, 25 de septiembre de 2009

LOS ÁRBOLES DE OTOÑO



Los árboles de otoño tienen la hoja caduca, pero su raíz sigue anclada al suelo, a la tierra, donde erguidos se crecen con el paso del tiempo. Las lluvias despojan de hojas sus copas pero le dan brillo a su tronco, un brillo plateado y rico, que lo hacen aún más bello. Aún cuando los cielos están grises, gris oscuro casi negros, cuando los vientos pueblan por el aire convirtiéndolo todo en un vendaval de hojas secas, los troncos son fuertes y mantienen vigorosas las ramas que miran al cielo e intentan alcanzarlo, para quedarse con las motas de felicidad que, como polen de primavera, vuelan de uno a otro rincón del mundo entero. Por eso, aunque el otoño envejezca a los árboles nunca hay que olvidar que no dejan ni un sólo momento de crecer. Y donde todo aparece apagado y triste, el agua y la tierra siguen dándole vida a ese tronco fuerte que florecerá de nuevo en primavera. Los árboles de otoño son el descanso del verano, del calor asfixiante, del agobio máximo. Pero luego, el invierno bautiza con rocío y frío a los árboles para que las hojas, en primavera, sean más verdes y bellas que nunca... Y esas hojas, las de la primavera, que nacieron de estos cielos oscuros y de los vientos del fin, nos impactan por su belleza y por su fragilidad... Los árboles de otoño anuncian primavera próxima. Como una felicidad intensa. De la tristeza nacerá la alegría el día de mañana... No lo olvides nunca... Te lo digo yo, que fumo un cigarro, escribiendo estas líneas a la sombra perdida de los árboles de otoño.

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