lunes, 9 de julio de 2012

ALGUNOS DE LOS COLORES DE NUESTRA VIDA



Todos alguna vez en la vida, en mitad del paseo, caemos rendidos por la fatiga. Muchas veces, en el día a día, nuestros pensamientos se envuelven en un manto negro y nos sentimos profundamente decaídos. A menudo, nuestros problemas se hacen mayores tan sólo porque nos empeñamos en no ver la salida. Y a menudo, decaemos el alma y las ganas, y nos dejamos empujar por la corriente de un río de nostalgia, de dejadez y pena, de desgana y ahogo.

No podemos estar siempre felices. Parece que nos hayan condenado a buscar la felicidad como una obligación de todos. Y no es así. No es obligatorio ser felices, ni tenemos que empeñarnos en conseguirlo, porque es francamente difícil por no decir imposible... Entonces, ¿qué es lo que debemos hacer? ¿A qué debemos dirigir nuestras fuerzas? Pues yo sinceramente, que paseo por el camino de la vida, cargado con mi sonrisa y mis esperanzas, creo que debemos esforzarnos por no estar tristes. Por no decaer, por no dejar que nos arroye la derrota y el pesimismo, por no doblarnos ante los embates de la mala suerte.

Cuando en mitad de tu camino te sientas decaído, cansado, agotado, cuando creas que ya no puedes dar ni un solo paso más, no hace falta que caigas desplomado contra el suelo. Puedes sentarte en un lado del camino y esperar a que las fuerzas regresen para seguir caminando. Tal vez, si caes contra el suelo, se te llenarán los ojos de tierra y no podrás ver, te condenarás a la oscuridad del suelo y tardarás en recobrar el ánimo para levantarte primero y seguir en tu camino después. Sin embargo, cuando el camino se te haga lento, cuando la vida te ahogue en su serpeante mundo de atajos y duras cuestas, si te sientas junto a la vereda,  sobre una roca, podrás reencontrarte prontamente con tu respiración y emprender la marcha. Desde la roca, sentados, podrás admirar el cielo azul que todo lo cubre y va cambiando de color. Podrás sentir la belleza de la naturaleza que te rodea. Podrás sentir el soplo de la vida que en una brisa suave te toca tan solo a ti.

A menudo, en la vida, caemos derrotados por nuestros problemas. Muchas veces los convertimos además en nuestro principal interés y dejamos así, de una manera tonta que los ojos se nos contagien de tierra y no podamos ni llorar. Sin embargo, si ante los problemas de nuestra vida, somos capaces de buscar nuevos horizontes, probablemente todo aquel mundo de cielos azules, de bellas naturalezas y suaves brisas que nos estamos perdiendo no pasarán inadvertidos ante nuestro dolor...

Cuando empecemos a descubrir todo ese mundo de sensaciones y colores, nuestros problemas, seguirán con el río que fluye hasta disolverse en el mar...

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