Me ha encantado recibir esta mañana tu carta. Me la trajo el viento envuelta en una brisa marinera que anunciaba un nuevo día feliz... me ha alegrado ver tu nombre en el remite y una sonrisa dibujada con el tembloroso pulso de un niño justo donde el cierre del sobre condena al silencio las palabras que vinieron dentro... Me ha dado una enorme alegría reconocer tu letra y ver en ella tu ánimo, leer entre líneas la felicidad que poco a poco se instala en ti desde una tranquilidad parca que crece mimada por tu fortuna... ¡Qué alegría me dio saber de ti! Cómo me han emocionado tus letras, escritas rápido, como un garabato, sabiendo que escribías a toda velocidad porque las ganas de contar se te escapaban por los ojos. Qué felicidad saberte de nuevo feliz, qué alegría pensar que empezaste a mirar al cielo...
Te he descubierto tristes muchas veces, en los últimos tiempos, ensimismada en tu pena, en tu tristeza, en tu dolor... Y siempre en silencio, callada, como las noches de poniente. Manteniendo la sonrisa puesta porque no podías defraudar a nadie y llorando por dentro como una cascada abundante de rabia y nostalgia. Yo te he espiado. Nunca te lo he dicho, pero me siento a contemplarte a menudo, desde lejos, para ver si la sonrisa se despega de tu rostro. Y cuando sé que se te van los ánimos a pasear, cuando noto que te cunden la melancolía y se te cae la mirada, me entristezco desde lejos y en silencio contemplando tu dolor y haciéndolo mío en parte...
Me dices en tu carta que descargaste parte del dolor, que la mochila de malos momentos empezaste a vaciarla porque no soportabas más vivir en tu mundo de nubes oscuras y ese silencio acribillador que te descargaba el alma... Me alegro por tu valentía. Me enorgullece tu valor, me llena tu felicidad. Si batallas por recuperar la sonrisa, pero la de verdad, no la que nos has mostrado tantas veces, te sentirás cansada, puede, pero nunca derrotada. La derrota es una palabra que nunca te ha acompañado, por mucho que últimamente todo te dolía y te sabía a perder... has vuelto a mirar al cielo. Lo intuyo en tu carta. Has decidido reemprender tu vuelo y me escribes más feliz que últimamente, casi como antes, cuando la niña te ganaba, cuando te sentías tan joven, cuando batallar no era una condena... Te han pasado los años, te han pesado las penas... Y yo, testigo mudo de tu dolor, he intentado a cada momento que volvieras a sonreír...
Me dices en tu carta que la vida vuelve a tener sabor, que hueles el alba y el atardecer, que tocas el viento, que saboreas la alegría, que tienes siempre a mano otra mano que coger para caminar... Me alegra tu carta porque me huele a optimismo. Me anima tu carta porque me invita a soñar...
Quiero como tu escribir los versos de esta tarde sobre renglones de paz. Quiero, como tu, dejar mi mano empujar la alegría sobre un papel en blanco y lanzarlo luego a volar... Quiero, como tú, seguir batallando para que tu alegría y la mía se extiendan a los que no la presienten... Que el cielo mande tu carta es tan bello, tan bello como el mismo cielo...
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