jueves, 27 de junio de 2013

HUBIERA SIDO


Me senté en el banco, en lo alto de la cima y respiré. Dejé que sobre mis hombros cayera la fuerza del cielo nublado, gris plomizo, y agradecí aquella chaqueta en la que me acurrucaba contra el viento que venía del futuro. No trinaban los pájaros, pero la hojarasca de los árboles golpeaba con fuerza contra mi destino y se perdían, como un llanto incesante las hojas que caían del último otoño... Eché de menos una bufanda que no me quebrara la voz. Y quise, por un momento, entre suspiros y deseos, como el loco que da de comer a las palomas acompañado de su honda soledad, ponerme a hablar en voz alta y decir mis proclamas sin ecos ni testigos.

Hubiera sido capaz de ponerme a gritar hasta que las nubes se despejaran en el horizonte. Hubiera querido que mi voz no se quebrara y lanzar mis deseos al viento, dejarlos atados en un hilo de esperanza para que el viento les hiciera ondear y se perdieran hacia todos los rincones del mundo. Hubiese deseado que el mar se detuviera, que las olas no batieran más contra el precipicio que crecía a mis pies, y que de repente, todo ese oleaje de espumas blancas, fuera la tabla rasa de un azul colonial que se perdió en mi memoria.

Hubiera sido capaz de ponerme en pie, sobre los pesos de mi cuerpo cansado, aguantado por las piernas que como dos troncos se clavaban en la tierra y se perdian dentro de la hierba. El suelo verde, el horizonte y el cielo azules, y yo, sentado en el banco, encima de la cima, respirando aquel viento helado que me golpeaba en la cara.

Me imaginé así. Hoy, esta mañana, al salir caminando, entre ruidos y atascos. Me imaginé quieto frente a la intensidad del calor que se aviene y mi paseo lento y sosegado, resaca de una noche de menos sueño. Me soñé conmigo, sentado en lo alto de aquella montaña, entre los brazos de mi soledad dedicándome un silencio. No deseé nada más. Imaginarme allí, como en aquellos caminos perdidos de Glendalough, donde perdí la sensación de vivir. Así, ahora, mi camino se detuvo entre mis deseos. Y deseé quedarme quieto, inmóvil, callado. Absorto. Dejando que mis ojos se perdieran en la raya final de aquel cielo que no se caía. Quise que la vida se detuviera, que el viento siguiera con fuerza batiéndose contra mis ojos cansados. Y soñé, de nuevo, otra vez. Volcí a imaginar, volví a la esperanza... A una esperanza, que como el mar, se batía contra el precipio donde se apoyan mis pies...

miércoles, 26 de junio de 2013

NI SIQUIERA EL CIELO



Anoche, en mitad de la noche, en mitad de la luna que tanto se acercó al mar por San Juan, mirando frente al ordenador pensé por sorpresa en ti. Lo hice de manera inconsciente, sin saber por qué. Me acudiste al pensamiento como otras tantas veces, en las que sin saber por qué, de la misma manera que soy capaz de ponerme a cantar canciones que no sé con que razón renacen en mi voz, apareciste en mitad de la noche. Y al rato, volví a ti. Y te mandé un mensaje preguntando si siempre bien, porque sabes que a veces la cabeza o el corazón me llevan a pensar en cómo te va. Y me respondiste si de nuevo tenía una corazonada y te dije que sí. Me dijiste que parecía un mago, que tu noche se había nublado, que no tenías estrellas, que se te iba el día entre rabias y penas. Y que como un brujo me colaba en tu cabeza y te arrancaba de los sentimientos una sonrisa. Así, en mitad de la noche. En la distancia.

Esta mañana, al despertar, me enviaste un mensaje para decirme que siempre te saco una sonrisa, que soy quien te hace reír. Y me dedicaste una canción y un suspiro. Me alegró tu mensaje. Me emocionaron tus palabras. Me gusto saber que te hago reír, hasta en los momentos más difíciles. Y me sentí cómplice de tus penas silenciadas y compañero de viaje para el camino. Pero sobre todas las cosas, sobre las rojas y las azules, sobre las cercanas y las lejanas, por encima de las que existen y de las que imagino, me alegró saber que te alegro, que te aporto la sonrisa, que te doy felicidad...

Llevo de la mano la vida. Camino por senderos de felicidad y busco solo el mañana, sabiendo que llegará antes de lo que espero. Ando con fuerza contra la muerte que no quiero que me alcance y batallo por transitar la vida entera al lado de la gente que me hacéis feliz, de la gente que me hace sonreír, de la gente que es capaz en mitad de la madrugada, de quitarse su sueño para escuchar mi palabra, de quedarse sin estrellas por bailar junto a mí en el precipicio contra el que chocan los mares lejanos, de perder su agua cuando más sed tienen porque yo necesito un trago más de esperanza... Y así, intento, caminar de la vida, regalando lo que me dan. Dejando mi sueño por tus desvelos, mis estrellas como alfombra para que camines, mi agua repicando en el corazón donde se mueven tus alegrías y tus emociones...

No me parece que haya nada más bello que la amistad. No creo que nos queden más motivos para vivir que el de hacer el bien al que tenemos al lado, que no nos queden  más razones para hacerle un daño al que nos rodea... En positivo siempre. Y en la memoria, sin olvidos ni sin contigos, por los que camina la vida. Me alegró tu mensaje esta mañana porque me dio motivos para saber que aún aporto, que aún soy capaz, que aún hay sonrisas que nacen de mis voces, que aún quedan esperanzas para los mañanas, que aún vale la amistad como moneda de cambio. Nada tan fantástico como desvelarse por alguien lejano en mitad de la madrugada y que la mañana sea un agradecimiento. Nada igual. Ni siquiera el mar. Ni siquiera el cielo.

martes, 25 de junio de 2013

MINUCIOSOS DETALLES

Leí algo esta mañana que me recordó aquello que tantas veces dije: que la felicidad no hay que buscarla, hay que sentirla. No lo escribían así, pero en resumen la sensación, al menos  la que yo me traje, es esa. Lo digo a menudo, nos han inculcado tantísimo que hay que ser felices, que la felicidad puede alcanzarse, que podemos lograr la felicidad y que hay que encontrarla, que cuando la tenemos al lado, como un lazarillo fiel, la desechamos con una inconsciencia extraordinaria.

¿Cuántas cosas somos capaces de tener al lado y no percibir? ¿Cuántos pequeños detalles se nos escapan a diario sin ser conscientes de que transitan por nuestra vida, como una suerte de destino personal? Respiramos un aire que no apreciamos, latimos un corazón que no escuchamos, andamos caminos que no miramos y soportamos sobre los hombros cielos que hace tiempo ya no disfrutamos. Se nos va la vida entre suspiros y anhelos, pero somos incapaces de comprobar que cada pequeño detalle de la vida, nos aporta esa felicidad que nos han vendido como obligatoria.

No hay que perder más tiempo, porque este huye con una fiereza que descompensa el alma. El futuro viene, se trabaja, se dispone, se orienta, se alegra, se mejora, pero viene solo. El presente es lo que se nos fue ya, se nos va veloz, con una atrocidad casi inhumana. Del pasado hay que sentirse orgulloso, pero nunca esclavo. Y así, en la vida, la felicidad puede acompañarnos, de la mano, cada día, sin mayor tesón. Sin menor esperanza. Sin mayor obsesión.

No muramos por buscar la felicidad para vivir. Seamos capaces de vivir con templanza y esperanzados, con alegría, disfrutando de esos pequeños y minuciosos detalles que vienen con nosotros, a diario, tantas veces invisibles. Pintemos de color su invisibilidad y batallemos por reivindicarlos como los excelentes compañeros de viaje que tenemos para seguir caminando. Hacia ese futuro mejor que todos queremos y que no hay que buscar, vendrá de la mano de nuestros mejores deseos. Batalla cada día por hacer feliz al de al lado, al más cercano, y él será cómplice de tu felicidad. Y así, como una contrarreloj, la felicidad surcará el futuro para plantarse a los pies de este presente que compartimos.

lunes, 24 de junio de 2013

CUANDO ERA PEQUEÑO



Cuando era pequeño, nadie me dijo que tendría que pensar el resto de la vida. Me dijeron que tendría que saber sumar y restar, me enseñaron a colorear sin salirme de las líneas, que palabras se escribían con "h" y cuáles las echaban para siempre. Me enseñaron que Ankara era la capital de Turquía y que al tercer día resucitó. Me enseñaron en casa a ser buena persona, a ser buena persona dentro y fuera de casa. Pero no me dijeron nada de que tendría que pensar el resto de la vida...

Cuando era pequeño no me obligaban a buscar la felicidad, porque me la traían en bandejas de madera, a los pies de la cama. Sólo tenía que despertar buscando excusas para no ir al cole, o imaginando qué bocadillo tendría a la hora del recreo. A veces, por ímpetu extremo, ni podía esperar al patio y abría tímidamente el papel de plata por la punta del pan adivinando qué tendría poco después.

Cuando era pequeño, la lluvia me parecía un juego, la muerte un paradigma, la vida algo corriente, y mis días se perdían entre balones en la calle, libros en la escuela, nubes en el cielo... Pero me hice mayor. Y descubrí que las piernas pesan más tal y como avanza el día, que las noches nos cubren de insomnio, que las horas se caen, que la vida pasa, que los sueños se marchitan si no los riegas, que la felicidad se siente, ni se busca ni se tiene, que somos pasajeros sin pasaje, que las tardes se cubren con unos cielos preciosos cuando cae el sol, algo que cuando era pequeño me maravillaba y ahora me hace pensar... Pensar... Pensar. Aquello que nadie me dijo, cuando mi infancia era un motor que rodaba el tiempo hacia atrás, que tendría que hacer...

Ahora miro hacia atrás. Compruebo como cuando era pequeño se me iban de la mano los sueños con una imaginación volátil, absoluta, despreocupada. Cuando era pequeño mi paseo era al trote, hasta el siguiente paso de cebra, que quería siempre cruzar. Y al hacerme mayor, con mi Peter Pan a cuestas, sin campanillas ni capitanes, quiere volar con la misma fiereza de cuando era pequeño.

Y aunque a veces no puedo, no lo consigo, no me dejan, sigo en mi empeño de pensar de manera inconsciente pero racional, dedicarle poco tiempo sin dejar de estar todo el día haciéndolo, descansar mirando al cielo, donde me tumbo a pensar otras cosas que no me hagan pensar... Y así, regreso a mi niñez, aquella infancia sin patios ni Sevillas, donde nadie me dijo que tendría que pensar... Pero pienso, y hace que todo sea más lúcido, más bello, mejor...

Cada vez que pienso, sueño. Cada vez que sueño, vuelo. Cada vez que vuelo, mi sonrisa se alza hacia el cielo con unos ojos radiantes que miran entre brillos y esperanzas... Sigo mi camino, andando con mis desvelos, y pensando, así, de esta manera que me trajo la vida... Porque cuando era pequeño, cuando era pequeño, nadie, nadie me dijo que me tendría que pasar la vida pensando...

viernes, 21 de junio de 2013

LA ÚLTIMA NOCHE DE LA PRIMAVERA

Me levanté con una sensación extraña. Con un hombro dolorido, por el traslado en Mislata de la virgen peregrina, que nos dejó unas cuantas horas solo para caminar, lo cual es fantástico. Me vine con resaca de pena, creo, de soledad, de tristeza, de cielo gris a trabajar. De inquietud. Así me lo dijo Pilar en el despacho discotequero de esta radio donde van pasando nuestros días de trabajo... Inquietud me dijo. Eso es inquietud.

Ayer subí las escaleras de casa dándole vueltas a la cabeza. Venía de cenar con el pasado en el Fosters del Ayuntamiento, de tomar una copa en el Casa Blanca de la calle Ruzafa, de ponernos al día, por si quedaba algo que poner... Y me encontré con la sensación alegre, del reencuentro, de la confianza perdida, que parece nacer de nuevo, de la amistad recogida... Así con todo, con ello. Hay persona que es importante en la vida de uno. Así nos lo dijimos ayer Aurora y yo, vía whatsapp, que seguimos viéndonos desde la distancia sin poder olvidarnos de la infancia que nos trajo aquí. Y de la divertida y alborotada adolescencia.

La cena de anoche la habíamos pactado desde hacía días. La fuimos cuadrando con un mimo absoluto en las palabras y nos encontramos, sin mirarnos casi, en la puerta de la noche que se abría a la palabra. Nos dijimos dos cosas de rigor, nos contamos de dónde veníamos y enseguida dejamos el tema sobre la mesa. Las cosas hay que decirlas claras. Me sorprendió muchísimo su primera respuesta, me sorprendió casi tanto como me dolió: "Va, Jaime, reconoce que te rallaste y se acabó.". Y eso me dejaba pocas puertas a nada. Así que dejé que mi carne se enfriara sobre el plato sin dejar de vomitar uno tras otro los recuerdos y los momentos que me habían confinado a la nada. Creo que se lo llegué a decir. Creo que sí. Que pocas personas me habían importado tanto en mi catálogo de amistades, que me sentí solo, arrancado en el olvido, del que a veces, con un gesto tranquilo, confirmaba con su cabeza que sabía que mi dolor, aquello que fue rabia, pues a lo mejor tuvo motivo de ser. Y fue, para mí almenos.

Se me quedó grabada una frase que dije, nunca he pensado que citarse a uno sea lo más elegante, pero me acuerdo de un "cuánto tiempo hemos perdido" que se me escapó con un suspiro entre la rama de canela  y la naranja del ron con cola servido en el fresco de la última noche de primavera.

No sé hacia adonde irá a partir de hoy esto. Me he despertado con esa inquietud, sensación extraña absoluta, de saber que ayer nos dijimos muchas cosas, pero no saber ya si valdrán de algo, si cambiarán nada, si quiero que lo cambien... Siento una sensación extraña (inquietud, dicen) que me hace pensar constantemente en ayer, porque me sentí por momentos casi como un desconocido que en mitad de la noche se encontraba con otro al que abordar con los problemas de su vida. Y solo faltaba lluvia en la calle, para hacer que fuera ficción. Llevamos más tiempo en el silencio que de la mano.

Tengo una pena absoluta de haber mirado ayer a antes de ayer con tanta distancia, porque anoche rebrotaban días pasados, intensos como comprobamos, en los que la felicidad compartida y la amistad habían hecho que el camino fuera fantástico. Y me fui a casa, me llevó en aquel coche, con la sensación de no saber dónde estoy, ni hacia adónde dirigirme, ni si hay ahí ya algo más...

Ayer, o antes de ayer, casi como una jugarreta del destino, escribía en facebook la letra de aquella canción de Sabina en voz de Ana Belén que dice: "En Macondo recordé que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver...". ¿Y si fue un error volver a antes de ayer?

Quiero pensar que no. Que pude volver a sentarme con aquel amigo enfrente. Que compartimos nuestras miradas distraídas y una muda timidez. La inquietud, se cierne, porque ayer fue fácil volver a hablar. Porque ayer se cerraron definitivamente algunas heridas, pero nuestras vidas, me parecen tan lejanas ahora mismo, que no sé si cada uno prefiere seguir con su salud recobrada... Me duele. Me inquieta (que me han dicho). Calculo que será eso... No lo sé. Pero mereció la pena compartir mesa, recordar días pasados (que fueron una pasada), revivir momentos y... ¿quién sabe? Nunca te he tenido rencor, me dijo. Ni yo a ti. Y es verdad... ¡Cuántas cosas que no nos hemos dicho todavía!


jueves, 20 de junio de 2013

EL ESCONDITE DE MI ALMA



Hay días que solo te levantas con ganas de que pase el día, pero otros tienes la sensación de que pasará algo bello, algo importante, algo especial... Hay días que te puedes sentir en lo más alto y, otros, en lo más bajo, de esta montaña rusa que es la vida... Piensa siempre en ello, en que vives. En que te mueves. En que oscilan tus sentimientos y tu vida es capaz de explotar como un volcán. Y dále más valor a tu corazón, mientras dejas descansar tu cabeza... Siéntete siempre afortunada de tener la gran suerte de vivir, de sentir... De ser.

Cada noche, al dormir, los sueños ocuparán tu alma. No dejes que la pesadilla se apodere de los cielos estrellados y sueña también al despertar, porque esta vida tan injusta, que tantas piedras te pone en el camino, que tantos escalones te hace sentir, han ido haciendo que con cada embiste fueras más fuerte, más tenaz. Que lograras alcanzar cimas más altas por las que siempre tienes que sentirte satisfecha, contenta. Única.

Yo, escondido desde la lejanía, desde esta atalaya colorida y viva desde la que, como una cascada inmensa, caen mi optimismo y mi buena voluntad para hacer que tu sonrisa sea mi espejo, te digo que poca gente conozco tan fuerte, tan especial, tan intensa, tan maravillosa, tan capaz... Somos capaces de muchas más cosas de las que creemos. Nos sentimos doblados a menudo, con las miserias de nuestros días y las pobrezas de nuestras esperanzas, desesperados por encontrar un equilibrio pobre donde no nos pase nada. Y aspiramos tristemente a eso, a que por nuestra vida la tranquilidad pase por pasividad, a que no nos suceda nada, a que nada nos acompañe en el día a día, porque tenemos un temor horrible a que cualquier cambio nos sacuda aún más esta cabeza repleta de pesadumbres...

Grita, alza tu voz contra el cielo. Clama. Vive, en definitiva. Siente cada segundo de brisa que pasa por tu cuerpo como un aliento de quienes siempre estaremos a tu lado, buscando tu felicidad junto a la nuestra, como si no hubiera mejor futuro para este mundo. No te consientas pedirle a la vida que te dé tranquilidad: batalla contra los embistes, siente la fiereza de mi optimismo reconvertido en tu necesidad, y de la mano, camina hacia adelante, mirando atrás siempre con orgullo y adelante con ilusión y con esperanza. Aquí, desde el escondite de mi alma, despierta y ruidosa, se alza mi voz en silencio para acompañarte. Para decirte que adelante. Que hacia arriba. Como cuando compartíamos columpio en la niñez, para que nuestros pies subieran al cielo. Que cada vuelta en esta montaña rusa de la vida es una experiencia inalcanzable para aquellas personas que no saben vivir la vida. Pero tú, que me enseñaste desde niño, a confiar en mí y en tí, solo tengo para ti estos brazos que empujen fuerte tu columpio hacia el cielo, que se pierde entre azules intensos, que hoy no ves, y nubes esponjosas de ensueño que te están esperando para que te decidas a decir que sí. Que hoy sigues batallando tú. Que hoy, la vida, sigue siendo tuya y que caminas por ella con una fortaleza de la que los demás nos sentimos profundamente sorprendidos... El día se despierta contigo y para ti.Hay días que solo te levantas con ganas de que pase el día, pero otros tienes la sensación de que pasará algo bello, algo importante, algo especial... Siente que así son el resto de los días de tu vida, que en parte es la mía.

miércoles, 19 de junio de 2013

TAN FRÁGILMENTE...



En mitad de la mañana llega una brisa del mundo verde contándome que alguien extraño, lejano, desconocido, ha empezado mal su día. Pero arremete con fuerza en contra de nuestros destinos y decide que se quedará pendiente de los pequeños detalles y que cubrirá con ellos el horizonte de su mirada a lo largo del día. Que lo que le queda hasta la noche, ha dicho, lo va a vivir de otra manera, más optimista, más detallada, más dedicada... Escribo en un avión de papel mi mensaje y se lo mando, mar adentro, sin que naufraguen los buenos deseos con que recargo a diario mi alma: preocúpate, le digo, siempre de los pequeños detalles, porque la vida te traerá todo lo demás... Y si somos capaces de vivir con intensidad cada uno de esas minuciosas cosas que nos pasan, empezaremos a comprender que en cada embiste de la vida, que como olas rompen contra las duras rocas, hay algún punto de deseo, de futuro, de esperanza...

La actitud con que nos enfrentamos a nuestro día marca mucho, aunque no lo creamos el desarrollo del mismo. La época nos empuja a sentirnos derrotados casi desde que despertamos y poner el pie en el suelo, descalzo, desnudo y frío se convierte en un esfuerzo sacrificado porque no tenemos ilusión muchos días por iniciar la jornada.

Yo sin embargo te invito a que saltes de la cama. A que los dos pies toquen a la vez el suelo. A que el día comience con una energía feroz que no se diluya en las horas. A que los embistes no te los dé la vida, sino que los resuelvas tú con una sonrisa que no desaparezca nunca... Si lo pensamos fríamente, nuestros problemas no lo son tanto como nos parecen. Los que no tienen solución, no son problemas, no son piedras que podamos saltar, directamente son cosas que nos pasan en la vida, insoldables, infranqueables, difíciles puede, pero parte de nuestra vida. Las que tienen solución, solo esperan a que emprendas el camino y desees arreglarlos. Esos, aunque no nos lo parezca, son mucho más sencillos, porque cuando una cosa tiene solución solo hay que batallar por arreglarla, por emprende el trabajo para mejorarla, para cambiar nuestras vidas y que sean más felices... Tan frágiles como un avión de papel que surca el mar, puede, pero tan contundente como las rocas contra las que batalla ese mismo oceáno...

martes, 18 de junio de 2013

TORMENTA DE PRIMAVERA

Cayó la lluvia. Y calló el mundo. Se limpiaron las calles donde la pobreza raquítica busca salida entre riachuelos de miseria y el cielo limpio el aire, que fue más puro que nunca. Llovió. Cuando no lo esperaba nadie, llovio. Y se hizo un grito de esperanza, en mitad de la noche, que nos invitó a pasear cogidos a nuestro destino, bajo la incesante lluvia que todo lo cubría.

Así, con ese optimismo descarado, deberían regresar las tormentas del optimismo, para alcanzarlo todo y para hacer que, desde ahora, creciesen veloces los caminos del mañana, las esperanzas del futuro, los deseos y los anhelos que nos remuevan la vida desde las entrañas hasta el corazón, con una sola ilusión: la de ser mejores cada día.

De igual manera que ha llovido incesante la noche, que ha dejado ver las estrellas con una claridad absoluta, al despejarse en la madrugada, igual que se cubrió de nuevo el cielo para regalarnos un día nublado y plomizo, que no cae en abril, sino en esta primavera relegada; así, de igual manera, deberíamos de ir caminando por la vida, distribuyendo nuestros claros y nuestros oscuros, nuestras tormentas y nuestros soles, nuestras brisas y nuestros hastíos... Hay que ir caminando disfrutando del camino, hay que pasear por la vida intentando descubrir cada detalle, cada minucioso detalle, que es un regalo al final para quienes gozamos de vivir...

Gozar de vivir, ser felices con lo que tenemos, sin conformismo ninguno, que no me gustan, pero subrayando el valor máximo de que todo lo mínimo que tenemos ya es algo para emprender el camino. Para compartirlo, para mejorarlo... A menudo pasamos por la vida como una tormenta de primavera, veloces, sin lógica, sin espera ni esperanza; y perdemos así la perspectiva de que tenemos ante nosotros un mundo repleto de colores que nos pertenece. No te entristezcas cuando se nuble todo, los colores brillan más. No sufras el desconsuelo cuando tu vida no tenga un sol que la ilumine, porque si miras alrededor encontrarás que siempre habrá quien te dará la mano y te acompañará, como anoche, bajo la tormenta. Esperando que amaine el temporal y de nuevo solo se vean las estrellas. Aquellas estrellas lejanas del cielo que se mueven lentas por el universo...

NOCHE LLUVIOSA. KUALA LUMPUR.


Ha sido una noche de tormenta. Sin venir a cuento. Ni siquiera las previsiones meteorológicas, que tantas veces fallan, fueron capaces de avisarnos. Y sin embargo, al salir de la sede, de la reunión ejecutiva del mes, arreciaba el agua con una vehemencia intranquila. Me fui hacia casa mojándome bajo la lluvia, con el cansancio a cuestas después de un lunes, que venía de un domingo cargado, de un sábado de boda, de un viernes de cumpleaños... Así fui. Caminando bajo la lluvia, sin paraguas, después que Blancas me dejara en la esquina de Gregorio Gea y me fuera, bajo los balcones, a buscar la cama. Me fui con un insomnio y un capuccino. Jugué al triviados con Alejandro en la distancia y me dormí, entre truenos lejanos y relámpagos espaciados que me regalaron un momento de brisa fantástico.

El domingo olvidé ir al bautizo de Ana y Jose, hijos de Ana y Jose. Hay cosas que no se pueden perdonar, y ésta es una de ellas. Mis amigos, que lo son por lo buenos que son conmigo, me lo han perdonado, me han excusado y me han dado hasta razones para no poder acompañarles, pero no se imaginan lo mal que me supo. Mi cabeza, que anda tan cargada de historias y de cosas, que fallo en las elementales, las básicas, las cercanas... En fin. Que lo siento mucho y que mis sobrinos ya tienen algo más que reprocharle a este tio, que se hace mayor a destajo.

El domingo por la tarde tuve procesión. Regresé a casa y me cené una pizza: no andaba con intenciones de cocinar mucho. El lunes me desperté con la báscula y una sorpresa: en un fin de semana he adelagazado dos quilos y medio. Si eso no es actividad, que venga Dios y lo vea. O quien pueda venir, que todo el mundo anda con las agendas a tope... Almorcé en Torrente, con Vicente y Paco, además de Leo. En coche nos pusimos al día yendo y volviendo. De regreso a la radio, pasamos por Casa Rosita. Y seguimos sobre ruedas hablando de nuestras cosas, hasta que de repente se cruzaron dos palabras en mi imaginario que dejé en las manos de Leo: "Kuala Lumpur".

En las últimas veinticuatro horas, he repetido inconscientemente tres veces estas palabras y dos más de manera consciente. Además las he escrito en dos ocasiones más: wikipedia y google maps. "Kuala Lumpur". Afuera debería de seguir lloviendo, para que este momento fuera ya fantástico...

La lluvia lo inundó todo, toda la noche, cubriéndome de felicidad.

Ha sido una noche lluviosa. Hacía mucho que no sentía los vientos de la tormenta al dormir, ni que me despertara cuando el agua arreciaba. Hacía muchos años que no era capaz de disfrutar como hoy de un cielo cargado de nubes que anunciaban más agua... Y hoy, al salir a la calle, descubrí que mi ciudad parecía otra. Que el cielo triste, a mi hoy no me daba nostalgia... Y sin saber por qué, recordé Londres, y me fui al año nuevo de 2010. Y entonces recordé a Luca, aquel cantante callejero que cantaba tan bien... Y sentí de nuevo la felicidad en el corazón. Cuando vuelva a casa, buscaré el disco y dejaré que suene bajo la lluvia...

Es martes, después de un lunes intenso, lleno de reuniones, comisiones y cenas en el partido. Es el martes después de la tormenta. Es el martes, antes de muchas cosas... Que irán pasando.

domingo, 16 de junio de 2013

JAVI Y VERO

Estoy apurando este domingo mirando el reloj para conseguir irme a dormir cuanto antes. Me apreta el cansancio y mañana, irremediablemente, ya es lunes. Tengo ante mí abierto el texto de la obra de teatro con que vamos este año a escena, un palo de helado de al mediodía, ahora he cenado pizzaa. Y un mechero, que uso para encender inciensos. En la tele, la Sexta le da otro sentido a la palabra "objetividad". No es nuevo, es otro. 

El viernes fui a la radio, acabé mi programa y acudí a comer a casa. Me trajo Leo después del "Valencia Abierta". Subí a casa, preparé algo de comer, unas patatas asaadas y un ajoaceite, que desde el primer momento supe que no iba a cuajar. Eché la tarde en casa y me fui a Valencia a recoger el chaqué para la boda de Bausá y Vero. Me compré una cámara de fotos, porque la echaba a menudo en falta y regresé a casa corriendo, para ducharme, cortarme el pelo y plantarme en casa de mi hermana para ir a cenar con Óscar y Edurne, Papá y el cumpleaños de mamá.


Cenamos en "El Rincón", de Blasco Ibáñez y sopló la mamá una tarta sorpresa de 67 velas, con Edurne vestídisima de ibicenca y creciendo a marchas forzadas. Pasamos la noche, cenamos de maravilla y me llevaron a Gran Vía, Rosa y Óscar con la pequeña Edurne que saludaba desde la ventanita de detrás. Sigue siendo mi pequeño tesoro.

Me entré en Cyrano y esperé. Llegaron al rato Borja y Lorena, Miguel Ángel y Moni, Adrián y Alba, Selu y su amigo Fernando. Nos pusimos en la parte de arriba y nos tomamos una copa y unas risas. Unas cuantas risas. Seguimos en la calle, bajo el calor de un junio que reniega de primaveras y Borja y Lorena me llevaron a casa. Nos dieron las tres largas de la madrugada hablando en la calle. Y al día siguiente a las nueve y media tenía cita en la sede del partido para un taller de redes sociales que hemos organizado. Desayunamos en la sede y nos pusimos al día de twitters y facebooks. Luego almorzamos en el casino y me acosté sin comer para echar una siesta antes de la boda.

Me puse la camisa blanca y la corbata roja, el chaleco crema y los pantalones rayados. El chaqué negro y el pelo engominado. Cogí la boda, repasé que llevara todo en orden y salí a la avenida del Cid buscando un taxi, que casi me encontró a mí. Llevaba la carpeta roja con lo que escribí para la boda y los nervios enganchados al estómago, de repente. Llamé a Bausá por teléfono y le dije que esto ya estaba...


Y así fue. Me encontré en la Pantera Rosa con Ángeles, Dani y Marta, Ana e Iván, Sergi y Laura. Nos recogió el autobús y prendimos camino hacia la Vallesa de Mandor. Llegamos y nos instalamos. Tuve el tiempo suficiente en el atril para respirar unas cuantas veces profundamente, sabiendo que teníamos por delante una boda para la que habíamos pensado muchos detalles que quería que estuvieran también en la ceremonia.

Hablé de Vero y de mí. De Bausa y de mí. Porque sólo así podía explicar mi implicación personal en la boda. Hace unos años Javi me dijo que echaba de menos salir en estas hojas perdidas, un detalle que inconscientemente cumplía. Luego hubo un tiempo que no se nos perdía nada juntos. Y ahora, desde hace unas semanas, hemos reemprendido la marcha del camino juntos. Sé que hemos hecho los dos un ejercicio atroz de velocidad para llegarnos a tiempo. Pero llegamos y mereció la pena.

Hubo mucha gente que se acercó a darme la enhorabuena por la boda. Sentí que era la más estudiada de las que he celebrado, en las que más había pensado porque como les dije, quería que fuera la más especial de la vida. Esta vida que tantas vueltas da, que ahora nos tiene juntos, y que no sé que vueltas dará. En cualquier caso: espero que sean juntos y hacia adelante.


Fue una noche de fiesta, con mucha gente de la falla. Me la pasé mano a mano con Angelita y Richard, con Isra un buen rato, con Adrián casi toda la noche. De confidencias, a ratos también. Con Lorena. Con Borja cantando por Sabina. Con las Cuesta, con quienes tengo trillones de fotos... Una noche a tope, divertida y entretenida... Muy entretenida. Y especial, vaya que sí.


Vero estaba radiante, alta y guapa como siempre, descansada después de la ceremonia y emocionada desde que comenzó a caminar hacia Javi. Javi, necesitaba pasar el trámite del enlace, deseando que todo fuera de éxito. Y lo fue. Me gustó ver que la corbata azul celeste le quedaba de maravilla, fue un detallazo que me mandara la foto cuando iba en el autobús. Por eso decía como nos mimamos ahora, que es fantástico, y ojalá no se pudra con el paso del tiempo, como no se les puede oxidar este amor... Que mañana va camino de Dubai.


La boda, que marcó una fecha en el calendario, al final nos ha servido para acelerar la vida, algunas cuestiones de la vida, desde luego. La boda fue una fiesta en toda regla, con ganas, con emoción, con ilusión,... Con cosas bonitas. Qué maravilla la vida cuando nos trae estas sonrisas.

Y de risas unas cuantas, como dije con Richard y con Ángeles, tan a mano. Tan confidentes Joana y María, que cogieron aire a la sombra de un olivo en mitad de la madrugada. Ángeles se fue a casa con David y Carol (y se llevó mis llaves). Llamé a su teléfono sin batería y luego me devolvió la llamada y el mensaje. Tuvo que quedarse despierta mientras el autobús nos traía al día. Cogí un taxi con Adrián, bajé con mi chaqué andando por Ruzafa y recogí las llaves. En Peris y Valero el calor ya picaba cuando conseguí el último taxi...


Hasta que llegó fui adivinando matrículas, condicionando algunas decisiones de madrugada nupcial a los números si aparecían, como hago tantas veces. Si aparece un 13, voy hacia allí. Con un 6, tengo que hacerlo. Si es impar, paso... Y de una manera casi cómica se alinearon los planetas para que fuera tomando decisiones. Me subí al taxi y regresé a casa, con hora ya de mañana dominguera.

Antes de irme a dormir, se me caían los ojos, de verdad, mandé el último mensaje. Un mensaje que quería mandar desde hacía tiempo. Calculo. Me acosté y sonó al rato el whatsapp. Bausá me preguntaba si estaba ya en casa y me daba las gracias por la boda. Le contesté, al recién marido, peleando contra mi sueño.

Pd: Esta tarde recibí otro mensaje, al respecto de mis palabras de ayer en la boda, que pudieron despertar otra sensación. Y me lo dijeron, me lo hicieron saber, porque así le nacía. Y se agradece. Mucho. Nos cruzamos un par de mensajes y nos dejamos el camino por delante para ponernos a caminar... Y ese camino será fantástico. Estoy seguro. Enhorabuena a los novios (a veces, las bodas, vienen con una fortuna bajo el brazo).

jueves, 13 de junio de 2013

NUBES, AL FIN Y AL CABO



Somos gente afortunada. No lo pensamos casi nunca, pero lo somos. He viajado algo por el mundo y me he encontrado ríos de miseria. He mirado al cielo desde todos esos rincones y el azul es parecido, las nubes sobrevuelan de igual manera, a distinta velocidad puede ser; pero nubes, al fin y al cabo. Pero abajo en la tierra, donde las manos curtidas aran la pobreza y los sueños caen contra el suelo por un principio de gravedad más grave que en ningún otro lugar del mundo, allí, en el suelo, en la realidad, se mueve la vida de muchas personas cuya fortuna realmente murió antes de que ellos mismos nacieran.

Nunca es un consuelo que ante nuestra tristeza habrá alguien más triste, que nuestras lágrimas son pocas al lado de los ojos secos que ya ni lloran; que nuestro dolor es inmenso, pero menor que el de aquellos que sufren sin conformarse nada. No hay consuelo ninguno, ni debe de haberlo. Pero es una realidad, trágica como la vida, que intentamos batallar con sonrisas y alegrías, que hay quien de verdad sufre con una intensidad amarga y ni tan siquiera tienen voz en la garganta para clamar contra la injusticia.

Nos acostumbraron a buscar la felicidad, a tener que sentirnos felices. Nos obligaron a vivir con todo aquello sin lo que podríamos vivir, y probablemente mejor. Nos obligaron a creer que seríamos todo aquello que tuviésemos, pero no nos dijeron que no hay quien tiene y sigue siendo. Al final, aquellos de cuyo dolor ajeno nos hemos alejado, que se mueven lentos camino de la muerte, para nosotros parecen ni existir, porque nada tienen que necesitemos ni nada les queremos ofrecer.

No es un consuelo, ya lo dije. Pero para estos hijos de un Dios mayor, que viven bajo el mismo azul y comparten nubes similares, la vida pasa de manera distinta. ¡Qué injusto es que no sepamos pues, desde este suelo fértil y arropados disfrutar de lo que disponemos y vivir con la sonrisa en la mirada! Yo aún recuerdo aquellos ojos oscuros clavados con un machete de pobreza contra mi conciencia dormida. Y bajo ellos la sonrisa de la niña que sorprendida se paró ante mí para que viese que nada había, bajo un manto de humedad, más bello que la alegría de su pobreza...

Seguimos condenándonos a diario con nuestras penas y nuestras miserias. Pero si me quieres escuchar, mi optimismo y yo te decimos que aún hay un lugar para la sonrisa. Ahora mismo, ahora que me escuchas, a ti que te hablo, te pido que sonrías. Inténtalo, aunque te duela. Házlo aunque creas que no puedas. Sonríe y piensa cuánto hace que no sonreías... Y verás como enseguida en tu memoria se agolpan momentos felices, bajo un cielo azul plagado de nubes que nos sobrevuelan...

miércoles, 12 de junio de 2013

EN EL DÍA INTERNACIONAL CONTRA EL TRABAJO INFANTIL... QUE ES HOY (Y DEBERÍA DE SER SIEMPRE)



Que tenga que haber en el calendario un día internacional contra el trabajo infantil es deplorable, triste, lamentable, nauseabundo, inhumano, injustificado... Que tengamos que marcar en rojo sobre nuestro almanaque de vida un día para reclamar la mirada de manera condenatoria y denunciante, parece más inhumano aún. Pero es que, mientras tú y yo corremos para que no nos alcance la prima de riesgo o nos llevamos las manos a la cabeza cada cinco minutos por otro crimen de corrupción, por el mundo, perdidos entre las desesperanzas, se esconden niñas y niños cuyo futuro es tan oscuro o más como su presente, su pasado les huele a colilla y a opresión; y su mirada sin brillo, perdidas y hambrienta, se mueve entre escombros de desesperanza porque para ellos la felicidad ya no es ni siquiera un deseo que anhelar, algo que les pueda llegar...

Cuando era pequeño, más pequeño de alma, corazón y cabeza de lo que se pueda sentir este Peter Pan desengrasado, si dejaba algo de comida en el plato o decía aquello tan infantil de que “eso no me gustaba”, mi madre enseguida me decía que pensara en los niños que no tenían nada para comer. Y yo, que siempre he sido de pena rápida, porque el corazón me late ¡qué cojones!, me acordaba de los niños del África inundados en moscas y cuyos ojos se les salían de la cara sin mirar más que a la muerte de frente. Aún así, creo que mamá fue exquisitamente madre, que intentó apartarme del dolor y de la pena, que no me hizo ver, por ejemplo, que más de quince millones de niños trabajan forzosamente en otros hogares, por ejemplo, que para muchos no hay calle a la que bajar a jugar o que llorarían si tuvieran delante aquel bocadillo de paté del que tantas veces renegué. En el mundo, en este mundo que da tantas vueltas y que de manera egoísta a menudo no releemos, casi la mitad de esos niños que trabajan lo hacen, además, a cambio de nada. Sin sueldo, ni jornal, ni esperanza...

Hoy en el calendario tenemos una cita. Mirar al lado y avergonzarnos de lo que hay y no queremos ver. Reclamar un presente mejor para millones de niños que trabajan como adultos y a los que obligamos a vivir como animales. Hoy, podemos poner el primer cimiento para erradicar esta plaga injusta y asquerosa, que nos hace perder la sonrisa y el aliento; que nos obliga a sentirnos felices con lo poco que decimos tener, porque les estamos robando la vida a aquellos pequeños que, en verdad, no les queda nada. Que se acuestan a dormir, pero que no sueñan. Que son, sin quererlo, protagonistas de una estadística injusta pero real, asfixiante y deplorable. Hoy, como siempre, deberíamos de mirar a esos niños que sufren y ayudarles a buscar un futuro que, al menos, sea tan malo como el presente del que tanto nos quejamos. Estamos obligados.

Hoy, que me acuesto con Edurne a hacer la siesta y siento su sonrisa junto a mi, en la cama, y pienso en lo afortunados al final que fuimos... Que no es consuelo, lo sé, pero cuánto dolor se reparten los niños del mundo (qué injusto, joder).

lunes, 10 de junio de 2013

EL MEJOR PROPÓSITO


¿Cuántas veces te has dejado ante las campanadas la hoja escrita con todo lo que vas a barrer de tu vida y lo que quieres que te llegue al nacer el año nuevo? ¿Cuántas veces has pensado que el lunes es el día oportuno para comenzar esa dieta que arrastras desde la misma navidad pasada en que te prometiste cambiar tu vida? ¿Cuántas veces, igual que cargan los niños con sus mochilas, te has planteado tu vuelta al cole, en septiembre, cargado de tantas promesas que no encuentran quien las cumpla?

Los propósitos son necesarios en nuestra vida. El ponernos metas para las que correr no es solo algo necesario sino que altamente recomendable, pues con el hecho de exigirnos nos invitamos cómplicemente a conseguir superarnos hasta en la más nimia de nuestras intenciones. Los propósitos que tantas veces nos escribimos, aunque sea sobre el imaginario papel de nuestra mente que anhela conseguir, son enmiendas o propuestas que nacen con la voluntad de cambiarnos y hacernos mejores. O al menos, en nuestra escala, vienen con fuerza para reforzar aquellos puntos débiles entre los que se dibujan las líneas rectas de nuestras vidas...

Vaya también por delante que muchas veces los propósitos no pasan de eso, de propósitos, de intenciones que no llevamos a cabo. Las más complicadas, yo creo, son las que deben de hacernos cambiar nuestra manera de ser, que se puede mejorar pero rara vez cambiar. Al final somos como somos y difícil solución tenemos: y no hay que ponerse pesimistas. Es fantástico ser cómo se es y por esta razón le venimos a gustar a la gente a la que le gustamos. Pero es cierto que, todos, alguna vez, hemos pensado aquello de esto no me volverá a pasar. Ante el egoísmo de los demás, nos prometemos ser igual de egoístas y de mirar antes por nosotros que por los demás, que tan poco miran por nosotros. Ante el desconsuelo del olvido, nos prometemos sacudir igual en el tiempo pasado nuestra memoria y subirnos a nuevos trenes. Ante el dolor que nos provoca alguien, nos proponemos mirar ya sólo hacia adelante, sin mirar atrás por convertirnos en estatua de sal...

Yo a menudo me propongo cosas. Me traigo mi papel del alma y escribo, con intención sobre él, una retahíla de voluntades que a veces cumplo y a veces no. Y de vez en cuando, repaso el ayer con la intención de saber cuántas cosas emprendí de nuevo y cuántas me gusta leer y saber que hubo un día, por lo menos, que pensé en cambiarlas... Por eso te aconsejo que traigas con cualquier excusa los propósitos a tu vida, porque solo con escribirlos a renglones seguidos en tu alma, estarás pensando en ti, en la manera de mejorarte y de ser y hacer más feliz en la vida a los que te rodean...

Para mí, éste ya es el mejor propósito...

domingo, 9 de junio de 2013

CHAPAMOS PARAETA



23:15. El domingo empieza a marcar con sus saetas el final del día y mi estómago sigue ahogado como una bolsa de cemento. Mañana a lunes y a dieta. EL fin de semana ha sido para no parar nada. El viernes tuve radio, acabando la semana, con Cicciolina en el estudio como anécdota de toda la semana. Me vine a casa andando bajo un calor fuerte, ya veraniego, aunque algunas nubes anunciaban que había tormenta a lo lejos. Yo me fui con mi tormenta personal, cansado ya de las respuestas de algunas personas que siguen anteponiendo todo lo suyo a cualquier cosa mía. Ese egoísmo patético del que empiezo ya a cansarme... A cansarme otra vez. Anduve camino de casa pensando en comerme las albóndigas que dejó hechas mamá, pero no hubo oportunidad. Habían volado. Y me comí un arroz con lentejas, más bueno que bueno.

Por la tarde comencé la ronda de actos, primero con Castilla-La Mancha que celebraban su día grande en Mislata y luego en la inauguración de la Feria. Me tomé una cocacola en el límite del horario y salté de La Canaleta a la calle Cádiz. En "La Virada" me esperaba Manolo con un vino blanco y una puesta al día, que falta nos hacía. Y le conté que andaba tan cansado de no parar y me contó que andaba con unas cuantas ideas.

Nos escapamos a Cyrano, porque era el cumpleaños de Angelita y lo celebraba en el antro de moda. Allí estuvimos un buen rato con las últimas exquisiteces culinarias de la amiga, que cambia de costumbre a marchas forzadas. Nos fuimos a la Falla, porque teníamos Junta, este viernes, que presidí para aprobar presupuestos y nombrar a las falleras mayores del año próximo: Clara, la hija de Claudio, y Laura. Mi Laurita Cuesta.

Tengo que decir que venía sobrecargado. Que me descubrí a mí mismo ante una mesa, absolutamente colapsado de radios y rabias, de inauguraciones, notas de prensa, reuniones in extremis, acusaciones políticas, cumpleaños de amigas, vinos de confidencias y demás. Estaba saturado y pensando en el día siguiente, que es como me manejo actualmente.

Aún así, tuve oportunidad de respirar y hablar, de pedirle a Clara que tenga el año fantástico que sé que tendrá y a Laura, de intentar explicarle, porque no es cosa sencilla la ilusión que me hace acompañarla en esta aventura. Laura, la dulce amiga, la tierna niña, la simpática gemela, mi Cuesta al cincuenta por ciento, de sonrisas amables y cariños verdaderos se convierte en la Fallera Mayor del próximo año, viniendo del super listón además que le ha dejado Yajaira para lo que se le viene encima. Un gran año. Espero y confío.

Salimos de la falla y nos disparamos contra el Cyrano, Miguel Ángel y Moni, hablando por el camino. Regresamos al pub, con Rosa y Óscar tomando una copa y toda la caterva de amigos, incluyendo a Noe, en el Cyrano. Cansancio a parte me fui a dormir rondando las tres de la tarde y me desperté a las siete y bastante para ducharme y salir a Peñíscola a las ocho de la mañana. Llegué a las nueve y media, a la convención del partido con presencia de Rajoy. Pasamos la mañana, con una playa que se intuía apetecible y regresamos José Luis, Pepa, Juanjo y yo, con la faena acabada. Llegamos a casa a las tres de la tarde: preparé un arroz con cosas, con parecido a un arroz al horno sin garbanzos y comí.

Quise dormir, pero no pude. Acudí a la romería del Rocío que los andaluces hacen peregrinar por las calles de mi pueblo y, al acabar, me tomé otra cocacola con Gloria en el Aroma. Le dejé allí porque iba con el tiempo pelado de cambiarme de ropa y ser recogido por Boro, Elena y Acosta con quienes me fui al cumpleaños de Belda y Marci en Chiva.

Nos fuimos riendo por el camino y en la llegada, laguete arriba, laguete abajo. Entramos en la casa, preciosa casa, de Marci en Chiva y nos encontramos con un patio de ensueño decorado perfectamente para el sarao del año. Yo me encontré a mucha gente. A gente que te deja el camino y que, por sorpresa, reaparecen al tiempo. Me gusta que cuando esas personas vuelven a la vida y me dicen que me recuerdan con cariño, que tuvieron buena impresión de mí o que se llevaron grato recuerdo, aunque fuera de poco rato...


Belda y Marci fueron los anfitriones increíbles de la gran fiesta. Allí me reencontré con Brenda, que me puso al día de sus días cuando caía la noche. Allí me encontré con Fede y Raquel, que son más majos que las pesetas, con Pacolo, que está mejor que nunca, con Diego, al que ví sonreír como siempre y de nuevo, que es lo que más me gusta, con Javito, con Javi Fernández, Ceballos&Sanabria,... Con muchísima gente con la que fuimos celebrando el cumpleaños...


Volvimos a las cuatro a Valencia. Yo me desperté a las siete de nuevo con un dolor fatal, pensando que estaba saturado, que lo debía de estar. Me tomé algo y volví a la cama. Me desperté, me duché, me vestí y acudí a la Canaleta porque teníamos por la mañana, bajo el sol de primavera, la misa rociera que acabó con esa Salve que tanto me gusta... Y tomamos algo Toni y yo en la feria del comercio que llegaba hoy a su final. Toni me trajo en coche a casa, porque él se iba a casa de sus hermanas y yo me quedé en casa, sin comer nada, haciendo ordenador un rato, siesta otro, perdiendo las pocas horas de domingo que me quedaron pensando ya en que mañana es lunes y volvemos a la carga...

Limpiando he tenido una sensación increíble: que se me van los fines de semana sin descansar nada. Y me gustaría ponerle freno, pero los próximos ya los tengo en agenda, y tengo la sensación de que se moverán en la misma línea. Por ahora, como dice mi Laurita Caballero: "Chapamos paraeta". Que ya toca.

viernes, 7 de junio de 2013

HOY ME DESPERTÉ




Me entretengo en mis días tejiendo una mañana de felicidad y esperanzas. Hace tiempo que decidí echar a volar mis ilusiones, desde lo alto de una montaña, pegado a las nieves que nunca viste y al cielo más cercano que pude tocar con mis manos. Como una plegaria envuelta en letras unidas de lenguas lejanas, mis buenos deseos hace tiempo que sobrevuelan el cielo. Y a veces las veo, otras no tanto, porque hasta el optimismo tiene sus idas y sus venidas, su montaña rusas del ánima pura y que se mantiene incorrupta. Pero lo reconozco, intento a diario suspirar entre alegrías y provocar esperanzas a los que se mueven por mi entorno, con cierta pena de poeta lisboeta agarrada al lagrimal y al estómago, vísceras que surcan mis pasos...

Creo que hay que apostar por el futuro, que hay que estar convencidos de que podremos conseguir alcanzar hasta aquellas metas que nunca pretendimos ponernos, que podremos salir de la tristeza cabizbaja a la emoción de una sonrisa, a sentirnos libres, como rayos de sol que se cuelan entre la hojarasca de los árboles en primavera, como olas de mar que se deshacen ante los pies desnudos en la orilla de la mar, como suspiros que se desvanecen y se cuelan entre los recuerdos que nos quedan por venir...

Hoy me levanté con ganas de dar vida. De sumar, como tantos días. De abrir las puertas de mis mañanas a la buenaventura y el sueño compartido. Hoy me desperté con ganas de batallar por la sonrisa, por la tuya y por la mía, por sentir cómo el corazón se revoluciona, agitado y loco, suelto, libre, como un verso sin rima en mitad de una maraña. Quiero invitarte a que te contagies de mi sí, porque el quiero y el puedo están a punto de ganar la batalla. Quiero decirte que en mi equilibrio se pueden colgar tus esperas y tus desesperos, y que de la mano te invito a caminar por esta senda tejida en colores vistosos, desconocidos, vivos, humanos...

Hoy me desperté con el ánimo descansado, con la palabra olvidada, con el rencor perdido, con el sueño motivado, con la esperanza alerta, con la vida en la mirada. Hoy me desperté con ganas de regalarte todas las cosas buenas que pasan por mi vida...

jueves, 6 de junio de 2013

ARREPENTIMIENTO


Tengo una sensación amarga agarrada al estómago. Es la sensación del pasado que sacude visceral, de vez en cuando, cuando cosas que creías tan arrastradas por los lodos de la vida, regresan con nuevos golpes haciéndose importantes, protagonistas, únicas... A veces la vida, en su cruel juego de desequilibrios, nos devuelve a etapas pasadas y nos hace replantearnos en un segundo si todo aquello que nos pasó o que hicimos pasar fue lo mejor, si no hubo otras vías, si no hubo otros escapes... Aquél dolor agarrado al estómago, duro e inconcreto, inconciso, se llama arrepentimiento cuando se confirma que hoy nuestras palabras serían otras, nuestros silencios otros, nuestros dolores menos amargos... Hoy me ha venido al día una llamada que traía mensajes de hoy pero personas de ayer, personas que ya no están, personas que hoy sufren y, me sorprendí a mí mismo, sufriendo ese dolor ajeno y sintiendo en parte la voluntad de estar, de volver a ser, de tender mi mano... una mano que ya no puedo tender porque aquel ayer duro e irreconocible se disolvió como un humo espeso y gris, denso y volátil.
Hoy he vuelto a la palabra arrepentimiento, a la revisión de la vida, al valorar aquellas aguas que refraneras ya no mueven molino. Y no siento arrepentimiento de lo que pasó o de lo que dejara de pasar, ni me siento dolido ya por un ayer irreconciliable... Simplemente, con la tranquilidad de hoy, con un pasado que es historia, miro las palabras que me llegan y me sentiría mejor arrimando el hombro que dejando que un dolor amargo se agarre al cuello de mi camisa... Siempre le deseo la mejor de las suertes hasta a las personas que no conozco, es una filosofía de vida incomprendida y latente, pero siempre me manejo así... por eso cuando tomo decisiones nunca me arrepiento. O casi nunca. En la vida hay que arrepentirse de lo que no se hace o de lo que no se dice, pero no de aquello que fue, creímos y creo, que eran las cosas como debían de ser...
Hoy, que la tristeza intentó colarse en la vida, sigo pensando que hay que batallar por el que está al lado, por compartir su dolor como nos regalamos la alegría, hay que luchar por conseguir sumar siempre y dejar que el pasado sea el manso bailar de las aguas de nuestra historia con el son de nuestros buenos recuerdos. No soy una persona de arrepentirme, y hoy, te traigo en mis palabras de esperanza el mismo consejo, que nunca te arrepientas. Que nunca eches en falta lo que pudiste hacer o decir. La vida, casi siempre acabará dando las vueltas que haga falta para que vuelvas a pensar en ello. Y cuando mires atrás, haz que el recuerdo te provoque siempre una sonrisa. Siempre.

miércoles, 5 de junio de 2013

CORDONES DESATADOS



Cuando éramos pequeños andábamos siempre con los cordones desatados, sin riesgo nunca de caernos. Y si nos veníamos abajo un beso de mamá lo solucionaba todo. Cuando éramos pequeños, cargábamos nuestras mochilas a la espalda haciendo el mayor de los esfuerzos pero, con los ojos pegados por el sueño y el ensueño, éramos capaces de lanzarnos a correr cuando veíamos a nuestro amigo cien pasos por delante. Cuando éramos pequeños, envidiábamos como mucho el bocadillo de nuestro compañero que siempre era mejor, creíamos, que el que nos habían preparado para el recreo: pero no teníamos mayor envidia. Cuando éramos pequeños, comíamos sin problemas porque en casa siempre nos procuraban todo a tiempo y porque la felicidad ignorante de aquellos niños nos hacía pelearnos si alguien no nos dejaba jugar con su balón o si en el cole, éste o aquél, no nos habían hablado...

Cuando pienso en hoy, veo que nos caemos muchas veces aunque nuestros cordones cierren herméticamente el zapato. Cuando pienso en hoy, veo que nos hacemos poco hueco en nuestras apretadas vidas para que mamá nos dé un beso que lo cure todo. Hoy, nos cargamos la espalda y el alma con cosas que nos tachan contra el suelo, que no sólo nos impiden echar a correr sino que nos dejan mirando siempre al suelo, con un desconsuelo que ahoga. Hoy nuestras envidias son más oscuras y escondemos la felicidad en una cortina de infelicidades mientras nos maldecimos por no vivir entre las olas de la alegría.

Sin nostalgias, vivimos demasiadas veces anclados al pasado sin pensar que nuestro futuro está en mañana. Y nos sentimos obligados a revisar casi siempre el ayer, pensando que aquello que nos voló, y que no ha de volver, siempre será mejor que aquello que nos podamos procurar. Y estamos engañados. Nos hacemos mayores, maduramos dicen, a golpe de tristezas, de agobios, de penas, de desconsuelos. Pero podríamos ser capaces de hacerlo pensando en compartir, en alegrar, en suspirar, en ayudar a ser felices y en intentar pasar por la vida dejando atrás un surco de felicidad que sin nostalgia ninguna fuera el rastro del camino que emprendimos, y por el que aún caminamos con mayor fuerza aún.

Pero es difícil, lo sé. Complicado. Nos empeñamos en confrontarnos o enfrentarnos. Callamos antes que nos reivindicamos, miramos al suelo sin ver que siguen las nubes flotando sobre nuestras vidas indicando que podemos soñar, que podemos movernos con mayor libertad todavía, que podemos ser felices como nos merecemos...

Sin nostalgia ninguna, a veces recuerdo cuando era niño. Un niño soñador, de necesidades simplonas o sin necesidad alguna, cuya batalla de vida más importante podría ser mejorar nuestro bocadillo del recreo... Aquella ignorante tranquilidad está claro que no regresará, pero todavía batallo, cargado con mi mochila, por seguir el rumbo que arriba en el cielo surcan las nubes...

martes, 4 de junio de 2013

CRÓNICA CORPUSIANA


Sentado en un banco, como la Penélope de Serrat, pero sin esperar nada, nos dejamos las primeras horas matinales del sábado Galiana y servidor en la explanada del MUVIM. Andábamos como siempre a la nuestra y en nuestras cosas. Él que se sabía protagonista de una noticia en la prensa. Yo que le recomendaba respirar y asimilar que cuando uno se dedica a lo público, es fácil estar en boca de unos y de otros. Luego, que si cómo te llevas con aquéllos y yo, pues ni fú ni fá, porque no los conozco. Y un sol de verano que invitaba a quedarse con los ojos cerrados. Me dijo Galiana que prefería cuando en estas hojas perdidas se me caían las horas a tope, que dice que no entiende cómo llego a tanto y que cuando me pongo denso, ya no le agrada leer. Que quiere más crónica social de mis días y menos intensidad del alma, vaya.

El viernes por la noche, acabando una semana extenuado, la radio me ha cambiado los horarios de mis días (y de mis noches, aunque vuelvo a pasearme en la barca del insomnio), me fui a cenar a la falla. Antes nos hicimos unas tapas en un bar con menú árabe en la calle Sueca Manolón, Adrián, Iván, Ana y servidor con la Moni. Nos fuimos a cenar a la falla donde la madera lo invade ya todo y allí nos echamos unas risas y planeamos el año que tenemos por delante. Nos fuimos en avanzadilla a Cyrano, Adrián, Richard, Moni y yo. Miguel Ángel llegó al rato. Y nos hicimos unas copas, con Gueguel y Luis, que estaban con su hermana y cuñado. Echamos cierre al viernes, salimos del Cyrano y me fui a por el taxi de cada noche. Llegué a casa y me acosté. El sábado tenía que presentar la feria europea y luego me fui al centro a comprar los regalos de Bausá, cuya despedida celebraríamos por la noche. Me encontré a Juanjo en Springfield, que es como encontrarte a alguien en el pueblo de los Simpson. Me recorrí la calle Colón, como hacía ya tanto tiempo que no hacía, y whatsappeaba mientras tanto con Adrián y Richard. Con la corbata y los gemelos ya comprados, me regresé a Mislata en metro, chateando con Bausá y preparando la noche. Comí y me acosté algo para intentar prepararme para la noche. Me recogieron en casa Richard, Isra y Javi. Compramos en Consum y nos fuimos a Cyrano, para prepararlo todo. Y fue llegando la gente y fuimos haciendo marcha, calentando por la banda con un Valencia que perdía la entrada en Champions y un vino blanco refrescado en hielo. Estuvimos hasta tarde en el Cyrano y de aquí nos fuimos a Umbracle, donde la fiesta nos trajo el día. Fue una fiesta en toda regla: lo pasamos genial, una vez más y para variar. Mereció la pena. Vaya que sí. Me fui para casa con Adrián, le acompañé al taxi, hice una foto del nuevo sol y me fui a casa con la intención de caer muerto en la cama. Me desperté y pasé el día holgazaneando en casa hasta que llegó la hora de la procesión del Corpus. Y salimos una vez más. Cené en casa de los Sabater, donde se cena tan en familia y con los mejores buffets de café e infusiones que puedas encontrar. Fue genial, una vez más, pasar la velada al aire libre, en ese patio valenciano con mi Teresón del alma poniéndome al día de mil detalles. Me fui caminando a casa bajo el verano que ya se notaba en la corbata y escuchando el repique de mis tacones contra el cemento. De noche ya, apurando un fin de semana fantástico.

lunes, 3 de junio de 2013

LA SERENIDAD


Hace tiempo que perdimos, tanto que ni lo recordamos, un estado del alma que se murió entre los ruidos. Hace demasiado que lo olvidamos, pero fuimos capaces una vez, de andar nuestras vidas sobre los mares quietos de la serenidad. Y ahora, ahora que el estrés nos remata entre tráficos y gritos, órdenes y desconciertos, pesadillas, problemas, ruidos, desilusiones; ahora que ahorcamos nuestras esperanzas con la soga de la intranquilidad, somos incapaces de pararnos ante la nada y contemplar que todo lo que nos va pasando, puede pasar a un ritmo distinto y que no nos es necesario buscar otros ritmos frenéticos y atropellados con que mover nuestros días...

Hoy, al sentarme al escribirte estas líneas, pensé como me hallaba. Y lo primero que creí fui que cansado, de los días pasados con sus largas noches. Pero me dí cuenta enseguida de que no, que el cansancio, este fisico que hoy me subraya que es lunes, desaparece con el descanso o con el tiempo y que no estaremos por siempre cansados. Me pregunté si andaba nervioso y enseguida supe que no, aunque empezaba a marearme la sensación de no poder explicar cuál es el estado de ánimo de mi alma de lunes. Y comprendí que era complicado de relatar porque hacia tiempo probablemente que no me hallaba así: sereno.

No sé si la serenidad es la cima de la madurez, si se nos viene a rachas o si desaparecerá de repente, pero poder ahora decir que estoy sereno y compartir esta sensación contigo es fantástico. A menudo te invito a que sueñes sentado en tu silla. A menudo te digo que disfrutes de los detalles más nimios, los más pequeños, porque serán los más significantes. A menudo te digo que te cueles en tu propia vida para llevarte de la mano las sensaciones fantásticas que pasan imperceptibles a cada momento por al lado nuestro. Y así hoy, que me descubrí frente a las letras, escribiéndote mi hoy, me descubrí junto a la serenidad, la misma que se cuela en un lago quieto o en un cielo anaranjado como el que descubrí esta madrugada cuando, de repente, me desperté en la cama.

Hay muchos pequeños detalles, muchos motivos que se nos van de las manos, que se cuelan ágiles para perderse por los rincones del olvido que no somos capaces de agradecer. Yo hoy, que descubrí mi serenidad, me quedo aquí contigo al lado, escribiéndote cada renglón con mi cansancio físico, mi cabeza que nunca deja de bullir y una sensación placentera en el alma porque al final me encontré con ella: la serenidad.

DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 14.

DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 14. "Bendita locura" En la limpieza de fotos, anoche, volvió a aparecer el bueno de Paulin...