viernes, 27 de marzo de 2020

DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 14.



DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 14.
"Bendita locura"

En la limpieza de fotos, anoche, volvió a aparecer el bueno de Paulino, con su espalda corvada y sus cejas en aspiración siempre, y decidí que hoy sería la foto con la que contar algo más... Lo que yo no sabía es que, al despertar, en uno de los cien mil grupos de whatsapps, Sito nos recordaría que hoy es el Día Internacional del Teatro. Carambolas de la vida, el amante de Carmela vino ayer pasada la medianoche a avisarme de algo que yo no recordaba,...

Creo que la primera vez que subí a un escenario fue en el salón parroquial de la Iglesia de Sarrión. La escalera de piedra, con su baranda, accede a una puerta que sube en más escaleras y daba por puerta de madera entrada a un pequeño salón, con pequeño escenario y cortinas y alguna puerta aledaña con alguna sala más pequeña. No sé si es así. Así es como lo recuerdo, treinta años después de haber entrado por última vez. Pero igual no es así... Sí que recuerdo el olor a frío y palomas.

"Pluft, el fantasmita" fue el primer texto teatral que tuve en el colegio. Y luego "La ínsula barataria"... ¡Qué selectiva es la memoria residual! Pero el veneno hizo su efecto tiempo después... Ni siquiera en los sainetes con que subimos al Cultural de Mislata...

Ayer apagué cinco horas seguidas mi móvil, con preocupación no pretendida para Lisarde y Alba. Encendí a las nueve de nuevo porque tenía que cenar con Diego, Elena y Laura. Y hasta las once no pude separarme de él... Hoy creo que volveré a abandonar esta esclavitud absoluta, con permiso de ustedes.

Hace catorce días que todo comenzó...Y aquellos nervios ante lo desconocido me parecen viejos e infantiles. Anoche lo oí en un audio que me dejó tocado, donde mi querido Rafa Martí le puso voz al primer capítulo de este Diario, un favor personal reconvertido en regalo absoluto que deberíais de escuchar... Calculo que ni él - a quien casé sobre un escenario hace ya unos años - ni yo tampoco pensamos que así comenzábamos ayer a celebrar juntos el día de lo nuestro... Cuando todo comenzó, aunque lo haya olvidado, escribí; "Ahora más que nunca tenemos una oportunidad... ojalá no la desaprovechemos...". Paro. Pienso. Repienso. "¿Estamos aprovechándola?"... Yo, creo, que necesitaría aprovecharla más...

"Han hecho ustedes una de las mejores versiones de Carmela que yo haya visto en mi vida. Y las he visto casi todas". Aquél señor mayor venía a saludarnos después de una Sala Ruzafa medio vacía - me ha podido el pesimismo que no uso nunca - donde por primera vez repetimos obra. Yo jamás he repetido una hasta que llegó "¡Ay, Carmela!", aquél empeño mío que Ángeles aceptó y que mi madre presintió como despedida en un escenario. Recuerdo los aplausos atronar en La Rambleta el día del estreno. Y nos abrazamos en medio del escenario, Ángeles y yo, sintiendo más las fuerzas de nuestros brazos que las de las manos que aplaudían... Salimos menos exhaustos que extasiados. Nos abrazó Semi en la oscuridad de la calle y luego el aluvión de la entrada... "Han hecho ustedes una de las mejores versiones de Carmela que yo haya visto en mi vida. Y las he visto casi todas". Y se presentó: "Soy el hermano del autor" Sanchis Sinisterra.

"Te llevarás el Saragüell este año" lo dijo Galiana con más pasión que acierto. Estábamos en El Camerino Ruzafa (no hay restaurante con mayor nombre teatral donde uno se encuentre más como en casa). Galiana y yo no nos llevábamos bien por decisión popular. Ni yo le había hecho, ni él a mí. Pero circulaba por ahí una leyenda oscura de que no nos llevábamos nada, nada bien... Debieron de moverla los mismos que no querían que nos lleváramos. Siempre hay bobos con mucho tiempo libre... La Guerrero me lo había dicho alguna vez. "Si Galiana y tú os conocierais, os llevariais de maravilla". "¡Inma! Es que a mí no me cae mal... Ni mal ni bien. Simplemente no nos conocemos. No hemos hablado más que un par de veces en la vida y ni nos saludamos" le dije en la redacción de la tele antes de grabar uno de nuestros programas... Aquella cena, con otros tantos buenos amigos, fue quizá el momento en que conecté por primera vez con Galiana. En que Carlos, dejó de ser solo el tipo que le empezaba a caer bien a Angelita... ¿Ves? Ángeles sí que tenía una razón para no llevarse bien con él. Probablemente, como ellos tenían su guerra con cuartel, a mí me dejaron en una trinchera sin que me enterase... Y la enemistad de aquél y ésta, fue como siempre fue y será, la enemistad de aquél y ésta y yo. Luego ellos hablaron lo suyo. Que yo no me enteré hasta pasados los años. Y se fueron haciendo amigos y empujándome... Nos habíamos ido ya acercando desde su presidencia en Sevilla. Pero sí, recuerdo mucho aquella cena. Por todos los que estábamos alrededor, que no han dejado de hacerme sonreír el resto de mis días...

¿Sabes cuál es la sensación aquélla de meterte las manos en los bolsillos de los pantalones, quedarte en silencio abriendo las piernas y mirar al frente, todo el patio de butacas vacío?

La última vez que me enfrenté, estaba la Bermell en una butaca... Me acerqué a ella. Le dí dos besos. Hablamos. Y jamás pensé que venía a despedirse...

La luz del espejo ciega los nervios. Los gritos que vienen y van, desesperan. Con una fuerza inusual, golpeas la base de maquillaje sobre toda la cara. Y pronto el rostro se reconfigura y saca de ti lo que no sabías que existe...

Alberto nació en Ibiza, entre calas y soles, a la vera de las toallas de Juan y Jose (Y nos hemos prometido volver). El "Él" sin nombre de "La Solució" me dejó tres meses con la mano dormida... Fui "El lladre" que aventó las cenizas de un muerto por el aire en silencio... Y pasé meses frente a un espejo para ser la mitad de bueno que es el bueno de Paulino... ¡Qué de bueno tonto! Como yo algunas veces... Yo vi a Carol y Ángeles vencerse la una a la otra en un escenario. Bueno, yo no, Jordi, que se tumbó en un parque con Sergi al caer la noche... Y deshice una casa entera sin entrar. Vi la muerte de cerca y no le miré a los ojos porque yo era su mirada... Y enluté ocho años por la vara severa de Bernarda Alba. Aquella noche... de nuevo, extasié, por empeño de Ángeles. Subí todas las escaleras del mundo en "Rumors" y me costó la vida cruzar la mirada con Borja y no matarle a risas... Y dimos la campanada, juntos, para risas del teatro más lleno...

"¡Grítame!" le dije a David. Y David gritó... Ese día también sentí que estoy envenenado...

La vida y la muerte. Todo lo que he llegado a ser sin serlo nunca. Todo lo que fingí y lo que el teatro me regaló... a veces más que la misma vida, que es generosa hasta el exceso.

Ese veneno con acento de La Lupe... esa catarsis de tres horas.

Esa bendita locura...

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