Dicen que las buenas personas no se llevan, que la gente es mala, que ya no hay gente sana y que aquí, con la que cae, cada uno va a la suya. Sin embargo, a mí la buena gente me encanta.
En mi día a día me encuentro con un sinfín de personas que hacen que el pasear por la vida sea mucho más cómodo... Son personas exquisitas, buena gente, divertidas... Personas fieles, alegres, que nunca tienen una mentira, porque no les nace el faltar a la verdad... Hay gente cada día que me regala una sonrisa y que les devuelvo otra, como un gesto. Como una caricia. Hay gente que me obliga a sonreír, que me impulsa a hacerlo y yo, como un loco distraído, como un capitán que zarpa en búsqueda de las emociones que nos brinda el corazón, me lanzo a sonreír en su compañía...
Dicen que las buenas personas ya no están de moda y sin embargo a mi me combinan con todo. Me gusta disfrutar de la palabra y del viento. Me gustan el caminar lento y mirar al cielo. Me gusta descubrir a buena gente en cada esquina, porque en contra de lo que nos digan, aún quedan buenas personas... Esas buenas personas, como tú, que también lo eres, me acompañan en el caminar de la vida... No hacen ruido. Caminan en silencio y pasean a mí lado. Y de vez en cuando, algún niño que sólo dice verdades, le tira de la mano al abuelo y oigo que le susurra: “Mire abuelo, aquél va rodeado de buenas personas”. Y el abuelo se emociona... Como nos emocionamos todos cuando la belleza incorrupta nos raspa al corazón... Hay mucha gente buena. Gente fantástica que no se esconde ni teme, ni hace que nadie tema. Hay gente de una bondad absoluta, cuyo tacto es gentil y amable, cuya mirada siempre es cómplice, cuyos oídos siempre escuchan y cuya voz es un alivio...
Por eso, porque hay gente buena, vivir es precioso. Dicen que ya no se lleva la buena gente... Será por eso que a mí me encanta estar pasado de moda...
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