miércoles, 11 de julio de 2012

COMO UN GLOBO



Nos olvidamos muchos días de sonreír. Nos da igual que el sol brille, que los pájaros trinen porque creemos que la felicidad nos condena a comer perdices de cara a la pared. Nos pasamos los días quejándonos de nuestra fortuna y olvidamos invitarla a pasar. No dejamos nunca un hueco para la esperanza cuando se nos quiebran los sentidos...

Y ahí nos equivocamos. Deberíamos de obligarnos a sonreír más a menudo. Si destensaramos el rostro y sintiéramos una leve mueca que intenta buscar la felicidad, seguramente viviríamos mucho más tranquilos y felices... Se han fijado alguna vez en el niño que intenta apurado conseguir la cuerda de su globo antes de que perderlo para siempre? Cualquiera de nosotros, cuando vemos al pequeño jugar con el globo, prevemos que éste, antes de desincharse conseguirá zafarse de las infantiles manos que lo sujetan y perderse en el equilibrio azul del cielo: los globos nacieron para soltarse y volar...

Pues bien, cada vez que vemos al niño jugar con el globo todos estamos pendientes de ver cuando lo perderá, cuando se le escapará de entre sus débiles manos y acompañando su sollozo zigzagueará aquí y allá, batido por la brisa y se escapará a la nada. Al tiempo que vemos como vuela, el niño se desconsuela por su perdida y, sin embargo, nosotros, lejos de sentir la pena, vemos el embate del viento como una danza bella, como algo que nos invita a vivir la belleza, como algo que contamina nuestras ganas de volar...

Seguramente, habrá un día en que el niño, siendo mayor, habrá olvidado ya aquel globo perdido y comprobará que la belleza absoluta de su danza en el aire es impagable... Las personas necesitamos volar. Las personas necesitamos sentirnos danzados por el viento, respirar nuestra libertad e ir más allá, más allá del propio cielo... por eso, cuando todo es inocencia, la perdida del globo es la lágrima desesperada por el juguete que se pierde... Y sin embargo para cualquiera de nosotros, el tintineo en el viento es una invitación a soñar, a volar, a sentirnos libres...

Ese globo podemos soltarlo de nuestras manos siempre que queramos. Con una sonrisa, por ejemplo. Intentando sonreír cuando a la mirada menos le apetece, emprenderemos un vuelo hacia el infinito con que sentirnos libres, empujados por el viento, soñadores despiertos... no hay sueño más bello que el que se sueña despierto, pues es un sueño en vida aunque se nos escape entre suspiros... Cualquiera de nosotros sabemos que el globo escapará como deberíamos de saber que nuestros problemas se escamparán. Sin embargo, condenamos con tristeza nuestra mirada y contaminamos nuestros labios para que no sonrían. Quizá, si prestaramos unos segundos del día a sonreír, conseguiríamos emprender el vuelo, escaparnos de las manos que nos atan y soñar... Aunque sea despiertos.

Nos olvidamos muchos días de sonreír. Nos da igual todo lo que nos rodea, simplemente nos condenamos a estar tristes. Y quizá porque todavía no sabes que tu fortuna está esperando que la invites a pasar. No dejamos nunca un hueco para la esperanza, pero si abres las puertas de tu sonrisa, probablemente contagies el corazón y el alma... Y eches a volar, como un globo que se escapó de las manos...

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