jueves, 19 de diciembre de 2013

GRACIAS, PAULINO


Muchas gracias a todos los que me habéis estado enviando mensajes desde ayer y a lo largo del día de hoy. Tenemos "Ay Carmela!" nominada como mejor obra de teatro... A todos nos gustan los premios, no hay que dudarlo, ni negarlo. Pero anoche, celebrando la nominación con amigos, dije algo que sigo sintiendo hoy y desde el 15 de Octubre: el mayor premio fue conocer al pobre de Paulino... Nunca, creo, volveré a tener la sensación que tuve cuando acabó la obra. Fue muy especial, única. Y sobre todo, compartida con tantos y tantos amigos que me dejastéis muy claro algo que ya sabía y es que, en vuestra amistad sincera, he encontrado el mayor de los premios... Ahora la suerte ya está echada. Hoy ya se pueden decir alto y claro todo lo que uno piensa... Y yo creo, sinceramente, que soy una persona muy afortunada. Gracias Paulino, por enseñarme que quedan hombres buenos, por ser un hombre sencillo pero leal, honesto, honrado, justo... Gracias Paulino, porque fuiste tremendamente generoso conmigo. Te lo deberé toda la vida... Y a la gente que lo hizo posible, a mi Carmela (Ángeles Hernández) y a la Falla Noscarmientas, gracias por seguir demostrando lo especiales que sois y llenando un teatro, que nos hace sentir, vibrar... Algún día Paulino, nos encontraremos de nuevo, y entonces te contaré todas las cosas que no te he dicho... Gracias. Siempre.

lunes, 2 de diciembre de 2013

ASÍ SUSPIRO YO...


Dos de diciembre y ataque de optimismo, que no es fácil. Suena "En un mundo nuevo" mientras clavo un verde esperanza como entrada de este blog, más pobre que ningún año. Propósito del nuevo: regresar a perder las hojas con vosotros, como siempre.

Frase de abuela: qué rápido se pasa el tiempo. Aún recuerdo el fin de año pasado en Bocairent, y la de cosas que han ido cambiando desde entonces, señor... ¡Señor! también es muy de señora mayor... Me encuentro en una vorágine que me deja lastrada la mirada condenada contra el suelo, como me dicen mucho, con esa cara que rezuma cansancio. Pero es de no parar, que yo no me freno. Y así seguimos, como siempre, con una vida de amor y paz, que vamos rellenando con los verdes esperanza que nos encontramos para hacer el camino más feliz. ¡Qué no es fácil!

Ser optimista es algo que se está poniendo cuesta arriba, es cierto. Pero los batalladores del alma no encontramos lugar para el descanso. Y así paso del Ayuntamiento a la escritura, de la falla al Cyrano, de la noche a la mañana y del pasado al futuro con un brío que solo a mí me pertenece y que yo voy compartiendo...

Me hago mayor, le confieso a Angelita yendo en taxi hacia Doctor Oloriz anoche, que fuimos a ver cómo leían esa locura que les hemos escrito con más cariño este año. Y así lo siento, lo cual no es malo. Pero en mis ruidos y mis flaquezas encuentro el desgaste con el que se va la vida. También es verdad que vengo de una vida muy completa y mis taytantos parecen cincuentayalgo, porque no he parado. Y si me paro a pensar, compruebo que, casi siempre, con ese verde esperanzador con el que me empeño en cubrirlo todo.

El fin de semana hice de todo: cerrar dos días Cyrano porque tenemos a Luis nuevayorqueando, actos varios, cena de ejecutiva, concurso de paellas bajo el frío de un uno de diciembre, conciertos de cámara y ensayos de presentación. ¡Vamos, que sigo en mis trece de que quien se aburre, porque quiere, valga Dios!

Cuento los minutos porque tengo enseguida reunión y luego viaje a Valencia para entregarme a otras dos horas de ensayo teatral. Así se va la noche. Y así suspiro yo... Que vengo al dos de diciembre con unas ganas atroces de regresar a vosotros aunque sea en la recta final del año... ¡Qué rápido se pasa el tiempo! ¡Señor!

martes, 26 de noviembre de 2013

EN MITAD DE LOS FRÍOS

Vuelvo con la misma canción de las últimas veces, Como hablar, versión de India. Preciosa.Y con el mismo frío en las manos... Entre las veces que me mataría y las que me querría comer, pasan mis días con la mirada puesta en un trabajo incesante que duele tanto como hace flotar, que envuelve y engancha... Sabéis como soy de adicto a los planes y a los proyectos. Y a todas estas cosas. El otro día caminando entre la cama y la cómoda de la habitación pensaba en si llegan los días finales de este blog, pero aunque escribo tan poquito como nunca me resisto a hacerlo. No quiero. Es como quitarme parte del aire con el que respiro... Mi vida, mis días...

Van pasando con cien mil cosas, que como os cuento marca la agenda de la política. A excepción de días como hoy, que comenzamos los ensayos de la presentación y me centro en otras cosas. Al despertar, que me quedo tumbado sobre la cama, esperando a diseccionar qué haré durante el día. Y me entretengo descubriendo la diferencia de fríos entre mi mano a la intemperie y mi cuerpo cubierto por el edredón.

Estamos de martes tarde. Víspera de programa en la tele. Así cuento las semanas, con sus días que se agotan unas noches echándome unas risas por whassap y otras regresando de madrugada en taxi, cargado de rocíos y alegrías. Y de desconciertos a veces. Y soledades, cubiertas de estrellitas tintineantes...

El viernes tuve sarao fallero. Marco ya marzo en el calendario, y noto en mitad de los fríos, como se acercan los fuegos. Cambio de chip, después de un postre megacargado de azúcares, en el Tommy Mel's. Y sigo caminando... Que es lo que se lleva. Cena de sector, el viernes noche, con Yajaira y Laura. Luego algo de fiesta con Noe y Javi, Cris, Beto, Guille,... El sector. Y un taxi nocturno, con Laura, a Cyrano, donde nos recibió Mazcu en su primera puerta. Una copa y a casa. En taxi, rondando la noche...


A veces se pasan los días y tengo la sensación de que se unen unos a otros. No paro nada. Y ni dejo a los amigos que me den las buenas noticias que vienen en blanco y negro, como las hojas de los periódicos y las ecografías. Enhorabuena. Me llegó tu mensaje mientras veía una obra de teatro en el Centro Cultural... Ay la vida, como nos crece.


Esta foto es del sábado noche. Me encanta. La he convertido en mi foto de perfil en el face. Laura, Diego y servidor, los tres con una sonrisa que demuestra la felicidad cuando se lleva bien, la amistad cuando solo seduce al corazón, la bondad, el cariño, el compromiso... Nos la hicimos en Exposición, el sábado noche. Era el nombramiento de Víctor, el sobrino de Palacios, y allí nos fuimos después de un concierto del CIM y de cenar en casa de Edu y Kike. Anfitriones de diez, por cierto. Con el frío a cuestas llegamos a Exposición. Aparcamos y echamos la noche, volcados de risas. Con Marisa y sus niñas, y el resto de los que se quedaron a apagar el sábado con nosotros...

El domingo seguí con actos por la mañana, de fallerío nuevamente, me encanta, una comida con los músicos que celebraban Santa Cecilia, me encanta también... Y un ensayo. Lectura de guión de la presentación que estamos ya preparando para este año... De locura. Y aún cenamos en Telepizza después de pasearnos la ciudad entera Moni y Miguel Ángel, Manolín y Adrián, Lorena, Lidya y Tere, además de Borjita y servidor. Una noche completa, para volver a las luces verdes, a las tertulias de colchón y edredón, y a las noches, de estrellas tintineantes...

domingo, 17 de noviembre de 2013

DOMINGO DE FRÍOS


Acabando el fin de semana me descubro a mí mismo escribiendo en esta final de tarde de domingo y ya cenado. Con chocolate de postre incluído, después de una tortilla y unos whatsapps. Me sorprendo digo, porque si hay algo que ahora ya no me place, es seguir cara el teclado. He pasado cuatro horas esta tarde escribiendo la presentación de Oloriz y creo que me voy directo al sofá, al que le falta un día más antes de volver a trabajar y una mantita de invierno.

El fin de semana ha llegado muy frío. El calor se alargó hasta noviembre y ayer se dio la vuelta para convertirse en un invierno gélido de los que deja los tejados de Sarrión cubiertitos de nieve. El sábado fue casi familiar: primero almorzando por la mañana en el Casino. Me desperté directo para llegar, después de haber cerrado Cyrano el viernes con Luis. Almorzamos y me recogieron Raquel y Pablo. Teníamos pendiente una comida de Nolan en tierra, y elegimos el día más frío para pegarnos un banquete de mojamas y sardinas, morro y caracoles. Arroz con rojos, de escándalo. Y una tarde reposada con gin y risas. De Chenoa a la noche, fuimos dejando pasar la tarde alrededor de la mesa de los Marín, que atendió la mejor anfitriona, doña Lena.

Regresé a casa con un whassap de Elena para pendonear un rato. Y nos líamos al final, cenando en La Estrella, Alberto y Laura, Voro, que acudió desde Picanya, Elena y servidor. Regamos el picoteo con Fuente Elvira y rematé con una cuajada. Nos fuimos a Clero, que andaban de Proclamación. Salimos de allí y yo aún me pasé por Cyrano.Estaba Laury, con la que regresé a Mislata. Quedé con Luis que nos reunimos con urgencia esta semana y me vine a casa.

Y esta mañana, me obligué a ir cerrando los ojos para no despertar. Cuando ya estaba descansado, y con hambre, me he levantado. He trasteado. He hecho unos spaghetti y he pasado la tarde tecleando, sin notar las manos frías como ahoras... Ha sido un domingo de fríos, sin duda alguna. A ver cómo acaba...

sábado, 16 de noviembre de 2013

16 DE NOVIEMBRE.

Hace cuatro años que los dieciséis de noviembre dejaron de pertenecernos, porque te los quedaste tú sola para tu despedida. Pero siempre es precioso mirar al cielo, y saber que un día estuvimos juntos, de la mano, sonriendo tanto y tan a gusto. A veces te sueño, y otras me parece que nunca existió el tiempo. Otras veces tengo la sensación de que volveremos a repetir camino en la vida... Me duele escribirte esto, porque cada año he intentado decirte tantas cosas, pero siempre he tenido un  rubor excesivo por hacerlo, como si decirlo en voz alta fuera faltarte el respeto o faltárselo a la gente a la que te quiere tanto y que siguen a mi lado, aunque sea desde la más discreta de las distancias... No supe nunca si volver a poner tu sonrisa junto a la mía, si darte las gracias por tanto como me diste, si decirte que llevo cuatro años caminando más solito, porque ya no se escapan aquellas llamadas de teléfono furtivas que me devolvían la vida en mis días grises... Aquella mantita tuya, de colorines, bajo la que el invierno nos ponía películas en casa. Aquella cocina que no cesaba... Aquellos consejos tuyos, que me llegan cargados de dulzura y que me hacían la vida tan fácil de llevar...

Llevo cuatro años con ganas de decirte que te quise tanto como te echo de menos. Y un pudor infantil, me ha dejado siempre mudo a la hora de escribir. Espero que nadie de los que te echamos de menos le sienta mal esto, pero me pedía el corazón hacerlo de una vez por todas...

Aquellos días de hace tantos días comenzaban siempre con una canción que cada vez que ha sonado me ha devuelto a tu sonrisa, a tu sensibilidad, a tu bondad eterna, como tú. Ahora vuelve a sonar en casa, la pongo mientras te escribo mi carta, y el alma me llora al tiempo que de vez en cuando esbozo una pequeña sonrisa que me trae de la mano algún recuerdo tuyo... Y son tantos... Alguna vez sonó de nuevo, o en un concierto, o en la radio... E inevitablemente, pensé en ti y sonreí de nuevo, echando de menos la sal de las lágrimas con las que un noviembre pensé que se me secaban los ojos...

No te he olvidado. Te prometí que no lo haría nunca. Y aquí me tienes, como un niño bobo, entre sollozos y rabietas, escribiendo palabras que nunca dirán todo lo que se puede llegar a sentir.

Yo sé que desde el cielo me sigues. No hace falta que te cuente como nos va la vida.... Lo sabrás. Y sé que ayudas a protegerla todo lo que puedes.  A veces pienso, ¡Madre mía, si supiera esto, si estuviera aquí, si lo viviera conmigo...! Y enseguida te pido perdón en voz alta porque sé que lo estás haciendo y no pensarlo es condenarte un poquito... De vez en cuando miro las fotos, rescato las del viaje a Egipto, o releo aquel poema de versos robados que te escribí cuando supe que ya nunca te irías de mi vida...

Hoy vuelve a ser 16 de noviembre... Lo sé desde hace días y al levantar. Y al mediodía comiendo entre amigos. Y a la tarde, ahora que oscurece antes... El otro día fui a conocer a Cristina, nuestra nueva sobrina. Y viendo fotos apareció esta que no conocía. Me encanta tu sonrisa y la mía; y como parece que te esfuerzas en apretarte contra mí, para que las dos luzcan más grandes y bonitas que nunca... Yo te sigo echando de menos. Te sigo queriendo como te quise, o creo que aún más. Te sigo recordando cada día, y cada noviembre. Y más que nunca cuando es 16... Y recordar me hace feliz. Sentir que estuviste y que estarás siempre, hasta que volvamos a encontrarnos... Mientras tanto, tu alma vuela con mis recuerdos y tus palabras... Un beso al cielo, como siempre.

Pd: De verdad, no me gustaría que a nadie le siente mal estas palabras, hace tiempo que se las debía... Un beso.


martes, 12 de noviembre de 2013

CINCO AÑOS... ¡QUE NO SON NADA!


Hace poco más de cinco años me tomé un café con Paco Piera y Toñi Garcia, enfrente de la que desde entonces ha sido mi casa, Levante TV. Hablamos de un proyecto, de poner en marcha el regreso de "Tot és Festa", me contrató con un apretón de manos, y al día siguiente me fui la India, aquella aventura que marcó mi vida... Hoy hace cinco años, 12 de diciembre de 2008, que levantamos el telón del programa y, desde entonces, cada semana, función. Otra de mis grandes aventuras...

He buscado en el baúl de los recuerdos, y he encontrado lo que escribí entonces: "Estaba tumbado en la habitación de Agra. La calor me sometía a un cansancio continuo sobre el colchón. Acababa de hablar por messenger con mi tótem de la fortuna desde Argentina que me preguntó por el proyecto. "Necesito contarte algo", le comenté a Lázaro, sentado en uno de los sillones del hotel... Es muy probable que vuelva a la tele... Ahora mismo estoy a tope. A tope de todo. A tope. Con fuerza, con ganas, con miedos infantiles, con nervios de estreno, con ilusiones encontradas, con la mirada puesta en mañana,... Estoy profundamente contento de estar en esta casa, de este nuevo proyecto, de la confianza que han dispuesto en mí, de la gente que ha apoyado el proyecto... Pero sobre todo, estoy agradecidísimo de mi gente. Llevo todo el día, desde que Kone me ha enviado su sms recibiendo muestras de cariño, de amor, de apoyo, de amistad... Gente que me decís confiáis profundamente en mi trabajo pero, que además, confiáis aún más en mí. ¡Mucho más de lo que yo confío! Espero no defraudar a nadie, pero no sólo en mi trabajo, sino en esas ilusiones con que nos hemos ido tejiendo nuestras vidas conjuntas. Estoy nervioso ante el estreno (quedan poco más de dos horas y media para levantar el telón) y tengo muchas ganas de cerrar el primer capítulo y saber qué sabor nos deja el estreno... Voy a estar rodeado de amigos, de gente muy importante en mi vida, muchos de ellos conocidos gracias a otros proyectos emprendidos antes... Pero que ahora son mis amigos. Y luego, vosotros. Estaréis al otro lado de la tele. O no. Pero sé que estaréis ahí. Y para mí eso es más que suficiente... Lázaro se quedó mirándome, y me dijo: "Enhorabuena, te lo mereces... Va a haber mucha gente contenta cuando regreses.". Y me dejó roto, como otras muchas más veces de las que él cree. Queda poco para levantar el telón. ¡Viva mi miedo escénico! Luz, cámaras... El espectáculo debe continuar...".

 Pues cinco años después sigo con las fuerzas, con las ganas, con mis miedos infantiles, con las ilusiones y los nervios... ¡Y mirando a mañana! Cinco años después seguimos con las ganas de no defraudar y disfrutando de un programa que se hace con mucho cariño. Y con un equipazo de gente que hacen que todo sea más especial. Gracias Paco por tu confianza y tu empuje. A Miriam, por tantas horas al pie del cañón. A Javi por tu amistad siempre y por una complicidad que no necesita ni de pinganillos. A Joana, por controlar con una alegría única los tiempos de la escaleta y por ser como es... A Juanma por un grafismo lleno de risas y buen humor. A Toñi y Sofi, por anunciar buenas noticias. A Veronica March, por hacer de su dulzura una compañía impagable. A Borja, Cristobal y Quique por grabar hasta las cosas que no pasan y darle vida al programa. A Joan, el trabajador incansable. A Isabel, por seguir siendo mi capitana cristiana. A Gustavo, un profesional muy grande al que le tengo que agradecer los mejores "da pasos" al Tot és Festa... A María, Ca Rol yMaría por seguir dándome dos besos de bienvenida cada vez que llego a la tele y a Nuria, que además, añade lo "bien que hueles" al llegar... Seguramente se me olvidará alguien, sin intención ninguna, pero cada uno de los trabajadores de esta casa tienen mi amistad y mi gratitud. A los colaboradores y colaboradoras del programa: ¡Sois lo más grande! Y a la audiencia, que sigue creyendo en esta locura cinco años después: Gracias. Muchas gracias por darme la vida...

 Estoy muy contento de estos cinco años... Espero que lleguen muchas más. Estoy muy contento por poder celebrarlos en esta casa y con todos vosotros, que sois una legión de amigos espectacular... A toda la gente que durante estos cinco años le ha dado alma al programa, de corazón, muchas gracias. Seguiremos trabajando para no perder vuestra complicidad. Se os quiere!

lunes, 4 de noviembre de 2013

CREMATORIO

En la recta final del día. Ando de un lado a otro, entrando y saliendo de la prensa, paso por facebook y chateo algo con Tatín, un rato, con no sé quién, otro. Mi hermana me ha comentado si puedo acercar a Edurne al cole el viernes y cierro temas de la lotería de Navidad con Ignacio, con Teresa, con no sé quién más... El lunes se ha alargado tanto como el frío que ha crecido hoy, como ramas desnudas de árboles negros... Me voy al despacho después de tres días descansado y me pongo a lo que toca, que es el trabajo de cada día. Y de hoy, lunes, con sabor de lunes después de vacaciones.
A mitad mañana bajo a tomar un café con leche, con Pepa, Alejandro y Víctor: a las doce nos unimos a un minuto de silencio por una vecina asesinada. Y partimos en el coche de Toni al cementerio, porque ayer falleció María Ángeles, la bibliotecaria de Mislata. La de toda la vida.

Me dan una tristeza absoluta los cementerios. El crematorio. Me traen imágenes del pasado, yo creo que a todos nos pasan. Tengo la sensación de haber pasado en demasiadas ocasiones por este lugar, o por otros semejantes. Ceniza, polvo que somos. Y lágrimas. Me entristezco al ver triste a un sinfín de personas conocidas, compañeros, que se van entre dolor y penas... Recuerdo a María Ángels tan a menudo saliendo de la biblioteca, por el ayuntamiento, y siempre con un saludo... Me recuerdo a mí mismo, adolescente, entrando entre libros a descubrir el futuro y los mundos imaginarios, aquellos que no saben de crematorios ni cenizas.

Me recordé a mí mismo entre pasillos de libros, de aquella biblioteca de infancias y sueños... Y hoy, alguien que nos llevó a tantos locos como yo, por los caminos de aquellas letras grabadas en hojas, se fue a su largo peregrinaje dejando dolor y pena,... Y algún recuerdo bello.

Regresé al trabajo. Comí con Gloria en Aroma y volví al despacho y al otro despacho. Y así, entre despachos, fui pasando la vida y la tarde. Reunión y a casa. El frío nuevo cortaba los labios. Cociné unos fideos, deshice un plan de teatro con Guille y Noe. Y me quedé frente al ordenador a ratos. Por teléfono a otros... Y pensando que este lunes, fue demasiado largo. Buenas noches.

sábado, 2 de noviembre de 2013

CONOCER A CRISTINA.


Dos de noviembre. Me levanté, más tarde que ayer, aunque el ángel me despertó a las ocho y media de nuevo. Me acurruqué entre la sábana y la colcha india que le compré a Moncho en Zara Home y  dejé que pasara parte de la mañana. Anoche, entre pitos y flautas, que es una expresión horrible, me fui tarde a dormir, las tres de la mañana. No salí. Acabé de ver la serie Gran Hotel y entendí por qué adoro a Concha Velasco. Luego escribí, le dí caña a la presentación de Oloriz y me fui a la cama cuando daban las tres. Lo que dije.

Esta mañana me fui a almorzar con Tiby y con Laury al Moreno, bueno lo que era el moreno. Tapeamos y echamos la mañana hasta mediodía. Me pasé a comprar unas patatas por la tienda de la esquina, que está a punto de cerrar, y algo de fruta. No comí. Me clavé delante del ordenador, diseñé esta foto y pensé en tumbarme en el sofá, a descansar algo del resto de la semana. Sábado con sabor a invierno y calor de primavera.

Ayer estuve en casa de Jose y María, para conocer a la pequeña Cristina, que nació el 21 de octubre. Es guapísima, completísima, redondísima. Una niña totalmente hecha: pequeñita y resuelta, dormilona y chillona al despertar. No molestó nada. Álvaro, más mayor, se empeñó en llamarla Cristales y le seguí el rollo a este rubiales cada vez más castaño y más mayor. Un junquito desmadrado con energía inagotable con el que me lo paso genial, cada vez que me convierte en niño. Hicimos el salvaje un rato, comimos unos macarrones y dos kilos de foie. Espectacular, como siempre, mi hermano a la cocina. Y María, superrecuperada, ejerciendo ya de madre por segunda vez, con una tranquilidad que me daba hipo. Echamos la tarde viendo la tele, esquivando la siesta, viendo fotos de la boda y del bautizo y haciéndonos, vía móvil, otras para tener el recuerdo de esta visita primera. Con Álvaro me reí una jartá haciendo el gamberrete. Y luego, mano a mano, Jose y Álvaro me trajeron a Mislata en el coche nuevo familiar. Me alegra ver que les va bien a la familia y espero que aún mejore más la cosa pronto. Que seguro...

Pues eso. Que me pongo ya en estado sofá, sin mayor pretensión que pase el tiempo... Hacía mucho que no lo lograba: a ver si me pongo las pilas. O me las apago, vaya.

Pd: Olvidé comprar cocacola. Luego bajaré al Consum... Con pereza incluída.

viernes, 1 de noviembre de 2013

BALADA TRISTE DE TODOS LOS SANTOS. PROPÓSITO DE ENMIENDA.

Con propósito de enmienda regreso. Octubre ha sido el peor mes desde que os escribo. No lo dice Aurora, lo digo yo también, que hasta en ocasiones me he convencido de que tenía cosas que contaros para que las entradas no fueran menos que hace un año por estos meses...

Pongo a Raphael en el ordenador, la balada de la trompeta, y con mi corazón que también desespera, que va llorando, recordando, mi pasado... Como dice el de Linares. Y con la banda sonora que me acompaña desde hace tantos años, paso el frío de mis piernas cubiertas con un albornoz por esta mañana de Todos los santos, que nos devolvió el otoño con cifras casi de invierno, pero solo desde hace dos días. Antes de ayer, el calor, sorprendentemente seguía siendo el del verano... Cosas del cielo.


Lo dicho, que me hago el ánimo hoy y casi me obligo, a venir a escribir. Este viernes con sabor de sábado, que me ha venido de perlas para regar de nuevo mi árbol de hojas perdidas y hacerle una pequeña muesca, en lo más hendido del tronco: noviembre de 2013.

Melina, de Camilo Sesto. Ultimo lo que os voy contando, porque he quedado a comer en casa de Jose y María, con Álvaro y así conocer a la nueva Cristina que ha llegado a nuestras vidas. Sé ya que en nada nos llegará un Ángel, como caído del cielo. Y es inevitable hoy mirar hacia allí, en este todosantos que alguien cambió por Halloween (de una manera salvaje lo comprobé ayer). Me acuerdo de muchos de los que se nos fueron a menudo. De algunos de hace ya muchos más años de los que querría mi cariño, como Fermín, de algunas que me parecen mentira, como la Lina y sus hermanas; de otra que siento siempre a mi verita... Y que sé que me cuida desde el cielo. Los que se fueron... Ayer, precisamente, después de mi estreno como portavoz en el pleno, nos fuimos a tomar una copita de vino al Menjant y se convirtió en una cena de la que regresamos Toni, Marta y yo a casa, precisamente hablando de eso, de la muerte. Y aunque nunca lo dije tan claro, si vuelvo a esta libreta de baladas tristes y alegres, tengo que hacerlo dando titulares: no tengo miedo a la muerte. Y me dí cuenta ayer, que me preocupa más la enfermedad que el final, por el que inevitablemente pasaremos todos.

Así que me muevo hoy entre las muertes y las resurrecciones, en este Todos los Santos por el que iré moviendo la vida, sin saber qué hacer luego, ni hacia adónde me iré... Ayer, no me fuí de Halloween, me fui a dormir. Y así esta mañana a las ocho y media he decidido que los festivos son para otros... Yo sigo con lo mío. Con esto. Con otras cosas. Y con ganas de... (no sé de qué. Me empeñaré en descubrirlo).

Pd: He empezado a escribir la presentación. Nada más de lo que tuviera. Como estoy musical, recojo los versos de Serrat: hoy, las musas, han pasado de mí...

martes, 29 de octubre de 2013

DÍAS DE BATALLA



Me lo he preguntado mil veces y no sé si se lo escuché a Andreu Buenafuente en un monólogo, siempre he pensado que sí. No sé de dónde nos vienen las canciones que se pegan a la cabeza para hacernos tararear. Lo que sí sé, tengo más que asumido y comprobado, es que cada canción me ha venido a golpear por la vida como banda sonora de las realidades porque batallo a cada momento... Ahora que os escribo estas letras me siento atado a los nervios de algunos amigos que esperan y desesperan, y mientras escuchaba esta canción pensaba como me "apego" enseguida a los sentimientos de otros y a sus caminos de futuro. La alegría dura poco en la casa del pobre es un mensaje pesimista que eclipso con un mensaje en facebook donde acabo de recomendar la misma canción: "Cuando la alegría entra por la ventana, la tristeza sale por la ventana". Y a volar, he dicho.

Alone again es un título demasiado triste para una canción tan bonita y para los que somos seguidores incansables de la soledad en compañía, y del disfrute de la vida... Me siento en mitad de la vía del tren, en este 29 de octubre, apartado de estaciones que antes lo eran todo, y dejando colgar mis piernas de niño travieso, vestido con pantalón corto, hacia las vías, me entretengo en tirar pequeñas piedras por pasar el tiempo... El tiempo, que se me va, casi sin darme cuenta, mientras tengo pendiente contestar algún mensaje, hacerme alguna ilusión, bajarme del tren carguero que va repleto de tristezas y esperanzas... Y así, me despierto, sumiso y apático antes de que suene el despertador cada mañana, añorando en este otoño sin hojas, que el invierno me acurruque entre sus fríos de madrugada.

Echo horas de trabajo por doquier y me imagino sin hacer nada. Me imagino de nuevo con la ligereza del alma que tuve hasta la adolescencia cuando embutía ya mis agendas de mil cosas qué hacer. Pero me siento cautivo de mi desesperación por darle a todo una importancia cuando muchas cosas deberían de ser relajadas, sencillas, cercanas...

Al final del todo, de la vía, veo el tren que viene. Y aparto las piernas y dejo de tirar piedras. Pero sigue en mí esa sensación de no saber si es el próximo tren, al que hay que subirse, o quedarse aquí sentado, tirando piedras y mirando al cielo, sigue siendo el mejor destino...

En cualquier caso, siempre he creído en todo lo que creo, y eso es bastante más de lo que tienen muchos. No sabría renunciar a mis sentimientos. Y así me mezo, y así camino, y así batallo...

domingo, 27 de octubre de 2013

YO SEGUIRÉ

Acabo de cenarme un bocadillo demasiado grande de jamón con tomate, pasado por el calor del fuego del hogar y no son ni las ocho y media. Aunque el cuerpo va con las nueve y media de anoche, antes de que cambiáramos la hora y después de que nos batállaramos, como lo hacemos, con la agenda del día a día.

Me siento entristecido, por el total de cosas que se acumulan y como lo hacen. Me perderé una noche más, sin saber si de aquellas noches me quedan ya nada. El trabajo copa el horario, a cada momento, y con ello ando, porque me place, como un caballo que trota a veces y otras a galope; pero siempre batallador, como soy.

Se pasan las horas, se quedan atrás los días, a unas veces que tanto se viene y tantas se vienen. Y yo, reconozco, que a veces esas, perdido, me mezo entre los sueños despiertos. Aurora me manda un mensaje para decirme que volvió por aquí como yo regresé. Y me sabe mal venir a decir que ya no vengo, en vez de como antes, ir contando las batallas de cada día. En vez de venir a contar que anoche me pasé por el cumpleaños de Semi en Hermanas Bau, luego al Novelty, con Galiana, Paco, Simo, Laura, el propio cumpleañero y un capazo de sus amigos con los que me reí tanto... Antes de anoche, en la falla, primero en la Virada y luego dentro del casal, echando risas y haciendo noche. Luego con Clero, donde acudieron Adri y Albita, Miguel Ángel y Moni. Yo estaba con Richard, Noe, Cris y Beto, Javi y sus falleros... Nos fuimos al Cyrano, previendo la fiesta del Halloween en la falla, por la que no pasaré... Y echando las noches que a veces se perdieron como estas hojas que ya casi no echan a volar...

Yo seguiré con mi empeño. De volver aquí, a vosotros, antes de que me diluya entre penas y tarantos...

viernes, 18 de octubre de 2013

Y REGRESÉ A LA MALDICIÓN DEL CAJÓN SIN SU ROPA...

Tengo que pedir perdón. No recordaba tanto tiempo apartado de mis hojas perdidas y de mis silencios. Han pasado muchas cosas, y sobre todo, muchos días, desde que escribí la última vez, algo más de un mes, de silencio y vida sin pausas, donde me han pasado un sinfín de cosas. Paradójicamente, el último título, la última entrada previa a esta de hoy, de regresos y vueltas, tuvo un valor más adivinatorio de lo que pudiera esperar: "Hoy vengo a decirte hasta luego". Y ese hasta luego, hubo días que pensé que podría ser un adiós definitivo, como calculo que más de uno de vosotros...

Dejé la radio al día siguiente, o a las horas, tras meses poniendo en pie "Valencia Abierta", esa suerte corrida y aumentada de medio año que empezó casi como una broma y que al final se coronó como una vuelta a la radio y una despedida pactada casi al mismo tiempo que empezaban las palabras a cruzar el micrófono. Se dijeron muchas cosas de aquel adiós, que puede ser un hasta luego fiado a largo plazo, y la realidad, como siempre, era mucho más sencilla que todas aquellas habladurías...

Me centré en la vida política, en mi responsabilidad al frente del partido y de la portavocía desde el 1 de Octubre del partido. Todo con cien mil horas de reloj, que crecen de manera positiva cuando ves que los proyectos, no solo crecen, sino que vienen acompañados por muchas personas cuya confianza pasa en tu tiempo también. Nunca me ha gustado escribir en estos renglones, las letras que emanan de mi dedicación pública, entendéreis entonces que frene la marcha y resuelva con un sencillo: continuamos (y continuaremos).

En este tiempo callé una de las noticias más esperadas: la maternidad de mi amiga del alma, aurora de mis esperanzas y abrigo de mis recuerdos. A ella, mi felicitación más especial que tuve que callar entre carreras y descuidos. Dediqué mucho tiempo al teatro y a ensayar "Ay Carmela", con que debutamos el martes pasado en el concurso de teatro, otra vez más, de la mano de Ángeles Hernández, esa voz desaparecida de las tertulias de las noches pardas...

Y estuve, caminé y pasé a la espera de que me naciera esta voluntad de regresar a los caminos de siempre. Hoy, víspera de boda de Borja y Lorena, con vino blanco en El Camerino y reunión de falla. Mientras agito una limpieza de hogar y suda la espalda los treinta grados imposibles de un 18 de octubre con nubes de verano. ¡Increíble, pero cierto! Como que regresé a la maldición del cajón sin su ropa... así, según María Jiménez.

viernes, 13 de septiembre de 2013

HOY VENGO A DECIRTE HASTA LUEGO


Nunca me han gustado las despedidas, ni los adioses. Me suenan a pena y dolor, a marcha y negro, a oscuridad y pasado. Me gusta mirar hacia adelante y hacia arriba, y así lo hago siempre, desde que emprendí el camino en que tantas veces me sujetaste las manos y la voz. Mi voz, templada y viva, como un canto lejano, se acerca más que nunca a un corazón que se viste de quietud y calma. Hoy, que me toca decirte hasta luego, convierto esa despedida en una esperanza, pensando que algún día futuro, mi voz y tu alma volverán a bailar juntas.

He visto días repletos de soles y nubes que lo cubren todo, he sentido las tormentas del destino repicar fuertemente contra mi cabeza y mis ojos han caído a buscar mares de salvación con una impaciencia que convertían mi cielo en un telón negro, ópaco, sin vida. He sido capaz de alzar los brazos al viento, para sentir contra ellos la brisa como chocan contra la proa las olas del mar. Y he abierto las manos para coger las gotas de lluvia como si fueran maná. He sentido mi cuerpo rejuvenecer y mis ojos compartir la alegría, he notado quebrarse mi voz y mi alma, mi pena y mi consuelo, mis días y mis noches; y al tiempo, casi sin percibirlo, he reconvertido todo lo negativo en un tren de vagones cargados de felicidad y fortuna.

Le he plantado cara al destino con una valentía atroz y me he sentido cobarde en sueños que se convirtieron en pesadillas. Me he sentido vivo cada vez que se ha encendido una luz roja, que fuera de este mundo, me hubiera obligado a callar... Y he hecho del silencio un pensamiento, y en más de una ocasión, una victoria. Así, callado, como tantas veces al escribir, sintiendo que se escapan mis sentimientos a través de unos dedos que teclean rítmicamente en contra de nadie. Así, silenciado, como un amor vivido de noche al otro lado de una puerta que nadie cerró con llave. Así, calmado, como me ha ido indicando la vida que hay que vivirla, que hay que sentirla, que hay que contarla...

Hoy vengo a decirte hasta luego, ni adiós ni hasta siempre: volverán a encontrarse las aguas de los ríos cuando crezcan con nuevas lluvias, y pasará el agua fresca y jovial, sin posibilidad de remontar río arriba. Volverán la palabra y la felicidad a darse la mano, a besarse locamente, a soñar como un Romeo y una Julieta eternos... La felicidad, la más básica, la que quise encontrar contigo cada hora y que nos completa más que ninguna. No abandones nunca los pequeños detalles, no le niegues nunca a tu corazón una sorpresa, no descuelgues de tu rostro la alegría ni la esperanza de tu mirada, ni el deseo de tu futuro, que comienza así, con estos primeros pasos...

Hoy vengo a decirte hasta luego, con la esperanza de que no me olvides. Con la ilusión ciega de que mis palabras, que vuelan a buscarte, se cuelen por tu ventana y se adosen a las paredes donde duermen tus temores, para protegerte aún más... Hoy vengo a decirte hasta luego. A decirte, que si quieres, hoy comienza la vida...

jueves, 12 de septiembre de 2013

ASÍ



Hay días que escribo sin control, que hablo sin dolor de garganta ni de alma. Hay días que el silencio solo se calla con silencio nuevo y que la vida pasa por mi lado dejándome dormir, como un niño, recostando mi rostro sobre los anhelos que cautivaré mañana. Soy feliz. Discreto, callado, reservado... Más tímido de lo que piensas y más valiente de lo que creí. Nunca me engañé, bueno, algunas veces... Pero con mi engaño busqué las excusas que me hicieron olvidarlo y disolverlo en un charquito de agua de llovia, de tormentas que se fueron, por mucho que de vez en cuando, los ecos de las montañas lejanas, de los paraísos perdidos, de los mundos olvidados, de la vida futura, me devuelven envueltos en telas blancas por las que se transparenta la bondad...

Nunca hice más ruido que nadie, ni callé menos de lo que me correspondía. Nunca dije algo que no pensara, ni dejé de pensar qué decir. Me maldije cada vez que la vida me dio una oportunidad que no supe aprovechar, por mis propios dolores, por mis pesares, por mis desconciertos, por mis dudas, por mis miedos, tan humanos como injustos...

Nunca dejé de cantar al alba la alegría de una luz nueva, de un día que llegaba para enseñarme a rozar la calle, flotando a veces, caminando sosegado, cansado, distraído otras... Siempre salí a la vida con las manos abiertas y el corazón latiendo, buscando un cariño y un apoyo, que intenté corresponder siempre con la complicidad del amigo que, desde la lejanía, me decía que siguieram que allí estaba, que hacia adelante siempre sin dejar de ser yo...

Nunca dejé que los fantasmas me hiriesen con sus falsos testimonios. Nunca quise hundirme en la mitad del oceáno oscuro, con las tristezas que dispararon arqueros a los que no les ví la cara. Nunca quise dejarme la mirada atrás, con nostalgia ni rencor, mirando siempre hacia adelante, porque la vida aún la tenemos que llegar...

Por eso, me siento vivo. Me siento crecer, me siento fuerte. Por mi verdad y mi luz, a medias las dos, como un tango arrastrado y romántico que suena entre callejas oscuras por las que hierve el cemento humano que nos condena a todos. Vivo. Así, cantando a días y otros caminando en silencio, con ganas de batallar siempre, de luchar, de ser feliz con las cosas más pequeñas del mundo...

Y sí, me arrepentí de algunas cosas, y me arrepentiré de otras. De besos furtivos y de versos no escritos, de palabras perdidas y balas disparadas, de soles y sales, juramentos que no prometían nada más... Así, sin echarme de menos y caminando adelante, con la cabeza alta y el corazón latiendo cada día más fuerte... Así, sin que me faltara el viento.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

CUANDO QUIERO...


 

Cuando me sacude la nostalgia, cuando necesito volar, cuando quiero ser feliz, cuando quiero seguir caminando conmigo al lado (y contigo, si quieres)... Entonces me pongo música. Y vuelo... Cuando salgo a la calle, a caminar bajo el cielo azul, me pongo una sonrisa que casi me da tres vueltas a la cara y meto mis manos en mis bolsillos, y sólo las saco cuando llueve, para sentir como martillean mis manos las gotas de agua bendita... Cuando quiero romper el silencio, batallo con mi risa contra el viento inmóvil, y hago que la nada absoluta se revuelva en el espacio, y me envuelva como un áurea, transparente y agitada, que me da mayor energía... Cuando me envuelven los fantasmas de túnicas oscuras, subo mis manos al cielo y abro las nubes para que el sol se cuele, entre ellas, por pequeños surcos que se hacen mayores, batiendo con mis manos el cielo, y haciendo que sus rayos convierta en cenizas que se llevará el viento, cada una de las arrugas de esas telas con que cubren su presencia...

Cuando quiero decirte las cosas que nunca te digo, escribo. Y dejo que mis dedos, como un teclado de piano, repiquen sinfonías que suenan a alegría y esperanza. Y como dos mangas de una camisa, las dejo extendidas para cubrir con ellas mis brazos, y entro por ellas, con la intención de que me protejan, la alegría de día y la esperanza, de noche.

Cuando quiero llenar mi vida de colores, abro el grifo de la ilusión. Y me siento en la vieja silla de anea, frente al balcón abierto, esperando que como una bandada de aves del confín del mundo, batan sus exóticas alas de mil y un color ante mi mirada infantil, impaciente... Cuando quiero que las voces hablen, abro los brazos y el corazón se hinche, estirando la piel, sobre la que escribir los versos que a menudo dejo en el olvido...

Y cuando quiero ser feliz, vivo. Así, con la ilusión al borde, con la esperanza, dejando en otros puertos, la tristeza y la desesperación, la pena o el lamento. Camino con la intención de ser y hacer feliz en mi paseo, que es la mejor manera de vivir, como hay que vivir. Y como me gusta vivir. Creo siempre en la verdad, en el camino, en la luz, en la poesía y en el viento. Y con ellos camino por la vida haciendo que sea ese el más justo de mis fines... Cuando acaba el día, la luna me espera para mecerme, como a un niño inquieto, y me asustan los insomnios más que las tormentas y me gustan más las calmas que los placeres... Pero con unos y otros, tejo los sueños de mi vida. Y con unos y otros, respiro, cuando el día comienza y la nostalgia me invita a ponerme de pie... 

martes, 10 de septiembre de 2013

CADA UNO


Me he dado cuenta de que me hago mayor, porque algunas de mis costumbres, arraigadas al pecho como un catarro, que ni virtudes ni bondades, se han matizado, suavizado, calmado... Pero no dormido. Los sentidos, como cantaban aquél, no pueden dormirse, no deben, porque con ellos caminamos por la vida sintiendo, que es la manera que tienen el alma y el corazón de hablar en silencio... Cada uno, con su capacidad de sentir, caminando por la vida con la intención de progresar, de mirar hacia adelante, de caminar con la felicidad a cuestas, vamos marcando con nuestros pasos las intenciones del propio futuro...

Siempre he pensado que hay que sembrar para recoger. Mi padre, que tiene manos y alma de agricultor, siempre ha sido del consejo de esa sabiduría popular a la que acudimos tan poco, y que cuando a ella regresamos lo hacemos como evidenciando nuestra necesidad de buscar una respuesta que nos cuadre... Su consejo, me parece grande, y es verdad. El que por la vida siembra vientos, recoge tempestades. Y el que deja a la mano de los demás, la felicidad más básica, halla en su corazón por respuesta el cariño más grande que se pueda alcanzar... Yo así lo siento. Y así camino.

La vida nos va regalando momentos dulces y amargos. Yo lo digo siempre, problemas, problemas tenemos todos. Y el que no tenga que espere. Pero ante ellos podemos actuar, y así debemos, siempre con un ánimo de resolución y no con un grito de victimismo. Somos capaces de tejer nuestro mañana. Podemos ir entrelazando la mejor de nuestras fortunas y hacer que nuestro destino haga sonreír al corazón. Y eso, aunque laborioso, se consigue dejando que entre por la ventana la vida y recibiéndola con una sonrisa...

Siempre he pensado que perdimos demasiado pronto la capacidad de sonreír. Que nos han obligado, quien sabe quiénes, a pasar por estas vías de tren, esquivando los travesaños y mirando el suelo. Y que así lo único que conseguimos es fastidiarnos el paseo y no mirar al cielo, donde las nubes hacen que todo pase con un ritmo diferente...

Por eso, yo, que noto que me hago mayor, empiezo a mirar al cielo con otras voluntades. Camino con ilusión y con ganas, con devoción por lo positivo y dejando que las emociones me acaricien la piel. Sintiendo el hoy, con el que vendrá el mañana. Y sintiéndome profundamente feliz de todo lo que en la vida pasa, porque es bello, minucioso y sencillo... Pero grande, para un corazón que sigue en su camino mirando al cielo, cada mañana...

lunes, 9 de septiembre de 2013

VOLVER AL COLE


Puede que todos los inicios de cole fueran nublados, es probable.

Es probable que todos aquellos lunes en los que cargaba la mochila con un año más, el sol no saliera, porque recuerdo mi caminar sin fatigas, ilusionado, contento... Sin calor que agobiara. Igual mi recuerdo confunde la hora de la mañana a la que empezaba la vida... Nunca entendí a quienes se quejaban de la vuelta al cole o del primer día de escuela, o como se quisiera llamar. Para mí, volver al cole, era volver a la vida. Dejar atrás las horas movidas del verano, ilusionante en aquel pequeño pueblo que aún llevo en el corazón, con sus fuentes y sus árboles, y sus caminos secretos, que olían a perderse por el mundo. Pero volver al cole, era reencontrarse con los amigos, ver cómo habían cambiado, cómo nos miraban... Volver al cole era contar cuando te habías caído del columpio y te habían llenado el pantalón de rodilleras. De narrar de la manera más épica cómo escalabas aquella tapia de tres metros que parecía un Everest y medio... De decir, que te habías enamorado, en noches de verano, con chaqueta y pantalón corto, zapato negro y calcetín blanco... Y recordar las flores que habías cortado del campo para llevar a la puerta, con la noche como cómplice de todo amor... Contar como con un clavo oxidado habías grabado en la corteza del árbol un corazón y unas iniciales, pensando que algún día, aquellas letras, no las vería nadie más que las dos personas que se juraban amor... Como si fuera el único árbol del mundo, y al tiempo, invisible para todos los demás que pasaban el verano alrededor... Volver al cole, era regresar con el pelo repeinado, caído contra la cabeza por la fuerza de una colonia fresca que olía a limón. Y, vivo, con la mirada puesta en el cielo, pensando que eras la persona más grande del mundo, que te sentías fuerte, porque la ilusión y las ganas, en los pies, te hacían correr hacia aquella puerta inmensa, de hierro verde, que separaba la vida de la escuela de la calle, donde las tardes se iban jugando a la pelota o compartiendo un bocadillo de Nocilla...

Recuerdo la tarde previa forrando los libros sobre la mesa del comedor, con papá al lado y un capazo de paciencia. Recuerdo ojear, ávido, el libro, hojeando veloz de atrás alante, tantas letras y dibujos que iba a aprender... Y lo recuerdo con cariño, olvidando si pesaba mucho o nada aquella mochila repleta de libretas nuevas, de una raya o de dos, que me invitaban a dejar letras y más letras, una detrás de otra, sobre sus hojas inmaculadas... El estuche metálico, con el sacapuntas de hierro. Los bolis, de tres colores y un lápiz, amarillo y rayado en negro, que olía a paraíso cuando le sacabas punta, en la papelera de aquella esquina, donde ibas a la par que otro compañero para contarle la vida, en voz baja, hasta que el maestro te llamara la atención... Recuerdo las colas en el patio, las sirenas dulces de bienvenida y de adiós, los amigos abrazados de nuevo, y los nuevos que venían al cole con sus miedos y sus ilusiones... Y así nos iba pasando la vida, en un pupitre y una pizarra, y tres ventanas por las que mirar al cielo cuando ir al colegio se convertía en una monotonía... Y desde allí, sentado, miraba a las fachadas de enfrente, y luego a los terrados,  así subiendo al cielo, mirar las nubes y seguir volando... Con las frágiles alas de un niño, que quería echar a volar...

viernes, 6 de septiembre de 2013

SERENO


Me tumbé en la orilla, rocosa, sintiendo clavarse cada piedra contra mi cuerpo. Lo hice contra el suelo, apoyando la cara doblada en su gesto hacia el agua que caía desde la lejana cascada y que, algo más mansa, pasaba por mi lado. El oído derecho hacia el cielo, recogía el baile de la hojarasca a unos cuantos metros de altura, perdidos entre las copas de los verdes árboles, que un viento ligero e incansable, no cesaba de tocar, como una partitura afinada y lenta. Sobre mis hombros cayó la carga de la vida, sobre mi espalda el cansancio del camino, sobre mis piernas las horas paseadas y los pies desnudos, se enfrentaban a un suelo de piedras redondeadas, manchadas por el musgo y con un refrescante tacto a vida pasada.

Me quedé mirando, a ras de suelo, con algunas rocas nublándome el horizonte, la belleza indescriptible de aquella serenidad absoluta. Y sentí el corazón salirse por el pecho para batallar contra las rocas que se calentaban bajo mi cuerpo. Caía la tarde, el sol si apenas convertía el cielo en un manto naranja a ratos, violeta, por otros, que se prestaba a ser el más mudo de los testigos. El fresco empezaba a recorrer el cuerpo, y las paredes de las laderas, que bajaban hasta la guarida de mi alma, se enredaban en verdes de mil colores y bailaban contra hojas de otoño de mil y un marrones distintos.

Y sentí una paz exquisita. En un silencio absoluto, con la sola compañía de un agua, incesante, tranquila, pero en continuo movimiento que me invitó a reflexionar sobre como todo va pasando... Así, pasando, haciéndose y deshaciéndose, tejiendo y volviendo a tejer, como una tela de araña infinita sobre la que van cayendo nuestras intenciones, nuestros desvelos, nuestras motivaciones, nuestras ausencias... Así, día a día, minuto a minuto, segundo a segundo... El tiempo se detuvo. Miré hacia el cielo, que había mudado de nuevo, y me sentí tranquilo. Sereno. Fue suficiente. Fui capaz de regresar a aquél rincón escondido del mundo, del que nunca hablé, y sentir que mi corazón se apaciguaba. Latía con calma, con una serenidad, que solo tenían las hojas que danzaban arriba, llegando al cielo... Y sereno, me dormí.

jueves, 5 de septiembre de 2013

FUEGO


Igual que tienes la sensación que a veces te pierdes, a veces igual mismo yo no encuentro el hilo por el que empieza a desconsolarse mi madeja. E intento volcarme sobre las letras, que aquí uno, para enlazar, trozo a trozo, y dejarlas bailando sobre las líneas de tu esperanza, como una estrofa de partitura que espera que alguien comience a interpretarla... Y así, me van pasando las horas, a días, como hoy, con una velocidad que da un vértigo terrible. Y otras, cayendo con una cadencia bárbara que arrastra los pies contra el suelo como encementados antes de caer al mar... Los días van pasando, muchos de ellos bajo un techado de nubes que corren más veloces que el tiempo, y nosotros pasamos por ellos algunas veces porque otras son ellos los que pasan por nosotros. Cuando somos nosotros los que pasamos los días, nos mantenemos ágiles, fuertes, enigmáticos, potentes, desbordados... Cuando los días son los que pasan por nosotros, nos quedamos quietos, sin fuerza, débiles de voz y de alma, raquíticos de latidos... En sombra, como escondidos. Apabullados de tanto arrastre. Y entonces envejecemos, súbitos, y perdemos el calor de la vida, que nos calienta a todos por igual...

Por eso, cuando el calor de la vida, desaparece, hay que esforzarse por avivarlo con leña nueva. Como un buen fuego, con troncos grandes, de vida eterna, pero también con pequeñas ramas que mantengan viva la llama... Esas más pequeñas, mantienen vivo el rescoldo de lo que somos y aunque desaparecen entre llamas antes que ninguna, nos valen para alimentar la llama que nos mantiene vivos. A base de ilusión y de certezas, de emociones y de experiencias, de vivencias y de caminos... Y así, poco a poco, el fuego más lleno, arde cargado de buenas intenciones con las que vamos alimentando las cosas que nos pasan... Y que son, como el fuego mismo, de una belleza hetérea...

Con la misma fragilidad de un cristal, el fuego se rompe hacia el cielo, y con él los pequeños detalles que nos hacen ser como somos y que avivan, más el fuego puro que vuela hasta el infinito cargado de luz. Hay que vivir. Pero hay que vivir por encima del tiempo y de los tiempos. Segundo a segundo. Paso a paso. Con la felicidad repleta, cargadas las pilas, los ánimos y las esperanzas. Con el brillo en la mirada y el pulso en el alma. Con la vida a cuestas, caminando sin lastres ninguno y con las ganas de conquistar un mañana que no llegará mañana, pero que está por llegar...

Vivir, así, tan maravilloso. Tan delicioso cuando se vive en los detalles más minúsculos, más pequeños... Así, vivir, como caminando al ras del vuelo. Buscando un mañana que llegará muy pronto, por el que hay que batallar con fuerza hasta cuando el viento sopla en contra...

Igual que tienes la sensación de que a veces te pierdes, yo hay veces, que siento que te encuentro...

miércoles, 4 de septiembre de 2013

¡HÁZLO!



¿Y si de repente se parara todo? ¿Y si, sin darnos cuenta, un día la lluvia se quedara a mitad del camino, sin repicar contra el suelo, y las nubes estáticas no volaran por el cielo, y la tierra dejara de oler a pena y humedad? ¿Qué pasaría con nosotros si fuéramos capaces, en este mundo loco de disparates, ajenos a toda calma, de frenarno en mitad del camino y sonreír? O alzar la vista... O estrechar una mano. El ruido de cada día nos va intoxicando con su humo color ceniza, y nos ensordece, dejándonos sordos y mudos al tiempo, y convirtiéndonos en pequeñas hormigas ciegas, que se mueven sin distracción camino de su agujero, oscuro y profundo... Sin embargo, por cada una de las sendas que se abren en la vida, se multiplican los colores con una viveza que los hace tan imprescindibles como soñados, pero hace tiempo que dejamos de soñar...

Me despierto cada mañana con la sensación de haber dejado mi descanso sobre la mesita. Y lo recojo, lo guardo entre mis bolsillos y mis entretelas, como desvelo, después de ducharme con aguas de inercia. Camino. Cojo el paso firme, y me dirijo hacia las obligaciones, pero en el trasiego diario, al caminar, camino de donde toca ir, voy mirando al este y al oeste, al norte y siempre al sur, para buscar en los recovecos del horizonte, pequeños detalles sobre los que escribir renglones, a veces rectos y otros torcidos, con los que llegar a ti...

Dejamos de soñar, hace tiempo, porque no encontrábamos esperanzas que imaginar. Porque no hubo metas que alcanzar, y las que nos pusimos alguien se encargo de alejarlas. Nos dejaron fuera de ese paraíso, imaginario e increíble, donde pensábamos veranear todos los segundos de la vida. Y dejaron nuestros pies, sobre el cemento, para que caminásemos entre los enjambres grises de una ciudad. Cuando salgo a la calle, llevo en el corazón y en la mirada, una brocha de mil colores, y al sentir o al mirar, pinto con ella la vida, para darle una pizca más de alegría... Así camino, entre mis sueños y mis esperanzas, cubriendo con un manto de oro, la alegría que faltan en otros ojos. Y sueño. Porque así respiro. Y respiro. Porque así siento. Y siento, porque sólo así puedo vivir...

Si de repente, al caminar, quieres pararlo todo. Házlo. Si sin darte cuenta, la lluvia cesa flotando en la nada y el cielo se queda inmóvil, sé capaz de frenarte y disfrutar de su vista, con tu corazón y tu mirada. Álzala. Hacia el viento y multiplica con los colores de tu alma, el desierto que hasta hoy te acompaña... Yo, cada mañana, cuando despierto, lo hago con los pinceles de mi sonrisa...

martes, 3 de septiembre de 2013

VAYA QUE SÍ


Me he descubierto a mí mismo, después de haberlo escrito casi sin pensar, esta mañana. Me he dado cuenta de ello cuando he hecho, lo que nunca hago, que es releer lo que escribí. Que es un poco como si grabáramos nuestras palabras que se lleva el viento y de vez en cuando, en la vida, nos echáramos atrás, nos rebobinásemos sin mayor intención que descubrir qué hemos dicho... Probablemente, además, si tuviéramos esa oportunidad, en más de una ocasión, seríamos capaces de borrar nuestras palabras, o grabar sobre ellas, igual que de pequeños machácabamos las cassettes con las canciones que, entonces, se nos llevaban la vida...

Lo dicho. Que me he dado cuenta de repente, ya escrito, cuando al releer, apunté que más importante que el qué, que también lo es, lo vital es con quién... Me vienen las mañanas rondando con cierto pesar y el caminar del día, a veces se alarga, se complica, se endurece... Los días de verano se quedan más atrás ya que las palabras que no quise decir, y la vuelta al río, me deja lastrado, con pesos en los pies que nos hunden en el día a día, yo que soy de mantenerme a flote siempre, entre alegrías y esperanzas... Y de repente, esta mañana, una amiga (qué pocas palabras más bellas que ésta) me trajo el recuerdo cercano de una noche sin sueños ni insomnios, cargada de arena y estrellas. Y con ella, me trajo, fugaz como una noche de san Lorenzo, una sonrisa que me quedo para mí. Y que comparto contigo...

Me recordó aquella noche que parece tan lejana como negra estaba, tan cuajada de estrellas y luces de luna, y sonreí. Y respondí, como decía, por impulso más que por inercia, algo que no esperaba: lo importante en la vida, le dije, es con quienes puedes compartir cada uno de esos momentos... Y vaya que es verdad.

Mi vida está llena de pasos largos unos, cortos otros. Cansados a veces. Otras, ágiles y volátiles. La vida, que no para, me deja mil y un segundos. Y de todos ellos, finalmente, si hay algo que me hace sonreír, es pensar que alguien, al lado, los compartió conmigo. Por eso, cuando caminar se hace pesado, cuando los cielos se nublan, cuando el alma truena con tormentas de desespero, es fantástico mirar alrededor y comprobar que alguien más vienen con nosotros al camino, que alguien sopla para que se vayan las nubes, que alguien nos protege como una manta de la tormenta, como si fuera una armadura segura...

Los amigos con quienes compartimos cada momento, hacen que ese momento sea más especial. Cada momento, lo vivimos con alguien y así lo compartimos, regalándonos unos y otros, nuestra propia vida. Es fantástico, vaya que sí lo es. Poder rebobinar en la memoria grabada y descubrir los buenos momentos juntos que hemos vivido. Pero es más fantástico aún, echar la vista adelante, y comprobar que seguiremos juntos por esta calle, o por otras, que nos traerán nuevas aventuras... Eso sí, sin dudarlo, es lo mejor de la vida... Vaya que sí.

lunes, 2 de septiembre de 2013

EL DOS DE SEPTIEMBRE

Me planto ante el ordenador a escribir y si repaso las últimas hojas, caídas por horas de radio, me encuentro carreteras y caminos, paisajes y lluvias, paseos que comienzan... Es inevitable, da la sensación, pensar que hoy tiene que ser, así casi por obligación, el comienzo de algo, el principio, génesis de lo nuevo... Llevo muchos cambios en los últimos meses, lo mío ya no es una catarsis, es una vida sacudida. Siempre en constante movimiento, siempre con cambios, con subidas y bajadas, entradas y salidas... Tendré que asumir, como siempre me ha dicho la buena de Mabel, que algunos nacimos para saltar vallas. Y aquí estoy, salta que te saltaré, caminando por la vida...

Los últimos días (desde el 19 de agosto) han pasado por las fiestas de Mislata, en las que no he parado nada. Ayer domingo, estar en casa, era como un quejido. Y aún duraban las horas de sueño. El sábado, Iván y Adri me lo pusieron fácil, viniéndose de visita a última hora. Cosa que se agradece. Y nos reímos hasta llevar a Amparito y Jessy a casa. Era ya de noche, como todos los días.

Vivo en una espiral. Siempre hablo de la montaña rusa, de las subidas y de las bajadas. Y así la emoción cabalga estos días conmigo: hacia arriba y hacia abajo, pensando por momentos que nos comemos el mundo y por otros, sentándome relajado a esperar que alguien me sirva una porción. El viernes comí con Félix y Angelita cerca de la plaza de la Reina, carne a la piedra y voz. Veníamos del ayuntamiento donde hace las funciones de alcalde en las mismas, y yo de la radio, de una entrevista genial con Carlos Goñi.

Me duelen estas horas, ahora mismo. Este lunes, el dos de septimbre, que es principio de semana y de mes, de curso escolar y, me temo, de muchas más cosas que iremos desgranando. Por lo pronto, ahora entro ya en la radio, luego comisión de Interior y he quedado con Angelita para ponerle guitarra a nuestras obras de teatro. A la tarde reunión en el partido y esperando que llegue la noche para ver como acaba este primer día de nuevas intenciones... Os iré diciendo.

NUEVAS RUTAS


Primero un paso. Y al rato otro. Y luego dos más a los que siguieron una eternidad. Me postré en mitad del camino, con los pies juntos, y la mirada perdida oteando el horizonte donde la nada misma se perdía y entremezclaba con todo aquello que me quedaba por ver. Me paré, conté las nubes que surcaban el cielo de un lado a otro, sobreponiéndose las unas sobre las otras, dejando el cielo enmarañado entre un sinfín de grises oscuros. Abajo, la poca luz que se rompía al clarear, rasgando el cielo en pequeñas heridas, las piedras esperaban que ocurriese algo. Y en medio, el alquitrán de la marcha, emprendía una línea recta, interminable e infinita, que parecía quebrarse a lo lejos. Allí, donde se adivinaban praderas verdes, fuera de este desierto que me acompañaba, el agua se intuía en un riachuelo fresco, lleno de vida. El sonido de su paso contra las rocas siempre mojadas, cubiertas de un fino musgo, acompañaba como música celestial a la luz que lo inundaba todo. 

Y yo, erguido en mitad del camino, viendo a un lado y otro las marismas de la muerte que se adivinaban sobre la tierra, miraba hacia aquel punto final del que nacía este camino de perspectivas dispersas. Tímido, dejé mis manos en los bolsillos, encorvando el principio de la espalda sobre mis hombros. Respiré hondo y pensé: hoy es un buen día para emprender este nuevo camino. Y decidí que podía elegir, que ya es decidir mucho, entre sentarme al borde de la carretera o emprender los pasos. Me sentí entumecido, como si los huesos dolieran a las sombra de una luna llena. Más que por cansancio o fatiga, el paso se frenó por dejadez absoluta. Y porque llegó un momento que andando por inercia me ví aquí. Cuando levanté la vista, fui capaz de comprender que la vida me había puesto al principio de un nuevo camino. Y el reto, que estaba por delante, no necesitaba solo de mi empuje, también de mi cabeza, cuyos latidos sonaban huecos, vacíos... Inertes.

Dí un paso. Y al rato, otro. Y sentí romperse el cuerpo por la mitad, y cada una de las mitades se quebraron en dos más. Y al rato, de nuevo, por medio, cayeron dos nuevos trozos. Y tuve miedo de seguir caminando por si, en poco o en nada, me volaba más pequeño que el polvo o la arena del camino. Pero al dar el siguiente paso, mis partes quebradas fueron creciendo, y se completaron de una manera maravillosa que pude ver porque el cielo se abría. Y cada paso, una ralla del cielo raspaba sobre las nubes y dejaba que el sol se colase, convirtiendo aquel desierto oscuro en un valle de verdes imposibles. Y con otro paso, un nuevo rasguño. Y otro más. Y así el paseo fue quebrando el cielo, que se abría ante mí, como una cortina cargada de futuro. El suelo desértico se convirtió en valle. El agua cubrió sendas nuevas, haciendo brotar un río donde solo había oscuridad. Y su cántico, rompiendo las rocas, se asemejaba al de las aves que lo invadieron todo. Mi paso cada vez fue más firme, más sereno, más tranquilo... Y miré hacía atrás, tan sólo para ver la oscura senda que abandonaba. Pero aquella, lejos de estar entre foscores, se adivinaba también llena de vida. Mientras mis pies, casi ya al galope, seguían caminando por una nueva ruta que se abría en mi vida...

viernes, 30 de agosto de 2013

SEGUIR, DESPUÉS DEL FINAL



Los principios no son fáciles, ni los finales, que se nos antojan tan caóticos y desbordados. Acabar con algo, nos produce una honda sensación de pesar, de muerte, de abandono... Decir adiós es difícil, por eso hay que saber decir hasta luego. Cuando acaba algo, que nos ha pertenecido o que así lo hemos creído, en este mundo de posesivos superlativos, nos quedamos con la vaga extrañeza de que algo desapareció y hasta las cosas más minúsculas se nos plantan delante con una expresión de tristeza que lo invade todo...

Sin embargo, hay que pensar, que cada renglón cerrado, es un punto y aparte y no un punto final. En mitad de esta montaña rusa en la que vivimos, el punto de inflexión que viene marcado cuando algo cambia de manera casi trascendental, aparece súbito y sorprendente para variar nuestros días... La vida nos enseñó a relajarnos, a pensar que cualquier cosa que nos suceda, nos produce una inestabilidad absoluta. Y somos incapaces de comprender, que cada cambio que nos pasa por la vida, nos envía hacia otro lugar distinto, diferente, ni mejor ni peor, ya que es algo que el propio paso del tiempo nos demostrará en nuestro caminar...

El paso del tiempo. Esa imperdible guillotina a la que glosaron los poetas hablando de ríos, de cielos y muertes, de ayer y de alfileres... El tiempo nos condena irremediablemente a ver pasear ante nosotros la vida, con sus festines y sus sombras negras, y como dice el refranero, da y quita razones a su antojo, que es el nuestro. Compartido. El paso del tiempo, nos sigue de cerca, como un espía ciego, para agarrarnos por la espalda y empujarnos hacia adelante. Y así, a trompicones, nos llevan adelante, con nuestros ojos caídos, cada vez que algo acaba, sin darnos cuenta que, en realidad, es justo entonces, cuando algo nuevo comienza...

El tiempo. Incesante. Duro, combativo. Cruel a veces. Siniestro y templado, a la misma vez, que es como decir el mismo tiempo. El tiempo en sí.

Por la vida, caminaba con su mochila a cuestas. Por el camino iba, decidida, viendo un sol enorme, con una luz bella, blanca, inmaculada, al final... Y con la serenidad por alfombra, daba sus pasos hacia él, que la esperaba... Aprovechó para levantar la mirada. Y el sol que la cegaba, le invitó a cerrar los ojos o a desviar su mirada. Y así lo hizo. Y al mirar a izquierda y derecha, comprobó que había flores de mil colores, y que volaban unas aves de exótico plumaje, y que las nubes se hacían malva y el viento las acariciaba... Vio, que no todo era como pensaba. Y de aquella ceguera inicial, pasó a ver que la vida, le regalaba un manto nuevo de oportunidades, que supo disfrutar al continuar en su camino mirando al cielo...

jueves, 29 de agosto de 2013

A VECES



A veces daría un suspiro y medio por ser invisible, por echar a volar sin peso ninguno ni lastre, haciendo de la gravedad una nostalgia. Me vestiría en mi capa de noches sin estrellas, humo sin vida, mañanas sin pesares, y cruzaría el universo de un lado al otro, y el cielo, en contra del viento. A veces sería capaz de dar un paso más por dejar de andar un rato, de llamarte para pedirte lo que aún no tengo, de encender las luces para acabar con el cuerpo ciego... Invisible. Dolorido e intacto. A veces daría la vida por seguir viviendo, la palabra por seguir callado, la verdad, para que la cojas de la mano... Y en el día, cuando el sol lo alumbra todo, me escondería bajo un paraguas blanco para caminar sin dejar ni sombras en el camino... Desnudo, sobre los versos de mi vida.

A veces, del silencio, nace mi verdad. A veces, de estar callado, mirando al mar, como hice, vuelve la memoria de la felicidad. Y regresa intacta. Con aquellas imágenes que el deseo dejó grabadas como fuego sobre el hielo; para deshacerse poco a poco, entre las horas de mi desmemoria, desde aquella infancia feliz.

A veces sería capaz de gritar en mitad del bosque, esperando que la nada rebotase entre los troncos enormes de árboles inmensos. Y el eco, me devolviera desde la lejanía de cuevas y cascadas, promesas que nunca me hice, para hacerlas realidad. Así, solo, en mi paseo. Caminando contra el viento, buscando un mañana donde los ojos no se carguen contra el cemento. Paseando por la vida con la intención de seguir andando...

A veces sueño con lo que ocurre. Y es la realidad que anhelo la que me acompaña de tal manera que no sé si ando despierto o entre desvelos. A veces, el insomnio se acurruca junto a mí, sobre sábanas arrugadas y, otras, caigo rendido sobre el colchón con el peso de mis vivencias colgado al cuello. A veces, me ahogo entre suspiros y deseos, y otras veo pasar la vida por mi lado, como una desconocida lejana y bella, a la que nunca le pregunté el nombre... A la que nunca le di un te quiero.

A veces saldría a gritar bajo la lluvia hasta quedar afónico. Y en la agonía de la voz, sería capaz de llorar de alegría, mientras un manto espeso de agua cae desde el cielo. Rebotando contra la felicidad de mi rostro. A veces, sólo a veces, me gustaría tocar las nubes y devolver aquella estrella a la que le puse nombre, y que ahora es otra estrella en el cielo. A veces, echaría a correr para quedar sin aliento. Y otras, me quedaría quieto, como un niño, con mis brazos cruzados, mirando hacia arriba, donde se esconden las respuestas a las cosas que todavía no me pregunto...

A veces, sólo a veces, mi tormenta es tu tormento.

A veces, sólo a veces, solo, dejaría de tenerle miedo al mañana si no estáis, si os pierdo. A veces decido cuál será mi última palabra, mi último sueño. A veces, y sólo a veces, daría media vuelta en el camino y seguiría andando, por no andar hacia atrás. A veces, sólo a veces, haría que hoy volviera a ser mañana, para compartir mis pensamientos. Y haría de la flor una confesión, y del aire, una quimera.

A veces... Sólo, todas las veces... Daría la vida, por seguir viviendo.

miércoles, 28 de agosto de 2013

LAS BONDADES DEL ALMA

Todos tenemos algo. Y no hablo de propiedades. Nos han enseñado a poseer, y así repasamos desde niños los posesivos que da horror. Mi casa, tu obligación, su palabra, nuestras cosas, vuestras quejas y sus piros (de España). Sin embargo, no nos han educado para comprender que aquello que realmente sí que tenemos, es lo que llevamos con nosotros, dentro. Lo que no nos pueden arrebatar, nuestra capacidad de pensar, de imaginar, nuestros anhelos por volar, nuestros deseos, nuestras ganas de soñar... Hemos pasado la vida, la que llevamos hasta ahora, colmándonos de obligaciones. Desde que se enciende el despertador y le pedimos cinco minutos más, hasta que nos cobija la luna y le pedimos dormirnos antes. Nacemos y nos vamos haciendo, nos vamos asando en este horno social, de verdades y mentiras, de penas y alegrías, tristezas y caminos... Y mientras paseamos por la senda de la vida, cada vez, nos preocupa más lo que tenemos y menos con lo que viajamos, lo cual, hay que saberlo ya, es un auténtico disparate.


Hace tiempo que decidí caminar pegado a las bondades del alma. Se vive más tranquilo, se respira mejor, a ciencia cierta. Y se acaba por complementar más a los demás, que son ese espejo equilibrado y sensible con el que acaban coincidiendo los latidos de nuestro corazón. Hacer más y mejor por los demás, nos conduce, irremediablemente, a reconciliarnos con el entorno y sobre todo, con nosotros mismos. Hacer más fácil la vida de los demás, nos lleva directos a mejorar la calidad de la nuestra y a caminar, por este paseo de la vida, teniendo algo que realmente sí es importante.

Han puesto de moda el yo frente al nosotros, han marcado sendas para el egoísmo que podrían recorrer la solidaridad y el apoyo. Nos han dejado en mitad de una isla, como robinsones sin mañana, cerrándonos los ojos para que en nuestra soledad, tampoco seamos capaces de buscar otras islas ni a quienes las habitan. Y nos han dejado ciegos, ante el sol del futuro.

Todos tenemos algo, estoy convencido. Algo más que nos invita a compartir y a ayudar, a levantar, a decir una palabra bonita, de vez en cuando, a actuar en positivo... El mundo está cargado de irradiaciones negativas que llena de nubes negras cada mañana. Y contra esa postura necia, podemos con nuestras voluntades, cambiar el cielo que nos cubre. Pero hay que querer. Nos han enseñado a poseer y así nos vamos dando el yo al mí, y el tú a ti. Nos hemos separado de las bondades, virtudes y placeres, para acabar sin conseguir nada más. Nos hemos venido arriba, para quedarnos solos. Y desde el atalaya de nuestra soledad, seguimos repasando posesiones, sin pensar que realmente, lo único que sí que tenemos, somos nosotros mismos. Aunque estemos muchas veces, a punto de perdernos.


martes, 27 de agosto de 2013

LA LLUVIA REGRESÓ A MÍ


La lluvia regresó a mí, sin aviso previo, como cada vez. No sé si un otoño adelantado, o una lluvia perdida, pero su tintineo, aquél que repica cada vez dentro de mi corazón, regresó, tantos años después y como tantos años seguidos. Caminé por la calle, sobre un manto de cemento recién secado que empezaba a salpicarse de agua. Caminé bajo el cielo nublado, con el sueño pegado a los ojos, casi cerrados, condenados, por un peso implacable, a mirar a tierra. Y bajo ese cielo uniforme, oscuro, tenebroso, dí mis pasos al comenzar el día. Dejé a un lado el paseo y busqué un taxi que encontré enseguida. Abrí la puerta, con el fresco agarrado a los dedos, y entré, repitiendo de nuevo un camino por el que anduve tantas veces y que no me pareció nuevo, ni mucho menos. Me pareció pegado al de ayer cuando, inquieto, buscaba por los balcones, suspiros que no sé si encontraré algún día...

La lluvia lo inundó todo. Y dejó el cielo cubierto de un gris, plomizo se dice, que dejaba escondido el sol. Ese sol que me acompañó todos estos días en los que mis caminos fueron otros, mis cielos diferentes, mis suspiros también distintos... Y con la compañía de su caída incesante, aquella que descubrí bajo el balcón, mirando al infinito, comencé de nuevo la vida más por inercia que por voluntades...

Así nos manejamos a veces en la vida. Cuando llueve y cuando no. De una manera que sin traer riesgos, es muy peligrosa: por inercias y no por aquello que realmente queremos. Y como me dí cuenta de ello ahora, que aún no es tarde, salté a la calle y soplé al cielo, para que se deshiciera un hueco entre las nubes como hielo que se deshiela. Entró un foco de sol, radiando con una energía inusitada, pero sin quemar nada, y me alumbró sentado sobre la acera, esperando a que cayeran de los árboles algunas hojas sobre las que escribir mis voluntades...

En la vida, mejor o peor, hemos de ser capaces de conducir nuestros pasos. De tomar decisiones. De escribir nuestros planes, aunque sea en el aire para que se los lleve el viento. Pero es importantísimo que seamos valientes y decidamos. Y elijamos. Y queramos.

Por alguna extraña razón, ha llegado un momento en la vida que ésto, lo más básico, querer, ha desaparecido. El deseo, el anhelo, la apetencia, se han disuelto entre el agua de la lluvia contra el cemento por el que caminan nuestros pasos y, sin darnos cuenta, hemos dejado de pretender, de soñar, de volar,... Nos hemos acurrucado mientras llueve, evitando la tormenta, pensando que su agua nos marchita, cuando nos da vida en realidad. Y nos hemos dejado arrastrar por la costumbre sin hacer nada en contra de sus pasos baldíos... Yo, hoy, bajo la lluvia, esta lluvia que regresó a mí, he decidido soplar al cielo y empezar a escribir en verso todo lo que desde hoy quiero...

jueves, 8 de agosto de 2013

LA CUARTA TRAVESÍA: FRÍO ENTRE NOSTALGIAS


Imagina: a ritmo de jazz, se cae el cielo, solo sobreviven dos lechos, uno naranja y otro grisazulado sobre el mar, que acompasado se va. En el cielo una estrella brilla como lucero del alba y una luz de velero baila junto a ella intentando acercarse. Cuando el sol se cae por el oeste, Formentera se escucha en negro, justo ahora que el viento frío va echando sobre mis piernas el cansancio de todo el día, de este último jueves en el paraíso. Me lo dijo la desmemoria, que se inventa nombres de nubes, que en siete días volaré afuera. En el MP3 una colección de cantantes cubanos rinden tributo a Joaquín Sabina, en esta proa acolchada, después de una noche de vientos y mareas. Las luces de los veleros, los luceros de las velas, dibujan un skyline sobre la arena blanca que intuyo, mientras el cielo se viene abajo del todo. Se cae el día en S'Espalmador. Aún queda un rastro final del naranja límite de este ocaso de agostos y legiones extranjeras, por donde pasea mi alma a la que le dedico tan poco tiempo. Aún no pude replantear hacia adónde envío mi vida en los próximos meses. Me frené en lo más básico: comer y liquidarme, ensayar algo mi obra de teatro, conversar y reír. Vacaciones en toda regla. Si miro a diestras se me acaba un atardecer precioso, si miro a izquierda, la noche me gana la batalla por el frío. Si miro hacia arriba, descubro por cuanto tiempo estuve haciendo el bobo, de no mirar al cielo... Son todo estrellas, como aquellas de Nubra, pero más lejanas. El cielo está cubierto de oscuridades y brillos. Así mientras se mece mi noche, la trova me trae “La sombra de un león”... Acabo de escribir en twitter la nostalgia que me trajo la tarde a la orilla blanca de este mar de madurez que atraviesa mi nave del olvido.
Esta mañana me quedé tostado bajo el sol, ensayando un Paulino que promete, y que asusta. Pensé en Angelita, una vez más, y me descubrí, entre lágrimas, tentando a la suerte e intentando memorizar tantos renglones seguidos de penas y miserias. Precioso. La noche empezó antes de irme a dormir, cuando dejamos de cenar, los demás por una manta nocturna en proa y Ali con Lena, vaso de leche en mano, para cerrar un día de órdago. Como otros tantos. Me tumbé a dormir antes de que la medianoche se lo llevara todo. A mí también. A las 3:19 el mar envistió contra babor y a las 4:30 el viento huracanado entró por las ventanas que Ali cerró enseguida. Al despertar, Leo dedicó la mañana a arreglar mil entuertos, desayunamos tarde. Pablo, Raquel y Raúl, no en ese orden, despertaron al olor de las tostadas. Yo me vine a proa, a carmelizarme, ellos a la playa, a pasar el verano. Leo entre calderas. Y Ali, y Lena, por dentro de este Nolan donde se mezclan tantas vidas. Comimos patatas rellenas de bacon que bien valen una oferta de matrimonio y con un vermut a cuestas partimos en zodíac a la orilla. Ellos echaron unas palas, Raquel y yo nos pusimos al día. Me gusta la nobleza de la gente sencilla y honesta. No hay que pedir mucho más en la vida. Y eso se agradece. Cuando casi oscurecía, nos vinimos al Nolan, a punto de captar el maravilloso atardecer que, sin éxito ninguno, intento traeros en estas líneas...
Anoche, cayó la tarde a golpes de hierbabuena, entre risas con un Raúl que se pintaba las uñas de los pies y mi imaginación caminando entre adioses y anhelos. Deseos de tarde de verano tras una siesta entre calores y la resaca de un arroz al horno cocinado con esmero y tomate. El resto anduvieron por la playa mientras cocinábamos Lena y yo el plato del día, después de dedicar la mañana a almorzar y poco más.
Las horas aquí se van, las horas perdidas, en pocas cosas: sol, beber, comer y volver a empezar. Nos ponemos al día, y a la noche. Y nos echamos las estrellas por montera. Como ahora, que ya todo es noche. La luz de la pantalla me ciega al escribir tumbado en proa: pero si cierro los ojos, miro hacia arriba y los abro, me encuentro con un manto de estrellas que tiritan con este aire fresco, de noche recien llegada.

Lo primero que quise fue marcharme bien lejos, en el álbum de cromos de la resignación... Tan joven y tan viejo. Escucho a oscuras la canción, rebuscando en las estrellas del cielo, recordando aquella otra vez que les pedía tanto por ti... Y el recuerdo me hace llorar, en silencio, pensando la suerte que tuve...

miércoles, 7 de agosto de 2013

LA CUARTA TRAVESÍA: LUCES QUE SURCAN UN CIELO NOCTURNO

“Me llaman loco, por rogarle a la luna detrás del cristal; me llaman loco si me equivoco y te nombro sin querer, me llaman loco por dejar tu recuerdo quemarme la piel...”. Suena Pablo Alborán, en esta mañana de miércoles sin trabajo, mi primero de vacaciones desde las vacaciones del año pasado o si la tele me cayó en algún festivo, que no lo recuerdo. El sol acaba de contagiar a un día que empezó nublado tras una noche movida y de vientos, que nos ha acunado con mayor vehemencia que este mismo Mediterráneo en las noches anteriores... Tomo una cocacola, el generador de fondo, el párpado derecho temblando y todos los demás en la playa de S'Espalmador (¿Sería S'Es Palma d'Or en algún momento?). Siguen llegando yates y el mar, con un turquesa intenso, ganando como casi siempre en fuerza al cielo, nos acuna a las dos de la tarde. La mañana se me ha pasado volada, como la de ayer. Cuando el cuerpo y la vida se acostumbran a estos días, las horas empiezan a caerse más rápido, lo cual no significa que no nos deja momentos para creer sinceramente que el propio tiempo le ha parado el tiempo al tiempo.
Ayer la mañana fue igual. Nos levantamos con un cansancio justificado, tras las vísperas de aventura, y nos bajamos a desayunar en tierra Lena, Leo, Pablo, Ali y servidor. En el “Café del Lago” de S'Estany de Peix tomamos tostadas y zumos naturales, cafés y azúcar. Al acabar, con ese fuego que dispara siempre del suelo de Formentera, nos fuimos al mercadito. Ali y Lena se dedicaron a repasar cada puestecito, mientras Leo y yo nos fuimos a la naútica a rellenar unos papeles que no habían llegado. Mientras lo descubría Leo, en la calle, sobre unos escalones de madera le escribí una postal a Edurne, cada día más mayor. Fuimos a enviarla y de paso tomamos una cocacola en el paseo, bajo los portales, que soportaron nuestras vidas de septiembre en adelante. Del tiempo que me prometí para la reflexión uso menos del que debiera. Pero algo lo uso. Ahora, por ejemplo, en esta soledad que se hace cómoda de vez en cuando en la vida. Me quedé hoy en Nolan ensayando la obra de teatro para Octubre, mientras el resto bajaron a la arena...
Con la compra hecha en el Tandy (tan sarrionense el supermercado, vive Dios) nos regresamos al barco. E hicimos camino hasta S'Espalmador, pasando antes por una gasolinera donde el sol nos castigó con una injusticia sobredimensionada. Mi travesía fue de hidratación y olvido. Y cuando llegamos al destino, el calor se apoderó. Raúl regresó a su cachimba con esencias de rosa (no sé si de Alejandría). A la segunda copa, decidimos rellenar el hielo y largarnos a proa. La caída de la tarde se adivinaba tras un manto de cielo gris y ocre, que dejaba al sol como una aparición dorada tras las nubes que lo cubrían todo. El resto, un tesoro de azules. Pablo y yo nos sentamos al borde del abismo. Leo se había ido a pensar a la costa de su playa. Raúl fumaba tumbado sobre la cama y Raquel desafiaba al cielo. Nos cayó la noche en proa, hablando de religión y política, volviendo al mundanal ruido, entre hielos, desde la comodidad de un barco que se pierde entre la negror de la noche. El mar se vino arriba. Cortábamos entonces patatas y cebolla para freír. Raúl preparó unas hamburguesas en la barbacoa. Y cenamos, entre risas, una noche más. El cansancio, me dio de rebote, al caer contra el día que se acababa. Y me acosté, con el mar zozobrándonos cada vez más batiente. No sé las veces que me desperté por la noche, movido por el agua continuo. Una de ellas me levanté a comprobar que era aún de noche. Y el viento, impetuoso, que hoy se espera mayor, entraba ladrón por la ventana contra mi cuerpo dolido de sol y arenas. Me dormí. Y de repente me desperté y comprobé que el mar estaba en calma. Ya era de día. Se levantó Leo, luego Ali y al rato Lena. Pablo, Raúl y Raquel, cuando ya habíamos comprado a una zodíac unos croissants y dos trozos de bizcocho de chocolate. Preparamos el desayuno más copioso del viaje y nos sentamos, casi italianos por tanta afición al mantel... Ellos se han bajado a la playa. Yo me he quedado escribiendo ahora, leyendo antes la obra de teatro, imaginando a Ángeles bordar su papelazo... Con ella me whassapeo a ratos, como con Laura antes y anoche, con Manuel esta mañana, con Amparo anoche, con Álex la tarde de ayer... “Ahora, no aguantaré sin ti, no hay forma de seguir, así...” sigue Pablete Alborán en la radio mientras la isla frente a mí me proveé de un muro de mástiles y olas en peregrinaje. Como hormigas lejanas, los hombres regresan de sus baños de barros y la música le da una sensación de irrealidad absoluta, como si todo lo que se mueve ante mí, fuera solo eso: irrealidad. Y qué irrealidad tan fantástica.

lunes, 5 de agosto de 2013

LA CUARTA TRAVESÍA: NAUFRAGIOS Y COINTREAUS


Lo más parecido a la libertad absoluta, la que no tengo por ser esclavo en silencio, debe de ser el paseo de popa a proa que acabo de hacer. Quedan siete minutos para que den las nueve de la noche y la brisa se mueve huracanada, haciendo que las maromas se froten y resuenen estridentes contra el casco del Nolán. No creo que fuera capaz de describir perfectamente la paleta de colores repleta que me dejan el cielo y el mar. El atardece es un punto amarillo intenso, como de fuego, que se esconde tras la ladera que lo recorta. Sobre él, las nubes primero son de color carne, se bañan luego en malva, y mezclan mil violetas y azules distintos. El cielo tiene nubes de noche, que lo cierran todo con otros azules pastel y algunos grisáceos avioletados. El mar es azul casi negro, petróleo de aguas que no cesan y que se vienen contra la cosa de Es caló dejando al fondo el perfil de Ibiza desdibujado en morados y grises que todo lo combinan. Fantástica naturaleza. Zozobra el barco, aquí y allá, garreando al final de la tarde, mientras el viento, que no sabemos de dónde viene, nos deja la sensación de que no se va hacia ningún lugar. Vuelve el sonido de la madera golpeada y de los cabos crujidos. El oleaje no cesa, se escucha al fondo batirse contra las rocas de la costa de Formentera... Se fue el sol. 20:58 p.m.

Anoche cenamos contra el cansancio una pizza de mil sabores que cocinó, maternalmente, doña Lena. Lo acompañamos de ganas por salir, el agotamiento del día y el hastío que deja en el cuerpo el sol, que todo lo duele. Fui acordando vernos con Amparo y le dije al final de acudir al The Beach, terrazón veraniego de corte italiano, donde las copas caen a precios de cielo, pero te las ponen en la barra de la manera más mundana y carnal que pueda sospecharse. Nos hicimos a la mar, como principio de nuestra aventura. Y atravesamos medio canal de S'oli hasta s'Estany de Peix. A mitad de la noche, Raquel, Pablo, Raúl, Leo y servidor, cobijados por un manto de estrellas punzadas con desdén en la apagada noche, nos encontramos con nuestra suerte entre olas de mar. Pudimos comprobar, y que bueno es así como anécdota contarlo hoy, que la teníamos de cara una vez más, así cuando, como te escribo, en mitad de la noche, se empezó la zodíac a llenar de agua. Entre risas, como toca y se espera, comprobamos que el agua nos llegaba por los tobillos. Todos, además, yo creo, manteníamos la preocupación de pensar que aquella nave estaba a punto de dejarnos a la deriva en mitad de la primera hora de la madrugada. Y pudimos alumbrar algo, junto a los pies de Raul, para comprobar que se había abierto una vía de agua por donde entraba casi más mar del que teníamos afuera. Pasamos de la risa a la tragicomedia, cuando vimos que el agua casi saltaba por encima de la zodiac hacia afuera, o nos entrara por la misma medida el mar que, negro, nos mojaba como testigo de todo lo que iba a llegar... Empezamos a contar por impulso los metros que nos podían separar del mar, y a partir de este momento cuál iba a ser nuestra fortuna. Y ésta llegó como siempre sin esperarla y de manera impactante. Llegando a la costa, Pablo y servidor nos bajamos para aligerar la carga y achicarle algo de peso a la lancha, que se deshacía ya sin devaneos. Y en dos olitas orilleras, se rompió el suelo de la zodíac que cayó contra la arena tobillera de la playa...
Contado hasta aquí, lo que pasó. Incertidumbre y rabia, desespero y risas, mezclar los sentimientos en ese momento y vistos a salvo de lo que podía haber sido y no fue, entendimos que empezaba allí nuestra noche sin vuelta al barco y que habría que organizar las horas para llegar lo antes posible al barco, pero, evidentemente, ya al día siguiente...
Fuimos a “The Beach” primero. Llegamos a Es Pujols con un taxi, Raquel, Pablo y yo. Tomamos un café y me fui al encuentro de Amparo, Richard, Santi y Mar. Los encontré enseguida. El pub estaba más vacío que otras veces y les conté la odisea, pidiéndoles que al día siguiente nos ayudarán en nuestro propio rescate. Llegaron al rato los demás, cuando éstos habían decidido irse. Pero cuatro canciones italianas y dos temazos discotequeros sirvieron para seguir envueltos en mojitos, rones con cola, whiskys y demás. Acabamos a las cuatro de la mañana de risas, como callejeros de televisión recorriendo la isla y compartiendo mil fotos en los grupos del whatsapp. Ellos se fueron y nosotros hicimos marcha hasta la Pineta Club, con su fiesta I'm a rich bitch, cuya traducción obvia no traslado, porque no procede. Música, petardeo italiano, espectáculo de primera y bailes a tope para llegar a las seis de la mañana en que fuimos saliendo. Leo se había ido a dormir a la zodíac. Lo encontramos durmiendo entre matojos en la playa, a los pies del cartel del Hotel Sa Savina. Nos fuimos nosotros cuatro a almorzar: bocadillo, patatas y calam.ares, contra economía de guerra, apurando hasta el último euro y desgastando la batería del móvil. Nos regresamos a la playa y yo intenté dormir sobre un muro de cemento, pegado a la playa. Me desperté cuando Leo y Pablo se iban a la naútica, buscando solución, y mientras Raúl y Raquel no paraban de reírse, estrepitosamente, escuchando un temazo italiano en el móvil: “Non sucederà piu”. Que es una mentira que como mantra nos la repetimos toda la vida los que seguimos haciendo el bien... Por teléfono adivinamos que teníamos difícil situación. El calor y el cansancio se aliaron para convertir el final del sueño en el principio de la pesadilla, pero cambiamos el horror por la risa e hicimos que todo fuera más fácil. Llegaron Leo y Pablo: o se compra nueva zodíac o se repara esta y alquilamos otra. Leo dudó, afortunadamente, entre dos opciones. Y al final eligió la que a todos nos parecía más inteligente. Pero hasta que llegamos a comprarla, pasamos por un taller naútico, una hora de flashes compartidos (de los sabores más extraños) y whatsapps mañaneros con Amparo, que vinieron con su zodíac a salvarnos del empastre.

Nos vinimos – cuando conseguimos localizarles en la avenida Mediterráneo, 84 (bendita fortuna) – Pablo, Raquel y yo. Mar y Santi les esperaron en la costa. Llegamos al Nolan, con la alegría en los ojos de Doña Lena y Alicia, contenta, de ver que todo volvía a esta extraña normalidad en la que nos pasan todas estas cosas que sólo nos suceden a nosotros. Bendita suerte. Al rato vino Leo con Raúl, cogieron dinero y compraron la zodíac. Regresaron al Nolan y emprendimos marcha a Talamanca para recogerla. Nos ayudó un chaval a que Pablo y Raúl llegaran a la costa, mientras en esa hora de espera malpicamos alguna cosa porque no teníamos el cuerpo para comer. Regresaron y nos volvimos a Formentera, durmiendo, básicamente. Y de nuevo, al llegar, salto al mar, que todo lo purifica. Escucho ahora las gaviotas a lo lejos darse su festín. Todo es casi negro cuando escribo esto y pocas luce hay más que la de la pantalla y unos cruceros a lo lejos, Sa Savina y el puerto... Y alguna casa perdida entre las dunas.

El día de hoy fue resaca y continuación del de ayer. Poco nada más que no pasara por nuestra particular aventura, que rematamos con otra sandía de Cointreau y Ron con azúcar. Raúl la emprendió con su cachimba, Raquel dormitaba bajo la manta, friolera, Pablo pasaba de fotógrafo a fotografiado, recordando divertido anécdotas de anoche. Volvió a sonar la canción italiana, mientras Ali miraba al infinito y Leo se consumía pensando el sabrá qué. Yo, seguí, como ahora, mientras preparan la barbacoa, que soy un tipo afortunado... Al que le pasan muchas cosas. Eso sí.

DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 14.

DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 14. "Bendita locura" En la limpieza de fotos, anoche, volvió a aparecer el bueno de Paulin...