miércoles, 28 de junio de 2017

¡NOS EMPUJARON A LAS TRINCHERAS!



¡Nos empujaron a las trincheras! Sé lo que quiero decir. Y quiero decirlo. Lo que no sé es si acertaré en cómo hacerlo... Me apena brutalmente todo lo que está pasando en las fallas. Quienes me conocéis sabéis que me apasiona más mi yo fallero que el político, porque puse el corazón en lo primero y la cabeza en lo segundo. Nunca he mezclado ambas cosas. Nunca. Porque nunca me ha gustado que lo hiciera nadie que ame esta fiesta... Pero es inevitable. Si callas, consientes. Si hablas, pecas. Les gustas a los tuyos y los de enfrente se revuelven... ¡Nos empujaron a las trincheras! ¡Qué pena! Ayer mismo discutí con un amigo. Me dolió que me acusara de cosas que sé inciertas y le pregunté si de verdad quería que "yo entrara a politizar las fallas"... Me ha sorprendido como dos comentarios míos en face - la definición de grotesco y el de ayer de Tejero - han valido para que algunos se borraran de mi face. Cierto es que han pedido amistad muchos más, pero tendemos a mirar esas pequeñas cosas que aparecen como piedrecitas en el camino. ¿De verdad creen que si quisiera hacer daño dos chistes es lo mejor que tengo? ¡Tan peligrosa es el arma del humor! En fin... Dos se fueron, dos a los que no les gustó lo que dije. Pero lo que es peor: lo que no les gustó fue que hablara. Les gustaba estar en mi face si yo callaba; pero, si digo algo, aunque sea con sorna y humor - esta fiesta iba de eso ¿no? - saltan por los aires porque tendré alguna intencionalidad política para hacerlo... No lo dude nadie: si algún día tuviera otras intenciones que no fuera defender esta fiesta, daría un paso adelante y lo haría público. Me educaron para ser honesto, leal y justo. Yo no soy una rata que corre a tirarse del barco cuando vienen mal dadas ni que coleguea con el poder, lo tenga quien lo tenga, por el simple hecho de sentirme alguien... Y yo, que siempre he intentado ser equilibrado y comedido, necesito hoy decirles que si se fueron, tengan buen viaje... ¡Me gusta la vida! Pasa rápida y tiene mil cosas maravillosas como para quemarlas con gilipolleces. Reconozco que soy peculiar y que siempre he sabido buscar esa parte diminuta y especial que tiene la vida, para exprimirla. Pero nadie puede aspirar a que para sentirse feliz yo tenga que callar siempre. Porque en el momento en el que dices poco, sacan a relucir tu carné si lo tienes o te ponen el que más interese... ¡Nada cambió señores! Los que ayer llamaban sin complejos borracha a Rita hoy se rasgan la fina piel que les cubre porque les llueve finamente. Y su moral, esa con la que tantas lecciones nos dieron, se mudan hoy a ser la excusa con que defenderse de todos los ataques que tienen y los que imaginan. Algunos saltan a justificar todo cuanto en privado te dicen que no tiene razón de ser, solo porque el amo vea que su voz se extiende... Y, la mayoría de las veces, cuando la lluvia es algo más fuerte, corren a esconderse sin avisar al amo porque aquí cada uno tiene que guardarse su propia espalda... Pasó siempre. Pero no todos lo hicimos ni lo hacemos. De pena. Las varas de medir se hicieron más pequeñas y lo que ayer era una chirigota hoy es una proclamación de guerra fraticida. ¡No me esperen! Ni los moros ni los cristianos... Ahí no, en ese ruido, no. Pero tampoco pretendan que calle siempre. Me cansé. Porque otros pueden decir lo que quieran y los demás respetamos. Y otros, en cuanto sacamos las palabras a pasear, nos encontramos con un sinfín de reproches que alguien debería de decírselos a su espejo. Siento si esperaban ustedes que yo fuera un fascista que no acepta el diálogo. Siento si les rompí su sueño de no pisar el charco que todos esperaban que pisara. Disculpen si me siguió pesando más la Fiesta que las personas que la habitamos. Y perdonen si me gusta vivir. Pero no pienso hacer otra cosa... Sigan con sus ruidos, sus miserias, sus pobrezas, sus venganzas, sus temores, sus aspiraciones y sus mamoneos... Sigan borrándose de mi facebook si no les gusta leer esto, pero es lo que siento. Y lo que siento, me pertenece. Es mío. Y tengo derecho a vivirlo... Y a compartirlo con quienes sí quieran seguir conmigo. No compartiendo lo que digo, me basta con que lo respeten. Que es lo que yo hago.

DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 14.

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