lunes, 29 de enero de 2018

YO SUELO


Yo suelo ponerme el teléfono en la oreja izquierda, despertarme cada día más pronto y pedir cinco minutos más. Yo suelo mirar de cara y soñar despierto, echar en falta volar y sentir que todo pasa con demasiado peso. Yo suelo enjabonarme solo la cara, las manos y el alma cada mañana en la ducha y buscar un trozo de chocolate cuando acabo de comer. Y de cenar. Yo suelo estar siempre, hasta cuando no te lo piden, porque pedir es la última vocación de la amistad. Yo suelo dar las gracias por todo y por cada pequeña cosa. Yo suelo no rendirme en la vida. Yo suelo defender lo indefendible y ponerme bravo por los míos. Yo suelo mirar al cielo y ¡cielos! si miro a los suelos... o a los infiernos. Yo suelo escribir menos palabras de las que siento. Yo suelo decir más de lo que presiento. Yo suelo sentir los daños ajenos y los dolores de otros. Yo suelo vivir sin hacer daño a nadie. Yo suelo no mentir ni testimonio en falso. Y suelo sonreír cuando llega un mensaje inesperado, un guiño del destino o una indirecta feliz. Desconfío de los que desconfían y aprendo de los que enseñan. Yo suelo imaginar castillos en el aire que nunca se caen y tejer ilusiones para mí y para otros, hacer que la vida sea más bonita. ¡Tan bonita!

martes, 23 de enero de 2018

MIS TEATROS


Aquello de que lo tuyo y lo mío es puro teatro es una obviedad reescrita mil veces. Que estamos siempre en una obra de teatro, o que hay que vivimos en un escenario sobre la platea más inmensa, que es el mundo, no son letras nuevas ni algo que no hayamos dicho tantas o más veces de las que lo hemos pensado. Pero es real. En esta vida que sube y baja, que emociona y sorprende, que decepciona y compensa, solo nos queda el camino de ir haciendo, de ir diciendo, de ir sumando... De actuar, a veces como esperan de nosotros, casi siempre, y otra, cuando nos ponemos estupendos y nos dejamos arrastrar por el egoísmo de ese yo cansado y batible, asegurando que ya no habrá más actores en nuestro teatro que nosotros mismos...

Pero el teatro nace para que otros lo vean. El arte de la escena tiene sentido cuando frente a quien actúa hay un público, numeroso o no, pero preparado para que les llevemos otro drama, otra comedia... Otro acto.

A menudo y casi siempre me paro en mitad del camino, entre dos actos, a pensar si ese público que está silencioso en las butacas se habrá dormido, si se habrá ido, si ya no estará... Los focos queman con una voluntad tendenciosa y cargada de avaricias con la única meta de cegarnos. Y allí, solos, sobre las tablas, clamamos, proclamamos y callamos.

Hay días que la vida quiere que todo sean comedias. Otras, nos lastra violenta con dramas. Y entonces, el teatro pierde luz, pierde brillo. Y vuelve la angustia absoluta de saber si habrá público, si aún habrá allí manos, más para ayudar que para aplaudir. Si aún quedará alguien para vernos sobre el escenario... o será toda la soledad de uno, el escenario y la nada. El vacío absoluto. El silencio.

Aquello de que lo tuyo y lo mío es puro teatro será algo repetido mil veces. Pero no deja de ser una realidad absoluta. Una evocación de lo cotidiano. Un suspiro con el que cerrar los ojos cuando la vida nos da dramas, respirar fuerte y volver a abrir la mirada en mitad del escenario... 

lunes, 22 de enero de 2018

LA HABITACIÓN MENGUANTE


Hay palabras que yo no sé escribir. Porque no las he dicho nunca.

El lunes se alarga con una mañana intensa, una tarde que parece no pasar y una noche por delante que se abrió hace ya un rato, con esta absoluta oscuridad. El poniente barre el invierno de las calles y lo deja en verano tardío. Da la sensación de que se hubiera volado la tierra, enlairada, y hubiera ido a chocar contra dientes y ojos. La oscuridad de la noche es todo penumbra, como una metáfora infantil que me deja entre el desasosiego de los últimos días y una serenidad completa. Ando en ese equilibrio desquiciado, sin saber si hay paz absoluta o una inercia que sacude como lodo, denso, arrastrándose y llevando también a mí. Dicen en estos casos que lo que hay que hacer es parar, tomar distancia y volver. Pero yo no tengo tiempo ni geografía para alejarme.

Me alejé de cosas hace ya tiempo y algunas aún hoy las hecho en falta. Como adolescente dormido, sintiendo que el paso del reloj avanza. Alguien me grita desde dentro que despierte, como sin rumbo, y comience a andar. Hay momentos que la que camina sonámbula es el alma. Por dejadez, por cansancio, por agotamiento, por arrastre, por silencios, por calmas, por tranquilidad, por inercia... se caen las hojas del calendario con un otoño duro y bravo. Y yo, yo camino, empujado por la costumbre sin saber si este desapego hoy es el cansancio hasta ayer o la calma total de hoy en adelante.

Hay palabras que no sé escribir, porque no las he sentido nunca. Y haría un listado que romperían al más enemigo y harían conmoverse al amigo absoluto. La vida va pasando. Lo veo en los cuerpos que caminan hacia la vejez con paso acompasado, despacio. Y cada día, cada una de esas hojas caídas, marca como un diapasón fanático el total de nuestras últimas horas.

¿Y qué busco para este camino?

Paz, para conmigo. Y con los demás, amistad y camino. Tranquilidad para enfrentarme al futuro, sensatez para combatir el presente y salud para no olvidar el pasado. Calma cada noche y serenidad para cada despertar. Energía y sanas alegrías. Felicidad en pequeñas pizcas y alguna ilusión que me desborde. Ser más yo y querer menos de fuera, esperar sin desesperar, y no asustarme... sordo ante las amenazas que se quedan fuera. Y una puerta, que se abra y se cierre. Y al lado, una ventana. Para ver el cielo si no salgo de la habitación menguante.

Y un atardecer, como un tesoro. Que rememorar... que recordar siempre.

domingo, 21 de enero de 2018

SIERTE



A veces la vida rueda hacia un sitio, otras hacia otro. A veces todo fluye y otras, todo explota. A veces me mata el pesimismo y otras vuelo de lo más optimista... llevo días convencido de que todo apunta hacia arriba. Pero exploto en un hielo y le repaso a mi amigo la sensación de que todo explota... Y tiempo al tiempo. Salgo a la calle. Y sonrío: mi número de la suerte, mi favorito, es el siete. Y ahí está la respuesta. Y arriba, la noche.

jueves, 18 de enero de 2018

GRIS CLARO


Claro que me caí. Mil veces. O mil una. Y claro que me levante: mil y dos. Y habrá mil y tres. Y las que vengan... Escribo estas líneas sin mayor necesidad. Me he venido con calma al año nuevo. Como todo, hay días mejores y días peores. El de hoy no es malo. Dormí algo menos esta noche porque ayer estuve en el cine. Viendo la vida en una pantalla gigante con la que soñar... Me despisté una hora y cuarenta minutos. Lo justo para pensar solo una vez mientras Álex de la Iglesia hacía de las suyas en el trabajo. En el día a día. En el noche a noche. Porque algunos trabajamos de día y nos llevamos los cansancios, las tensiones, las dudas, las sospechas a casa como si fuera trabajo de cole que hacer el fin de semana. Por eso, me despisté. Me fui a otras cosas. A esos "Perfectos desconocidos" que me hicieron reír y aplaudir, desde la butaca y con mi dolor de espalda. Lo pasé bien.

Y hoy. Hoy también lo paso bien. Mezclo mi café con resaca de duelos y soy capaz de dirigirme todos esos mensajes que sé me pueden machacar de manera más contundente. Lo hemos sabido siempre: no hay mayor enemigo que uno mismo. Ni mayor amigo. Y en esa amistad compartida de vida he aprendido muchas cosas. En otro momento, y no mucho más lejano, yo ahora ardería. Y sin embargo, como un caramelo, paladeo cada minuto y sí, no lo niego, ahogo algunas semanas con ganas de que pasen. Algunas horas con ganas de que se descuelguen. Algunos días con ganas de que sean noches... Noches solitarias, eternas. Dormidas.

Estoy en calma. Aún con tanto ruido, con esas espadas en alto que algunos baten con intenciones personales, oscuras y perversas. Yo camino. Con el viento contra la cara sintiendo la vida. Con ese viento lleno de polvo que se alza inmisericorde y salvaje. Que se revuelve. Que no soy yo... Porque yo no me revuelvo tanto como creen. Porque yo no soy tan salvaje como querría. Porque a mí me queda aún la misericordia... ¿Sabía alguien que la misericordia une la miseria y el corazón? Se tiene compasión de las penas ajenas... Lo que no sé es que palabra une las miserias y los corazones de otros. La negritud. Y la vida pasa...

Claro que hay días oscuros. Yo creo que ayer era más gris. Hoy me revuelvo, me sacudo. Y aún así no fue un día negro: un gris claro. Un gris que me devolvió canciones de ayer hoy en forma de resaca. Y escucho por tercera vez a los Kansas... Las canciones, lo digo siempre, nos viene a la cabeza por algo. Y aquí estoy yo... Así estoy yo. Hoy... y mañana: polvo en el viento.


martes, 16 de enero de 2018

HADAS Y NINFAS


La Rusalka era la ninfa eslava que atraía a los hombres para matarlos. Como cuento sería breve, conciso. Acertado. Como anécdota de mi vida, poco menos que una moraleja más que atinada. Hoy es martes. Y no llueve. Pero yo me voy haciendo mayor. Y creo que estoy acertando al envejecer con palabras y silencios.

Aprendí qué era la rusalka al acabar el programa de radio: me vine a casa caminando por al avenida del Cid con la pena cogida al alma y el móvil en la mano. El resumen de la conversación era la muerte y los entierros. La muerte siempre amarga, pero el entierro puede ser bello. Se puede tener derecho al entierro bonito. Que es, en sí, algo como de leyenda negra. Oscuro. Como son de siniestros quienes apuntan con una mano o quienes disparan con mano ajena. Me hablé la avenida con Cristina como hace siete días con mi Mabelón. Ellas no son rusalkas, al revés. La una por casi recién llegada, la otra por inevitable en el paso de los días, las horas... los años.

Voy a cerrar el día viendo tele. Olvidándome de las aguas turbias y las ninfas eslavas. De los humos lejanos y los futuros próximos. Los futuros próximos es algo como Los tacones lejanos o Los paraísos perdidos, de esos títulos que dan que hablar... Yo, después de todo, he aprendido a whassapear las penas y las alegrías, las rabias y los sinsabores... Y luego me voy a dormir. Apoyo la cabeza sobre la almohada y me dejo llevar por las hadas...

 

lunes, 15 de enero de 2018

ENJUNDIAS Y PETULAS



Veo a Carmen Maura en la tele y me parece tan maravillosa como siempre. Cené unas tostadas con ajoaceite y otras con paté. Miré por encima facebook porque lo tengo absolutamente abandonado. O casi. Absolutamente es siempre eterno. Me desmaquillo ante el espejo y huelen las toallitas a semanas de triunfo. Es lunes. Me trae Vaello en coche y conversamos. Cerré algunas conversaciones por whatsapp. Una reunión de grupo y otra de afiliados. La noche fría. El bizcocho aún sobrevive, fresco. Cada día mejor, sabe más a canela. Me revuelvo entre leer, ver un capítulo de vampiros o volver al diario de la criada. Me iré a los mordiscos. Desayuné un café semifuerte. Trabajé a velocidad de que se me fueran las horas. Cada día se pasan antes. Comí arroz de ayer. Vamos de sobras. Y me fui a la tele. Frente a la nada, trabajo. Alguna confesión suelta, nada de enjundia. Enjundia es una palabra que casi no uso (no vayas al diccionario. Enjundia: Importancia o riqueza, especialmente de una cosa no material.)
Y cuando ya todo se cae. Una canción. Aparece de repente y la canto... No sé por qué. La noche es de Petula Clark y su Downtown. Siempre, a la cabeza, las canciones me vienen sin saber razón... En esa locura mía, que tiene banda sonoras... Y comienza la música...

Cuando estás solo y la vida te pone melancólico
siempre puedes ir al centro.
Cuando te preocupes, todo el ruido y la prisa
parecen ayudarte, lo sé, en el centro.

Simplemente escucha la música del tráfico de la ciudad.
Párate en la acera, donde los signos de neón son bonitos,
¿cómo puedes perder?
Las luces son mucho más brillantes allí,
puedes olvidar todos tus problemas y todas tus preocupaciones.

Así que ve al centro.
Las cosas estarán grande cuando estás en el centro.
De seguro no hay un mejor lugar, en el centro
todo te está esperando.

No estés holgazaneando y dejes que tus problemas te abruman,
hay espectáculos de cine, en el centro.
Quizás tú conozcas algunos lugares pequeños a donde ir,
donde nunca cierran, en el centro.

Simplemente escucha el ritmo de una bossa-nova suave.
Estarás bailando con ellos también, antes de que acabe la noche,
feliz de nuevo.
Las luces son mucho más brillantes allí,
puedes olvidar todos tus problemas y todas tus preocupaciones.

Así que ve al centro,
donde todas las luces son brillantes, el centro
te espera esta noche, en el centro
vas a estar bien ahora, el centro.

El centro
El centro

Y puedes encontrar a alguien amable para ayudarte y comprenderte,
alguien que sea igual que tú y necesita una mano suave
que lo guiará en su camino.
Así que quizás te viere allí.
Podemos olvidar todos nuestros problemas y todas nuestras preocupaciones.

Así que ve al centro.
Las cosas serán grande cuando estás allí, en el centro.
No esperes un minuto más, en el centro
todo te espera, en el centro...

Pd: Habrá que ir al centro... aunque sea de rebajas.


domingo, 14 de enero de 2018

LOS TITULOS DE LOS LIBROS




Hoy en agenda tuve un domingo con concierto flamenco por la mañana. Un arroz de marisco para hoy y para el resto de la semana. Y más coca de llanda. Claro, cuando se hace se hace. Hoy tuve tiempo para escribir algo. Y estuve más tumbado que derecho. Por no hacer no hice todo lo que quería hacer. Es un trabalenguas y una verdad, como la vida misma. La gente se ansia por decir que la vida es una mentira. Yo creo que no. Que es una verdad. Una verdad verdadera. De las que asustan...

Elegí ir haciendo camino. Me puse las pilas, de manera autorreflexiva, como aquellas oraciones que analizaba hace treinta años en las clases de lengua. Y las de literatura. Pues eso. Reflejo a mí mismo de mis pilas, mis baterías, mis intenciones y mis voluntades... En modo arcangélico sería algo así como "Toma su mano y recupera la fe, la confianza en ti y restaura el amor en tu corazón". En plan humano, camina adelante con fuerza. Cree y fortalece. Y de buen rollo, que es el camino que llevo...

Hay personas que me generan mal caldo, lo reconozco. Pero he aprendido, como un ojeador de fútbol, a mirarme desde fuera. Y a mirarlas. Y pienso: si no suman, fuera. Si restan, fuera. Si dividen, fuera... Vamos, que si no calculan, fuera. Afuera, mejor dicho. Pero ya no como antes. Había una adolescencia agarrada con fuerza que invitaba a dejar afuera a alguien haciéndoselo saber. Ya no hace falta. Pasé el ecuador, crucé la montaña, y me encontré con mucho y muy bello.

Quiero volver a leer ahora. Porque ando en un reto con Edurne que creo solo hago yo: el primer mes, un libro que tuviera y que no hubiera leído. Y me he puesto uno facilito, que me regaló José María, hace un par de años, cuando su hija andaba por las Cortes. Debería empezar a escribir sobre los títulos de los libros que leo...

Me voy a dormir. Se me congelan las puntas de los dedos. No es lo único que aprendí hoy. Aprendí que las velas de IKEA no huelen a nada. Que cuando algo se apaga, se puede volver a encender. Aunque con esfuerzos... Que las cosas que funcionan no se tocan. Todo esto con una vela.

Y luego, echando minutos a pensamientos, creí que hay que seguir caminando y que, al final, una decisión tomada por otro no es una decisión propia. Y yo he decidido no salirme del camino y seguir andando... Así que, si me echan por la borda, la decisión no será mía. A no ser que me haya echado al monte o me haya liado la manta a la cabeza, que son dos expresiones fantásticas.

Estoy acabando la primera temporada de Handmaid's Tale: tan recomendable... Lo dejo escrito por ir recordando cosas, que a fuerza de hacerme mayor las olvido. Y otras que me pirraría por olvidar están grabaditas a fuego... Qué curiosa es la vida. Los deditos, congelados... A leer algo. Buenas noches.

sábado, 13 de enero de 2018

COCA DE LLANDA



Yo sabía de la ansiedad. Y de las patologías que acaban rompiendo la salud. Se come por estrés o se te cierra el estómago. Ahora, lo de hoy, en casa, es otra cosa. El exceso de comer habrá sido los cuatro donuts de chocolate. El resto ha sido normal. Bueno, esta mañana me dio por hacer ajoaceite y patatas asadas. Y su pimentón. Le mandé foto por whatsapp a mi madre para darle envidia: Sana, siempre. Estando por la tarde, medio mareado en el sofá, la ansiedad estresante me ha llevado a querer hacer una coca de llanda. Y yo no sé estarme quieto. Así que, para evitar males mayores, he hecho un listado de ingredientes, me he bajado a comprar y he vuelto a casa para enfangarme y enharinar toda la cocina y medio comedor. Así que, me he echado la tarde, entre whatsapps, limpiezas y hornos. Ahora se está enfriando, y no me apetece la coca de llanda porque todavía tengo retenidos los donuts que me he comido a traición. Sin estrés, sin ansiedad. Calculo que cuando a la gente nos da por algo, como a mí por cocinar hoy, tendrá alguna explicación que desconozco. Y me voy a poner ante la tele, no sea que me dé por hacer unos macarrones...

jueves, 11 de enero de 2018

SERENIDAD ES UNA PALABRA INCREÍBLE


Hay días que se me juntan cien mil palabras en la cabeza. Construidas en discursos, dicen o redicen. Pensadas da tiempo a madurarlas. Calladas pueden doler. Las palabras tienen poder: los silencios también. Yo hace tiempo que no digo, hablo. Hace tiempo que no callo, silencio. Y ando mucho más ágil, con menos pesos, menos mochilas, menos arrastres... No hay lastre cuando decides qué decir y qué hacer. No hay contrapesos. No hay olvidos.

Decidí que el año nuevo, que llegaba desde los cuarenta, vendría cargado de nuevas intenciones: ya no hay propósitos. Me hizo olvidarlas la edad que, gentil, controlo como si fuera un señor muy mayor.

Hoy pensaba en comprar una libreta donde apuntar todas las ideas que me brotan de mi futuro más inmediato. Si bien es cierto que mi inmediatez puede ser la del medio y, bien jugada, la del largo plazo. Aprendí a ver cómo juegan las cartas cada cual en la partida y a aprovechar las mías para recoger algo al final de los caminos.

Estoy sereno. Y serenidad es una palabra increíble. Con su peso. Con su paso. Con su poso, sobre todo. Estoy sereno. Algo que no sentía desde hace mucho. Rezo antes de la medianoche y recuerdo algo bonito de ayer, de antes de ayer, del lejano pasado... Las doce me pillan con la noche entre sábanas. Los amaneceres con una sonrisa. Aprendí mucho al caminar por la vida... aunque siga equivocándome.

Me alegré de volver a mí. Lo estoy haciendo con una velocidad lenta solo comparable a la seguridad que marcan mis pasos. Uno y otro, sobre un tapiz de metros blancos en papel que no se rompe al caminar. No es que no vaya firme, todo lo contrario. Lo que no voy es loco. Desanimado. Solo.

Me encontré conmigo. O ando en ello... Con mis palabras y con mis silencios.

martes, 9 de enero de 2018

MIRAR ATRÁS




Me encontré estos propósitos para 2010 rebuscando, que es lo que nunca hay que hacer.

Mirando atrás.

A saber hace 8 años lo que pretendía era:

1) Voy a ser mejor persona, más amigo y de mi familia. 
Y creo que cumplí como siempre y vengo haciendo

2) Me voy a dedicar más tiempo. Especialmente al descanso... 
Aquí se me fue la pinza, pero estoy estos días más en la línea. Solo he necesitado ocho años para ponerme a hacerlo. Aquello de lento, pero seguro.

3) Voy a sonreír cada mañana cuando me levante y a cantar un poco todos los días. Voy a alegrarme el alma.
Creo que bastante adelantada la faena. Incluso entono algo mejor. A base de ver talents he cogido el ritmo, nunca el tono. Lo de sonreír sigo peleando. Cierto es que volví a la sonrisa que tenía escondida por entonces. Y cada vez que sonrío, es como si adelantara diez casillas en esta partida de la vida... Por eso llevo tanta ventaja.

4) Voy a pensar que todo será positivo para los míos y para mí. Y así tendremos una lluvia de felicidad que compartiremos.
Pues no me puedo quejar. Porque con las tormentas que hemos pasado, al final, esta lluvia fina ha calado. Y ya es. No soy nada avaricioso. Si acaso para el chocolate...

5) Voy a buscar rincones nuevos.
Los he encontrado. Y sigo. Esta costumbre no hay que perderla...

6) Voy a vivir sin temores. Y voy a procurar que todos hagáis lo mismo.
Bastante aceptable la labor alcanzada. Los que tengo son más primitivos y maduros. Me mata el temor a la muerte o la enfermedad de los míos. Y cuando me pongo más dramático que los griegos, ese temor se multiplica. Por eso vuelvo al instante. Decisivo. Y lo vivo.

7) Voy a ir más al cine. Y voy a comer más veces en casa. 
Pues un poco como lo el descanso. Empiezo a hacerlo con cierta asiduidad. Más lo de comer en casa que lo del cine: ¡pero es que está por las nubes! El cine, no mi casa...

8) Voy a seguir buscando las hojas perdidas con todos vosotros.
A ratos, a años y a días. Pero este 2018 lo he recogido con fuerza... lo reconozco. A ver cuánto nos dura.

9) Voy a vivir con la verdad cogida de mi mano. 
Esto lo hice siempre. Y sigo. De mi mano va...

10) Voy a recuperar lo perdido y a luchar por completarme totalmente. Mis propósitos, sin vosotros, no serán posibles. ¿Me prestáis un poco de ayuda?
Tengo ahora menos dependencia... lo perdido no se recupera. Me completo cada día. Mis propósitos ya no lo son. Pero los hago posibles cada día... Bueno lo intento. ¿La ayuda? Calculo que sigue haciendo falta pero la elijo con mayor calma...

Mirando atrás me encontré conmigo. Y ha sido una fortuna... Me he visto mucho mejor hoy. Y me gusta. Haber crecido así.

lunes, 8 de enero de 2018

ENGANCHADO



Si hago caso a los horóscopo, tengo por delante el 2018 más trepidante por delante y el más desastroso. El de mayor éxito y el de mayores sombras. Si hago caso a los zodíacos, me anuncian convulsiones que debo serenar. Reposar. Calmar. Lo que nunca he hecho... Y sin embargo, en este año nuevo sin propósitos ni despropósitos, era toda la hoja de ruta que tenía para mí mismo. No sé si llegué a contarlo ya, pero me había decicido pasada la frontera de los 40 a caminar con otros pasos: yo, saber decir que no, templar ánimos y salir de la zona de confort para demostrar que podemos y sabemos. No creo que sea nada distinto a lo que se hayan propuesto un escorpio o una capricornio. Pero en mi caso, lo tenía todo redondeado con una necesidad de sacudir mi vida.

Otros se han empeñado en sacudirla desde fuera. Uno desde la oscuridad, tenebrosa, moviendo hilos para hacer pagar cuentas que solo él comprenderá. Otra, para hacer valer que un no se paga. Otro, para seguir siendo el rey del mambo de su vida que no pudo serlo en la vida... "Hay muchas envidias, hijo. Y tú no has tenido suerte" me vino a decir mi madre el sábado de reyes antes de comer con Jesús y su nieto con novia, mis padres, mi cada vez menos pequeña Edurne y mi hermana Rosa. Envidias... Yo las he sufrido, alguna vez, poca, pero más que los celos. Yo soy más de pecar de soberbia. Y de gula. Lo reconozco... Pero esas palabras de la envidia, dichas por mi madre, que es más certera que un dardo en la diana, me han hecho pensar. Repensar. Porque vino a decir algo que yo, sin haber dicho en voz alta nunca, habría pensado más de una vez.

En esto me viene de maravilla mi amiga Mabel que es un saco de experiencias que me atropellan cada vez que descuelgo el teléfono con una necesidad a la espalda. "Me adelanté" le dije "una vez más". Porque yo volví a saber que me caería. Y me cayó. No me calló. (Disculpad el juego de palabras, pero no me callo ni aunque me ahoguen. Esto también me lo advirtió desde niño mi madre). Y ahí vamos. Pisando despacio, pero seguros. Intentando pasar día a día. Hora tras hora. Muchas de relax (porque así me lo recomienda también el horóscopo, y si al final le hacemos caso en lo malo, ¿por qué no habríamos de seguirlo a pies juntillas en lo fetén?). Al final del día, las lamentaciones del no hice. Y a la noche descanso, de tirón, y despierto de nuevo. No nuevo, pero casi. Renovado.

Me dijeron los astros que esta semana debería dejar de lado las redes sociales. Que me tienen muy volcado. Y es cierto. Estoy por retarme a mí mismo a no seguir subiendo cosas que no sean mi propia moral. Pero el problema es que siempre pienso, vivo, siento (presiento) algo que me invita a ir de nuevo al face, instagram... o donde quiera que ande enredado.

Me dijo el horóscopo que no lo haga. Le haré caso, como a mi madre, cuando habla de las envidias y de que no me callo. Ni aunque me ahoguen...

No ando preocupado, ni desanimado, ni desconcertado... Ando desilusionado. Tal vez. Porque sé demasiadas cosas que no querría saber. Porque he visto muchas cosas que llegaron a decepcionarme. Porque presiento muchas conversaciones en las que no he estado pero que sería capaz de escribir sin torcerme. Al final, Dios y la vida me dieron esos sextos sentidos que tanto me han ayudado,... Tan solo un temor ahora: ¿Qué pasará si desaparece esa capacidad de adelantarme al drama? No lo pensaré. Mi horóscopo me dijo que tranquilo, que el destino sigue soplando a mi favor... Lo que espero es que sople muy fuerte. Bueno, espero otras muchas cosas, ya veremos si llegan...

jueves, 4 de enero de 2018

MEDIOCRE



El día que escribía sobre ti lo hacía con cierto temor, porque sabía que habría día en que lo lamentaría. Y ha llegado. Ha llegado sin despecho, sin temor, sin pena, sin dolor... Con quien no sientes no duele. Hace tiempo que no se siente contigo nada. Y si te escribo aquí estos renglones es por dos cuestiones: uno, porque eres tan patética persona que sé que es cuestión de tiempo que lo leas. Te importa demasiado mi vida y que teniendo tanto menos que tú ésta esté llena y la tuya tan hueca. Y dos, porque me produce una alegría insana dejar escrito esto entre las hojas que se pierden. Eres pasado. Pesado pasado. Pisado pasado. Eres ayer. Ya no eres. Te puedes empeñar en seguir moviendo tus pequeñas maldades insolentes, pero en este lodo, mi tango me lo canto yo desde hace tiempo. Lo siento por ti. Lo siento hasta el exceso, porque solo tienes pobreza de espíritu. Mira a tu alrededor: ¿qué te acompaña? La impostura y la fantasía, tu vida peliculera que no le importa a nadie. O a casi nadie... Y yo, aquí, pensándote, sabiendo lo retorcido que habrá sido para ti, desde la lejanía y la sombra, la cobardía y la falta de agallas, creer que rompes algo... Aquí ya nada se rompe. Lo rompí yo hace tiempo y ni eso has entendido... Ay, mi estrella, te apagaste... Danza. Que es una manera muy elegante de acabar este tango...


miércoles, 3 de enero de 2018

REALIDAD Y OPTIMISMO


Lo escribí hace por lo menos tres años. Cuatro o cinco. Era Sri Lanka atardeciendo: "Tenemos miedos, temores, pánicos, desasosiegos... yo también los siento. Se agarran al estómago como arañas de patas enormes y te aprietan. Si me paro a pensar, son temores infundados casi siempre... pero ahí están. Inmóviles, casi imperceptibles. Hasta que un día vuelven a sacudirnos... Vivo aprendiendo cómo deshacerme de ellos... y mientras camino por la vida, con mis esperanzas y mis respiros, vivo. Si fuéramos capaces de apartar esos desánimos de nuestra cabeza, de nuestra alma, del corazón... tendríamos espacio y tiempo para latir con tantas cosas hermosas que nos rodean. Y esa es la maravilla de la vida. Esa, y poder compartirla... con la gente a la que queremos y nos quiere".

El tiempo no cambió nada. Sigo pensando y viviendo aquello. Y aún recuerdo más la arena que el sol, pero sobre todo el agua embistiendo con una fuerza infinita.

Paso uno dado.

Tomo café con Tiby con Ana. Con la Vera paso la mañana en el despacho ordenando cosas. Estamos todos en época de ordenar. Como dos hamburguesas y un whatsapp. Llego a la tele y hablo con mi jefa quien me informa de cambios en el programa a partir de febrero.  Me encuentro un festivo mañana con el que no contaba. Desconvoco a los colaboradores y vuelvo al ordenador. Al teclado. No pienso ni mucho ni poco. Arrastro dedos y sigo adelante. He quedado para tomar unos vinos después de grabar hoy. Sigo siendo aquél, como Raphael. Tengo que revisar gastos y evitar facturas. O al revés. Pero hay que hacerlo... Año nuevo, ahorro a saco. Qué menudo fin de fiesta tuvimos los últimos meses... menos mal que va a tocarme la lotería.

Paso dos.  Realidad y optimismo.

Me pongo frente al ordenador e intento decidir qué escribo. Porque sigo en el arranque de año sabiendo que es de cambios, pero sobre todas las cosas de cambiar yo. De decidir. Por eso, las cosas no me pillan a contrapaso, y aquellas que llegan así, se ponen en mitad del camino y se decide si atropellarlas, llevárselas por delante, recogerlas o esquivarlas. Pero nada más. 2018 es el año. Lo sé, lo saben y espero que lo sepáis.

Después del paso dos imagino que llegará el tres: pero éste está por decidir. Desde aquí buscar otras opciones para este año tres días menos nuevo desde que regresé a las hojas perdidas. Por cierto, estoy orgulloso de haber regresado... Espero que por muchos más días.

Pd: A veces se intuye quien está detrás de las cosas. Como cuando alguien con demasiada barriga se esconde tras un árbol. No hay que ser muy listo para ver qué pasa. Pero hay que ser muy tonto para hacer pagar consecuencias cuando quien las ha de pagar de nada tiene culpa... Quien busca, encuentra. Mira a ver por qué te pasó lo que te pasó... mira a ver por qué ya no tienes alrededor todo lo que tenías. Y sí, lo reconozco. Me encantan las indirectas a dardo limpio. No sé si será sano, pero mi horóscopo me dijo que empezara por ponerme antes de nada... Y en ello andamos. 

martes, 2 de enero de 2018

CAMBALACHES, PARTITURAS Y CASUALIDADES



Cambalache:Trueque de objetos de poco valor, a veces con intención de engañar. 
Casualidad: combinación de circunstancias imprevisibles e inevitables.

La casualidad me trajo esta partitura, porque quería algo básico: poned una partitura y decir que las escriben otros - otras me trajo el fallo del teclado que he corregido - pero somos nosotros los que interpretamos, ejecutamos, etc... Apareció ésta. 

Esto es de día 2: porque yo me vine con mis propósitos cargadito de alegrías y en el segundo día ya me llegó la alerta de que pronto habrá otras notas en la partitura que no me apetecería tocar... Dicho así, es demasiado ecléctico todo. Y lo leeré de aquí a unos años y no sabré qué pasaba. También creo que si lo leyera de aquí a entonces pensaré que es una chorrada... Pero lo que quiero dejarme es la idea de la partitura, la de la casualidad porque llegara Cambalache y la del cambalache que es un intercambio que quiere engañar... Que pretende engañar.

Pues voy a interpretar yo la partitura. Ayer escribía que hay que salir de la zona de confort. Hoy se anuncian nuevas notas que pueden hacernos desafinar. O atinar. Debo elegir: ¿salgo de la zona de confort? Debo. Si salgo, elijo. Arriesgo. Y si arriesgo puedo perder... Si callo, pierdo. Ya de salida, porque tendré que asumir que lo que me hacen tocar, sé tocarlo y ya está.

Si hemos venido a 2018 con la intención de romper, fortalecer, crecer, alcanzar,... debo ir a conseguirlo. Debo romper si quiero romper. Ser más fuerte si pretendo serlo. Crecer aunque sea a costa de aprender de los errores y alcanzar... alcanzar las notas que quiera tocar. Si la partitura me la dan, la tocamos a cuatro manos. Pero tengo que aprender a escribir, con mis notas, mi propia partitura. Me voy a dormir. Rápido. Para que no desaparezca esto que creo, que escribo, que os dejo aquí, antes de que me venzan los sueños... 

lunes, 1 de enero de 2018

ROMPERÉ LAS ZONAS DE CONFORT

Uno de enero de dos mil dieciocho. Han pasado 18 años desde el efecto dos mil y más de treinta desde que yo fuera contando cuántos iba a cumplir al llegar el 2000. Se fueron, todos volando. Y llegué a los cuarenta y medio para celebrar una nochevieja ayer y un año nuevo hoy. Pasamos Laura, Alberto, Raquel y Pablo, Martina y Jaime, Rober, Rubén, Eva, Sergio y Laura una cena cocinada desde la mañana, un copeteo al que se unieron Tato y Gema, la noche y el frío roto a base de estufas y leñas. Luego fuimos al trinquete, a acabar la mañana. Y regresamos con luces de primeras horas de una mañana en la que dormir poco, limpiar la casa, comer en Reflejos y regresar a Valencia. Cuando volvía, pensaba en escribir aquí. En regresar. Luego en obligarme a escribir. Y luego en pensar que no, que volveré cuando pueda o cuando recuerde. Pero que hoy regresar, regresaba.

Sé que me he hecho mayor por cosas como ésta. No me obligo. No hay propósitos de enmienda: ni de contienda. Solo, primero al frente, ponerme. Que no sea solo en la batalla, sino también en esta guerra personal del mí me conmigo. Que no es ego. Es solo yo.

Me preocupan cosas más básicas: la salud de los míos, el frío, encontrarme huecos donde cobijarme... Pero poco más. Hago ruidos al levantarme y ya cambio tertulias con amigos contra noches de festival. Me dije de volar. Volaré. Este año me gusta: ataca Marte, que es guerrero. Y yo, también lo soy. O debería de serlo. Hay algo que está claro: llegaremos hasta donde nos esforcemos en llegar. A veces, en la vida, hay que abandonar las zonas cómodas de confort. Tengo la sensación que 2018 romperá ese confort... Bueno 2018 no, voy a romperlas yo.

DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 14.

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