martes, 3 de septiembre de 2013
VAYA QUE SÍ
Me he descubierto a mí mismo, después de haberlo escrito casi sin pensar, esta mañana. Me he dado cuenta de ello cuando he hecho, lo que nunca hago, que es releer lo que escribí. Que es un poco como si grabáramos nuestras palabras que se lleva el viento y de vez en cuando, en la vida, nos echáramos atrás, nos rebobinásemos sin mayor intención que descubrir qué hemos dicho... Probablemente, además, si tuviéramos esa oportunidad, en más de una ocasión, seríamos capaces de borrar nuestras palabras, o grabar sobre ellas, igual que de pequeños machácabamos las cassettes con las canciones que, entonces, se nos llevaban la vida...
Lo dicho. Que me he dado cuenta de repente, ya escrito, cuando al releer, apunté que más importante que el qué, que también lo es, lo vital es con quién... Me vienen las mañanas rondando con cierto pesar y el caminar del día, a veces se alarga, se complica, se endurece... Los días de verano se quedan más atrás ya que las palabras que no quise decir, y la vuelta al río, me deja lastrado, con pesos en los pies que nos hunden en el día a día, yo que soy de mantenerme a flote siempre, entre alegrías y esperanzas... Y de repente, esta mañana, una amiga (qué pocas palabras más bellas que ésta) me trajo el recuerdo cercano de una noche sin sueños ni insomnios, cargada de arena y estrellas. Y con ella, me trajo, fugaz como una noche de san Lorenzo, una sonrisa que me quedo para mí. Y que comparto contigo...
Me recordó aquella noche que parece tan lejana como negra estaba, tan cuajada de estrellas y luces de luna, y sonreí. Y respondí, como decía, por impulso más que por inercia, algo que no esperaba: lo importante en la vida, le dije, es con quienes puedes compartir cada uno de esos momentos... Y vaya que es verdad.
Mi vida está llena de pasos largos unos, cortos otros. Cansados a veces. Otras, ágiles y volátiles. La vida, que no para, me deja mil y un segundos. Y de todos ellos, finalmente, si hay algo que me hace sonreír, es pensar que alguien, al lado, los compartió conmigo. Por eso, cuando caminar se hace pesado, cuando los cielos se nublan, cuando el alma truena con tormentas de desespero, es fantástico mirar alrededor y comprobar que alguien más vienen con nosotros al camino, que alguien sopla para que se vayan las nubes, que alguien nos protege como una manta de la tormenta, como si fuera una armadura segura...
Los amigos con quienes compartimos cada momento, hacen que ese momento sea más especial. Cada momento, lo vivimos con alguien y así lo compartimos, regalándonos unos y otros, nuestra propia vida. Es fantástico, vaya que sí lo es. Poder rebobinar en la memoria grabada y descubrir los buenos momentos juntos que hemos vivido. Pero es más fantástico aún, echar la vista adelante, y comprobar que seguiremos juntos por esta calle, o por otras, que nos traerán nuevas aventuras... Eso sí, sin dudarlo, es lo mejor de la vida... Vaya que sí.
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