jueves, 8 de agosto de 2013

LA CUARTA TRAVESÍA: FRÍO ENTRE NOSTALGIAS


Imagina: a ritmo de jazz, se cae el cielo, solo sobreviven dos lechos, uno naranja y otro grisazulado sobre el mar, que acompasado se va. En el cielo una estrella brilla como lucero del alba y una luz de velero baila junto a ella intentando acercarse. Cuando el sol se cae por el oeste, Formentera se escucha en negro, justo ahora que el viento frío va echando sobre mis piernas el cansancio de todo el día, de este último jueves en el paraíso. Me lo dijo la desmemoria, que se inventa nombres de nubes, que en siete días volaré afuera. En el MP3 una colección de cantantes cubanos rinden tributo a Joaquín Sabina, en esta proa acolchada, después de una noche de vientos y mareas. Las luces de los veleros, los luceros de las velas, dibujan un skyline sobre la arena blanca que intuyo, mientras el cielo se viene abajo del todo. Se cae el día en S'Espalmador. Aún queda un rastro final del naranja límite de este ocaso de agostos y legiones extranjeras, por donde pasea mi alma a la que le dedico tan poco tiempo. Aún no pude replantear hacia adónde envío mi vida en los próximos meses. Me frené en lo más básico: comer y liquidarme, ensayar algo mi obra de teatro, conversar y reír. Vacaciones en toda regla. Si miro a diestras se me acaba un atardecer precioso, si miro a izquierda, la noche me gana la batalla por el frío. Si miro hacia arriba, descubro por cuanto tiempo estuve haciendo el bobo, de no mirar al cielo... Son todo estrellas, como aquellas de Nubra, pero más lejanas. El cielo está cubierto de oscuridades y brillos. Así mientras se mece mi noche, la trova me trae “La sombra de un león”... Acabo de escribir en twitter la nostalgia que me trajo la tarde a la orilla blanca de este mar de madurez que atraviesa mi nave del olvido.
Esta mañana me quedé tostado bajo el sol, ensayando un Paulino que promete, y que asusta. Pensé en Angelita, una vez más, y me descubrí, entre lágrimas, tentando a la suerte e intentando memorizar tantos renglones seguidos de penas y miserias. Precioso. La noche empezó antes de irme a dormir, cuando dejamos de cenar, los demás por una manta nocturna en proa y Ali con Lena, vaso de leche en mano, para cerrar un día de órdago. Como otros tantos. Me tumbé a dormir antes de que la medianoche se lo llevara todo. A mí también. A las 3:19 el mar envistió contra babor y a las 4:30 el viento huracanado entró por las ventanas que Ali cerró enseguida. Al despertar, Leo dedicó la mañana a arreglar mil entuertos, desayunamos tarde. Pablo, Raquel y Raúl, no en ese orden, despertaron al olor de las tostadas. Yo me vine a proa, a carmelizarme, ellos a la playa, a pasar el verano. Leo entre calderas. Y Ali, y Lena, por dentro de este Nolan donde se mezclan tantas vidas. Comimos patatas rellenas de bacon que bien valen una oferta de matrimonio y con un vermut a cuestas partimos en zodíac a la orilla. Ellos echaron unas palas, Raquel y yo nos pusimos al día. Me gusta la nobleza de la gente sencilla y honesta. No hay que pedir mucho más en la vida. Y eso se agradece. Cuando casi oscurecía, nos vinimos al Nolan, a punto de captar el maravilloso atardecer que, sin éxito ninguno, intento traeros en estas líneas...
Anoche, cayó la tarde a golpes de hierbabuena, entre risas con un Raúl que se pintaba las uñas de los pies y mi imaginación caminando entre adioses y anhelos. Deseos de tarde de verano tras una siesta entre calores y la resaca de un arroz al horno cocinado con esmero y tomate. El resto anduvieron por la playa mientras cocinábamos Lena y yo el plato del día, después de dedicar la mañana a almorzar y poco más.
Las horas aquí se van, las horas perdidas, en pocas cosas: sol, beber, comer y volver a empezar. Nos ponemos al día, y a la noche. Y nos echamos las estrellas por montera. Como ahora, que ya todo es noche. La luz de la pantalla me ciega al escribir tumbado en proa: pero si cierro los ojos, miro hacia arriba y los abro, me encuentro con un manto de estrellas que tiritan con este aire fresco, de noche recien llegada.

Lo primero que quise fue marcharme bien lejos, en el álbum de cromos de la resignación... Tan joven y tan viejo. Escucho a oscuras la canción, rebuscando en las estrellas del cielo, recordando aquella otra vez que les pedía tanto por ti... Y el recuerdo me hace llorar, en silencio, pensando la suerte que tuve...

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