Imagina:
a ritmo de jazz, se cae el
cielo, solo sobreviven dos lechos, uno naranja y otro grisazulado
sobre el mar, que acompasado se va. En el cielo una estrella brilla
como lucero del alba y una luz de velero baila junto a ella
intentando acercarse. Cuando el sol se cae por el oeste, Formentera
se escucha en negro, justo ahora que el viento frío va echando sobre
mis piernas el cansancio de todo el día, de este último jueves en
el paraíso. Me lo dijo la desmemoria, que se inventa nombres de
nubes, que en siete días volaré afuera. En el MP3 una colección de
cantantes cubanos rinden tributo a Joaquín Sabina, en esta proa
acolchada, después de una noche de vientos y mareas. Las luces de
los veleros, los luceros de las velas, dibujan un skyline sobre la
arena blanca que intuyo, mientras el cielo se viene abajo del todo.
Se cae el día en S'Espalmador. Aún queda un rastro final del
naranja límite de este ocaso de agostos y legiones extranjeras, por
donde pasea mi alma a la que le dedico tan poco tiempo. Aún no pude
replantear hacia adónde envío mi vida en los próximos meses. Me
frené en lo más básico: comer y liquidarme, ensayar algo mi obra
de teatro, conversar y reír. Vacaciones en toda regla. Si miro a
diestras se me acaba un atardecer precioso, si miro a izquierda, la
noche me gana la batalla por el frío. Si miro hacia arriba, descubro
por cuanto tiempo estuve haciendo el bobo, de no mirar al cielo...
Son todo estrellas, como aquellas de Nubra, pero más lejanas. El
cielo está cubierto de oscuridades y brillos. Así mientras se mece
mi noche, la trova me trae “La sombra de un león”... Acabo de
escribir en twitter la nostalgia que me trajo la tarde a la orilla
blanca de este mar de madurez que atraviesa mi nave del olvido.
Esta
mañana me quedé tostado bajo el sol, ensayando un Paulino que
promete, y que asusta. Pensé en Angelita, una vez más, y me
descubrí, entre lágrimas, tentando
a la suerte e intentando memorizar tantos renglones seguidos de penas
y miserias. Precioso. La noche empezó antes de irme a dormir, cuando
dejamos de cenar, los demás por una manta nocturna en proa y Ali con
Lena, vaso de leche en mano, para cerrar un día de órdago. Como
otros tantos. Me tumbé a dormir antes de que la medianoche se lo
llevara todo. A mí también. A las 3:19 el mar envistió contra
babor y a las 4:30 el viento huracanado entró por las ventanas que
Ali cerró enseguida. Al despertar, Leo dedicó la mañana a arreglar
mil entuertos, desayunamos tarde. Pablo, Raquel y Raúl, no en ese
orden, despertaron al olor de las tostadas. Yo me vine a proa, a
carmelizarme, ellos a la playa, a pasar el verano. Leo entre
calderas. Y Ali, y Lena, por dentro de este Nolan donde se mezclan
tantas vidas. Comimos patatas rellenas de bacon que bien valen una
oferta de matrimonio y con un vermut a cuestas partimos en zodíac a
la orilla. Ellos echaron unas palas, Raquel y yo nos pusimos al día.
Me gusta la nobleza de la gente sencilla y honesta. No hay que pedir
mucho más en la vida. Y eso se agradece. Cuando casi oscurecía,
nos vinimos al Nolan, a punto de captar el maravilloso atardecer que,
sin éxito ninguno, intento traeros en estas líneas...
Anoche,
cayó la tarde a golpes de hierbabuena, entre risas con un Raúl que
se pintaba las uñas de los pies y mi imaginación caminando entre
adioses y anhelos. Deseos de tarde de verano tras una siesta entre
calores y la resaca de un arroz al horno cocinado con esmero y
tomate. El resto anduvieron por la playa mientras cocinábamos Lena y
yo el plato del día, después de dedicar la mañana a almorzar y
poco más.
Las
horas aquí se van, las horas perdidas, en pocas cosas: sol, beber,
comer y volver a empezar. Nos ponemos al día, y a la noche. Y nos
echamos las estrellas por montera. Como ahora, que ya todo es noche.
La luz de la pantalla me ciega al escribir tumbado en proa: pero si
cierro los ojos, miro hacia arriba y los abro, me encuentro con un
manto de estrellas que tiritan con este aire fresco, de noche recien
llegada.
Lo
primero que quise fue marcharme bien lejos, en el álbum de cromos de
la resignación... Tan joven y tan viejo. Escucho a oscuras la
canción, rebuscando en las estrellas del cielo, recordando aquella
otra vez que les pedía tanto por ti... Y el recuerdo me hace llorar,
en silencio, pensando la suerte que tuve...
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