martes, 10 de septiembre de 2013
CADA UNO
Me he dado cuenta de que me hago mayor, porque algunas de mis costumbres, arraigadas al pecho como un catarro, que ni virtudes ni bondades, se han matizado, suavizado, calmado... Pero no dormido. Los sentidos, como cantaban aquél, no pueden dormirse, no deben, porque con ellos caminamos por la vida sintiendo, que es la manera que tienen el alma y el corazón de hablar en silencio... Cada uno, con su capacidad de sentir, caminando por la vida con la intención de progresar, de mirar hacia adelante, de caminar con la felicidad a cuestas, vamos marcando con nuestros pasos las intenciones del propio futuro...
Siempre he pensado que hay que sembrar para recoger. Mi padre, que tiene manos y alma de agricultor, siempre ha sido del consejo de esa sabiduría popular a la que acudimos tan poco, y que cuando a ella regresamos lo hacemos como evidenciando nuestra necesidad de buscar una respuesta que nos cuadre... Su consejo, me parece grande, y es verdad. El que por la vida siembra vientos, recoge tempestades. Y el que deja a la mano de los demás, la felicidad más básica, halla en su corazón por respuesta el cariño más grande que se pueda alcanzar... Yo así lo siento. Y así camino.
La vida nos va regalando momentos dulces y amargos. Yo lo digo siempre, problemas, problemas tenemos todos. Y el que no tenga que espere. Pero ante ellos podemos actuar, y así debemos, siempre con un ánimo de resolución y no con un grito de victimismo. Somos capaces de tejer nuestro mañana. Podemos ir entrelazando la mejor de nuestras fortunas y hacer que nuestro destino haga sonreír al corazón. Y eso, aunque laborioso, se consigue dejando que entre por la ventana la vida y recibiéndola con una sonrisa...
Siempre he pensado que perdimos demasiado pronto la capacidad de sonreír. Que nos han obligado, quien sabe quiénes, a pasar por estas vías de tren, esquivando los travesaños y mirando el suelo. Y que así lo único que conseguimos es fastidiarnos el paseo y no mirar al cielo, donde las nubes hacen que todo pase con un ritmo diferente...
Por eso, yo, que noto que me hago mayor, empiezo a mirar al cielo con otras voluntades. Camino con ilusión y con ganas, con devoción por lo positivo y dejando que las emociones me acaricien la piel. Sintiendo el hoy, con el que vendrá el mañana. Y sintiéndome profundamente feliz de todo lo que en la vida pasa, porque es bello, minucioso y sencillo... Pero grande, para un corazón que sigue en su camino mirando al cielo, cada mañana...
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