domingo, 10 de mayo de 2009

Y NOS DIERON LAS CUATRO

Cuando vamos hacia casa, Alberto pregunta en el coche: "¿Por qué siempre nos dan las cuatro?". "Porque es una hora estandard", le responde Miguel Pons. Los dos, junto con Virginia, son amigos de aquellos que la vida me ha puesto en los últimos años. Los últimos años me han puesto en el camino esperanzas y desilusiones, de manera muy desproporcionada, ganando siempre las primeras sobre las segundas. Se agradece, obviamente. Pero conocer a gente como ellos, con los que ya me han dado las cuatro muchas mañanas, es una de esas suertes que todo el mundo no puede permitirse.

El camino es largo bajo la noche. La lluvia se confunde con el rocío. Nosotros, amparados por la palabra, nos vamos paseando hasta el barrio cinco del quinto pino. Y nos acomodamos, porque somos de clase acomodada. Ángeles, Carlos y servidor. Amistad a capazos.



De Carlos quiero estar pendiente esta noche porque le puedo hacer tanta falta como me la hace él a mí. Carlos es de aquellos amigos a quienes les coges el mechero azul de la mesa sin que te mire las manos, al que le robas las cartas para barajarlas sin tener la intención de repartirlas nunca. Un amigo al que le cuentas los proyectos, con los nervios que tirita la ilusión, y te empuja a ser feliz. Un amigo. Lo dicho. Nos echamos unas risas, entre hielos de ron y whisky, unas canciones (seleccionadas, de las que sí que se pueden poner) y un tuteo de hoy estoy aquí porque mañana querré que te estés tú.



Manolo y Miguel son dos tipos grandes, de ingenio desbordado. De risas. De abrazos. De gracias siempre, porque siempre están. Más de lo que uno piensa.



Al otro lado de la mesa, Alberto (más festivo que nunca) y Lucía, como siempre, comparten conversación entre humos. Y, de cerca, Lorena y Ángeles, se ríen por los ojos a raudales y te invitan a ser feliz.



La noche ha ido pasando, dejando atrás el cansancio de un día movido. Sólo por ellos ya merece la pena que el reloj nos devuelva las cuatro. La calle empieza a estar solitaria, con su gente deambulando, bajo las luces de la ciudad que anuncia sueño.

Cuando vamos hacia casa, Alberto pregunta en el coche: "¿Por qué siempre nos dan las cuatro?". "Porque es una hora estandard", le responde Miguel Pons.

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