Llevo a las espaldas mil y un saraos... ¡Ya lo sabéis! Llevo la vida de risas y canapés, de copas y bailes, de presentaciones, actos mil y un millar de noches movidas. Pero de entre todas, la fiesta del Gremio es desde hace un par de años una cita ineludible. El primero de mayo nos lo pasamos apoyando al colectivo de artistas falleros en un acto que nos organizan en el Gremio y que es, desde luego, un non stop en toda regla. El fin de semana lo ha sido en general, para que engañarnos, pero es que empezamos ya a tope el viernes.
Acudo al Gremio para la comida, pensando que llego a la mascletà que habían disparado media hora antes. Me empiezo a encontrar con amigos y compañeros en círculo contándose la vida. Yo vengo con el agobio de la noche anterior, la mala noticia guardada en el bolsillo y ganas de pasarlo bien. Lo conseguimos. La mesa, un espectáculo como cada año. Risas a porrillo. Entrega de Ninots d'Or (preciado galardón del mundillo que además cada año levanta emoción a raudales) y unas entrevistas... Barra libre y música de petardeo: la fiesta fantástica. Nos atamos a la esquina, primero con Pilar, luego con Ángeles y Gabi, Bea y, al rato, La Giner y una corte de artistas con ganas de farándula. ¡De escándalo! La comida había empezado a las dos de la tarde y salimos de allí a las once y media de la noche, camino de los mejores rones de la ciudad. ¡Los Bronchud! que le llama Raquel. Nos dan las tres y media de la madrugada... Somos un gremio de Fiesta en toda regla.
Ayer me desperté entre los brazos de un dolor de muerte. Mis piernas pesan ya demasiado. Nos hacemos mayores, que dijo aquél. Tengo cena de fin de cierre en el Peñasol. Llego. Hablo un rato con este y con aquél, más con aquél la verdad. Nos echamos unas risas y nos sentamos a comer. Y a rajar. Rompemos el silencio con risas y un Julián desbordado y abordecido que no para de reventarnos de risa. La verdad, una comida divertida. Me tocan unas entradas para ir a un parque de fauna y me salen amigos como donnettes. Pacto cómo gastarlas, sarao a la vista. Y me siento plácido mientras me como un Calippo de los de entonces. ¡Vaya! Risas y agotamiento. Llego a casa hablando con Voro. Me tumbo y hablo por teléfono. La tarde va pasando (cayendo que decía Machado) y llega el momento de cenar. Acto del ayuntamiento con los vecinos de la Cruz. Me siento con Fernando, Gloria y López. Risas muy salvajes, cachondeíto y rajes. Una noche entretenida. Cae la noche aún más y nos vamos. Agentes policiales en la esquina y paseo a casa. Subo, reviso el teléfono y caigo roto a dormir. Me despierto a las siete. Y a las nueve. Voy a ronronear un poco más... Con el permiso de ustedes.
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