domingo, 17 de abril de 2011

LA BODA DE AÍDA




Vengo de Madrid. El fin de semana ha estado pasado por boda, Aida y Pablo, dándose su sí quiero con nuestra mirada por testigo. El viernes cené en El Coyote con Gema y Tato, me llevaron a casa de Hugo a dormir, que casi no dormí. Los vecinos de su casa también atraviesan las paredes con la voz. Me fue pasando la madrugada hasta que sonó la alarma: fuimos de noche al Bancaja a sacar dinero y nos subimos al coche. Pasaron las siete de la mañana e hicimos carretera. Y manta. Paramos a almorzar en el camino y llegamos sobre las 11.30 a Madrid, una hora antes del enlace. Taxi y a la Iglesia: reencuentro de amigos, con la sensación de haberles visto ayer por la mañana. Enlace y alegrías, enhorabuenas. Abrazos y besos. Autobús y camino a la finca. Aperitivo y entrantes, mesa de boda: Martín y Aurora, Dani, Raquel y el pequeño Hugo (por fin conozco a mi nuevo sobrinito: ¡tan guapo!), Hugo el mayor (que nos pasan las canas a una velocidad que ahoga...), una amiga de Aida y Mamen. Foie, lubina, solomillo y chocolate. Menú con sabor a gloria. Acordeón y guitarra: canciones de ayer, hoy y siempre. Discoteca: siete horas de música, copeo, risas y exaltaciones. Autobús, sueño y hotel.

Me despierto a las nueve y media: desayunamos y hacemos marcha. Comemos en Motilla, a mitad camino que solemos decir. Llego a casa, me perdí la apuntá, aunque me la cuentan a distancia. Haciéndome a la idea de que me voy a dormir. Aída también en la tele...

Volver, una vez más, con los amigos. Nos hacemos mayores, las canas que nos sobrepasan. Nos casamos los niños que ayer corríamos al Zariche y compartimos en pocas horas los muchos silencios a los que la vida diaria nos empuja. Por eso, decirle a alguien en mitad de la fiesta lo importante que puede ser en tu vida, es algo que siempre tiene uno que hacer. Me lo pasé bien, me hice a la fiesta y con mi gente, mi gente de siempre. Y vi a Aída feliz, pensando cómo eran aquellos años que soñábamos que sería dama y yo acompañando a su lado por las fiestas del 95. Aquello no llegó, pero el tiempo se nos echó a remar y nos dejo navegando juntos... La foto fue un momento, pero hubo muchos. Conocer al pequeño Hugo, confidenciarme con el grande, hablar con Aurelia junto a la puerta, los viajes a la barra con los hombres de esta pandilla nutrida de amistad, que Mamen siga siendo la mejor pareja de baile, riendo con Gema,... Fuimos a juntarnos una vez más y acabamos juntos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bailar juntos siempre es un regalo!!! besos muchos.

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