domingo, 24 de abril de 2011
EL REGRESO DEL ARROYO
Vengo, recién llego de dos noches y tres días de escapada. Estuvimos por Arandilla del Arroyo, Cuenca, en casa de Braulio, que fue el perfecto anfitrión, con su hermana Fina, al lado. Estuvimos unos cuantos y acabamos por hermanarnos en el coche, con cánticos a gogó y mucha risa, Angelita, Leo y servidor. Lo bueno de los amigos es que siempre están: y ahora, haciéndonos falta los unos a los otros, nos cogimos el coche y nos preparamos una agenda de tres días de nada. Paseos. Descanso. Noté estar absolutamente relajado, descansado, con la mirada puesta en el cielo e intentando estudiar hacia adónde dirigir mis siguientes pasos. Al final, como el libro que me llevé, ni lo abrí. Dejé cerrado el libro de las intenciones y me dediqué a descansar, hasta de mí, a jugar a las confidencias nocturnas, de madrugada, y a echarnos unas cuantas risas. Estuvimos de vacaciones, de excursión con mil y una fotos con Alejandro, Rafa y su hermano, Manolo y Maise, más los que señalé. Lo pasamos de risa. Nos dejamos la sonrisa en el coche y los ojos en muchas partidas de truc. Comimos hasta la saciedad y nos fuimos haciendo a la idea de que tocaba regresar. Y bajo el cielo que amenazaba una descorazonadora tormenta negra, nos vinimos en nuestra barca de la calma, con un repertorio de canciones, que nos hizo el viaje más corto. Mereció la pena una vez más. Mereció alegrías el rodearme de amigos y echarnos los días y las noches a la espalda. Ha sido una pequeña escapada que supo a mucho: me he reído tanto, me he despejado tanto, me lo he pasado tan bien, he descansado tanto,... Que mereció la pena. Seguro. Quizá ahora toque descansar las horas que no dormimos, pero las risas nos sacaron una ventaja que hemos igualado a golpe de conversación, consejos no pedidos y calor humano...
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