Soy feliz. Estoy feliz y contento de marzo. Ha sido un reto, un sobreesfuerzo, un descontrol controlado... Han sido muchas cosas... La primera de todas, la sensación de haberlo pasado muy bien, de haberme reencontrado con mucha gente, de haber huído de lo que nada tiene que darte en positivo, de haber estado relajado en los nervios y acelerado en los movimientos... Marzo ha sido un cúmulo de excesos bien tratados, organizados, principalmente entorno a las fallas... Volver un año más a retrasmitirlas ya es una gozada, pero el periplo este año (y ha sido el primero) de hacerlo para la 97.7 cada tarde fue un placer. Primero, y sobre todo, por las buenas vibraciones y los buenos momentos -¡Momentazos, Marín, momentazos! - que hemos tenido la suerte de compartir. Luego, porque me he sentido reconfortado y valorado en mi trabajo, y eso no tiene precio. Me gusta lo que hago. Ya lo sabéis, de siempre, mi trabajo me apasiona. Y poder hacerlo con esta carga de energías y fuerza ha sido una motivación increíble.
Es inevitable hablar de fallas porque mi marzo ha sido, antes que nada, fallero. Y si importante ha sido para mí cada tarde de radio, no menos, cada noche de tele. El programa de Levante TV, mi "Tot és Festa" del alma, va sobre ruedas. Y yo, encantado. Mucho. Gracias a todos los que me echaron el cable - y sobre todo Gustavo, María y Borja - cada noche hemos salido en directo a comernos la vida... ¡Y ha sido fantástico! Estoy de subidón, se nota. Espero que no haya bajada... ¡Jejejejé! Aunque también han habido momentos de cansancio, de pena, de tristeza, de dolor... De dolor calmado, apaciguado. Pero nos hemos repuesto, como casi siempre...
Uno de los momentos más bonitos que he vivido fue llevar a Edurne a la ofrenda, estaba preciosa. Espectacular. Fue emocionante y emotivo. No olvidaré este momento. La primera vez que siendo bebé Edurne dijo un nombre, fue en la ofrenda: Saime, dijo. Ahora me llama tío Jaume. No olvidaré tampoco el repertorio de caretos que nos hizo en las fotos finales. Ni su carita de cansancio, sobre los brazos de su padre, cuando se fueron.
Las fallas, ya lo decía, me han cubierto la vida. Y de una manera excepcional. Remate final a la gran fiesta de los premios: la recogida. Este momento tampoco lo olvidaré, recorrer Ruzafa, llegar al Ayuntamiento, escuchar el nombre de la falla y la caterva de premios: obra, director, actores y actrices... ¡Uf! ¿Cómo os explico esto? ¿Cómo os lo cuento? ¿Cómo creéis que es que un proyectazo así salga adelante? No sé... No sé contaros la sensación que tiene el cuerpo cuando, bajo el sol, y habiendo dormido tan poco como yo no he dormido estás fallas, te vas con la satisfacción y la recompensa. Y la mejor recompensa, toda la gente que va contigo... Eso, eso no sé explicarlo. De verdad...
Cómo tampoco sé explicar la lluvia de llamadas y mensajes durante las fallas: "Jaume, ¿te has visto en Na Jordana?". Este comentario iba siempre acompañado de una risa, razón que me empujó el día 19 a acercarme a la falla y comprobar el ingenio de Vicente Llácer y de la falla en general. Y sí, me descubro. Me veo, me reconozco. Y mucho. Currazo de ninot y orgullazo de estar ahí, sin saber además que me parirían para quemarme. Y menos los de Na Jordana... ¡Na Jordana!
Tengo motivos para gritar, cantar, ser feliz... Para bailar por la calle como si fuera un musical. Pero sin dudarlo, ellos han sido la mejor excusa para que todo brille en mis días de penumbra. Gracias a mis amigos por estar ahí. Y ahí lo dejo... Gracias (va a ser muy difícil de olvidar lo que me habéis dado.). Gracias por vuestro apoyo incondicional, por vuestras risas, por vuestro cariño, por vuestro aprecio, por vuestras vidas, por vuestros abrazos...
Y gracias a Almodóvar por los suyos, que me hicieron, rotos, volver al cine. Y disfrutar de nuevo. Y sentir. Y querer aplaudir. Almodóvar me ha ayudado a bajar de la nube que fueron las fallas y regresar a la tierra, que tiene forma de trabajo. El regreso ha sido tranquilo y sereno, pensé que echaría en falta la marcha de los primeros veinte días de marzo donde conjugaba ayuntamientos, radio, tele, mi falla y las de otros... ¡Saraos mil! Pero no. He vuelto sabiendo que disfruté mucho aquello y aquello ya ardió (o arduvo).
En ese proceso de regreso a la vida normal, Edurne también me ha ayudado un poco. El poquito que le permite su altura. Fui con ella a comer y a pasar el día entero. Y nos lo pasamos de maravilla: me encanta verle hablar (¡Y cómo habla!, ésta va para periodista...). Gracias a la pequeña por sus besos. Y por sus sonrisas. Y esos abracitos que se te clavan en el cuello... Un beso.
Pero teníamos resaca de fallas y no pudimos dejar de escaparnos a Montserrat y Turís. A ver fallas. A ver fuego... A ver que sigue la vida y la fiesta. Como el año pasado con Toñi y Sofi, fuimos éste a Turís y volvió a arder, pero bajo un manto de lluvia. De lluvia incesante, con la que hemos acabado el mes...
La lluvia triste y gris. Que lo llena todo...
La lluvia que hace brotar a la primavera.
Marzo ha sido un buen mes en términos generales. Un mes de lucha contra mis temores y de aplauso a mis bondades. Un mes compartido con mucha gente maravillosa, que me aportan tanto... Un mes en el que me han ido pasando cosas que no olvidaré nunca y otras que me gustaría borrar... Pero la vida es eso, ir haciendo, olvidando, perdonando, recordando... Y marzo es vida. Mucha vida.
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