lunes, 13 de abril de 2009

RAÍCES

Recién regreso de mis vacaciones de Semana Santa. Ha sido una pausa fantástica, bien recibida, llegada en su momento y aprovechada. Por toda intención tenía descansar, silenciar el ruido habitual de mi vida diaria y encontrar algo de paz. Y lo he hecho, además, de una manera excepcional. Me estoy haciendo mayor... Lo noto en cosas sencillas y cotidianas: me fijo en las manos de la gente, en su voz, hablamos de la muerte con más naturalidad (y hasta de cierta manera macabra), planeamos bodas y paseamos sobrinos, echamos de menos a los que no están, conversamos sobre el desempleo, hablamos de nuestras vidas y echamos la vista atrás...

Para descansar he vuelto a Sarrión. Hacía mucho, pero mucho, que por la marcha habitual no podía ir al pueblo. Y este receso ha sido mejor por haber elegido como destino mi pueblo, el de mis padres, el de mis abuelos,... He vuelto a mis raíces, con todas sus letras y he paseado por los rincones en los que crecí. No he dejado de cavilar en ningún momento. De coger aire. De replantearme muchas cosas... Justo lo que más necesitaba. Y hacerlo entre las calles de mi vida ha sido la mejor manera de dedicarme un tiempo y dedicároslo a muchos de vosotros...



La replaceta de Valero, la calle Molino, el Zariche, el túnel de los champiñones, el pilón Quinquillero, la avenida Goya, las noches de trinquete... Ha sido un tour sentimental y nostálgico, un spa rural de precios módicos. Un rincón paradisíaco entre mi gente que me ha ayudado a descansar hasta de mí. Lo dicho, lo mejor que me podía pasar.

Hemos dedicado tiempo a todo y al ocio de una manera increíble. Nos hemos dejado las voces en el singstar, echándonos muchas horas de risa y cante (dándolo todo, dando el cante). La noche de los clásicos la recordaremos por mucho tiempo, sobre todo a Tato y al Isra marcándose unos Chichos con mucho dolor... ¡Ay qué dolor!



El resto de las horas nos las hemos dejado echando unas copas y mil y una partida de guiñote. Mucho tiempo para divertirnos, y juntos, en torno a una mesa, sobre el tapete tirando ases, cantando cuarenta y llevándonos las diez de últimas... Nos hemos especializado sin duda alguna y sólo espero que a nadie le dé por apuntarnos a un campeonato internacional porque vamos destinados a darlo todo... El González, con sus cafés cortados y sus Barceló con Coca Cola, nos ha vuelto a albergar... Y nosotros, entre risas y nicotina, nos hemos ido dejando las vacaciones...



Pensé en aquellos viajes que disfrutaba siempre por estas fechas. Aviones y aeropuertos cambiados, de repente, por lo más elemental que tiene el ser humano: su entorno. Son esas raíces que nos agarran al suelo y nos hacen crecer. Unas raíces que los problemas del día a día me habían dejado secas y tenía que regar un poco.

Decía antes que me hago mayor. Lo he notado también por las ganas que tenía de regresar a las procesiones de Sarrión, sobre todo a la del Entierro, y oír desde la cama la Saeta y las Salidhijas que esta vez no cantó mi padre con la capa del tío Fermín...

Al salir a la calle, caían copos de nieve, como antes en diciembre, con una lentitud más propia de las películas que de la vida real. La nieve fue cuajando sobre nuestras chaquetas. Eran las cuatro y media de la madrugada, Sarrión estaba a media luz... Nosotros con todo el gas. Y así, mis raíces se fueron cuajando un poco más... He sonreído mucho. Me he reído a raudales. Y, de vez en cuando, he mirado al suelo y he visto como mis pies chafaban el suelo de toda la vida, raído por las heladas de todos los años...



Nos escapamos a Teruel el viernes y nos escondemos bajo la lluvia. De repente, todo fue silencio y los tambores y las cornetas rompieron por toda la ciudad. La salida de la Dolorosa bajo el cielo que recibía de nuevo al sol en la última hora de la tarde me tuvo un buen rato mirando arriba. Luego bajé a la tierra, y seguí viendo la procesión... ¡Qué me recordaba tantas cosas!



Pero sin duda alguna, la gran procesión fue la de mis amigos. Gracias a ellos he vivido unos momentos que me guardo en la cartera para airearlos a menudo. La noche del trinquete fue antológica. Y el paseo por la vía minera, la vía verde, caminando en el sentido en que corría el cierzo... Aurora me dio su tarjetón anunciando que todo está más cerca y nuestra felicidad de por medio. Nuria me anunció que van a ser padres (¡Enhorabuena!) y me alegró aún más las vacaciones. Y me reencontré con muchos que hacía tiempo no veía, aunque los sienta cerca, como a Kone, con la que estuve hablando de todo lo que necesitaba hablar... Y respiré. Hondo.

Como cada minuto que he vivido al lado de la pequeña (cada vez menos) Edurne. Es una actriz en toda regla, con un genio indescriptible y una sonrisa, natural, que te roba todo. Hemos cantado, bailado, jugado, reído... Y me ha abrazado. Y eso, lo vale todo. Espero que ella, algún día, también sienta sus raíces como siento yo las mías... Es lo que nos une, al mundo, las raíces al suelo... Y yo, con mis pies helados, me he sentido más unido que nunca a todo lo que necesitaba revivir una vez más...

A todos, gracias.



1 comentario:

Aure dijo...

"La tierra donde naciste
no la puedes olvidar
porque tiene tus raíces
y lo que dejas atrás".....
te suena??? je,je,je.. es lo que tiene el singstard...

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