lunes, 20 de abril de 2009

UNA CENA DE DIEZ

"¿Y qué haces?". "Nada". "¿Cómo va?". "Va." "¡Brustusclus, mañana nos hacemos unos trocotrós! Así que no quedes con nadie...".

Llegó a la calle del general Prim, invadida por los humos de decenas de paellas. La gente se dispone a uno y otro lado de la calle, y como por un río, atravesamos hasta el final, cerca del llar, donde se agolpa la gente que este fin de semana celebra San Vicente. Me encuentro a Pilar, abrazos y sonrisas, conversación y tabaco. Picamos algo. La semana ha sido intensa y estoy cansado: "No creo que tarde mucho en irme".

Mabel comenta que anda mareada. A las doce, yo comento que como mucho una copa sentados. Y algo de conversación. Ya sabéis que pocas cosas me gustan tanto como hablar con mis amigos. Ángeles se apunta y Pilar y Eduardo. Cyrano. Los mejores rones de esta ciudad, siempre lo he dicho. Una mesa de mármol y vasos. Risas. Muchas. Y una conversación que se va haciendo grande a puñados. Llegan Luis y Gueguel. Más risas. Otro vaso. Cigarro. Risas. Marta y Alba. Más risas. Vaso. Las cinco de la mañana. "Nos debes una comida desde hace dos años, Mabel", dice Gueguel. "Mañana cenamos todos en mi casa", apunta la Obrer.



Por la mañana acompaño a Cris de compras. Me llama Mabel: "He hablado con Pepe, que vienen esta noche también". Llueve. Me recogen y vamos a comprar. Cuando llegamos a casa de Mabel la cena (im-pre-sio-nan-te) ya está preparada. Y las risas. Y la conversación.

Me encantan estas cenas, siempre me han gustado. Diez personas, que no se conocen entre ellas, con pocos nexos de unión y un mantel. Cenamos. Sin parar de hablar, los unos con los otros. Ana en silencio. Eduardo, Pilar y José hablando de sus cosas, que son las nuestras. Gueguel con sus dulces locuras tan divertidas y Luis, genial, como siempre. Ángeles, de risa. Mabel y Pepe, anfitriones bárbaros (como es habitual). La noche promete, mientras Ruzafa honra a San Vicente, nosotros nos hemos encontrado con una cena muy particular.



Estuvimos hasta altas horas de la mañana sin parar. Bandejón de dulces, platos de gominolas... Pelé la cáscara del limón y preparé copas para todos. No paramos de reír. De hablar. Chistes y anécdotas, confidencias de madrugada... Confidencias de una cena que yo disfruté a tope.



Así que gracias a Mabel y a Pepe por ser una vez más los cómplices de mis sonrisas. Gracias por abrir las puertas de casa y ofrecerme el sillón, aunque sea para no ver el dvd de vuestra boda. Y gracias al resto de compañeros de aquella cena con los que ahora ya tenemos mucho más que compartir... No sé porqué. Pero creo que no será la última cena de diez...

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