Afortunadamente (y me arrepentiré por bocazas de escribirlo hoy), Julio no ha sido un mes salvaje de calores y pasiones. Si acaso, hemos resuelto todo con dormir algo menos y alcanzar la cama en la madrugada cuando las sábanas dejan de arder. Aún así, estamos de verano. Y eso se nota en la calle, en el ánimo e incluso en estas piernas fatigadas que se cargan con la edad.
Si empiezo a recordar esas noches de julio y esas agendas apretadas, me voy hasta el concierto de Fangoria (18 de julio, noche) que compartimos con un sinfín de personas. Me recogió Leo con Raúl y Eva. Recogimos una amiga más en Gregorio Gea. Y nos vimos con Noe en las puertas de Viveros. Llegaron al rato Tere, Jorge e Isaac. Y medio mundo de fallerío desbordado con el que cantamos y bailamos las canciones de siempre. A quién le importa, todo un himno, con hielo de ron. Dramas y comedias (hubo siempre más deleite con lo primero que con lo segundo)... Y así, todos los temazos con su puesta en escena y Cyrano posterior. Como la noche daba de sí, y teníamos ganas de más, nos fuimos al Alba a cantarse un Queen redoblao. Ya de madrugá regresamos a casa escuchando a Beatles al ritmo del Come Together, tan sugerente, nocturno y alevoso. Antes, por la calle Colón, con las ventanillas bajadas, el viento soplaba contra nuestro rostro con un Living on my own... Y así, recordamos que siempre que nos juntamos acabamos por pasarlo de maravilla.
El sábado por la mañana me fui al Palau, actuaba Mislata en el Certamen de Bandas. Hubo tocata y fuga. Un fantástico concierto y de regreso a Mislata me pasé por el mercado, para comprar unas cerezas y un melón. Dediqué el sábado a lo doméstico y a preparar la cena. Por la noche venían Aure, Amparo y Vero a cenar. Aurora que venía me llamó y me dijo que no podía. Así que cuando pueda, aquí estaremos con los fogones encendidos (como siempre).
Hicimos de Masterchef: zarzuela de marisco, como plato principal, y entrantes a base de ensaladas, foiés y tomate del Perelló con anchoas. Aprobé, me dijeron, con nota. Y para celebrarlo, después de los vinos y los postres, nos fuimos a Viriato, de verbena.
En Viriato seguimos con la parranda. Me encontré allí a Belda y Marci, la Guti llegó al rato, Leo con Raúl... Nos echamos unos caminos a Murillo Palomar y un capazo de risas. La orquesta, buenísima. Y el calor, la noche de mayor calor que recordaba en este mes, redondeó una noche de cena en casa con posdata incluída: llegada la madrugada nos fuimos a Umbracle para dejar que amaneciera ya mientras caía en el primer sueño.
El domingo acabó con una preselección fallera, la de Mislata, donde acudí como cada año. Presentaba Laura, lo que dio de sí, lamentablemente, más de lo que esperaba. En cualquier caso, hice lo que correspondía y así lo siento. Probablemente hay gente que prefiere moverse por otros parámetros, pero a mí los de la honestidad, la lealtad y la amistad me han venido muy bien siempre para dormir a pierna suelta. Luego el tema ha coleado algo más, pero en renglones rectos, no da para mucho. Sentí que haya quien no entienda esta realidad, pero es la que vivo. Mis amigos son tremendamente importantes para mí, no me gusta verles sufrir y, menos, cuando se les hace daño con cuestiones que les son ajenas... En fin. Que la tarde discurrió de lo más agradable y puestos a descansar, me volví con Tatín y Cati a casa. Fin del fin de semana.
El lunes me devolvió a Pilar y al trabajo. Fuimos haciendo programas. Llegó el jueves, 25, día de Santiago y lo que iba a ser una fiesta se convirtió en luto nacional. Accidente ferroviario, trágico me escribió Pepa cuando la noche anterior se había producido mientras yo cenaba en una alquería de Xirivella. Y así fue. Santiago, aquél festín de infancia, se convirtió en un día triste y negro. Hicimos programa especial como correspondía en "Valencia Abierta" y salí al sol. Me recogió Alejandro para nuestra comida anual de jurados. Se me pasó volando. Comimos estupendamente en la Carretera d'En Corts, casa elegida por Rafa. Juanfran y Pepe se sentaron también a la mesa y lo pasamos de miedo entre vinos y risas. Nos tuvimos que ir pronto. Me regresé con Alejandro hasta su tienda de fotos y con el autobús llegué a Universidades. Chateé hasta quedarme sin whatsapp. Y con el 29, recorrí Valencia hasta la avenida del Cid. Subí a casa, quise dormir, pero no pude. Tenía pleno (no al quince) y allá que nos fuimos...
El viernes llegó casi en un suspiro. La semana se había acabado casi sin ser consciente, yo que lo soy de muchas cosas. Me desgasté. El ánimo se me vino abajo marcado por una agenda que no cesa (porque aquí claro solo cuento los saraos, pero no los curros, que lo son y de campeonato). Y por escuchar los cantos de sirena que traen voces amargas, repensé lo que ya tantas veces pensaba sobre gente sucia que se envenena la voz. Y la contagia. Salí de la radio y me fui a casa de Jose y de Ana a comer. Conocí al pequeño Jose (que cuatro meses después aún no conocía) y la casa nueva. Y compartimos vino y mantel con un menú de primera que cocinó Maese Acosta. Espectacular. Me divertí con la pequeña Anita jugando en el suelo, recordando la infancia, que tan lejos nos quedó. Y me regresé en autobús a casa, pensando que tantas cosas bellas como tengo en el mundo no pueden eclipsar a una nube apartada y cateta que se viene a más, porque siempre tiene menos. Dirán: ¡Anda que te has quedado a gusto! Más que me quedaré... pienso yo con mi ego a cuestas.
Y por la noche a Torrent. Cenamos Sonsoles y Miquel, María y Manu, Vero y Javi, Amparo y yo. Acudieron al rato, Carol y Raúl. Y nos echamos muchas risas y otra cena a las espaldas. Y aún así mi báscula batalla, me alegro. La noche fue ahora sí la más calurosa. En Torrent, de fiestas, a la sombra de la torre no teníamos frío. Orquesta y sarao. La filà de Na Violant, Sonsoles, con la que hablar me vino también. Y unas risas a la salida, cuando la guardia civil le hizo soplar a Vero. Camino a casa, se caía la noche. Y yo, por cansancio, con ella...
Y así pasamos el día. Y la noche. Y llegó el sábado. Lo pasé pegado en casa al aire acondicionado a ratos, y al ordenador a otros. No dediqué mucho tiempo a nada concreto. Me iba a ir, pensé, a cambiar de aires por Sarrión. Que al final no fui. Y cambié de agenda para irme con Manu al fútbol a ver al Milan. Allí echamos la tarde. Divertida hasta que se acabó el partido. Con su coche y sin su móvil, me llevó a Mislata. Tenía la cena solidaria contra el cáncer en la Piscina y la rifa solidaria, donde pesqué dos veces... Copita con Pepa y Mariano y a dormir...
Me desperté. Eran las diez y mucho. Me extrañó que mis padres no hubieran llegado todavía. Día familiar en Moncofa. A las once llegaron. Me regalaron una aspiradora. Creo que nos llevaremos bien. Y nos fuimos al apartamento de Rosa... Nos esperaban en el balcón. Apuraba el calor que calentaba de lo lindo. Y nos pusimos manos a la obra para irnos a la playa. Me sorprendió la imagen, tan familiar, tan de antaño. No calculo cuánto tiempo haría que no compartíamos la playa, papás, hermana y servidor. Me reí de lo lindo con Edurne en el agua. Y haciéndole fotos para comprobar lo mayor que está...
Y como los días han sido de mesas y manteles, acabamos en el restaurante María con una deliciosa paella de bogavante y vino Ribeiro. Llegué a casa ya de noche, después de pasar por casa de Rosa a recoger una bolsa con ropa... Y con un cansancio absoluto me tumbé en la terraza a ver cómo caía la noche. Cayó. Con un calor absoluto a cuestas que lo impregnaba todo. El insomnio quiso traerme quebraderos de cabeza, pero no me dejé. Total, mañana, por hoy, ya era lunes... de nuevo.
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