miércoles, 10 de julio de 2013

DE REPENTE


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De repente hay en la vida un momento que lo cambia todo. Que puede ser un repente madurado, caminado, que viene de lejos o de cerca, pero que se va rumiando o puede ser un repente explosivo, inesperado, que de repente estalla ante nosotros y nos condiciona el resto del camino. Desde pequeños nos enseñan el camino que se bifurca en dos, a la izquierda y a la derecha, y como tenemos la obligación de elegir, a un lado u otro, sin atender a dos premisas básicas: una, que no siempre tienen por que haber dos opciones (puede existir una, ninguna, más de una o una infinidad) y, la otra, que tengamos que acabar eligiendo entre las opciones solo que nos dieron sin posibilidad de pensar que hay otras o decidir que nos plantamos en el borde del camino y que nos negamos a elegir.

De todos los repentes posibles, el sorprendente nos desequilibra más, pero tiene una contundencia mayor, sin duda alguna. El repente madurado, la idea que venimos siguiendo como una pista imposible desde hace tiempo y que al final se cuela como solución a nuestra crisis, como cambio irremediable, pierde el valor repentino porque ha venido macerado con el paso mismo de los días y de las horas... Sea como sea, de repente hay en la vida un momento que lo cambia todo.  Y puede ser un cambio drástico o un punto de inflexión tan solo que nos marque un giro en la vida. Sea cual sea, los repentes me parecen importantísimos, porque nos obligan a abandonar la monotonía y su comodidad y a tomar las riendas de nuestra vida. Que es algo que por obligación, no deberíamos de abandonar nunca. O casi nunca.

Si echas la vista atrás, probablemente, de todas las cosas que hiciste, que pensaste o que soñaste, comprobarás que hubo un detonante que apareció de repente. No te arrepientas nunca de las cosas que hiciste, disculpa si acaso las que no llegaste a realizar, porque en ellas sí que cabe el arrepentimiento. De lo que pensaste, no te sientas esclavo. Que te valga para madurar nuevos pensamientos. Y de las que soñaste, siéntete el autor de tus esperanzas, porque en aquellos sueños pueden andar también escondidos los repentes que cambiaron tu vida, que la cambiarán o que la están cambiando.

Nos enseñaron a elegir cuando el camino se parte en dos, pero no nos invitaron a soñar y a decidir: no nos explicaron que elegir es bueno, que cambiar es una opción que siempre nos mejora y que ahí sí que nosotros somos los únicos dueños de nuestro mañana. No nos contaron que aparecerían de repente en nuestras vidas, cosas que las harían mágicas o que  desde una normalidad pasmosa acabarían completando nuestra vida. Además, si como yo, aprecias cada pequeño detalle, las cosas que te pasen, de repente, a ciencia cierta, serán más maravillosas todavía.

Haz que crezca cada nuevo día. Espera con ilusión cada sol que llegue de nuevo. Y recárgalo de pequeños detalles que hagan tu vida mejor. Así, cuando menos te lo esperes, de repente, aparecerá en tu vida otra nueva opción. Y no te esperes nunca sentado a ver cómo se resuelven los enigmas, plantea tú cómo quieres cambiarlos. Así, siendo el protagonista principal de tus decisiones, el autor de tu propio futuro. Un futuro, que viene cargado siempre de fantásticas sorpresas...

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