martes, 9 de julio de 2013
GALOPA
A veces, como tú, sueño en mi silencio apartado, escondido, cobijado por mis esperas y mis desesperos. A menudo, como intuyo que haces, me entretengo entre mis verdades, contagiado de este espíritu infantil que me invita a seguir adelante y dejo de lado las desesperanzas que al alma le trae cada día. Mis noches, se unen las unas a las otras, con un calor que las funde y así la luna se confunde. Lleva semanas sin caer por mi ventana. El cielo, desnudo, como mi corazón cuando habla, se queda sin estrellas, aunque no haya nubes que lo cubra y parecen que pasan una noche y otra, así seguidas, sin lunas ni estrellas, ni sueños que las cobijen...
A diario emprendo el camino, que el calor amanece más temprano, seco ya el rocío, y emprendo la marcha entre cansado y sosegado, lento peregrinaje con el que empiezo a subir la cuesta que me lleva hacia otra noche baldía. Y así, con estas letras, imagino que me escribes cada día una carta que no es de amor, ni lo pretende.
Yo leo tu carta desde este paraíso en que me envuelvo con certidumbres prestadas. Me deja mi optimismo esta tinta de ilusiones para que escriba mi camino y, ahora que leo en las hojas que no me envías, que son las hojas perdidas, intento desde la distancia con que se acercan mi voluntad y tu corazón, escribirte con certeza las palabras que me gustaría que tomaras como verdad absoluta.
Espero que el sueño te contagie de alegría, que se vayan de ti los malos presagios de tristezas y pesadumbres, de dolores y pesar. Quiero que tu aflicción salte por la ventana, como una campanilla enamorada y eche a volar lejos, a aquel país de ensueño donde no pueden pasar las amarguras. Quiero que te sientes conmigo a mirar el cielo, cargado de nubes de esperanza y de almas limpias. Quiero que el calor caldee tu alma, pero que no la queme. Y el cielo, cargado de estrellas, traiga para ti un manto de suerte que te cobije junto a mí, que sigo con este insomnio sin desvelos que hace que me cueste algo más dormir, cuando pienso en ti.
El camino, que comienza cada día, comiénzalo con fuerza. Con energía. Piensa en mí, porque yo andaré haciendo lo mismo. Y desde la lejanía que da la distancia cuando los dedos ni se rozan, lanzaré mi optimismo en flechas certeras contra el caparazón que te has construído. Mereces ser feliz, lucha por ello. Cabalga sobre los lomos del caballo más veloz y siente contra tu rostro batirse el viendo de las dichas, que el auge de tu ventura sea el motor de tu sonrisa y regálame un trozo de felicidad mañana, mayor que el que hoy dejo yo en el umbral de tu puerta. Estoy seguro que si galopas hacia tu fortuna, acompañado de mis buenos deseos, alcanzarás pronto una noche distinta a todas, con su luna repleta de bienestares y placeres, con sus estrellas colgando del cielo, bailando al son de tu caprichosa felicidad... Batalla por ello.
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