Me he descubierto hoy al despertar frente a ese espejo que no uso y me he sorprendido con una sonrisa que me llegaba de la noche al día. La felicidad básica. La he alcanzado hoy cuando desperté del último sueño, que sería el más pesado, y me la he encontrado casi sin querer a los pies de la cama. Me la he puesto por los pies, como unos cálidos calcetines en invierno para no tomar el suelo gélido de la vida. Y me he quedado frente al espejo que no tengo, mirando el brillo de mi mirada y esa sonrisa congelada que trae alegría para todo el día. Ni más ni menos. No esperaba, ni mucho menos que apareciera hoy. Una sorpresa, en toda regla. Pero la he recibido, acurrucándola entre las manos, y protegiéndola como el último charquito de agua que hubiera podido cazar en la fuente. Ese agua que le da color a mi vida, sin tenerlo. Que la llena de sabor. Que le da aire, como una brisa de agosto... Así, sin darme cuenta, por sorpresa como te cuento, me he levantado con la felicidad cogida al cuerpo y un corazón que latía fuerte y acompasado.
La vida no nos exige mucho más. Somos nosotros los que, incomprensiblemente, nos negamos la felicidad al intentar llenar nuestros días de obligaciones que nos pesan y que nadie nos trajo. Nosotros, con nuestras cargas, hacemos de nuestras horas un via cruces de despropósitos e intenciones, pero acabamos dejando de lado, al margen del camino por el que paseamos en la vida, aquello tan básico como es rescatarnos de todo olvido y convertirnos en nuestros protagonistas. En protagonistas de nuestras propias vidas.
Yo hoy, al despertar, como cada día, me miré en el espejo que no colgué. Sin encender la luz que hubiera acabado de despertarme y me sentí feliz y completo, sin nada más que una noche de sueño y esperanzas para todo un día. Si aprendemos a defender nuestra alegría como el agua, o como el viento, como el aire que respiramos, entenderemos que caminamos por la vida casi sin percibirla, pero con ella cogida de la mano. Párate en mitad del camino y comprueba la de bondades que vuelan alrededor, como polen en primavera, allí junto a ti, cada día, en cada momento, se mueven las alegrías y las esperanzas que a veces no cazas entre sueños...
Te ha llegado el momento de ser feliz. De compartir la alegría, de despertarte y acercarte al espejo que no existe para, frente a frente, mirarte en él y conquistarte a través de tu sonrisa. La mía, como cada día, te la presto una vez más, para que alcances tu felicidad básica. Con la que yo me levanté hoy, sonriendo de noche a día...
miércoles, 31 de julio de 2013
martes, 30 de julio de 2013
AMISTAD(ES)
Amigo. Nunca cinco letras cargaron con tanto contenido a sus espaldas. Amigo: una palabra redonda, donde se dan la mano las sensaciones y los sentimientos. Calor de voz amiga, de sueño compartido, de espíritu participado... La amistad es, aún devaluado, uno de los grandes valores de nuestra sociedad marchita que a golpe de rocíos recupera el color y la vida, la savia y la sangre. A ella recurrimos, a nuestra amistad más principal, cuando nos derrota la realidad con sus barcos de batalla diaria y con ella compartimos nuestros momentos de alegría disparada. De alegría vivida. Y así la construímos sobre los pilares más sólidos, los de la lealtad y la fidelidad. La amistad es el núcleo de unión que cada uno de nosotros elegimos para caminar por la vida, con manos amigas, con voces queridas, con anhelos de mañana y deseos de futuro. Si miramos hacia atrás, recordamos los amigos de la infancia, las amistades con quienes a través de un teléfono fijo conquistábamos nuestra adolescencia y con quienes nos derrumbamos al hacernos mayores y emprender las sacudidas de la vida, que van azotando como latigo sin descanso... Nuestros amigos son aquellas personas que nos esperan, que se desesperan con nosotros, que nos calman en la ira y nos levantan en la pereza, que nos inyectan optimismo y vida, que nos sirven de saco roto donde volcar nuestros lamentos y el paño de lágrimas donde acudir cada vez que el llanto lo llena todo... Y son vida.
Los amigos son las personas que nos puso el destino enfrente para que los pusiéramos a nuestro lado. A quienes cogemos las manos cuando necesitan de la caricia, a quienes damos pan si les falta el sustento, a quienes damos paz, si les azota la tormenta... Los amigos son quienes comparten primero nuestras alegrías y nos trasladan las suyas, quienes hacen que nuestras noches sean más largas y nuestros días más recordados, quienes hacen y deshacen en nuestro nombre sin que tengamos nunca la menor duda de que harán siempre lo mejor... Y así, hasta en tiempo de crisis, los amigos son ese tesoro intacto que crece si le das calor.
Yo creo que no me pasa un día en la vida que no me acuerde de alguno de ellos. No hay minuto del tiempo que se pase sin mirar al lado y comprobar que siempre algún amigo o alguna amiga ha descolgado su teléfono para escucharme, me ha prestado sus oídos para echar a caminar, me ha dado la palmada en la espalda de ánimo que necesitaba...
Y sin embargo, al escribir, se produce una extraña química que todo lo contamina y nada se hace tan difícil como explicar la amistad, quizá porque hay que sentirla y como todo sentimiento inmenso las palabras se quedan huecas al escribirlas una detrás de otra. Por eso, mando mi mensaje de amor en oraciones que se lleva el viento y en plegarias que se mueven con este viento de verano. Solo así puedo hacer llegar a mis amigos, hoy, que son la parte más importante de mi vida... Lo escribo sin palabras ni tintas, lo digo en silencio, sin palabras... Porque no las hay. Hoy, con mis amigos, sigo la vida, caminando sin descanso, acompañado, feliz... Como cada día.
lunes, 29 de julio de 2013
DARDOS
Me paro a veces en la vida porque me acechan demonios que no caminan conmigo. Los envían los malos pensamientos de otros, que deben de tener demasiado mal en las tripas o mucho aburrimiento en las vidas, como para dedicarse a esto. Y entiendo que a todos nos pasa muchas veces y nos pasamos así la vida, esquivando dardos que nos llegan sin saber ni de dónde ni por qué. Que serían dos razones suficientes para dejar de esquivar.
En cualquier caso, hay que sentirse fuerte frente a estos embistes. Lo tengo constatado que si uno no deja que aquellos ataques le rocen siquiera a uno, se desintegran en el olvido, o en la indiferencia, que es el arma más afilada con que acuchillar las malas intenciones con que los demás nos atacan. No hace falta defenderse. Sentirse atacado es en parte ya ser víctima de los embates de otras personas cuya vida se pasea entre lo lamentable y lo penoso. Por eso, cuando tantas veces en la vida, nos sentimos tristes, desprotegidos, atacados, dejados de la mano por personas que se esfuerzan en que nos sintamos así, hemos de tener el coraje suficiente para mirar al cielo, con los ojos bien abiertos, sin que ni siquiera el sol nos moleste, y esbozar una sonrisa natural de lado a lado. Una sonrisa que nos deje en la garganta la resaca de la felicidad, y que ejercite nuestros músculos poniendo en marcha una sensación personal y merecida de alegría básica.
No podemos desgastarnos con lo que otros pretenden: nunca he pedido vivir en una isla, es más, me debo a los demás con una energía y una generosidad, que mueven el corazón que me hace vivir con mayor fuerza si cabe. No podemos enclaustrarnos en nosotros mismos ni negarnos a los demás. Pero aquellas personas, cuyos valores, si es que los tienen, les hacen anteponer su vida a la nuestra, tienen que sentir que son nocivas, que no nos vienen bien, que deben limpiarse el alma antes de intentar compartir nada con nadie. Porque lamentablemente, lo que promuevan, estará viciado... Y olerá a veneno.
La vida es demasiado corta como para hacerla más complicada. El día a día ya nos trae los problemas suficientes como para que nos ceguemos cada vez que alguien nos dispara ira. Y no es justo que nuestra felicidad se vea truncada porque hay quien no es feliz y toda su energía la carga en lo negativo para hacerse así valer. Hay que estar alegres, compartir nuestra felicidad, básica sin grandes necesidades, con la gente de alrededor y hacer de la normalidad un camino por donde podamos pasear con cuanta más gente, mejor...
Nadie dijo que esto fuera sencillo. Pero podemos conseguirlo. Hay que batallar fieramente contra quienes utilizan su día en intentar llenar el nuestro de nubes y tormentas. Todos conocemos a gente, de la que además la pena nos invita a protegerles, que en cuanto pueden se revuelven y nos pican como un escorpión. Cargadas, además con su veneno... No dejes que te vuelva a picar. Hay demasiados paraísos en el mundo como para cerrarnos en la cegazón de una habitación sin luz ni ventanas con que respirar. Y, lamentablemente, hay gente que solo sabe vivir en esas condiciones... Y que cuando la soledad les ahoga, intentan encerrarnos también a nosotros allí. Fuera, el aire, la libertad, son fantásticos... No dejes que nadie te emprisione. No merece la pena.
MES DE MESAS
Tengo un julio revuelto, de no parar. Si echo la vista atrás calculo que julio siempre es así. Aunque también es verdad que me he dejado pocos recuerdos del día a día, aquí en mi moleskine virtual. Lo que es, es. Empujado por una actividad que hace mucho tiempo no recordaba, en las hojas se me han perdido sensaciones y sentimientos, de los que narro por la radio, pero vivencias, desde hace días, ninguna. Y no es que no haya dado de sí el mesecito, que sí que ha dado.
Afortunadamente (y me arrepentiré por bocazas de escribirlo hoy), Julio no ha sido un mes salvaje de calores y pasiones. Si acaso, hemos resuelto todo con dormir algo menos y alcanzar la cama en la madrugada cuando las sábanas dejan de arder. Aún así, estamos de verano. Y eso se nota en la calle, en el ánimo e incluso en estas piernas fatigadas que se cargan con la edad.
Si empiezo a recordar esas noches de julio y esas agendas apretadas, me voy hasta el concierto de Fangoria (18 de julio, noche) que compartimos con un sinfín de personas. Me recogió Leo con Raúl y Eva. Recogimos una amiga más en Gregorio Gea. Y nos vimos con Noe en las puertas de Viveros. Llegaron al rato Tere, Jorge e Isaac. Y medio mundo de fallerío desbordado con el que cantamos y bailamos las canciones de siempre. A quién le importa, todo un himno, con hielo de ron. Dramas y comedias (hubo siempre más deleite con lo primero que con lo segundo)... Y así, todos los temazos con su puesta en escena y Cyrano posterior. Como la noche daba de sí, y teníamos ganas de más, nos fuimos al Alba a cantarse un Queen redoblao. Ya de madrugá regresamos a casa escuchando a Beatles al ritmo del Come Together, tan sugerente, nocturno y alevoso. Antes, por la calle Colón, con las ventanillas bajadas, el viento soplaba contra nuestro rostro con un Living on my own... Y así, recordamos que siempre que nos juntamos acabamos por pasarlo de maravilla.
El viernes en la radio costó algo más. Sin Pilar, que está de pase pernocta, la mañana se hizo cuesta arriba pensando más en la siesta que en la obra que no acabo de memorizar, mientras pasan los días. Por la noche volví a Viveros, con Gloria: concierto de Fito. Tan espectacular como acústico. Y al salir, paseé hasta Almirante Cadarso (Café Almirante) donde celebramos el cumple de Beto. Un artista. La noche se me pasó rápida porque me fui a dormir muy pronto. Cansancio y previsión. Algo extraño en mí, pero renuncié a Satán a sus pompas y sus vanidades.
En Viriato seguimos con la parranda. Me encontré allí a Belda y Marci, la Guti llegó al rato, Leo con Raúl... Nos echamos unos caminos a Murillo Palomar y un capazo de risas. La orquesta, buenísima. Y el calor, la noche de mayor calor que recordaba en este mes, redondeó una noche de cena en casa con posdata incluída: llegada la madrugada nos fuimos a Umbracle para dejar que amaneciera ya mientras caía en el primer sueño.
El domingo acabó con una preselección fallera, la de Mislata, donde acudí como cada año. Presentaba Laura, lo que dio de sí, lamentablemente, más de lo que esperaba. En cualquier caso, hice lo que correspondía y así lo siento. Probablemente hay gente que prefiere moverse por otros parámetros, pero a mí los de la honestidad, la lealtad y la amistad me han venido muy bien siempre para dormir a pierna suelta. Luego el tema ha coleado algo más, pero en renglones rectos, no da para mucho. Sentí que haya quien no entienda esta realidad, pero es la que vivo. Mis amigos son tremendamente importantes para mí, no me gusta verles sufrir y, menos, cuando se les hace daño con cuestiones que les son ajenas... En fin. Que la tarde discurrió de lo más agradable y puestos a descansar, me volví con Tatín y Cati a casa. Fin del fin de semana.
El lunes me devolvió a Pilar y al trabajo. Fuimos haciendo programas. Llegó el jueves, 25, día de Santiago y lo que iba a ser una fiesta se convirtió en luto nacional. Accidente ferroviario, trágico me escribió Pepa cuando la noche anterior se había producido mientras yo cenaba en una alquería de Xirivella. Y así fue. Santiago, aquél festín de infancia, se convirtió en un día triste y negro. Hicimos programa especial como correspondía en "Valencia Abierta" y salí al sol. Me recogió Alejandro para nuestra comida anual de jurados. Se me pasó volando. Comimos estupendamente en la Carretera d'En Corts, casa elegida por Rafa. Juanfran y Pepe se sentaron también a la mesa y lo pasamos de miedo entre vinos y risas. Nos tuvimos que ir pronto. Me regresé con Alejandro hasta su tienda de fotos y con el autobús llegué a Universidades. Chateé hasta quedarme sin whatsapp. Y con el 29, recorrí Valencia hasta la avenida del Cid. Subí a casa, quise dormir, pero no pude. Tenía pleno (no al quince) y allá que nos fuimos...
El viernes llegó casi en un suspiro. La semana se había acabado casi sin ser consciente, yo que lo soy de muchas cosas. Me desgasté. El ánimo se me vino abajo marcado por una agenda que no cesa (porque aquí claro solo cuento los saraos, pero no los curros, que lo son y de campeonato). Y por escuchar los cantos de sirena que traen voces amargas, repensé lo que ya tantas veces pensaba sobre gente sucia que se envenena la voz. Y la contagia. Salí de la radio y me fui a casa de Jose y de Ana a comer. Conocí al pequeño Jose (que cuatro meses después aún no conocía) y la casa nueva. Y compartimos vino y mantel con un menú de primera que cocinó Maese Acosta. Espectacular. Me divertí con la pequeña Anita jugando en el suelo, recordando la infancia, que tan lejos nos quedó. Y me regresé en autobús a casa, pensando que tantas cosas bellas como tengo en el mundo no pueden eclipsar a una nube apartada y cateta que se viene a más, porque siempre tiene menos. Dirán: ¡Anda que te has quedado a gusto! Más que me quedaré... pienso yo con mi ego a cuestas.
Y por la noche a Torrent. Cenamos Sonsoles y Miquel, María y Manu, Vero y Javi, Amparo y yo. Acudieron al rato, Carol y Raúl. Y nos echamos muchas risas y otra cena a las espaldas. Y aún así mi báscula batalla, me alegro. La noche fue ahora sí la más calurosa. En Torrent, de fiestas, a la sombra de la torre no teníamos frío. Orquesta y sarao. La filà de Na Violant, Sonsoles, con la que hablar me vino también. Y unas risas a la salida, cuando la guardia civil le hizo soplar a Vero. Camino a casa, se caía la noche. Y yo, por cansancio, con ella...
Y así pasamos el día. Y la noche. Y llegó el sábado. Lo pasé pegado en casa al aire acondicionado a ratos, y al ordenador a otros. No dediqué mucho tiempo a nada concreto. Me iba a ir, pensé, a cambiar de aires por Sarrión. Que al final no fui. Y cambié de agenda para irme con Manu al fútbol a ver al Milan. Allí echamos la tarde. Divertida hasta que se acabó el partido. Con su coche y sin su móvil, me llevó a Mislata. Tenía la cena solidaria contra el cáncer en la Piscina y la rifa solidaria, donde pesqué dos veces... Copita con Pepa y Mariano y a dormir...
Me desperté. Eran las diez y mucho. Me extrañó que mis padres no hubieran llegado todavía. Día familiar en Moncofa. A las once llegaron. Me regalaron una aspiradora. Creo que nos llevaremos bien. Y nos fuimos al apartamento de Rosa... Nos esperaban en el balcón. Apuraba el calor que calentaba de lo lindo. Y nos pusimos manos a la obra para irnos a la playa. Me sorprendió la imagen, tan familiar, tan de antaño. No calculo cuánto tiempo haría que no compartíamos la playa, papás, hermana y servidor. Me reí de lo lindo con Edurne en el agua. Y haciéndole fotos para comprobar lo mayor que está...
Y como los días han sido de mesas y manteles, acabamos en el restaurante María con una deliciosa paella de bogavante y vino Ribeiro. Llegué a casa ya de noche, después de pasar por casa de Rosa a recoger una bolsa con ropa... Y con un cansancio absoluto me tumbé en la terraza a ver cómo caía la noche. Cayó. Con un calor absoluto a cuestas que lo impregnaba todo. El insomnio quiso traerme quebraderos de cabeza, pero no me dejé. Total, mañana, por hoy, ya era lunes... de nuevo.
Afortunadamente (y me arrepentiré por bocazas de escribirlo hoy), Julio no ha sido un mes salvaje de calores y pasiones. Si acaso, hemos resuelto todo con dormir algo menos y alcanzar la cama en la madrugada cuando las sábanas dejan de arder. Aún así, estamos de verano. Y eso se nota en la calle, en el ánimo e incluso en estas piernas fatigadas que se cargan con la edad.
Si empiezo a recordar esas noches de julio y esas agendas apretadas, me voy hasta el concierto de Fangoria (18 de julio, noche) que compartimos con un sinfín de personas. Me recogió Leo con Raúl y Eva. Recogimos una amiga más en Gregorio Gea. Y nos vimos con Noe en las puertas de Viveros. Llegaron al rato Tere, Jorge e Isaac. Y medio mundo de fallerío desbordado con el que cantamos y bailamos las canciones de siempre. A quién le importa, todo un himno, con hielo de ron. Dramas y comedias (hubo siempre más deleite con lo primero que con lo segundo)... Y así, todos los temazos con su puesta en escena y Cyrano posterior. Como la noche daba de sí, y teníamos ganas de más, nos fuimos al Alba a cantarse un Queen redoblao. Ya de madrugá regresamos a casa escuchando a Beatles al ritmo del Come Together, tan sugerente, nocturno y alevoso. Antes, por la calle Colón, con las ventanillas bajadas, el viento soplaba contra nuestro rostro con un Living on my own... Y así, recordamos que siempre que nos juntamos acabamos por pasarlo de maravilla.
El sábado por la mañana me fui al Palau, actuaba Mislata en el Certamen de Bandas. Hubo tocata y fuga. Un fantástico concierto y de regreso a Mislata me pasé por el mercado, para comprar unas cerezas y un melón. Dediqué el sábado a lo doméstico y a preparar la cena. Por la noche venían Aure, Amparo y Vero a cenar. Aurora que venía me llamó y me dijo que no podía. Así que cuando pueda, aquí estaremos con los fogones encendidos (como siempre).
Hicimos de Masterchef: zarzuela de marisco, como plato principal, y entrantes a base de ensaladas, foiés y tomate del Perelló con anchoas. Aprobé, me dijeron, con nota. Y para celebrarlo, después de los vinos y los postres, nos fuimos a Viriato, de verbena.
En Viriato seguimos con la parranda. Me encontré allí a Belda y Marci, la Guti llegó al rato, Leo con Raúl... Nos echamos unos caminos a Murillo Palomar y un capazo de risas. La orquesta, buenísima. Y el calor, la noche de mayor calor que recordaba en este mes, redondeó una noche de cena en casa con posdata incluída: llegada la madrugada nos fuimos a Umbracle para dejar que amaneciera ya mientras caía en el primer sueño.
El domingo acabó con una preselección fallera, la de Mislata, donde acudí como cada año. Presentaba Laura, lo que dio de sí, lamentablemente, más de lo que esperaba. En cualquier caso, hice lo que correspondía y así lo siento. Probablemente hay gente que prefiere moverse por otros parámetros, pero a mí los de la honestidad, la lealtad y la amistad me han venido muy bien siempre para dormir a pierna suelta. Luego el tema ha coleado algo más, pero en renglones rectos, no da para mucho. Sentí que haya quien no entienda esta realidad, pero es la que vivo. Mis amigos son tremendamente importantes para mí, no me gusta verles sufrir y, menos, cuando se les hace daño con cuestiones que les son ajenas... En fin. Que la tarde discurrió de lo más agradable y puestos a descansar, me volví con Tatín y Cati a casa. Fin del fin de semana.
El lunes me devolvió a Pilar y al trabajo. Fuimos haciendo programas. Llegó el jueves, 25, día de Santiago y lo que iba a ser una fiesta se convirtió en luto nacional. Accidente ferroviario, trágico me escribió Pepa cuando la noche anterior se había producido mientras yo cenaba en una alquería de Xirivella. Y así fue. Santiago, aquél festín de infancia, se convirtió en un día triste y negro. Hicimos programa especial como correspondía en "Valencia Abierta" y salí al sol. Me recogió Alejandro para nuestra comida anual de jurados. Se me pasó volando. Comimos estupendamente en la Carretera d'En Corts, casa elegida por Rafa. Juanfran y Pepe se sentaron también a la mesa y lo pasamos de miedo entre vinos y risas. Nos tuvimos que ir pronto. Me regresé con Alejandro hasta su tienda de fotos y con el autobús llegué a Universidades. Chateé hasta quedarme sin whatsapp. Y con el 29, recorrí Valencia hasta la avenida del Cid. Subí a casa, quise dormir, pero no pude. Tenía pleno (no al quince) y allá que nos fuimos...
El viernes llegó casi en un suspiro. La semana se había acabado casi sin ser consciente, yo que lo soy de muchas cosas. Me desgasté. El ánimo se me vino abajo marcado por una agenda que no cesa (porque aquí claro solo cuento los saraos, pero no los curros, que lo son y de campeonato). Y por escuchar los cantos de sirena que traen voces amargas, repensé lo que ya tantas veces pensaba sobre gente sucia que se envenena la voz. Y la contagia. Salí de la radio y me fui a casa de Jose y de Ana a comer. Conocí al pequeño Jose (que cuatro meses después aún no conocía) y la casa nueva. Y compartimos vino y mantel con un menú de primera que cocinó Maese Acosta. Espectacular. Me divertí con la pequeña Anita jugando en el suelo, recordando la infancia, que tan lejos nos quedó. Y me regresé en autobús a casa, pensando que tantas cosas bellas como tengo en el mundo no pueden eclipsar a una nube apartada y cateta que se viene a más, porque siempre tiene menos. Dirán: ¡Anda que te has quedado a gusto! Más que me quedaré... pienso yo con mi ego a cuestas.
Y por la noche a Torrent. Cenamos Sonsoles y Miquel, María y Manu, Vero y Javi, Amparo y yo. Acudieron al rato, Carol y Raúl. Y nos echamos muchas risas y otra cena a las espaldas. Y aún así mi báscula batalla, me alegro. La noche fue ahora sí la más calurosa. En Torrent, de fiestas, a la sombra de la torre no teníamos frío. Orquesta y sarao. La filà de Na Violant, Sonsoles, con la que hablar me vino también. Y unas risas a la salida, cuando la guardia civil le hizo soplar a Vero. Camino a casa, se caía la noche. Y yo, por cansancio, con ella...
Y así pasamos el día. Y la noche. Y llegó el sábado. Lo pasé pegado en casa al aire acondicionado a ratos, y al ordenador a otros. No dediqué mucho tiempo a nada concreto. Me iba a ir, pensé, a cambiar de aires por Sarrión. Que al final no fui. Y cambié de agenda para irme con Manu al fútbol a ver al Milan. Allí echamos la tarde. Divertida hasta que se acabó el partido. Con su coche y sin su móvil, me llevó a Mislata. Tenía la cena solidaria contra el cáncer en la Piscina y la rifa solidaria, donde pesqué dos veces... Copita con Pepa y Mariano y a dormir...
Me desperté. Eran las diez y mucho. Me extrañó que mis padres no hubieran llegado todavía. Día familiar en Moncofa. A las once llegaron. Me regalaron una aspiradora. Creo que nos llevaremos bien. Y nos fuimos al apartamento de Rosa... Nos esperaban en el balcón. Apuraba el calor que calentaba de lo lindo. Y nos pusimos manos a la obra para irnos a la playa. Me sorprendió la imagen, tan familiar, tan de antaño. No calculo cuánto tiempo haría que no compartíamos la playa, papás, hermana y servidor. Me reí de lo lindo con Edurne en el agua. Y haciéndole fotos para comprobar lo mayor que está...
Y como los días han sido de mesas y manteles, acabamos en el restaurante María con una deliciosa paella de bogavante y vino Ribeiro. Llegué a casa ya de noche, después de pasar por casa de Rosa a recoger una bolsa con ropa... Y con un cansancio absoluto me tumbé en la terraza a ver cómo caía la noche. Cayó. Con un calor absoluto a cuestas que lo impregnaba todo. El insomnio quiso traerme quebraderos de cabeza, pero no me dejé. Total, mañana, por hoy, ya era lunes... de nuevo.
viernes, 26 de julio de 2013
AL CONTRARIO
Me levanté con la penita cogida a la garganta, con la resaca de la nostalgia, apurado bajo un cielo nublado que caminó por la noche sin estrellas. Me dejé sobre la almohada, clavados todos los pensamientos que me trajo el insomnio al que confundí con esta cabeza que no para. Y pensé en las cosas que son justas. Y en la lealtad, que es un arma y una armadura. Y en la honestidad, que es una bandera con nombre de mujer... Mi vida se mueve entre latidos de corazón que muevo de manera leal, arrítimica, puede ser, pero leal al fin y al cabo. Ser honesto es una obligación más que una devoción. Y la justicia es un equilibrio que perdimos cuando abrimos la boca. Así me dormí, sintiendo la pena por defender lo defendible, cuando otros que tienen parámetros distintos, ni mejores ni peores, nos acusan de no sé qué.
Al final hoy vuelvo a ti, a este diván sugerente que flota sobre la nada, y que leo menos de lo que escribo. Ahora que no memorizo, ahora que la cabeza se mantiene en tensión, ahora que la vida nos pasa con calores de canícula, ahora me vengo de mí mismo y me condeno, como tantos otros, a pasar por el día con cierta melancolía que llora, como gotas de lluvia contra el seco cristal, resbalando hasta llegar a la nada.
Pero el viento me trajo la mañana y me dejó en la puerta de la calle el camino para andar. Se lo dije a la amiga que en su sufrimiento no se mueve, que no tiene la culpa de vivir, y que al contrario, lo que hay que hacer, es seguir viviendo para caminar hacia donde nos lleve la propia vida. Con ese consuelo me receté un jarabe contra la tos del alma, que no deja de repicar, inconsciente, escribiendo en mis renglones llantos que no llegan y verdades que no cesan. Nadie dijo que vivir fuera fácil, ni puedo pensarme perfecto, como tú tampoco, ni nadie ya. Pero en las imperfecciones abruptas, rayadas, dobladas, plegadas en arrugas que son surcos del tiempo, se juntan nuestros ayeres y nuestros mañanas, que nos siguen haciendo. Así como somos. Como soy yo.
Nunca me sentí ni más ni menos, nunca compartí las palabras que se dijeran a mi espalda. Y siempre he batallado por intentar convencer a otros que quizá lo impropio que de mí se pensó nada tiene que ver con lo que siento cuando, callado, camino bajo veredas infladas de hojas verdes o miro al cielo azul en su intenso pasar. Nunca pudimos convencer a nadie de que somos distintos de lo que creyeron, y fue mejor para mí sentarme en el camino y pensar de repente la gran cantidad de gente a la que no escuché, cuando sus palabras fueron mi aliento, cuando sus palmadas fueron nuestro aplauso, cuando su calor fue nuestra sangre...
Batalla siempre por lo que creas. Lucha cada día por lo que sientas. Vive, cada día, por seguir haciendo felices a los demás, como yo lo hago. Asi, como yo lo siento. Desde este camino donde veo pasar, las miradas que aún no se acercaron a verse conmigo...
Al final hoy vuelvo a ti, a este diván sugerente que flota sobre la nada, y que leo menos de lo que escribo. Ahora que no memorizo, ahora que la cabeza se mantiene en tensión, ahora que la vida nos pasa con calores de canícula, ahora me vengo de mí mismo y me condeno, como tantos otros, a pasar por el día con cierta melancolía que llora, como gotas de lluvia contra el seco cristal, resbalando hasta llegar a la nada.
Pero el viento me trajo la mañana y me dejó en la puerta de la calle el camino para andar. Se lo dije a la amiga que en su sufrimiento no se mueve, que no tiene la culpa de vivir, y que al contrario, lo que hay que hacer, es seguir viviendo para caminar hacia donde nos lleve la propia vida. Con ese consuelo me receté un jarabe contra la tos del alma, que no deja de repicar, inconsciente, escribiendo en mis renglones llantos que no llegan y verdades que no cesan. Nadie dijo que vivir fuera fácil, ni puedo pensarme perfecto, como tú tampoco, ni nadie ya. Pero en las imperfecciones abruptas, rayadas, dobladas, plegadas en arrugas que son surcos del tiempo, se juntan nuestros ayeres y nuestros mañanas, que nos siguen haciendo. Así como somos. Como soy yo.
Nunca me sentí ni más ni menos, nunca compartí las palabras que se dijeran a mi espalda. Y siempre he batallado por intentar convencer a otros que quizá lo impropio que de mí se pensó nada tiene que ver con lo que siento cuando, callado, camino bajo veredas infladas de hojas verdes o miro al cielo azul en su intenso pasar. Nunca pudimos convencer a nadie de que somos distintos de lo que creyeron, y fue mejor para mí sentarme en el camino y pensar de repente la gran cantidad de gente a la que no escuché, cuando sus palabras fueron mi aliento, cuando sus palmadas fueron nuestro aplauso, cuando su calor fue nuestra sangre...
Batalla siempre por lo que creas. Lucha cada día por lo que sientas. Vive, cada día, por seguir haciendo felices a los demás, como yo lo hago. Asi, como yo lo siento. Desde este camino donde veo pasar, las miradas que aún no se acercaron a verse conmigo...
jueves, 25 de julio de 2013
GALICIA
Hoy es un día triste, rematadamente triste. Hoy la aurora se vistió de luto y el llanto batalla contra los precipicios perdidos de Finisterre. Hoy la niebla se vino del invierno y dejó al verano con sus bosques ciegos, en mitad de la nada. Hoy miro a Galicia, desde la distancia, desde el recuerdo, desde el llanto. Desde esta emoción contenida que se agarra al estómago y se regira haciendo del dolor un himno.
Galicia, la de los verdes bosques, de las cruces de piedra, de los caminos olvidados y los marineros a la mar. Galicia, que hoy lloras, a los pies de tu patrón, que calla en el día de su fiesta grande roto por los hijos que se han ido. Galicia, la tierra de madres y soles que son ocaso. La de las batallas perdidas. La de la derrota con sal. Hoy, vuelves a nosotros, imperiosa y noble, leal y sufrida. Hoy regresas al alma nuestra y emerges como un segundo de paz, de responso, de adiós... Desde anoche, Galicia, minha terra galega, vuelves a sacudirnos de dolor y rabia. En todo estás y tú eres todo, tinta de Rosalías y hostal de peregrinos; cantábrica rota, atlántica de futuro. Galicia, madre noble, católica y marisquera, bañada en rías de Ribeiro y llanto, de pena sufrida. De dolor nuevo. A ti hoy, como siempre, mi recuerdo...
Hoy es un día triste, caballo de hierro al galope. Hoy la tristeza se agarra a la garganta que escribe con penas y llantos. Hoy, Santiago, patrón que cierras España, abres corazones y esperanzas, que caminan solas. Sin padre que las lleve de la mano, sin alma que las acune en su llanto... Hoy Galicia, desde la lejanía, te sentimos tan cerca que da miedo mirarte a los ojos, que son surcos cargados de negra sombra.
Esta España vieja y recosida, se desvela con tu pena. Tus muertos son los nuestros, tu dolor el nuestro, tu pesar, una condena que hoy nos deja mirándote al lado. Besos Galicia, besos para tu tierra. Besos para los vientos que mueven robles, alisos y abedules. Viento que rompe despeñado contra la memoria. Contra los troncos de los castaños y las hojas de las orquídeas, que viven a la sombra de un horrio. Galicia de Valleinclanes y Torrentes, de Camilos y Pondales, de moda y Finisterres... cuando pienso que te fuiste negra sombra que me asombras, me duele pensar que brotan en tus aguas de mares, los llantos de tanta gente que hoy ya no mira a tu cielo triste.
Galicia, desde el recuerdo, desde este llanto, en tu caballo de hierro al galope.
miércoles, 24 de julio de 2013
POR LA VIEJA VÍA DEL TREN
Busco a veces en mitad del ruido encontrar el silencio más absoluto. Callar en mitad de mi mundo y tumbarme sobre el viento a buscar nuevas puestas de sol. En silencio. Sin escuchar nada más que la respiración que, en calma absoluta, me mantiene flotando sobre la nada. No me cansé de nada. Camino con fuerza, unos días más que otros, y sólo espero a encontrar por el camino a las personas que hacen que mi vida sea más feliz, ¡tan feliz!, a las vivencias que pronto serán recuerdos, a las promesas que se perderán como el fuego, cielo arriba...
Hay días, que en mitad de la vida, sería capaz de pararme y tumbarme en el suelo, en medio de la ciudad de cemento, como un loco tumbado sobre la arena gris, y mirar pasar las nubes allá arriba, donde duermen mis almas que se fueron... Sería capaz de no mirar pasar las piernas a mi alrededor y de olvidar ese olfato a humo que todo lo convierte en ceniza. Podría no escuchar el tráfico que mata entre cláxones y olvidos. Sería, sí, así sería...
A veces me imagino en altamar, viendo como el sol besa el horizonte y una calma absoluta me renueva. A veces, me recuerdo en el camino de piedras y hierba que se perdía por la vieja vía del tren, caminando con nuestros pies infantiles y nuestras ganas de comernos el mundo... A veces, casi siempre, me invade una nostalgia absoluta que me hace recordarte y pensar en ti. Y así, las noches pasan con sus días y envuelven mi mañana de sueños que me hacen volar... Nunca caminé a solas. Nunca dejé mis pasos perdidos atrás, ni busqué atajos que me trajeran hasta aquí. Simplemente vine. Y una vez aquí, miré alrededor, algo perdido, y empecé a ver caras conocidas, ojos que me cuidaban, manos que me empujaban, la sonrisa más bella del mundo y sentí la caricia del viento... Así, con mi imaginación y mis anhelos, viviendo mi vida como un sueño, que es lo que hago todos los días para ser algo más feliz...
No sería capaz de vivir con esta alegría sino pensara en vosotros tantas veces cada día. No me sentiría tan lleno de felicidad si no supiera que al borde de mi tristeza me esperáis tantos amigos con las manos abiertas, esperando que llegue para regalarme un abrazo. No sería capaz de volar cada noche, como un Peter Pan empeñado, si no supiera que cada una de las ventanas de vuestras habitaciones van a estar abiertas. Nací para vivir, que ya es mucho. Y en la vida me encontré tantas voces hermosas, tantas sonrisas que me acompañaron, tanta salud y tanto amor, que es difícil no sentir una extraña nostalgia, una felicidad completa, una fortuna tan grande...
Cada mañana, cuando despierto envuelto en mis pensamientos, pienso que soy una persona afortunada. Desde la soledad de mis manos, escribo renglones que nunca leerás, pero siento en cada momento los latidos de este corazón desbordado que batalla por seguir siempre joven. Nunca le pedí estrellas a la noche, me las trajo ella. Nunca le pedí a la luna que me vigilara cuando duermo. Y, sin embargo, me protege cada vez que echo a soñar... Nunca pedí más de lo que la vida me da y por ello siento la fortuna inmensa de sentirme vivo. De tener tanto que compartir, que agradecer. Que sentir... Hubo muchas veces que nada dije. Hubo muchas veces que el silencio me cobijó. Pero de vez en cuando, callado, escribo mensajes que guardar en una botella y lanzo al mar. Como hoy, que la vida me hizo pensar la fortuna que tengo de tener a gente como vosotros a mi vera. A mi lado. Para seguir caminando...
Busco a veces en mitad del ruido encontrar el silencio más absoluto. Callar en mitad de mi mundo y tumbarme sobre el viento a buscar nuevas puestas de sol. En silencio. Sin escuchar nada más que la respiración que, en calma absoluta, me mantiene flotando sobre la nada... Y en esa nada, llena de todo, pienso la suerte que tengo con todo lo que me regaló la vida... Y me invade la nostalgia. Y la felicidad me hace seguir volando... Hay días, que en mitad de la vida, sería capaz de pararme y tumbarme en el suelo, en medio de la ciudad de cemento, como un loco tumbado sobre la arena gris, y mirar pasar las nubes allá arriba, donde duermen mis almas que se fueron...
martes, 23 de julio de 2013
NUESTRA MOCHILA
La vida se encarga de regar nuestros días con pequeños detalles que la hacen mejor. Cada día, al despertar, nos quedamos mirando a la nada con nuestro cansancio a cuestas. Nos levantamos ya hastiados, tras el sueño, porque ni soñar podemos. Y esa sensación de fatiga angustiosa, se contagia a nuestros pasos y a nuestro caminar, que se hace arrastrado y tedioso.
Sin embargo, tenemos una posibilidad única que es la de hacer nuestro paseo en harmonía. Podemos alegrarnos de la vida y contagiarnos de una sensación en positivo que no nos arrastre más. Cuesta. Lo sé. A diario, los pesos que nos cuelgan en la mochila acaban por fatigarnos y, lo que es peor, en un momento dado, por debordar el ánimo del caminante que no puede ya con tanta carga. Hay que ir vaciando de vez en cuando esa mochila.
Hay que hacerlo con una sonrisa compartida. Con una emoción vivida. Con un sueño esperado o con un rencor olvidado. Sé que cuesta, que cuesta muchísimo. Pero podemos dejar abandonados en el camino aquellos temores que nos arrinconan, aquellos rencores que nos hacen más pequeños, aquellas tristezas que se grapan al corazón y crean heridas que nunca cicatrizan. Todo eso podemos hacerlo, si estamos convencidos, y es tan sencillo y tan difícil a la vez, como batallar por nosotros mismos y por nuestra vida, que se puede regar de pequeñas historias que nos lleven a la felicidad. Por eso, vengo a decirte, como otras tantas veces, que nadie navega en las aguas de nuestras almas como nosotros mismos.
Que somos capitanes de nuestros días y nuestros mares, de nuestros cielos y de nuestros mañanas y de que estoy convencido de que serás capaz de despertar esa sonrisa y tripular con fuerza a tu futuro. No podemos estar condenados de por vida a no vivir. No podemos esperar a que mañana sea como hoy. No podemos frenarnos en nuestro empeño de alzar el vuelo. No podemos dejar de querer, porque en la obligación de nuestro propio destino tenemos que batallar con el empeño de que somos los primeros y auténticos protagonistas de nuestra vida. No vuelvas a sentirte mal, no vuelvas a levantarte cansada, no dejes que el hastío se apodere de ti cuando abres los ojos ni se te llenen las legañas de tristeza, que no te dejan mirar al cielo.
Al revés. Batalla desde hoy por mañana, camina con paso firme, decidido, valiente. Con ganas. Con una sonrisa en la cara y la felicidad agarrada a la mano. Y comparte con todos tu paseo, haciendo que su caminar sea tan dichoso como el tuyo. Muchas de las penas que hoy cargas en tu mochila, se caerán por el camino, en cuanto empieces a caminar. Aunque al principio los pasos vengan cargados de sobrepeso.
lunes, 22 de julio de 2013
DÓNDE MUERE LA FELICIDAD
"¿Dónde radica la felicidad?" le preguntó en mitad del camino. Y como solo habían tenido tormentas en el paseo, al salir algo el sol, se dibujó un arcoiris perfecto surcando un cielo que empezaba a estar azul. Con su edad de ventaja, calló. Se quedó en silencio, pensando a aquella terrible pregunta, que respuesta podría darle, para calmar su necesidad, para redimir su dolor, para aplacar su tristeza... Pensó por un momento en no responderle, pero hay preguntas en la vida que sí que se oyen. Además, como mucho, podría haber retrasado el momento de que volviera a preguntarle lo mismo o algo peor, con lo que de nada serviría no decir nada, como si nada hubiera escuchado...
"¿Dónde radica la felicidad?" volvió a preguntarle. "Allí" respondió. "En el punto donde muere el arcoiris sobre la tierra". Y salió corriendo, sin que nada pudiera detenerle a buscar su felicidad. Volaba casi, corriendo grácil sobre el campo que el otoño pintó de amarillo y se perdía en la lejanía mientras el sol, cada vez, hacía más dura la jornada. En mitad de la tierra, un árbol y él, como meros testigos de la carrera. Y sus pasos resueltos, largos, a la carrera, dejaban que su pequeña figura se desdibujara en el horizonte...
Pasó un buen rato de camino cuando vio a la delgada figura regresar, por los mismo surcos que había rayado antes con su flaco cuerpo. Lo hacía sosegada, cabizbaja, mirando al suelo. Y cuando se reencontraron en el camino, ella, sin levantar la mirada, tan solo pudo decir cuatro palabras: "Mi felicidad no estaba".
Él la tomó por el hombro y le dijo que probablemente se habría equivocado, y que habría tomado un lado del arcoiris, en el que nacía, y no donde moría, que es donde radicaba la felicidad. Ella sonrió, le miró a los ojos, y mirando al cielo recorrió el camino, surcando nuevos caminos hasta que llegó a su destino. Regresó al rato, corriendo, con la mirada puesta en los ojos de él, sorprendido por la fuerza con que regresaba de su viaje. "¿La encontraste?" le preguntó con un temor absoluto. "¿El qué?" preguntó ella. "Tu felicidad" masculló casi en silencio... "No, que va" le respondió. "No estaba la felicidad en el final del arcoiris, ni sé si aquél era el principio o fin de nada" prosiguió. "¿Entonces?" dudó él. "¿Qué?" le respondió ella sorprendida de que quisiera saber nada más... "Llorabas por no encontrar tu felicidad, y sin hallarla, vuelves a mí con la alegría que te desborda la mirada..." le dijo "¿cómo puede ser?". "No viste el árbol que hay en mitad del camino. No lo viste lleno de pájaros de mil colores que revolotean, justo donde las hojas doradas se hacen más espesas... El camino está lleno de pequeños detalles preciosos" le dijo ella "y noté en mi cara el viento cuando corría hacia el arcoiris, cuyos colores son más intensos en la proximidad. Aún quedaban lágrimas de agua donde toca la tierra, y le da un color que es vida. Tendrías que haber sentido aquella sensación, y haber visto de qué azul se puso el cielo cuando regresaba hacia a ti...". Él se quedó callado, feliz. En silencio. Y ella le dijo: "gracias por llevarme a la felicidad de nuevo. Estuve buscándola durante tiempo, todo ese tiempo que perdí de disfrutar las cosas más pequeñas que me regaló la vida... Y resulta que en ellas andaba mi alegría.". Le tomó la mano y siguieron por el camino mientras el arcoiris empezaba a desaparecer cuando caía la tarde...
jueves, 18 de julio de 2013
TE DIRÍA QUE SÍ
Si me preguntaras si soy feliz, te diría que sí. Prometo que no lo pensaría, que dejaría que me empujase la inercia del alma y te suscribiría con una sonrisa de oreja a oreja mi felicidad completa. Si me preguntaras por qué lo soy, seguramente te diría que por nada, que no tengo motivos para mostrarme contento, alegre, más que pequeños apuntes en mi mañana como puede ser un cruce de palabras escritas o una canción que me trajo buenos recuerdos. Pero me siento lleno, saciado de buenas vibraciones, con ganas, cuando de una manera absolutamente inconsciente, paseo por la vida, sin notar cansancio en las piernas ni en el corazón, y soy capaz de dar mis pasos con ganas, fuerte, alegre. Vivo.
A menudo perdemos el tiempo buscando una felicidad que se nos escondió demasiado, o que la tenemos acurrucada junto a los pies, durmiendo y que casi pisamos por no ser capaces de verla. Ese feliz futuro se pierde entre sueños a la espera de que lo despertemos, aunque nos pase desapercibido tan a menudo, y viene cargado con buenas intenciones y mejores proyectos. El mañana lo escribimos nosotros con lo que hacemos, pero sé que en mayor medida, con la actitud con la que disponemos nuestros propios días.
Yo te propongo que saltes hoy a la vida con la sonrisa puesta. Que seas capaz de dar un salto como en los anuncios de la tele y caigas de pie sobre un lecho de buena fortuna que está escrito delante de ti, que emprendas desde ahí el camino de tu suerte, que es la mía, y la que compartimos todos los que tienes a tu alrededor y que, solo por eso, ya te sientas la persona más afortunada del mundo. Regresa a ti. Reconquista tu corazón con mensajes de paz e invítate por una noche a disfrutar de esa velada que hace tiempo te prometiste, deja que la luna y las estrellas sean testigos de tu romance y coge de la mano la felicidad que hace tiempo dejaste dormir.
Zarándeala, muévela que despierte. Díle que se acabó el marchitarse entre sueños y pesadillas y que ha llegado el momento de echar a volar. Coge carrerilla y emprende el vuelo, con la sonrisa puesta, como un manto que te cobije y te protega y siente, como yo, que las cosas más pequeñas del mundo, a menudo, son las que nos hacen más grandes...
Si me preguntaras si soy feliz, te diría que sí. Prometo que no lo pensaría, pero lo creo firmemente. Soy feliz.
miércoles, 17 de julio de 2013
LA SERENIDAD
La serenidad es el estado perfecto del alma. La tranquilidad equilibra nuestras vidas y por eso, cuando algo nos distrae, nos perturba, varíamos ese equilibrio disparando nuestros níveles de ocupación y de preocupación. Estar serenos es algo que nos pasa desapercibido, como se nos puede escapar la luz cambiante de un sol que rebasa un cielo nublado o el trino de un pájaro al que nos acostumbramos en las tardes de verano. Desde que dejamos de dedicarle un tiempo a todos los pequeños detalles que nos rodean, que es como quitarnos de encima el cariño por nosotros mismos, hemos dejado de lado la satisfacción por encontrarnos bien.
Somos capaces de desear con anhelo que lleguen unas vacaciones para no hacer nada, de desear que esto o aquello pase rápido, que se acabe este dolor de cabeza o de alma y ansiar que se acaben nuestros desvelos. Sin embargo, cuando los desvelos se disuelven como azúcar en un café; cuando nuestras vacaciones están en marcha o se acaba aquello que nos roba el sueño y nos cubre de insomnios, somos incapaces de pararnos a aprovechar la felicidad más básica que podemos alcanzar y que es, en definitiva, la que sigue latente en nuestra naturaleza primitiva.
Podemos desear cuanto queramos, es más, yo recomiendo que anhelemos hasta lo que no nos apetezca, para nosotros, sin egoísmo ninguno y para los demás, que es una generosidad positiva que siempre nos mejora el karma y el día a día. Pero sobre todo, reivindico, y lo hago con mi vida, el disfrutar en silencio las bondades absolutas que nos regala la vida y que se nos pierden tan a menudo. Ayer fui capaz de seguir el vuelo de una abeja y su paseo por las hojas de unas plantas que volvían a tener sed. Comprobé de que manera buscaba su sustento y cómo cambiaba de hoja en hoja, de rama en rama, para conseguir su preciado tesoro. Me pregunté como aparecía la miel, quién la descubriría para nuestra alimentación, si el cielo está lleno de abejas sin que lo sepamos o sólo anidan en mi balcón y aproximadamente cuántas pueden surcar entre nubes la azotea de esta ciudad de cemento... Con un detalle, el más tonto, empezó mi cabeza a rodar y a preguntarse, a querer buscar para saber más, a percibir con otro sentido nuevo... Así, tontamente, me mecí entre la serenidad y el disfrute de los pequeños detalles que pasan tan desapercibidos. He perdido la cuenta de saber cuántas veces te pedí que dejes ahora todo, lo que estés haciendo, y que por un segundo sonrías. Podrías hacerlo. Y así comprobar la de cosas distintas que, como ayer mi abeja, te vendrán volando. Seguramente recordarás cuando sonreíste por última vez, quién te hizo feliz, descubrirás el sabor de tu sonrisa y querrás sonreír de nuevo. Ahora, así, tontamente. Como una abeja que vuela, zumbando sus alas serenamente.
martes, 16 de julio de 2013
LA PIEL AJADA
Me producían una ternura inmensa sus manos ajadas, arrugadas, extremas. El trabajo de la vida cansada pasada por las arrugas de su piel y los ojos caídos, como perdidos de tanta batalla. Ante mí, pasaban sus días, increíbles, relajados, con un pasado de superhéroe a las espaldas, y un mañana incierto y cada día más corto. Le llegó la tranquilidad al final de la vida, cuando su corazón caminaba hacia el final del camino y su paso, más sosegado, le hacia caminar por los atajos del cansancio. Imaginé al tiempo mi mano infantil acariciando el pulso, que cada vez latía más lento, más acompasado. Imaginé mi voz débil y aguda, de niño perdido, resuelto y testarudo, dirigirse hacia él y pedirle que no se perdiera el resto de la vida. Y así, imaginé, como todos lo hemos sido, al niño pequeño y sin preocupaciones, que no sabe del hoy ni del mañana... Ni se acuerda del ayer.
He escrito unas palabras mojadas en agua de nostalgia. Recuerdos que no pasaron, probablemente, pero que a veces, al encontrarme por la calle con personas mayores, que deambulan tan sosegadas, lo hacen sin mirar al cielo ni sonrisa que les acompañe. Siempre he temido más a la vejez que a la muerte, porque la segunda me parece tan poco comprensible como infranqueable. Pero así es. Nos hacemos mayores y nos arrugamos a base de vivencias, dejando que caduquen nuestras emociones y la ilusión de cada nuevo sol. A menudo me encuentro con personas mayores que me recuerdan a los míos que se fueron, a mis abuelos, con los que compartí toda mi tímida infancia. Y a menudo, también, les deseo que el camino que hagan les llene de felicidad, porque es lo que nos merecemos al fin y al cabo.
Cuando veo a una persona mayor en su soledad caminar con tristeza, me produce una melancolía completa que me pellizca el corazón. Deberíamos de ser capaces de comprender hacia adónde llevamos nuestras vidas y llegar al final del camino, con la energía de aquellos niños que buscaban entre las arrugas de las manos del abuelo, los surcos que la historia les dejó en el alma. Mis palabras van hoy para las personas mayores, para los que hicieron del silencio su compañía, para los que batallaron sin reclamar nada, para los que no durmieron por tantas horas de trabajo, para los que hicieron mil veces las cuentas a fin de que por lo menos por casa pasara uno de los tres reyes magos... A los mayores, que tanto nos enseñan y a los que tan poco escuchamos, deberíamos de rendirles un tributo especial, un aplauso merecido, un homenaje a sus personas... Lo han hecho todo, han caminado con mejor o peor tino por las sendas de este destino a veces cruel, otras simpático, que se cuela entre sabores dulces con olor a tierra. Hoy, mi recuerdo, para las personas que nos llevaron la delantera en la vida y nunca agacharon la cabeza, más que cuando un niño, como yo mismo en mi recuerdo, les acariciábamos los surco de las manos, de piel ajada y plegada en mil arrugas de un pasado incierto.
lunes, 15 de julio de 2013
RECOMPENSAS
Cuantas veces nos pasan cosas por exceso de confianza. Cuantas, nos prometemos que no nos volverá a pasar, que somos demasiado tontos y que siempre nos la cuelan. Que se acabó. Que a partir de ahora a cambiar y a no dejar que nos vuelvan a tomar el pelo, así, como si fuera algo fácil el cambiar de una manera radical y dejar de ser como somos, que al final, y al principio, no deja de ser el encanto personal que siempre tenemos.
Yo siempre he pensado que hay que mejorar, que nos podemos pulir como diamantes en bruto, o como bloques de pirita, que de todo hay en las viñas del señor, pero la esencia de cada uno no deja de ser, en realidad, raíces que nos vinculan a nosotros mismos. No creo que se pueda cambiar radicalmente, si se hace, es por shock, por golpe de la vida que te lleva a ser peor o a mejorar considerablemente, llevados por alguna situación personal que nos ha condicionado. Es muy difícil por mucho que nos lo propongamos girar en mitad del camino y buscar una nueva dirección, aunque muchas veces sería lo recomendable. Pero al respecto de las maneras de ser, de las maneras de vivir, uno acaba siendo como es y cada uno es así, y así son las cosas.
Casi siempre queremos cambiar cuando la vida nos bofetea. Buena no la vida, la gente que por ella pasa y nos roza. Casi siempre venimos del despecho, cuando nos queremos regalar una vida nueva, cuando lo inteligente sería que quisieramos los cambios de manera voluntaria y en tiempos de bonanza para mejorarnos, hacernos más fuertes, mejores... No. Esperamos a que alguien nos dé una colleja en el alma o a que la vida nos haga tropezar para resurgir de nuestras cenizas, decimos, y seguir, inevitablemente, a los días, más quemados que siempre.
El éxito radica en ser como somos siempre que no dañemos a nadie y que si batallamos por cambiar lo hagamos siempre como causa de una voluntad y no como consecuencia de un desatino. Podemos, como creo, ir mejorando y en nuestro proceso aprender de que los cambios que provocamos generan a su vez cambios en los demás. Pero calculo que será difícil, por no decir imposible y evitable con toda urgencia intentar cambiarnos por completo y sin mejor voluntad que nosotros mismos... Acepta que las cosas suceden, mejora las que puedas y sobre todo haz que sean mejor para la gente de alrededor, sabrán agradecerte esa generosidad que siempre irradian las personas que al final se prometen que no les volverán a pasar las cosas malas. No temas que ocurran, probablemente es mejor que te sucedan que hacer que le sucedan a otras. Y aunque te parezca muy tonto aquello de seguir haciendo el bien, para la gente que se empeña en tirar adelante con su vida cambiando para que no les vuelvan a tomar el pelo, al final, te tengo que decir, que ser como eres, es la mejor de las recompensas. Prometido.
domingo, 14 de julio de 2013
UN DOMINGO PLACENTERO
Domingo de ruidos. Las teles gritan porque Rajoy dimita, como las redes sociales, que tejen palabras rotas con letras de calor. Afortunadamente, he podido hacer algo que no acostumbro, mucho desde luego no, en las últimas semanas y me he dedicado un domingo en familia, con la excusa de que mañana es el cumpleaños de mi brother, Josito, su mujer, Makie, y el pequeño Álvaro que rabia en silencio con la llegada pronto de la pequeña Cristina. Estoy segurísimo que luego va a ser el defensor número uno de esta bebita con nombre de ángel que está a punto de venir, en cuanto pase el verano.
Anoche me tomé una copa en Cyrano. Me acercó Carlita al salir de presentar la preselección del sector Quart - Xirivella, en noche de veranos sin calor como las que, afortunadamente, y cruzo los dedos, estamos viviendo. El viernes cenamos en Sueca, por un acto del partido. Acudí en coche con Tatin, Antonio nos esperaba allí y en la comitiva, Pepa y Mariano, Blanca y Juan Carlos, Laury y Ana. Acudió el presidente de la Generalitat, el de la Diputación, el ministro García Margallo, la alcaldesa de España y un sinfín de cargos políticos a los que me cuesta acercarme, yo que soy tan de la gente, por motivaciones personales que sorprenderían a más de uno. Y de una.
La vuelta fue de risas en el coche de Laury. Dormí y al despertar me fui al mercado con Pepa. Compramos y tomamos una coca cola antes de volver a casa. Piqué de todo sin comer de nada: nueces, cerezas, helados, fiambres y olivas. Guarrería de comida por no querer cocinar.
Por la tarde me dejé caer en la siesta, a punto de perder el móvil. Me mandó Laurita una foto desde Formentera, que fue de envidia. Y luego, con un taxi y entrajado a presentar el fallerío. Me acerqué a Cyrano luego, con su movimiento de verano, y la hermana de Carlita en el pub. Un ron con cola. Un poco de conversación con Laura y Vicente, y camino de nuevo a casa en taxi, con la sensación del hielo solo y un pensamiento de futuro... Soledad nocturna.
No me puse despertador porque no me hace falta últimamente. La verdad. Y así, caí en el sueño. Y esta mañana me dio las 11:30 en la cama. ¡Oh, my god! Me desperté, hablé con María y me dijo que Jose que se había ido a preparar la fideuà y que enseguida venían por mí. Bajé a por el periódico que traían los mensajes de Rajoy y me puse el bañador. Frente al mar olvidé las noticias y las realidades, algo que últimamente tampoco puedo mucho. Y se agradeció. Coca cola y picoteo frente a las olas y una fideuá con helado, comida de verano, piscina en la guardería y risas con Álvaro, disfrazado de morete con una toalla. Hablamos, nos reímos, revivimos ayer y pensamos en mañana. Un domingo placentero. Y en familia. Se agradece.
Jose y Álvaro me dejaron en casa. Leí el periódico y me dormí en la tumbona sin llegar a desconectar. Volví a la realidad. La tele sigue con su murmullo y yo, con mis ganas de dormir. Buenas noches.
viernes, 12 de julio de 2013
AL FINAL DEL TÚNEL
Te quedaste allí, tan lejos como mi memoria de infancia, apartada de la vida, en el margen del camino pensando que ya nada más te podría pasar. Te despertaste con los ojos cargados de tristeza, maldiciendo aquel techo que se hundía cada vez más contra ti y sin reparar en que frente a los pies de tu cama, una ventana se abría con un cielo azul intenso, un sol de verano y unas nubes de miel. No pensaste nunca que aquella vista tan perfecta fuera un regalo que también nacía para acabar con tus desvelos, porque seguiste maldiciendo las horas del nuevo día y echando en falta el último insomnio de la noche anterior. No nacimos para contar lo que nos pasa. La cabeza vuela vertiginosamente y somos incapaces muchas veces de verbalizar una duda, un error, un problema, un desvelo; porque pensamos que nadie, ni las personas que más cerca nos abrazan, serán capaces de comprendernos. Sin embargo, todos necesitamos escapar, como un globo de color vivo, cielo arriba y ver como se pierde el suelo, y el mar, que es otro, y los árboles que se hacen diminutos tal y como somos capaces de volar cielo arriba.
A diario, nos levantamos con nuestro dolor encogido al alma y nos dejamos lastrar por un pesimismo que nos gana la batalla. Frente al dolor, la sonrisa y frente al no puedo, el quiero y el voy a conseguirlo. En los días de tu tristeza, cada uno que pasa, es uno menos: batalla por encontrar la luz al final del túnel, que esconde paisajes nuevos y extraordinarios; corre veloz para sentir el viento batallar contra tu cuerpo, ahora tan anémico; salta las vallas más altas y siéntete con la fuerza suficiente para emprender el resto del camino. Si tu voluntad es volar, volarás. Estoy convencido.
Quiero que sepas que no estás sola. Que te puedes sentir así, como una roca en mitad del mar, contra la que embisten las olas violentamente. Te puedes sentir dejada, abandonada, en mitad de la marea, pensando que nadie andará a tu rescate. Pero quiero que sepas que mi palabra se teje para tu esperanza, que tus desvelos me dejan sin sueño. Que tu cansancio en estos días, solo pueden remediarse con una actitud positiva que haga que tu optimismo se cuele por los poros y conquiste a tu corazón. Creéme. Ahora que me escuchas, para. Que nada sea más importante que este segundo. Abre tu corazón y envíale un beso de amante. Achúchalo con el cariño que te requiere y escribe sobre el, con agua bendita del alma, que pasas a ser tu mejor opción. Que ganarás esta batalla. Que la tristeza es un estado pasajero, de cuya estación ya has partido. Y házte feliz. Ven a caminar por la vida con la sonrisa y con las ganas. Ven a soñar despierta, que lo mereces y disfruta tantas cosas buenas que la vida te ha dejado en el camino. Si sigues empeñada en no mirar por la ventana, te perderás tantas nubes y tantos soles, que ya nada te merecerá la pena. Y créeme, al final del túnel, hay un paraíso esperándote, donde están todas las cosas que sueñas y muchas más que nos quedan por descubrir... Empieza a caminar.
jueves, 11 de julio de 2013
QUERIDA CONCHA
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Querida
Concha,
Te
fuiste. Ayer, en silencio. Como hiciste tu periodismo de una manera
magistral, sin ruidos, sin aspavientos, sin necesidad de hundir al de
frente para permanecer a flote. Hoy, en estos días, de gritos y de
rabias, eso es mucho. Te fuiste y me dejaste una honda sensación de
tristeza, un dolor baldío, una esperanza rota... Se te llevó por
delante la gran ilusión una leucemia contra la que batallaste,
dejando claro que la valentía, la fuerza, el coraje y el tesón son
necesarios en nuestro día a día. Te fuiste sin que ninguna
enfermedad te ganara la guerra, en contra de lo que dicen. Las
personas, como tú, que pasáis por esta batalla descabellada, lo
hacéis con tal coraje que nunca sois perdedores en nada, ni tan
siquiera, cuando la parca negra nos empuja dentro de su barca fría,
mar adentro. Y nos mostraste, con una humildad dulce, que hay que
luchar. Que la lucha siempre merece la pena.
Nunca
hablé contigo, aunque te escuché mil veces. Nunca me conmovió
tanto la serenidad de tu sonrisa como ayer cuando volví a buscarla.
Nunca entendí porque sentimos con esta fiereza el adiós de personas
a las que no conocemos pero que la tele y la radio han colado cada
día en nuestra casa, hasta idealizarlas, quererlas, sentirlas parte
de nuestra vida... Querida Concha García Campoy, en esta resaca de
dolor que te convierte ya en ángel, somos muchos los que nos
sentimos tristes por un adiós que no esperabas. Los que nos sentimos
impotentes ante la pena que nos remueve las entrañas y nos hace
pensar en otros seres queridos que emprendieron el camino antes que
tú y que hoy vuelven, como cada día, a nosotros. Pero regresan
también la alegría de saber quienes conquistaron la cima de su
salud, venciendo una enfermedad terrible que les cambió la vida.
Querida Concha, es injusto. Tan injusta como es la muerte que nos
devuelve a todos por igual, tan democrática y tan negra, confiando
que sea la puerta a otros sitios donde tu voz volverá a sonar con
dulzura y un elegante e irremediable encanto.
Hoy,
como ayer, me quedo mirando tu sonrisa, de serenidad contagiosa, y
sigo pensando que gente como tú nos hace más falta aquí que en el
cielo... Tu voz es ya historia de nuestro tiempo y sus ecos nos
traen demasiados buenos recuerdos recuerdos que hoy caminan de la
mano con la tristeza. Descansa en paz, Concha. Un beso al cielo.
miércoles, 10 de julio de 2013
DE REPENTE
De repente hay en la vida un momento que lo cambia todo. Que puede ser un repente madurado, caminado, que viene de lejos o de cerca, pero que se va rumiando o puede ser un repente explosivo, inesperado, que de repente estalla ante nosotros y nos condiciona el resto del camino. Desde pequeños nos enseñan el camino que se bifurca en dos, a la izquierda y a la derecha, y como tenemos la obligación de elegir, a un lado u otro, sin atender a dos premisas básicas: una, que no siempre tienen por que haber dos opciones (puede existir una, ninguna, más de una o una infinidad) y, la otra, que tengamos que acabar eligiendo entre las opciones solo que nos dieron sin posibilidad de pensar que hay otras o decidir que nos plantamos en el borde del camino y que nos negamos a elegir.
De todos los repentes posibles, el sorprendente nos desequilibra más, pero tiene una contundencia mayor, sin duda alguna. El repente madurado, la idea que venimos siguiendo como una pista imposible desde hace tiempo y que al final se cuela como solución a nuestra crisis, como cambio irremediable, pierde el valor repentino porque ha venido macerado con el paso mismo de los días y de las horas... Sea como sea, de repente hay en la vida un momento que lo cambia todo. Y puede ser un cambio drástico o un punto de inflexión tan solo que nos marque un giro en la vida. Sea cual sea, los repentes me parecen importantísimos, porque nos obligan a abandonar la monotonía y su comodidad y a tomar las riendas de nuestra vida. Que es algo que por obligación, no deberíamos de abandonar nunca. O casi nunca.
Si echas la vista atrás, probablemente, de todas las cosas que hiciste, que pensaste o que soñaste, comprobarás que hubo un detonante que apareció de repente. No te arrepientas nunca de las cosas que hiciste, disculpa si acaso las que no llegaste a realizar, porque en ellas sí que cabe el arrepentimiento. De lo que pensaste, no te sientas esclavo. Que te valga para madurar nuevos pensamientos. Y de las que soñaste, siéntete el autor de tus esperanzas, porque en aquellos sueños pueden andar también escondidos los repentes que cambiaron tu vida, que la cambiarán o que la están cambiando.
Nos enseñaron a elegir cuando el camino se parte en dos, pero no nos invitaron a soñar y a decidir: no nos explicaron que elegir es bueno, que cambiar es una opción que siempre nos mejora y que ahí sí que nosotros somos los únicos dueños de nuestro mañana. No nos contaron que aparecerían de repente en nuestras vidas, cosas que las harían mágicas o que desde una normalidad pasmosa acabarían completando nuestra vida. Además, si como yo, aprecias cada pequeño detalle, las cosas que te pasen, de repente, a ciencia cierta, serán más maravillosas todavía.
Haz que crezca cada nuevo día. Espera con ilusión cada sol que llegue de nuevo. Y recárgalo de pequeños detalles que hagan tu vida mejor. Así, cuando menos te lo esperes, de repente, aparecerá en tu vida otra nueva opción. Y no te esperes nunca sentado a ver cómo se resuelven los enigmas, plantea tú cómo quieres cambiarlos. Así, siendo el protagonista principal de tus decisiones, el autor de tu propio futuro. Un futuro, que viene cargado siempre de fantásticas sorpresas...
martes, 9 de julio de 2013
GALOPA
A veces, como tú, sueño en mi silencio apartado, escondido, cobijado por mis esperas y mis desesperos. A menudo, como intuyo que haces, me entretengo entre mis verdades, contagiado de este espíritu infantil que me invita a seguir adelante y dejo de lado las desesperanzas que al alma le trae cada día. Mis noches, se unen las unas a las otras, con un calor que las funde y así la luna se confunde. Lleva semanas sin caer por mi ventana. El cielo, desnudo, como mi corazón cuando habla, se queda sin estrellas, aunque no haya nubes que lo cubra y parecen que pasan una noche y otra, así seguidas, sin lunas ni estrellas, ni sueños que las cobijen...
A diario emprendo el camino, que el calor amanece más temprano, seco ya el rocío, y emprendo la marcha entre cansado y sosegado, lento peregrinaje con el que empiezo a subir la cuesta que me lleva hacia otra noche baldía. Y así, con estas letras, imagino que me escribes cada día una carta que no es de amor, ni lo pretende.
Yo leo tu carta desde este paraíso en que me envuelvo con certidumbres prestadas. Me deja mi optimismo esta tinta de ilusiones para que escriba mi camino y, ahora que leo en las hojas que no me envías, que son las hojas perdidas, intento desde la distancia con que se acercan mi voluntad y tu corazón, escribirte con certeza las palabras que me gustaría que tomaras como verdad absoluta.
Espero que el sueño te contagie de alegría, que se vayan de ti los malos presagios de tristezas y pesadumbres, de dolores y pesar. Quiero que tu aflicción salte por la ventana, como una campanilla enamorada y eche a volar lejos, a aquel país de ensueño donde no pueden pasar las amarguras. Quiero que te sientes conmigo a mirar el cielo, cargado de nubes de esperanza y de almas limpias. Quiero que el calor caldee tu alma, pero que no la queme. Y el cielo, cargado de estrellas, traiga para ti un manto de suerte que te cobije junto a mí, que sigo con este insomnio sin desvelos que hace que me cueste algo más dormir, cuando pienso en ti.
El camino, que comienza cada día, comiénzalo con fuerza. Con energía. Piensa en mí, porque yo andaré haciendo lo mismo. Y desde la lejanía que da la distancia cuando los dedos ni se rozan, lanzaré mi optimismo en flechas certeras contra el caparazón que te has construído. Mereces ser feliz, lucha por ello. Cabalga sobre los lomos del caballo más veloz y siente contra tu rostro batirse el viendo de las dichas, que el auge de tu ventura sea el motor de tu sonrisa y regálame un trozo de felicidad mañana, mayor que el que hoy dejo yo en el umbral de tu puerta. Estoy seguro que si galopas hacia tu fortuna, acompañado de mis buenos deseos, alcanzarás pronto una noche distinta a todas, con su luna repleta de bienestares y placeres, con sus estrellas colgando del cielo, bailando al son de tu caprichosa felicidad... Batalla por ello.
lunes, 8 de julio de 2013
DONDE SE COBIJAN LOS SUEÑOS
A menudo, a diario casi, nos encadenamos a suspiros mayores que nos condenan contra el suelo, a mirar a tierra, como contando hormigas, adivinando el infierno que se halla bajo el manto de nada que nos cobija. Lo hacemos, yo creo sin darnos cuenta, incluso de manera involuntaria, pero nos quedamos atados así a nuestros desvelos y nos obligamos a caminar como cansados de por vida, notando los oxidados hierros de la cadena atados a nuestros desnudos pies... El caminar, así, lento y sosegado, se llena de incertidumbres y pobrezas, y nos condena casi a arrastrarnos por la vida con una mirada de tristeza que nada tiene que ver con la nostalgia.
Yo creo que hay que batallar por el cielo. Que nos ocupan tantos problemas a cada segundo, que olvidamos que este paseo se acaba, y que ahora que nuestras piernas fuertes, aún nos ayudan a emprender la embestida, que nuestros brazos son capaces de hacernos tirar adelante, algo que no deberíamos de olvidar nunca porque nos condena a perder el tiempo, sin penas ni glorias.
Siempre digo que hay que ponerse la sonrisa en la cara, salir a la calle a batirse contra el viento, aun cuando es poniente el que acecha, y mirar hacia el cielo para comprobar que nos queda mucho aire aún por respirar... Allá, en la lejanía, con tantos cielos donde emprender el vuelo, los colores son distintos y las esperanzas se mudan de un paraíso a otro batiendo hondas sus alas. Allá arriba, en el cielo que surcan los colores de la alegría, se cobijan nuestros sueños entre nubes esponjosas que esperan, que con una escalera subamos a por ellos. Por eso, cada día, te invito a que subas los peldaños de tu felicidad. Porque es tan sencillo como dejar de mirar al suelo, apostar por los buenos sentimientos y caminar descalzos por esa alfombra de pétalos de flor que regó el rocío de madrugada. Hay espacio para la alegría, solo tenemos que empeñarnos en buscarlos y hacerlos nuestros, con la misma autoridad que bajamos la mirada contra el suelo para obligarnos a creer que esta vida nuestra solo puede ser profunda tristeza.
El paseo se va. Los pasos se pierden entre la gente y los recuerdos del ayer, que tendemos a rectificar desde un presente que ya nada nos cambia, en vez de mirar hacia el cielo, prometiéndonos un mejor futuro donde encontrar esos sueños que hoy se cobijan entre nubes a la espera de que los alcancemos.
domingo, 7 de julio de 2013
DOMINGO PRIVADO
Merche recuerda a su padre hoy en el facebook, día de San Fermín. Hace quince años que se fue, me parece increíble. Porque entonces, que daba yo mis primeros balbuceos en la radio o en la tele, que moría por escribir cuatro renglones, que la política no me tocaba ni de lejos, y nos perdíamos los veranos en Rubielos de Mora, él estaba siempre al lado para ser el gran apoyo con la tía Isabel, que lo fue, y luego el tío Aurelio. Me parece increíble que ya no estén ninguno de ellos, ahora que las cosas ruedan a otra velocidad, tendría un compromiso con ellos para explicarles mil yoquesés...
Al escribir Merche he leído lo que venía pensando en casa, hoy, en este domingo primero de calor de julio, siete, que he pasado comprando el periódico, cocinando unas tostadas, limpiando el hogar con Frankie y, ahora, hasta la noche, leyendo por primera vez con Angelita la obra que tenemos este año que subir al escenario. La cita en Octubre. Y ya aprieta.
También he recordado que hacía mucho que no me descolgaba con la agenda apretada, de mil cosas hechas. He cogido el móvil y he tirado la mirada atrás. Pensando que me iba muy lejos, hace unas semanas me encuentro con la foto de San Juan en Alicante, apartamento compartido con Adrián, Laura, Noe y Javi. Fue un fin de semana a tope de risas y de fiestas, de ida en el coche y venida de vuelta. Con mucho sarao nocturno y paseo de día. Gastronomía y humedad, de la mano. Con risas incluídas la última noche en aquella verbena que pensábamos no iba a levantar el vuelo. Pero lo levantó. ¡Y de qué manera!
El fin de semana siguiente pasé de nuevo por el altar. En calidad de cura, eso sí. Para casar a Edu y a Kike en la masía de Antonio Pollo, en Ribarroja, donde se casó con el calor a cuestas María Candelaria hace unos años. La boda fue un convite alargado, con mesa compartida, como ya conté, y bailes de hielo y esmoquin. Calores aparte, otra gran fiesta.
El domingo pasé por la plaza de toros a seguir, una vez más, a Pablo Alborán, con Leo, Carlos Jaen y Novia, Nawfel y pareja. Me encontré con Carolina Barranco y Marien Baker, que lo pasaron de lo lindo como vecinas de sarao. Y yo con ellas, y con ellos. Una fiesta, otra vez más. En estos días, además de las fiestas, he pasado por recuperar mensajes con Aurora, redescubrir guapísimo a Álvaro en las fotos, hablar por teléfono con Edurne de vacaciones, comprar telas con Lola y Manolo o renovar por tres meses más al frente de los micros de mi "Valencia Abierta", puerta que se abrió, mientras cerrábamos el telón del "Tot és festa". Una vez más.
Comí el jueves con Bausá que regresó del viaje de novios. El miércoles compartimos tele, en mi estreno con la Mar Salá de Xavi Blasco y al día siguiente platos, aunque me sentó fatal la lasaña. Siesta de dolor y a seguir con los periplos de la política, ya que el viernes teníamos cena de verano en el partido. Las cosas marchan bien.
Y sin darme cuenta, llegó este fin de semana. Sorprendido de tenerlo para mí en exclusiva y para mis cosas. Así que me pasé la mañana por la sede, a recoger las cosas de la noche anterior y luego a casa. Me hice una siesta, limpié el hogar y me fui a cenar con Adri, Alba, Ana e Iván a un Quinto y tapa por la avenida del Puerto. Nos reímos luego en un bingo, que nos tocó. Y rematamos en el Cyrano, donde hacía tiempo que tampoco llegaba con la calma de anoche.
Hoy me desperté cuando bien pude. Con el calor asfixiando sobre el colchón. Bajé a la calle, compré la prensa y regresé a casa. Cociné unas tostadas con tomate rallado, que compré en el badulake y pasé la tarde limpiando a ritmo de Sinatra. Angelita llegó poco antes de las siete de la tarde y nos pusimos con el guión de por medio.
Ha sido una mezcla intensa de pavor y conocimiento. Miedo por sentirme incapaz por momentos de sacar esta obra adelante, nuestro primer paseo en la categoría larga del concurso, y conocimiento del personaje que va creciendo y puedes ir moldeando. Que en ello estoy. Se acaba el fin de semana. Mañana volvemos a la semana. Al calor y a la radio. Será ocho de julio: ya habrá pasado este san Fermín de nostalgias y añoranzas, pero seguiremos viviendo con las cosas que nos van pasando... Que son muchas.
viernes, 5 de julio de 2013
OLVIDAR
El olvido. A veces nos llega, como una guadaña del tiempo para dejarnos sin aquel ayer que fue nuestro. Otras, nos empeñamos en buscarlo sin llegar casi nunca a encontrarlo. El olvido y el tiempo, pasean de la mano, por las memorias oxidadas de nuestros paseos. Y así, el tiempo se mece contra nuestra historia, quitándonos detalles, olores, sentidos, palabras y tactos o nos deja, injustamente, cuando querríamos olvidar, esposados a un olor, a un recuerdo o a un verano.
Olvidar nunca me ha parecido un acierto. Cuando es la desmemoria la que nos borra la vida, duele con heridas y cicatrices, mirar atrás y no recordar esto o aquello. Cuantas veces no nos habrán dicho aquello de si recordamos y esforzamos nuestra mente con los ojos hacia el cielo sin encontrar nada que nos lleve de la mano. Así, en soledad, quedando aparte de nosotros mismos como si aquello que ya olvidamos no hubiera sido parte nuestra ni vivido, ni amado.
Otras, por condenas de la vida, que como un equilibrista nos lleva sobre la cuerda floja, nos empeñamos en nuestros errores o nuestros dolores, esconderlos bajo la tierra. Enterrar nuestra verdad sufrida, pensando que allá abajo, entre raíces y gusanos se perderán por siempre de la conciencia. Pero bien sabes que no se puede. Que cada vez que intentamos olvidar algo, le damos agua con fuerza, regamos su pasado y lo convertimos en un pasado que sigue doliendo. No merece la pena olvidar, porque olvidar nos borra, nos elimina, nos disuelve, nos deshace.
El recuerdo del ayer, siempre es positivo. Acabamos sacando las cosas buenas que nos dejó hasta el dolor y guardamos en nuestras maletas de cartón y alma cada cosa recordada con una nostalgia dulce que todo lo acompaña. Como un suave cuarteto, como una brisa en la mañana...
Recordar siempre es mirar hacia atrás con el consuelo de que aquello que pasó fue lo que vivimos. Por eso es importante que seamos capitanes de nuestros barcos, amos de nuestros paseos, señores de nuestros placeres, amigos de nuestras decisiones, maestros de nuestros silencios... Porque solo así podremos ir decidiendo a cada momento y cuando recordemos, no habrá arrepentimiento. Habrá dolor en rescoldo, tristeza leve o feliz recuerdo. Pero nunca estaremos arrepentidos ni querremos ser parte de un olvido que acaba por negarnos hasta a nosotros mismos...
jueves, 4 de julio de 2013
SOL RADIANTE
Imaginé un camino largo, entre la vereda, entre las ramas verdes azotadas por una brisa con aliento de poniente y el paseo sosegado del caminante. Adiviné el calor del día desde la primera hora de la mañana, cuando el sol, más radiante que el sol radiante, se coló furtivo por la ventana y me dio de lleno en la sesera. Me descubrí a mí mismo, girado totalmente sobre la cama, como los pies en el cabezal, dandole la vuelta a mi vida y al mundo, como si tal. Como si cualquier cosa. Como si ésta fuera en particular, la más importante de todas, que lo puede ser: la de sonreírle al nuevo día cuando nacen él y nuestras esperanzas.
Me despertó la mañana creyendo que era viernes y mi primer pensamiento del día fue recuperar el jueves. Enseguida maldije tener un día más, como si el fin de semana me cerrara algo, me regalase nada, me dejase cualquier cosa. Y, de repente, cuando me descubrí a mí mismo queriéndole quitar días a mi semana, horas a mi vida, me reprendí con vehemencia pensando qué clase de bobada me hacía desear perder un día. El de hoy. Más radiante que el propio sol. Y así me lo dije: bendito jueves que nace para que caminemos juntos, para que nos regalemos la palabra, para que nos demos la mano y nos contemos las confidencias, para que tú y yo salgamos de nuevo a las veredas, entre ramas azotadas por una brisa con aliento de poniente. Bendito jueves, creí al final, que fue en un rato. Bendito el día nuevo que nos da futuro, y mañanas. Bendito el jueves que nos lleva al viernes y vino del anoche. Bendita la suerte de quienes alzamos la voz cada día para ser batalla. Benditos quienes hacen de su sonrisa la trasparencia del agua que alivia nuestros calores. Bendito el día que vino para compartirse. Y bendita la fortuna de tener con quien hacerlo...
Siempre he sido una persona agradecida. Creo que tú también deberías de serlo. Que soy consciente de que muchos días se cargan con diabluras y desesperos, pero lo cierto es que en tus manos está la llave que abre las ventanas por las que entran aires frescos. A ratos de poniente, otros de levante. Otros serán cierzos. Pero siempre, brisas y vendavales, para movernos con mayor holgura entre los entresijos que nos trae la vida.
A veces dejamos que se nos vuelen los días sin transitar por ellos. Otros deseamos que se pasen de repente, como si al final hubiera una meta mejor. Cuando éramos niños, contábamos con gana los años que tenían que pasar para ser mayores y para llegar al año dos mil. Y ahora, desde el dos mil y pico, querríamos regresar a la infancia que muchos han olvidado o dejar de remar, contracorriente. No hace falta. Se puede mirar hacia mañana haciendo que el hoy ya se cubra de vientos, y dejar que golpeen contra nuestros rostros, como el capitán desde la proa, sintiendo que la libertad nos embiste con toda la suerte de que hoy vuelve a ser hoy, y nació con un sol radiante para nosotros...
miércoles, 3 de julio de 2013
LA GALLINITA CIEGA
Te escribí una carta mojando mi alma en agua bendita y, palabra tras palabra, dejé mi vida en una hoja sobre la que no se apuntaba nada. Sin embargo, el papel, conmovido por la fuerza de mi voluntad, se arrugaba al paso del afilado puntero con que mojaba en el tintero para darte mis buenos deseos. Me desperté contra el reloj, con el cielo pintado de naranja y el sol anunciando fuego. Supe que era esta mañana de julio un día más, una excusa para salir a la calle con la mejor de mis intenciones y pasear de frente a la brisa que a veces no encontramos. Y me apresuré por sonreír y compartir mi risa, haciendo de la alegría los atajos de nuestra vida. Siempre he sido optimista, vengo por el camino de las buenas esperanzas paseando todo lo que llevo andado y los momentos de mi vida que escribí en letras grises, intenté compensarlas enseguida con buenos deseos, memorias de un ayer feliz o esperanzas de un futuro que sólo huele a mañana.
Somos nosotros quienes marcamos el ritmo de nuestro corazón, el que le envía sangre a esa cabeza, a veces loca, otras perdidas, a menudo distraída, que nos hace pensar que nuestra vida es mejor o peor... No lo pienses más. Nuestra vida es fantástica. Envíale ese impulso a tu corazón y notarás como respiras con otro anhelo, como miras con otros ojos, como sientes con el corazón al que hasta ahora solo le has dejado que latiese, sin más labor.
Ese ruido acompasado, lento, marcará el peregrinaje de tus días, como una lluvia incesante de felicidad que cae sosegada pero sin pausa. Podemos marcar el ritmo de nuestro paso, de nuestro paseo por la vida y si fuéramos inteligentes, veríamos que es una obligación que tenemos con nosotros mismos.
Yo voy así, marcando con este tambor del ánimo el paseo de mi vida, con un optimismo salvaje cargado a cuestas, con una voluntad impermeable de seguir batallando, por mí y por todos mis compañeros, como aquel viejo juego de la infancia, a la que debiéramos volver más a menudo. Aquella simple alegría de nuestra niñez, de pantalones cortos y rodillas dañadas, de meriendas puntuales y enfados que duraban un “ay”, de sueños invencibles y tierras por conquistar, debe regresar a nosotros, con la fuerza de un huracán imbatible para hacernos recobrar la vida. Nuestra vida, la que llenamos de alegrías y desesperanzas, de anhelos y olvidos, de memorias y tristezas, puede dejar de tener la pauta de una melodía acelerada, frenética y dejarse llevar por la vibrante y contagiosa sinfonía de una felicidad calmada y esperanzada.
Depende de nosotros mismos, como casi todo. Aunque muchas veces, como en aquel juego infantil, nos pongamos contra la pared, apoyando nuestra cabeza con su mirada ciega, los ojos cerrados y las esperanzas perdidas... No lo hagas más.
lunes, 1 de julio de 2013
LUNES
Con un cansancio a cuestas comienzo el camino. No es buena idea. La vida necesita de arrojos y valentías para emprender cada día. Pero los benditos lunes, que el calendario puso ante nosotros, vinieron a la vida, para llevarnos con el cansancio de ese fin de semana en que nunca descansamos. Lunes, nombre de luna lunera, es nocturno y alevoso. Y cada semana, empezando por el lunes, requiere de nuestro empeño y de nuestro empuje para salir adelante. Yo, lo aviso, vine cansado.
Y así, frente a estas palabras que a veces salen solas y se escriben rectas sobre el blanco perdido, me enfrento al inicio de todo, porque empezar siempre es algo nuevo, e intento convencerme a mí mismo que debo ser arriesgado y hacer fuerzas de flaqueza, para tirar adelante con la fuerza de un toro que sale a la lidia, sabiendo que no volverá por la puerta de chiqueros.
Fuerza. Al inicio de la semana es lo que pido. Porque la agenda a menudo nos condena a no tener ni días ni horas, y de repente calculamos qué rápido se nos fueron los días, que antes no queríamos que nos llegaran. Lunes. Otro lunes más, que según nuestras voluntades y anhelos podemos convertir en el más especial de todos o dejar que se vaya, como arroyo al mar, sin esperar de él y sin desesperar del todo.
Yo, a menudo, intento de cada día hacer un día único. Por este optimismo salvaje que se infecta en la gente más cercana, calculo que cada uno de los soles que amanecen lo hacen para ser más bellos que el anterior, y mucho más hermosos que aquellos que ya hayan quedado atrás del todo y que nuestra memoria idealiza porque el recuerdo nos ayuda a vivir con una feliz nostalgia. Pero no. Hay que pensar que no vimos todavía el cielo más bello ni pudimos soportar el calor del sol más hermoso. Que cada mañana sea tu primera mañana y cada luna que traiga, la confirmación de que el día fue único. Que cada estrella vibre soñando con el día siguiente, y cada anhelo se convierta en el motivo para batallar mañana. Así y solo así, cada lunes será único, mejor, diferente,... Cada semana comenzará con el brío que tu corazón requiere. Cada vida, brillará con la alegría y la felicidad que nos merecemos... Así, aunque hoy sea lunes.
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