miércoles, 21 de octubre de 2009

AHORA ESTOY AQUÍ

Mañanita soleada. La noche anunciaba lluvias. Ayer mojiteé con los Bravis y con Laura. De regreso a casa, en el taxi, la lluvia empezaba a salpicar la luna del coche. Era la una de la madrugada, poco más si acaso. Hoy esperaba agua por doquier. Sólo nubes. Y algo de frío. Incomprensiblemente mi cuerpo tenía menos temperatura de la que marcaban los termómetros, tenía frío. Un frío de escalofríos partidos. Llego al trabajo y reunión de equipo. Hoy las cosas no han sido del todo como quisiera. Pero héte aquí la maravilla de la vida que, de repente, todo ha dado un cambio inesperado y una sensación de fortuna me ha quebrado la espalda. A la espera de que me vaya bien, tan bien, mejor. Y sin quejarme.

Paso por el despacho para recoger e irme. Cojo un taxi, paso el paso de cebra sin saludar y hablándole al móvil sin recordar ya quién está al otro lado del aparato. El sol lo cubre todo ya.



Vuelvo a coger un taxi. Creo que soy el que mantiene al gremio fuera de la crisis económica que lo sacude todo. Recorro unos metros intentando abrir el libro. Leer el capítulo. La página, o unas líneas. Me hubiera valido. Vivo amparado en el mundo ficticio de la novela, me abstraigo de la realidad en negro sobre blancos descubriendo el violento mundo de la Roma noventera.



"Tres metros sobre el cielo". Lo compré ayer cuando me acerqué al centro comercial a comprarle un libro a Hugo y un disco a Aurora. Mi vida, tantos años después, junto a los míos de siempre. El libro es lo primero que leo de Moccia, y lo primero que leo en mucho tiemp. A mí, que siempre me gustó tanto la lectura, el tiempo me pasa sin abrir los lomos de un libro más que de vez en cuando. Y son muchos los cuandos y muy pocas las veces.

El taxista ha decidido comenzar su conversación. "Ajá", he asentido. Craso error. Hubiera sido más sencillo decirle: "Mire, es que llevo un libro en las manos, un libro que me aleja de lo que soy y de lo que me pasa y, ahora, tan sólo quiero viajar lejos y no escuchar cómo usted ahorra en su microeconomía familiar". De la conversación sólo aprovecho pensar que tendría que comprar bombillas de ahorro energético. Que consumen mucho menos. Pero no. Me quedo en silencio escuchando aquél sabio de la calle que me cuenta las verdades del barquero (que son las del taxista). Mensajeo a David (Gracias por el detallazo de anoche) y me llega un sms de Kone. "Llueve en Barcelona". "Aquí el sol luce", le contestó. "Se ha aliado con nosotros". Y le acompaño el texto con una foto de ensueño, hecha con el móvil desde el taxi mientras el taxista me recomienda como ahorrar en el consumo del coche... Yo, sólo podría ahorrar si dejo de coger taxis, pienso.



El sol lo cubre todo. Algo hermoso corre por mi sangre que me da energía. Ese mismo sol. Las calles se tiñen de verde, color de esperanza, y de belleza arquitectónica. El cielo, libre de nubes, me invita a todo. La estampa es de ensueño. Y me siento, por un momento, cautivo de esa belleza insensata que tienen los pequeños detalles.

Llego al hospital, visito a mis amigos. Ánimo. Cariño. Cojo otro taxi, a las horas y cruzo Valencia. Con Javi llego a comer. Isaac y Manu. La complicidad de los amigos en torno a una mesa se convierte en un capítulo de comedia sin fin. Me voy a la tele y preparo con mimo un programa más. Y es fantástico. Todo sale según lo previsto. O mejor. Me regreso a casa y hablo con mis padres, por sentirlos a mi lado en días como estos...

Ahora estoy aquí. Sentado frente al ordenador, acabando el día. Y dando gracias una vez más. Por el sol, por mis amigos, por la ciudad, por el día, por mi familia, por mi trabajo, porque aún haya quien me enseña a ahorrar, por los amigos que se acercan y te dan su brazo y su abrazo. Por los que escriben desde Barcelona. Y te dejan una llamada perdida que no puedes contestar. Gracias por todo, al fin y al cabo. Y por el respeto, y por la humanidad, y por la entereza, por la fuerza, por la amistad, por los límites que se rompieron y la llamada que esperamos...

Ahora estoy aquí. Es suficiente. Difícil por momentos. Pero suficiente. Gracias a la vida, que me ha dado tanto... Gracias porque tengo la necesidad de ser más agradecido que nunca. Gracias por estar ahí dónde estáis. Y por estar siempre. Gracias.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo también doy mil gracias por todo y a todos!!

A veces no agracedemos ni valoramos lo suficiente las cosas, y desde hace poco, yo doy gracias cada día.

Gracias.

Besitos cari.

Anónimo dijo...

....que fuerte!!!! acabo de empezar el mismo libro!!!!....ya veremos que tal!!!

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