viernes, 4 de enero de 2013

UNA CUESTIÓN


Buscando un buzón para la carta de los Reyes Magos por la calle Colón, de repente, y sin venir a cuento pienso una cuestión. Una pregunta. Lo primero que pienso es qué pasaría si la paso al facebook, luego la tuiteo. Y con el mismo repente, me paro a pensar por qué me da por filosofar en esta tarde de viernes que dejé al resto de la familia camino del circo en la parada de Alameda...

Me recogió Leo en la esquina de casi la calle Cádiz, era más bien Ruzafa con la Gran Vía para que le acompañara a cobrar una factura en Picanya. Atravesamos la comarca entera, nos perdimos por Manises, bordeamos Mislata y cuando ya todo parecía alinearse, planeta tras planeta, en contra nuestra dimos con la tienda. Me llevó luego a casa de mis padres y comí con ellos: con la excusa de darle a Rosa las entradas para el circo tuvimos una comida en familia para comprobar que a Edurne se le pasan los años tan rápido como a los demás pero en mi pequeño tesoro se nota más. Le hizo una ilusión tremenda que llegara con las entradas, que se esperaba me dijo, y no se despegó de mí en todo el rato que estuvimos, primero comiendo un arrocito caldoso de los de máma y un pollo asado que me recordó aquella adolescencia viviendo bajo el techo paterno.

El sol daba de lleno en la cafetería. Me retrasé porque bajé a comprar al Consum la merendola para el domingo tarde con todos los sobrinos allegados que me han ido regalando mis amigos: Acosta y Anita, Amparo y Vicente, Aure y Ricardo (a punto de ser padres), con Jose y María y mi ahijado vienen el domingo a casa para rematar las navidades con esta merienda que inventé hace ya unos años para tener algo que celebrar la tarde de reyes y que ahora ya es tradición. Y espero que así se mantenga. Estos amigos, casi familia, me llenan tanto que es genial compartir con ellos los detalles de la vida.

Lo que decía: primero que tuve una pregunta que lleve al facebook y, segundo, que el sol daba de lleno en la cafetería.

Al final bajaron el toldo: pero anduvimos Santi, Javi y servidor revisando el contrato de La Santa Verbena para ver cómo se organiza todo. Queda menos tiempo del que parece: lo comprobé anoche escribiendo los poemas para las falleras mayores de Dr. Oloriz, tal y como me encargó Javier vía whatsapp. Tomamos café con leche, nos pusimos al día de cómo andan nuestras fallas y las vecinas y dejamos pasar un soleado viernes por la mañana en que los niños jugaban, incluidos Jaime y Sese, por la plaza del Doctor Landete. Me whatsappeo con Noe y les invito al sarao de mañana por la noche. Me despido rápido, hablo dos palabras con Pepe y dos con Mabel, que me los encuentro con unos amigos de Londres, en la calle y me meto al coche de Leo. Camino de Picanya...

Tuve una pregunta en mitad de la calle Colón. Una cuestión que no sé por qué me apareció, pero que vino a sacudirme en mi tranquilidad del día a día. Una tranquilidad que se resquebraja a golpe de agenda. Salgo ya para Cyrano, he quedado con Laura que me trae unos juguetes y ahora Manolón me dice de vinear algo la tarde en El Camerino o La virada. Por medio tengo una conversación pendiente con Jorge y Tania para resolver algo que iniciamos ayer Jorge, Luis y yo en el Guernica... Futuro. Incierto. Futuro. Apuesto (de apostar, no de apostura).

Lo que me preguntaba hoy... Lo que tendría que resolver. Lo que me sacudió y me ha traído a escribir esta entrada: La suerte... ¿hay qué buscarla o te la encuentras? Me voy a la ducha. Feliz fin de semana.


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