jueves, 31 de mayo de 2012

CUANDO ESPERO QUE LA VIDA ME SONRÍA



Carta desde la isla de la Toja.


Queridos ayer y mañana,


os escribo desde el año pasado, ahora que han pasado un año de muchas cosas y semanas de otras tantas, ahora que me quedan horas para y días para no se qué. Recuerdo el manto mínimo de agua cristalina y rotundamente fría en su aspecto del cantábrico bregando contra la orilla. Recuerdo el paladar fuerte de un café minúsculo en la terraza de aquella cafetería y ese aspecto de balneario del XIX para gente bien. Recuerdo las tardes enfríadas con Ribeiro y las nubes desaparecidas, el sol intenso al que no le sobran las chaquetas y la huida hacia adelante de una excursión que me alegró un alma mucho menos ajada de lo que pensaba nadie que estaría mente y cuerpo agotados por lo que venía pasando... Querido ayer, te fuiste. Y me ayudaste a crecer una vez más: me sorprendiste, porque la derrota fue dulce como todas las batallas donde el corazón no muere.


Querido mañana, ya veremos. Porque no me aventuro a creer o pensar. No me atrevo a esperar. Me quedaré, y que vengas, mañana, como quieras y pueda que te afrontaré con un optimismo renovado por madurez y un capazo de amigos que siempre están conmigo en lo bueno y en lo mejor... Lo malo, también lo comparto con unos cuantos. Por eso, soy tremendamente afortunado.


Espero que vaya todo bien. 


Besos para todos, Jaume.

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Acabo de llegar a casa. Vengo del programa de la tele, que llega a final de temporada y de un día completo en el que no paré de nada. Me despertó Teresa al teléfono y me costó aterrizar. No me gustó nada la hora, pero me exculpo pensando que me acosté a las tres. Después de la reunión de la Agrupación me fui a casa de Mabel a brindar con nuestro insomnio en las palabras de su cocina. Bendito insomnio que me dio la solución. Me he levantado y he seguido arreglando la casa, por fin empieza a hacer efecto las horas de trabajo. Sigo la máxima del anuncio de IKEA por encima de todo: podría vivir con menos cosas. Lo intento. La limpieza cunde. Las cuentas no cuadran en el país. La prima de riesgo ha acabado en lo más alto. Salgo a comer con Leo que me recoge en casa. Tengo un proyecto para contaros, en cuanto pueda. De momento me llegan el calor y espero que pronto esos locos días de verano... Subo una foto de mi postre en el Palace Fesol al Facebook. Vamos al taller de Sergio en la ciudad del artista fallero y luego a la tele que hay programa por la noche. Regalamos un violín, entrevistamos a Puchalt por una expo en la Parpalló, al presidente de la Interagrupación y la líamos con Carabantes, Kepa, Leo y Laurita. Nos vamos a cenar Acosta, Laura y yo: me regalan una de las situaciones de sainete más divertidas que he vivido en tiempo. Compartimos un menú a tope, cargado de  carne roja y Laura me trae a casa. Pasamos por la gasolinera y me dice que cuidado en mi próximo viaje. Pero sobre todo, me dice una cosa metafórica que me reconforta: hay que adivinar quien es el ángel de la guarda que me guarda cada noche... Habrá que adivinarlo. Porque reconforta.

Escribo en las últimas horas de este mes, ya 31 y compruebo que estas hojas perdidas tienen más gente que quiere encontrarlas que nunca... ¿Momento para seguir? Creo que sí. Estamos a punto de llegar a los 50.000 habrá que ver cómo las celebramos. Y, además, siguen siendo una terapia al borde del calor estupendo...

Pd: Cuando espero que la vida me sonría, me gusta pensar que tengo la sonrisa más cerca ahora... Feliz noche. Feliz día.

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