lunes, 21 de mayo de 2012

EL LABERINTO DE HILOS


Las personas tenemos un instinto único para complicarnos la vida. Yo intento no hacerlo. Organizo mi cabeza de manera que aquellas cosas que promuevo vayan al cajón de la felicidad. De la mía personal y de la de la gente que me rodea. A veces, pero, necesito reorganizar todo. Encontrar dentro de la maraña de apetencias, quereres, sentimientos, sensaciones, carácteres,... un orden más o menos lógico que intenta llevarme a una tranquilidad absoluta frente al caos que como sociedad somos capaces de organizarnos.

Ayer me acosté tan tarde que por cansancio no me dormía. Repasé en la cama la letanía de propósitos, ficticios o reales, que os traje en la última entrada y alargué el momento de llevar mi cuerpo a dormir. Tumbado en la cama, ni encontraba el acomodo ni encontraba el calor que, en una noche donde el viento soplaba, hubiera querido encontrar. Me acosté con la tranquilidad de decidir que hoy ya me despertaría cuando el día tuviera a bien. Bueno, pues lo decidió el teléfono. Así que, esta tarde, he decidido hacer una siesta para demostrarme que últimamente, me caen mejor los segundos sueños que los primeros y, que de estos últimos, me da una pereza mayor despertar...

Por intuición, al traer hoy una hoja que se lleva el viento, he necesitado traer un laberinto. No dejo, debo de decir en los dos últimos días de intentar ordenar mi realidad más cercana con paces y relajos. Pero reconozco que, inconscientemente, algo se cuece en mi cabeza cuando soy capaz de aventajarme y decidir qué quiero contar. El laberinto. De pasiones o no, como el de Almódovar. Pero laberinto al final que se cruza en nuestras vidas... ¿Alguna vez habéis tenido la sensación de que os la complicáis sin necesidad? Yo, ahora, ya lo digo, llevo dos días preoguntándome (preguntarse con preocupación) qué, cómo y adónde. Y por eso, entiendo, que el laberinto me rodea. Aunque sea de manera inconsciente.

1) Para encontrar la salida primero hay que ser consciente de que se ha entrado y por qué. Qué está pasando, qué pasó y qué va a pasar. Lo que ocurra hoy dependerá en gran medida del entorno y de la persona, de la sensación con que se aferre alguien a su yo temporal del momento. ¿Qué pasó? Delimitará lo sucedido, lo que nos empujó dentro del laberinto. Y qué pasará... Es algo que nadie sabe, pero que podemos trabajar en una línea u otra para que se desarrolle en un sentido u otro. Yo, al respecto de mi duda de cuarenta y ocho horas, estoy en la confusión, estuve en la rabia y creo que voy a estar o fuera o batallando por algunos elementos que fortalezcan a una parte de mi preocupación.

2) Hay que actuar siempre en beneficio de uno si el resultado es bueno para más. Siempre he intentado que la gente que está a mi alrededor sienta como algo positivo tan sólo eso, el estar. El formar parte de mi entorno me completa a la vez que intenta complementar a los que se mueven conmigo. Pero en ocasiones fallo. En ocasionesm fallamos. Vaya que sí lo hacemos. Por regla general, siempre he intentado que mis amigos tejan una red entre ellos y así sumo unos a otros, y crecen las expectativas, los sueños, las risas, los proyectos... Cuando uno de los hilos se rompe, por lo general, caen alrededor suyo otros trozos pequeños que se resienten por el tijeretazo. Un hilo roto en mi vida, siempre va a generar un descosido grave. Tengo que administrarlo de manera que se pueda coser pronto. Y si no se puede coser: que lo zurzan... (chiste de agujas, tan facilón como necesario).

3) El derecho de revancha. Hay gente que ante la ruptura puede optar por el silencio, el abandono o la calma espera. La vida da muchas vueltas, me decían ayer. Y yo dije: "sí, eso lo sé. Que la vida da muchas vueltas...". Reconozco que me hallo en una espera (que puede desesperar) sabiendo como sé que en un tiempo me gustará más lo "que será" que lo "que es". Esté o no. Es cuestión de tiempo. Pero hay aniversarios complicados siempre en la vida. Y estos días, parece que vivo uno... El ser humano siempre parece estar encomendado a la revancha. Una revancha contra los que cortaron el hilo que a menudo puede fastidiar a los propios hilos, lo que llamamos vulgarmente "daños colaterales". Pero esos daños (lamentables y pérfidos) aparecen siempre en las temibles guerras... Nunca he sido de guerras, con lo batallador que me siento. Así que los daños colaterales deben de desaparecer...

4) La actitud más honesta y adulta será la que menos me apetezca tomar. En resumen, lo adulto sería coger y volar a buscar otras telas que tejer, porque está claro que por romper hilos no voy a seguir pasando. Debería de pararme y estudiar a fondo sensaciones, relaciones, momentos, dudas, idas y venidas... Y decidir. Pero decidir pronto. El tiempo va pasando y las hojas van cayendo...

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