Podría buscar un momento álgido de película yanki, comienza a sonar Dionne Warwick y la lluvia rebotando contra el tejado de la casa, mientras el chico de la peli (que por esta vez seré yo) escribe sobre el teclado. Las últimas horas, de esta semana, los últimos días la vida me mando una reestructuración de personas y espacios propias de un cambio de temporada, como si tocara guardar la ropa de invierno. A mí me tocaba guardar los demonios de unos meses acá y la cabeza se ha ido reconduciendo en un orden que ahora, en esta escena tan importante de la película, me sorprendo a mí mismo por la increíble seguridad que me he demostrado.
Siempre me he sentido un tío espectacularmente fiel, por encima de todo. Fiel a los míos y a mí, no me atrevería a decir en qué orden. El sentido de la lealtad para mí está por encima de todo: uno se debe a los suyos y se debe a un porcentaje altísimo, porque sólo dándote por completo puedes complementar a los demás y enriquecerte de lo que cada uno te aporta. Pero también reconozco entre mis defectos que me cuesta todo el tiempo de la vida olvidar... Aquello de perdonar perdono, pero olvidarme no me olvido, lo he llevado a fuego casi más como una losa que como una virtud.
Anoche estuve cenando en la falla con Amparo, Richard, Angelita, Laura, Sandra... Jugamos al bingo porque el cuerpo me pedía unas risas y vaya que sí nos reímos con Juan ejerciendo de binguero y aquella máquina del demonio recordándome la "pelalmendras" que también le recordó a Javiclero cuando vino con Noelia al casal. Acabamos relativamente pronto y hablamos de ir a Alicante (ya tenemos el Goya entre nosotros desde hace unas semanas) pero es bastante probable que se apunten Amparo y Richard, y la verdad apetece.
Nos fuimos a Cyrano Amparo, Richard, Javi, Noe, Angelita y servidor. Nos encontramos allí con Mabel, Leo y Raúl. ¿Alguien se ha percatado lo afortunado que soy? Quienes conocéis a mis amigos sabéis que son de primera línea. Ahora, cuando escribo la gente que anoche nos reunimos en torno a una copa, pese a faltar nombres de muchos de vosotros, lo pienso: soy jodidamente afortunado. Soy feliz.
Hablamos de lo divino y de lo humano, de lo petardo y lo animal, del cosmos y las mañanitas y nos fuimos cayendo por la madrugada aún a riesgo de que el sol no volviera a salir. Como Angelita, que está últimamente colosal en sus comentarios, asegura que desde que ando sin filtro se lo pasa "pipa", reconozco que le estoy encontrarme el gusto al verso libre y la rima suelta. Sin filtros, que es como más descansa el tórax.
Nos dieron las tantas y Amparo y Richard me acercaron a casa. Nos pusimos al día y como adolescentes alargamos la noche hablando de aquéllo y de esto. Y me fui a casa con la sensación de la terapia concluida y no haberme engañado, que para tranquilidad de los que me conocéis sabéis, perfectamente, que es lo que más me podría preocupar...
No me siento mejor que nadie (tampoco peor, que ya es bastante). Hoy me despierto pensando que he puesto el despertador por error sin recordar que tenía un almuerzo en Manises al que acudo tras lavarme los dientes y pasar por la ducha. Suenan ahora The Killers: la película llega a su fin, esperando que me recojan Angelita y los "cleritos" para irnos a Soneja de escapada festiva.
Me despierto con la satisfacción de haber cerrado (espero) un capítulo muy largo. Sé que acepto lo que ocurre a mi alrededor cuando lo verbalizo y opino sobre cómo lo vivo. Cuando cuento las cosas es cuando mayor percepción tengo de mi complicado día a día. Por eso, después de hacer que el verbo se hiciera viento, me siento cómodo por haber descubierto muchas cosas que tenía escondidas desde hace tiempo. Empieza a llegar la hora de echar tierra sobre la caja de la memoria para mirar hacia adelante buscando otras direcciones. De la conversación pasada guardo el lamento de no haber hecho sólo un comentario que quise hacer, pero con la mirada puesta en mañana, también es cierto que ya no debe preocuparme... Desde esta mañana me siento liberado. Desde hoy pienso que se acabó un pasado infortunado en algunos momentos y que aquello ya es historia. Y no será futuro.
Recuerdo que Richard me hizo una proposición en la puerta de Cyrano. "Y si..." me dijo. Y le dije que eso no iba a pasar. Ahora lo tengo más claro, que no pasará... Y lo que es más satisfactorio, me he dado cuenta de que ya no duele.
Dionne Warwick ya no canta. Ni la lluvia cayó nunca sobre el tejado. Adiós...
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