jueves, 23 de julio de 2009

EN EL CALOR DEL DÍA



40 grados dentro de casa. 42 en algunos lugares de la calle. Un viento árido de poniente asola nuestras vidas. No hay más calor que el de hoy. No se habla de otra cosa, cuando apetece hablar que es muy pocas veces. Calor absoluto. En casa, la botella de colonia arde. El suelo quema. El techo es fuego. Las paredes, infierno. Calor absoluto, calor letal... La calle muere en la tarde cuando refresca otros días. Pocos se arriesgan a sufrir estas temperaturas disparadas y disparatadas. Calor bárbaro. Una abuela juega con su nieta, valientemente, en mitad del parque. Hoy los amos no pasean de su correa a los perros. Y los gatos no campan a sus anchas por los tejados de mi ciudad. Calor mortal. 40, 41, 42,... Son las siete y casi media de la tarde y el sol no se apaga. Calor auténtico, infierno absoluto. El cemento se reblandece bajo los pies de los caminantes que buscan la noche. ¿Quién mató al aire? ¿Dónde está ese viento contaminado que tanto nos refrescaba otros días? El poniente lo deshace todo, como un machete destructor, fortalecido a base de golpes, de zas y zas, cortando por doquier la vida tranquila... El calor acaba creciendo aún más y nos condena a una danza de mosquitos. El suelo emana calor, lo rebota contra el cielo, que lo envuelve en gotas de fuego que se estrellan sobre nosotros... Es el calor absoluto, el calor de poniente. Calor letal.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

orinocoooo, yo creía que me desintegraba...por diooooooooos!!!

Anónimo dijo...

Algunos valientes fueron a los toros, insoportable!! R

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