sábado, 18 de julio de 2009

AL RITMO DE MI AMISTAD

A las once y media, la salve rociera. El Albero. El calor de la noche mitigado por copitas de manzanilla y rebujito. Sabor a Hierbabuena. Nada tan valorado como el reencuentro con los amigos de uno, que son su mejor tesoro. Risas con Carlos. Grande como siempre, y un placer, después de un poco de tiempo, más del que estábamos acostumbrados, a juntarnos una vez más, y van mil, para echarnos unas risas alrededor de una mesa y un tapeíto... ¡Qué nos gustará a nosotros!



Poco después, la tenue luz del Cyrano. De nuevo una mesa, unos mojitos, unas cartas, muchos trucos de magia y más risas. La noche se nos fue recordando el pasado de las gominolas y los helados de los ochenta. Cada uno a la suya, y sumando todos. Una noche genial. Ya os digo.



El viernes por la mañana, a trabajar, que es lo que toca. Salgo tarde del ayuntamiento, pasadas las cuatro y llego a casa. Descanso algo, poco. Y menos con la calor del día, que hay que ver cómo nos aprieta. Por la tarde al Cyrano, donde se sirven los mejores mojitos de la ciudad. Siempre os he hablado de las bondades de las copas de este rincón de Ruzafa. Pues en el tema de los mojitos, cuarta y mitad. Con Gueguel y Carla, Luis y Jorge. Cenamos unas pizzas y nos vamos para el concierto de Amaral.



Hemos quedado allí con Tatín y Cati. Tato y Gema también se unen a la parranda. ¡Y de qué manera! El concierto de Amaral, un exitazo. Está a tope, pero además suena de maravilla y hacen un repaso a toda su discografía que no paramos de desgallitar en ningún momento... La noche promete, y de que manera. De vez en cuando, Luis y yo nos disparamos con nuestro "Zaragoza, zaragoza", que ya es un grito de guerra tradicional. Mucha risa. Mucha fiesta. Y una vez más, de regreso, como se regresa siempre, a Cyrano.



Tato, Gema y yo nos paseamos Valencia hasta llegar al coche, riéndonos lo que no está escrito. Y luego, en el Café, entre rones y gintonics, seguimos con la fiesta a la que se van uniendo los demás, los de siempre... Una noche de risas que cerramos pasadas las cuatro de la mañana. A tope. Y con dolor de mandíbulas de tanto reír... Nos deberíamos de mirar lo nuestro, yo creo.


Por la mañana, suena el despertador. Ducha y a la calle. Croissants duros de desayuno en el metro. Llego a la estación del Norte. He quedado con Angelita que nos vamos a Canet a celebrar el cumpleaños de Mabel. No hay dos señoras más cómicas que ellas en toda la contorná... Nos encontramos a Kepa. Leo el periódico mientras llegamos a Sagunto, dónde nos espera Pepe.


Comemos langostinos, clóchinas y paella. Melón de postre y helado. Café del tiempo. Y lo regamos con más risas y mucho cachondeo. Cigarros después, sobre el mantel. La tarde pasa y nosotros, de la mano, con ella hacia la noche. Ahora he llegado a casa. Me voy a la ducha tras pasar a dejaros este escrito. En un cuarto de hora llega Manolo y nos vamos a cenar con la gente de Sarrión... El ritmo, lo véis, es no parar. Es el ritmo de mi amistad... Que no cesa.





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