martes, 28 de julio de 2009

EL SOL DORADO



Imaginad una habitación antigua. Un reloj. Una ventana al mundo. Una silla repleta de libros. Imaginadla conmigo. Imaginad como de repente, en mitad del sueño, del más plácido de los descansos todo acaba. Y súbitamente, sin tiempo para reaccionar abres los ojos y despiertas.

Yo hoy me desperté en mi cama. Eran poco más de las seis de la mañana. Miré de nuevo el reloj. Las ocho marcaba. Y por la ventana que hay frente a mi cama, un sol cegador, redondo, perfecto, esférico, brillante, dorado hasta la irrealidad, abriendo el mundo ante mí. Nunca había visto un sol así. La habitación se ha encendido por completo. Estaba cegado, como si un cristal refractara contra mí con la intención de no dejarme hacer ni pensar nada. Todo dorado, pero de un dorado magnífico, cinematográfico, perfecto. Me he quedado anulado por la presencia de aquella luz. No he podido pensar nada, ni imaginar. Ni decidir hacia dónde irán mis pasos hoy. Simplemente, me incorporé en el lecho, miré al frente y compartí con la naturaleza un bello espectáculo, el más bello que recuerdo en los últimos meses...

Ayer me desperté con lágrimas en los ojos. Un sueño, que no llegué a comprender ni cuando el ansia que me provocaba acabó empujándome de la pesadilla al mundo real. Hoy, el despertar, ha sido calmo, relajado, precioso... Hoy volveremos a la marcha de caminos largos, de esperas, de silencios, de comentarios y de risas. A organizarnos el día con agenda incluída haciendo huecos en la nada a los que hace tiempo nos reclaman. Hoy nos pondremos calor a las espaldas y camino por delante, caminos largos... Pero el día no podía haber comenzado mejor. Un sol fuerte lo irradiaba todo. Espectacular, ya os dije.

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