lunes, 10 de noviembre de 2014

OTRO LUNES CUALQUIERA

Me desperté como se despiertan los cuerpos cuando el otoño empieza a serlo de verdad. Cuando la humedad de una lluvia perdida, al estar durmiendo, trae de la mano la caída de las temperaturas. El colchón de la cama de mis padres sujetaba mi espalda como una tabla de planchar donde no existía salvación. Y me desperté porque sonó la alarma del móvil porque si no, aún ahora andaría en brazos de Morfeo. Comí en casa de los papás porque estuve en Alzira de mantenedor y mi padre, que no se cansa nunca de hacernos los favores, y si se cansa no lo dice, me llevó en el coche y me trajo al plato de arroz con lentejas. Me regresé a casa en metro y cené una pizza olvidando que el peso es desorbitado y con la sensación aquella de que las dietas se comienzan los lunes.

Hoy ando con ganas de bajar de los excesivos 92,600 kg que me han hecho cerrar un ciclo de engorde y cebo. Será difícil, lo presiento, pero en algunas cuestiones hay que coger fuertes ya las riendas. Así me parece. Hoy era lunes. Lo es aún. Lo era hace cinco minutos que, tras un capítulo de Isabel, puse a Pablo a cantar Alboranadas y me senté a escribir en este blog. Por facebook Tsering Stobdan me escribe desde los pies del Himalaya, recordándome que India me regresa y me espera. Y yo sé que volveré. Que toca. Me toca pasar por el traductor de google porque anda mi inglés más dormido que yo esta mañana cuando recuperé el sueño que dicen nunca se recupera. Algo así como la energía, dispuesta siempre a transformarse.

El fin de semana fue a tope. Especialmente el viernes noche con aquella Cena de Cortes de Honor en el Ateneo y con una mesa divertida y nocturna que entró en modo rifa ya de madrugada. Lo mejor las fotos del photocall, las risas con Laura y la Guti, la conversación con Raquel García Tamarit, el reencuentro con grandes amigas que hace tiempo no veía y el cansancio soportado de un día en el que no paré de hacer cosas. Había que ultimar todo para el nombramiento y la proclamación al día siguiente de Amparo y Lucía como falleras mayores de Noscarmientas y tenía mil y una cosas que atar... ¡Y las até!

El sábado estuve por la mañana en la presentación de la Dulcinea de Castilla la Mancha en el Centro Cultural. Tomé café con Richard y Rafa ultimando el casal y me vine a dormir a casa. Busco recovecos donde sea, para conseguir dormir. De soñar no hablamos. Y ducha y taxi de vuelta. Las motos de Cheste no se veían por Valencia pero el tráfico lo colapsaba todo. Llegué al casal. Vivimos la Proclamación y nos alargamos la noche con amigas y amigos. Con grandes momentos. Con emociones. Con un sinfín de cosas que hicieron que este año sea excepcional. Que lo será, estoy convencido.

Me reí con Richard repartiendo cava por doquier, ví feliz a mi padre cortando jamón, cerramos la noche a los pies de Cyrano y me fui a dormir pensando en el viaje de ayer domingo a Alzira...


Y allí descubrí un teatro fantástico. Y una alcaldesa ejemplar. Y un escenario, fallero. Al modo de Alzira, comenté con Pepe Boix y Sela allí acompañando a María Donderis. Me regresé a comer a casa, con la sensación de que el discurso había sido largo. Pero me dijeron que no. Que lo había leído mal, pero me dijeron que no. Y no dejé el whatsapp y el facebook, por donde se caían todas las cosas que pasaron el día anterior...


Con una foto que vió Aurora, me mandó un mensaje diciendo que me brillaba la mirada. Que se me veía pletórico. Y vaya que sí. No sé si será efecto del Snapseed o de mí mismo, pero mi vida brilla a una velocidad que yo no soy capaz de releer... Y eso me apura. Los excesos, del cielo y los infiernos de este don Juan inesado que nunca acabarán de equilibrarse...

Raquel me escribió unas cosas preciosas por haberle dedicado una hoja perdida y disparó las visitas a este pequeño rincón... Y así, con unas cosas y otras, pendiente de irme ahora a otro acto, soñando que mi dieta ha comenzado, con una mañana en el Ayuntamiento y un ensayo, luego, a la noche, nos llegó otro lunes... Tan distinto a todos y tan igual como siempre. La luz del flexo me mira fijamente... Le falta reírse.

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