miércoles, 26 de junio de 2013
NI SIQUIERA EL CIELO
Anoche, en mitad de la noche, en mitad de la luna que tanto se acercó al mar por San Juan, mirando frente al ordenador pensé por sorpresa en ti. Lo hice de manera inconsciente, sin saber por qué. Me acudiste al pensamiento como otras tantas veces, en las que sin saber por qué, de la misma manera que soy capaz de ponerme a cantar canciones que no sé con que razón renacen en mi voz, apareciste en mitad de la noche. Y al rato, volví a ti. Y te mandé un mensaje preguntando si siempre bien, porque sabes que a veces la cabeza o el corazón me llevan a pensar en cómo te va. Y me respondiste si de nuevo tenía una corazonada y te dije que sí. Me dijiste que parecía un mago, que tu noche se había nublado, que no tenías estrellas, que se te iba el día entre rabias y penas. Y que como un brujo me colaba en tu cabeza y te arrancaba de los sentimientos una sonrisa. Así, en mitad de la noche. En la distancia.
Esta mañana, al despertar, me enviaste un mensaje para decirme que siempre te saco una sonrisa, que soy quien te hace reír. Y me dedicaste una canción y un suspiro. Me alegró tu mensaje. Me emocionaron tus palabras. Me gusto saber que te hago reír, hasta en los momentos más difíciles. Y me sentí cómplice de tus penas silenciadas y compañero de viaje para el camino. Pero sobre todas las cosas, sobre las rojas y las azules, sobre las cercanas y las lejanas, por encima de las que existen y de las que imagino, me alegró saber que te alegro, que te aporto la sonrisa, que te doy felicidad...
Llevo de la mano la vida. Camino por senderos de felicidad y busco solo el mañana, sabiendo que llegará antes de lo que espero. Ando con fuerza contra la muerte que no quiero que me alcance y batallo por transitar la vida entera al lado de la gente que me hacéis feliz, de la gente que me hace sonreír, de la gente que es capaz en mitad de la madrugada, de quitarse su sueño para escuchar mi palabra, de quedarse sin estrellas por bailar junto a mí en el precipicio contra el que chocan los mares lejanos, de perder su agua cuando más sed tienen porque yo necesito un trago más de esperanza... Y así, intento, caminar de la vida, regalando lo que me dan. Dejando mi sueño por tus desvelos, mis estrellas como alfombra para que camines, mi agua repicando en el corazón donde se mueven tus alegrías y tus emociones...
No me parece que haya nada más bello que la amistad. No creo que nos queden más motivos para vivir que el de hacer el bien al que tenemos al lado, que no nos queden más razones para hacerle un daño al que nos rodea... En positivo siempre. Y en la memoria, sin olvidos ni sin contigos, por los que camina la vida. Me alegró tu mensaje esta mañana porque me dio motivos para saber que aún aporto, que aún soy capaz, que aún hay sonrisas que nacen de mis voces, que aún quedan esperanzas para los mañanas, que aún vale la amistad como moneda de cambio. Nada tan fantástico como desvelarse por alguien lejano en mitad de la madrugada y que la mañana sea un agradecimiento. Nada igual. Ni siquiera el mar. Ni siquiera el cielo.
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