martes, 4 de junio de 2013

CRÓNICA CORPUSIANA


Sentado en un banco, como la Penélope de Serrat, pero sin esperar nada, nos dejamos las primeras horas matinales del sábado Galiana y servidor en la explanada del MUVIM. Andábamos como siempre a la nuestra y en nuestras cosas. Él que se sabía protagonista de una noticia en la prensa. Yo que le recomendaba respirar y asimilar que cuando uno se dedica a lo público, es fácil estar en boca de unos y de otros. Luego, que si cómo te llevas con aquéllos y yo, pues ni fú ni fá, porque no los conozco. Y un sol de verano que invitaba a quedarse con los ojos cerrados. Me dijo Galiana que prefería cuando en estas hojas perdidas se me caían las horas a tope, que dice que no entiende cómo llego a tanto y que cuando me pongo denso, ya no le agrada leer. Que quiere más crónica social de mis días y menos intensidad del alma, vaya.

El viernes por la noche, acabando una semana extenuado, la radio me ha cambiado los horarios de mis días (y de mis noches, aunque vuelvo a pasearme en la barca del insomnio), me fui a cenar a la falla. Antes nos hicimos unas tapas en un bar con menú árabe en la calle Sueca Manolón, Adrián, Iván, Ana y servidor con la Moni. Nos fuimos a cenar a la falla donde la madera lo invade ya todo y allí nos echamos unas risas y planeamos el año que tenemos por delante. Nos fuimos en avanzadilla a Cyrano, Adrián, Richard, Moni y yo. Miguel Ángel llegó al rato. Y nos hicimos unas copas, con Gueguel y Luis, que estaban con su hermana y cuñado. Echamos cierre al viernes, salimos del Cyrano y me fui a por el taxi de cada noche. Llegué a casa y me acosté. El sábado tenía que presentar la feria europea y luego me fui al centro a comprar los regalos de Bausá, cuya despedida celebraríamos por la noche. Me encontré a Juanjo en Springfield, que es como encontrarte a alguien en el pueblo de los Simpson. Me recorrí la calle Colón, como hacía ya tanto tiempo que no hacía, y whatsappeaba mientras tanto con Adrián y Richard. Con la corbata y los gemelos ya comprados, me regresé a Mislata en metro, chateando con Bausá y preparando la noche. Comí y me acosté algo para intentar prepararme para la noche. Me recogieron en casa Richard, Isra y Javi. Compramos en Consum y nos fuimos a Cyrano, para prepararlo todo. Y fue llegando la gente y fuimos haciendo marcha, calentando por la banda con un Valencia que perdía la entrada en Champions y un vino blanco refrescado en hielo. Estuvimos hasta tarde en el Cyrano y de aquí nos fuimos a Umbracle, donde la fiesta nos trajo el día. Fue una fiesta en toda regla: lo pasamos genial, una vez más y para variar. Mereció la pena. Vaya que sí. Me fui para casa con Adrián, le acompañé al taxi, hice una foto del nuevo sol y me fui a casa con la intención de caer muerto en la cama. Me desperté y pasé el día holgazaneando en casa hasta que llegó la hora de la procesión del Corpus. Y salimos una vez más. Cené en casa de los Sabater, donde se cena tan en familia y con los mejores buffets de café e infusiones que puedas encontrar. Fue genial, una vez más, pasar la velada al aire libre, en ese patio valenciano con mi Teresón del alma poniéndome al día de mil detalles. Me fui caminando a casa bajo el verano que ya se notaba en la corbata y escuchando el repique de mis tacones contra el cemento. De noche ya, apurando un fin de semana fantástico.

2 comentarios:

Javi dijo...

¡Un fin de semana fantástico!. Mil gracias. ¡Sí que valió la pena!.

Carlos Galiana dijo...

¿Ves cómo tus días tienen más horas que los míos?

Gracias por esa mañana tan divertida. Y aunque me gusta cuando te pones profundo, me gustan más tus crónicas. Me dan una sana envidia.

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