miércoles, 3 de junio de 2009

LAS HORAS



Casi nunca llevo reloj. No por nada, no me asusta el paso del tiempo. No en exceso. No suelo llevarlo porque me olvido de ponerlo. Así que los relojes, que tengo varios, siempre andan con sus saetas haciendo el camino por cajones, en la mesita, sobre el baño, en la cocina, junto a la ducha,... ¡Donde lo dejara! Quizá, si llevara el reloj colgado en la muñeca, sería más capaz de controlar mis horas... Hoy no las he tenido. Los miércoles con el Ayuntamiento y el programa de la tele no suele haber para mucho. He estado esta mañana en el despacho y a las doce me he ido a grabar. He comido con Leo e Isabel, con Laura y Miriam, y otro chico del que no sé el nombre, aunque tendré que preguntarlo... Maquillaje y a grabar. Nos ha quedado un buen programa.

He vuelto al Ayuntamiento para montar un video que necesitamos para el viernes y seguir maquetando la revista que toca sacar pronto. He perdido velocidad al maquetar, aquello que antes hacía tan rápido, ahora me parece algo enfarragoso y menos divertido. A las ocho me he vuelto a la tele para seguir con el programa. He mirado correos, he revisado lo grabado, he ultimado los temas y a las nueve y media, salimos de nuevo con el directo. La tele me da aire. Me da vida...

Mañana he decidido dejar el reloj en casa. Mañana voy a parar las horas. Voy a descansar. A parar. A comprobar si soy capaz de parar y coger aire, y volver a reiniciar la marcha... Al final, sin tiempo de viajes, me voy a dar un día de vacaciones para coger aire, porque me hace mucha falta. ¡Pero mucha!

Al acabar de comer he leído el azucarillo con el firme convencimiento de que el mensaje que trajera sería vital para mí... De vez en cuando me concedo esos caprichos. Es como contar las cifras de las matrículas o buscar señales de nosequé por la calle... Caprichos. La frase era de Samuel Beckett: "Da igual, prueba otra vez, fracasa otra vez, fracasa mejor...".

Últimamente pruebo en cucharadas la sensación del fracaso. Me empeño en salir hacia adelante y tengo tantas ganas de conseguirlo que caigo en la decepción de pensar que no lo alcanzo... Lucho por mejorarlo y creo que lo empeoro. Y eso atormenta más todavía. Eso y el aluvión de todo lo que en las últimas horas pasa por mi cabeza...

Por eso, mañana, me voy al mar. A contar olas. A contarle al horizonte lo que pasa por mi cabeza, para ver si me devuelve respuestas en una botella con tapón de corcho. Me cojo unas horas para descansar de todo. A ver si me llega el aire y respiro como siempre he respirado yo. Quizá, si me burlase más del fracaso, como Beckett, cogería aire antes. Pero tengo la sensación de que esta vez me juego mucho y no me apetece fracasar mejor de lo que ya he fracasado...

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