jueves, 30 de mayo de 2013
BONDADES Y ARISTAS
Debió de ser la filosofía de la calle, el acervo popular, la cultura tradicional la que escribió para la eternidad aquello de que tras la tormenta siempre llega la calma. Yo, a menudo, me encuentro desubicado por la alta cantidad de actividad que soy capaz de gestionar al cabo de mi vida, y cuando salgo de una tormenta, y a veces hasta de un ciclón, me siento luego como vacío, perdido, desubicado... Con esa sensación del estómago deshilachado que se queda como solo después de una tristeza o de un olvido. Solemos batallar a diario, mucho más de lo que somos capaces de ver, para reconsiderarnos a nosotros o para hacer que nos consideren. Muchas veces, sin darnos cuenta, perdemos precisamente más tiempo en esa aceptación de los demás que en la nuestra propia, porque existe hasta cierta resignación a considerarnos como somos. Para lo bueno y para lo malo. Y acabamos haciendo aquello de defendernos diciendo de sólo me quieres para lo bueno, como si hubiera alguien que fuera tan tonto como para querernos en lo malo...
Lo cierto es que todos tenemos nuestros vicios y nuestras virtudes, nuestras bondades y nuestras aristas, y el comenzar a gustarle a los demás sólo es posible si somos capaces antes de querernos a nosotros mismos. No es una cuestión de egoísmo, es una realidad, una necesidad, una verdad... Sólo si queremos a esa persona que proyectamos, a veces hasta de manera inconsciente, vamos a hacer posible que nuestra imagen sea preferida también por los demás. Y me refiero a la estética del alma, a la que circula por dentro, entre latidos de corazón y suspiros que buscan esperanzas...
Por eso, la próxima vez que tengas una tormenta en tu vida, como enseguida, tras de ella te habrá de llegar la calma, yo te recomiendo que la aproveches para conocerte un poco más, para saber cómo te manejaste en mitad del tiempo tormentoso y para decidir hacia adonde quieres que mansas oleen las aguas de tu vida... Empezar por gestionarnos a nosotros mismos al final nos hace mejores y más apetecibles para los demás no me cabe la menor duda.
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