lunes, 27 de mayo de 2013
MIRARNOS
A veces la vida se nos hace cuesta arriba, sin darnos cuenta nos ponemos una venda en los ojos y dejamos de mirar. Ni siquiera en mitad de la ceguera, aprovechando que el negro lo inunda todo, somos capaces de mirar hacia adelante y aconsejarnos... Yo lo hago, a menudo. Salgo de mi caparazón, cuando el cielo arrecia tormenta del alma y miro mi vida desde fuera como un transeunte que pasea entre los toldos de un mercado, sin rumbo fijo, mirando qué venden aquí o allí. Y así, me miro. Me observo. Como alguien que se posara ante un cuadro, y sin perdida de tiempos fuera capaz de quedarse allí, la vida entera, para descubrir hasta el último detalle... Un cuadro inmenso, perdido en la grandeza de un museo descomunal, pero que por alguna extraña razón es uno de nuestros cuadros favoritos. Yo mismo, ahora, sería capaz de recordar la seda de un traje, el dolor de unos ojos, la espalda que no quiere mirar, las manos perdidas buscando el final, las mallas perfectamente cosidas con óleo... Pues igual, deberíamos de ser capaces de sentarnos ante el cuadro de nuestra vida, de nuestras penas y alegrías, de nuestros sinsabores, de nuestros temores y analizar, minuciosamente, y disfrutando de ello, cada uno de los matices que adornan nuestra vida... pero vivimos demasiado rápido, tanto que olvidamos a menudo que vivimos con nosotros mismos y dejamos de ser nuestra principal preocupación, algo que no nos podemos consentir. Que no deberíamos, pero que lo hacemos.
Entonces, ante ese panorama, y con la sensación de que nuestra vida se hace cuesta arriba, duro el peregrinar, somos incapaces porque nunca nos hemos mirado de plantear cómo debemos de dar los pasos, si nos harán falta bastones en que apoyar nuestra subida, si necesitaremos coger más o menos aire o, incluso, si hay que saber detenerse en mitad del camino y emprenderlo de nuevo cuando la vida nos empuje con brío a seguir hacia arriba... Se puede. Quizá será mi empuje optimista el que me invita a darte fuerza para subir esa cuesta: pero se puede, vaya que sí. Párate ahora que el camino es duro, que la subida es larga y que percibes que algo no marcha bien. Sabrás siempre qué es lo que te frena, lo que te agarra, lo que te cubre los ojos,...
Aunque probablemente muchas veces tardarás en descifrarlo. Todo lo que no sea ayudarte a buscar esas causas, te dejará con un solo efecto: un dolor ciego. Pero no encontrarás salida alguna. Serás capaz de darle mil vueltas a un problema que no quieres ver y crearás otros tantos nuevos para intentar adivinar aquél otro, el verdadero, el real... pero eso solo genera más confusión, más ceguera del alma, más dolor... Hay que tener valentía para cambiar las cosas. Hace falta arranque para emprender la marcha, más cuando es hacia arriba, hay que dedicarse el tiempo que uno se necesita para comprender que la vida, nuestra vida, está llena de pequeños pero muy significantes detalles que la matizan y la hacen mejor. Pero hay que saber descubrirlos. Y descifrarlos...
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