"Tu cara me suena" no deja respiro en las publicidades. Estaba con todas las ganas del mundo (modo ironía) de escribir antes de cerrar el día. Se van a publi y regresa en ¡1 anuncio! Vamos, ni en mi época de primera tele local... Aprovecho otra pausa y me siento, con más frío ahora, a escribir. Me he quitado de la manta y del sofá, donde me estaba echando unas risas. Lunes que acaba.
Al final el día se ha ido más rápido incluso de lo que pensaba, porque se unen mañanas y noches, pasando con una velocidad el tiempo, que da horror. Me levanté (desperté) tarde, demasiado tarde. Ayer que me empeñé en cambiar algunos hábitos. La báscula me deja en 88.8. Tendiendo al infinito. Vaso de leche, un chateo rápido y una necesidad en el corazón: esperar a que acabara el lunes, como si hoy no fuera a ser un buen día. Se acaba y no lo es. Tampoco malo, tan sólo un día.
Tengo frío ahora, me reclaman el sofá y la manta. Casi no me decido a hacer planes para mañana, por si no los cumplo, aunque hoy me lo he currado, quizá por la necesidad de recuperar el tiempo pasado y me he dejado en mejores condiciones comedor, cocina y habitación, mientras escuchaba a Pablo Alborán, casi ya de la familia. Comí un plato de sopa y un racimo de uva. Racimo es una palabra bella. Y "uva" me retrotae directamente a los tiempos de parvulitos, con doña Isabel, que colgaba sobre la pizarra carteles para aprender las vocales. Me la voy a jugar contra mi memoria: avión, elefante, indio, oso y uva. Tendría que revisarlo en la memoria residual (y selectiva).
[Espectacular Daniel Diges imitando a Montserrat Caballé.]
Después de comer me desperté con una pesadilla de una minisiesta en el sillón. Incomprensiblemente dejé la tele encendida, pero sin sonido, para que no me molestara. Hay veces que la tele molesta hasta muda. Me voy a la sede, reunión de trámite, charreta en la sede con la gente que queda y camino a casa. El frío de invierno empieza a empujarle al otoño de hojas caídas. Una de las personas con quien hablé en la sede, Alejandro: "tendrían que grabar una película con tu vida". "¿Por?" no me conforman las dudas. "Por la cantidad de cosas que haces. Las hojas perdidas...". Le pregunto si las ha descubierto y cómo. Le cuento, como confidencia, que he llegado a pensar cerrarlas. Mi vida, tan pública ella, se expone aún más. Pero pienso, igualmente que qué más da. El exponer la vida de uno. Como le dije, no maté a nadie nunca. Espero seguir poder contando. Y cuento. Llego a casa y ceno: croquetas de jamón y un bombón. Adelanto la hora de cena y echo la sobrecena tirado en el sofá viendo la tele, como os dije.
El lunes se acabó. No tardo tanto como creí. Mañana, cambio de habitos y báscula. Espero que algo más. ¿Cuestión de esperar?
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Noviembre encriptado (14)
Desnuda el alma se queda cuando sangran mis ideas en estas líneas... Hice lo que no debía, recuperar del pasado cercano, del cajón de la rabia y el dolor, alguna instantánea donde se nos veía tan felices y sonrientes, tan cómplices. Y volvió por un instante la pena y el desconcierto. Luego, acostumbrado a los gélidos silencios con que rompen de mi vida aquellas personas que me apartaron, me entretengo en rehacer el camino. Pero aquellas sonrisas de las fotos, aquellos ojos que brillaban, aquella historia... se fue. Y parece que para no volver. Pena. De nuevo.
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