domingo, 10 de julio de 2011

GLENDALOUGH


Hoy hace un año que regresé de Irlanda. Hoy sería el cumpleaños de la Lina. Hoy hace un año que España ganó el Mundial. Mi padre martillea en la cocina, esta mañana cuando fui a leer la prensa en la terraza, descubrí que el armario de la cocina pendía de un ay, a la espera de partirse sobre la encimera. Lo he asumido, francamente, mucho mejor que nunca, porque hubo un tiempo que las faenas domésticas, no las labores, las faenas faenas, que es una faena que te pase, me revolvían todo y hoy... pues no. Me alegro. Lo anoto como valor al alza.
Esta mañana hablé con David en el face y con Laura. Hice poco más. Anoche, después del cine y del Cyrano, me vine a casa con Cris. Resacón en Tailandia, la película. La noche, dos mojitos y un calor de verano que me condenó a quedarme atado a la cama. No pude ir a la cena de antiguos alumnos, con ganas de que haya una tercera para no perdérmela. Comí unos mejillones y una cocacola. Y salgo enseguida como jurado de un festival de karaoke para cerrar el fin de semana. No sé qué haré luego, si cenaré o no, depende de la hora, calculo...

Hace un año, las cosas eran muy distintas. Hace un año nos quedamos en casa de Angelita, acudí allí directo en taxi, calor sofocante recuerdo tras el vuelo de Dublín, y nos fuimos a quemar Valencia por la plaza del Ayuntamiento que era donde todos celebrábamos el gol de Iniesta. Estábamos de parranda, de fiesta a tope, de risas y de calor. Yo vine de Irlanda, cargado de emociones y recuerdos, de estampas increíbles, de horas de conversación con el amigo Prim y de muchas risas con Ángel, Iván y compañía. Fue un viaje divertido, de recargar pilas y volver a la carga. Y ahora un año después, algunas cosas me parecen increíblemente lejanas, menos el paseo por los caminos de Glendalough, con el que aún siento la humedad y presiento la niebla...

Irlanda es un lugar para regresar, un paraíso de Dios, me dijo Miguel. Y vaya que sí lo era, lo fue y lo es. Seguirá, espero, en un futuro no muy lejano. El resto, ya lo dije. Ha cambiado mucho. A veces, echo la vista atrás y miro, remiro, pienso, repienso, tengo y no retengo... Y me sorprendo a mí mismo de ver cómo cambia todo, lo que quiero y lo que no... Y que siempre me quedará aquel paraíso... Glendalough, el rincón del mundo con más colores verdes...

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