viernes, 25 de marzo de 2011

LA CABAÑA


















Salí de mis sueños, en bata, caminando ágil, atlético, por la vereda. Las hojas, verdes y naranjas, sé que las presientes, se amontonaban como se arremolinan las arenas de playa en una tarde de brisa. 


Descalzo, anduve sobre la hojarasca notando la humedad inerte que crece del hielo. Y al fondo, como tapiz del caserón de madera, con su chimenea de humos ceniza, el manto verde oscuro y granate de un bosque que no acaba.


El cielo se pintó de dos azules distintos, degradados unos contra el otro, en una batalla irracional, como cuando dos luchan. Dos miradas que se encuentran. "No puede haber luz más bella para que me mires" pensé. Caminé por el camino en soledad mirando aquella batalla en lo alto, ganando el oscuro al claro por instantes y devolviendo pequeños rincones al rato para llegar a confundirlo todo, un poco más. Caminé. Y sentí aquella cabaña, con la puerta entreabierta, con el corazón entreabierto, como una nueva morada... Miré al cielo, partido en cielo oscuro y en otro más intenso aún. Y la hojarasca se convirtió en una ola de colores inagotables que, de manera salvaje, se batían contra mi paseo... Las ramas de los árboles ni se movían, desnudos, cuando yo regresé a la cabaña, con mi peregrinaje de sueños...

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