lunes, 21 de marzo de 2011

AL SALIR DEL FUEGO

























La soledad la administra uno. El abandono es lo que te desborda, lo que te puede doler, hacer daño. Hacer daño suena más contundente que dañar, caprichos del lenguaje. Me quise ir a dormir por la vereda del fuego echando el lastre de mi yo hacia las llamas y éstas enlairándose hacia el cielo con inusitada velocidad. Y todo lo demás, fueron cosas que pasaron.

He sentido en estas veinticuatro últimas horas muchas sensaciones: las del fuego purificador. Podría decir que todas o casi todas, yo que soy de tener un abanico amplio. Me aireo, con mis sensaciones y mis sentimientos, me doy aire para que no decaiga el cielo. Ayer, regresando solo a dormir, miré al cielo de la calle de Salamanca y soñé la luna llena más grande que recordara. Me llamó la atención su luz amarilla apagada, su tristeza lírica, su lento pasar... Y pasé yo con igual ritmo al paso de mi noche, haciendo en las primeras horas de este después de todo, un paseo conmigo mismo. De mi mano.


He soñado con abrir puertas en el cielo,
que se cubran las paredes de estrellas
amarillas, rectas,
polígonos recortados fielmente con las tijeras
de un niño sin destreza...

Y ese niño fui yo. Anoche. Vomité el alma en mi paseo y lloré por dentro, después del fuego, abriendo mi dolor al mundo y subiendo por la noche arriba a colgarme de la luna. La luna, lunera. Y sentí que me faltaban la destreza y la decisión, las estrellas colgaditas y la llave de aquella puerta que dibujé cerca del adios.

Me sale poesía esta noche para esconder entre los versos el peso de mis brazos y el paso de mis abrazos.

Me sale poesía esta noche para concienciarme de que ahora ya, después del fuego, todo cambió.
Y tocó romper con cosas que eran mi pasado y creía que mi presente, y con las llamas a cuestas, bailar entre los fuegos de la noche. Me sale poesía de dentro, repique de teclas nocturnas, pasada la medianoche, sintiendo el frío intenso en los pies y en el corazón...

Y me quedé solito. Con la mirada en la luna. 
Solo conmigo mismo. 

Y me sentí frío y anduve hacia el cielo... 

Caminando, solito,
de la mano 
de mi mañana...

Enhorabuena al combate de mi dolor contra la fuerza de las cosas en las que creo... Aunque camine solo, solito solo, hacia las puertas de nuestro cielo...

Me sale poesía. Esta noche, que no quiero. (Qué bello).

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