jueves, 20 de enero de 2011

QUE TE ACUERDES DE MÍ

Sentimientos.

Me veo casi oblidado últimamente a hablar de sentimientos y no sé a ciencia por qué. Quizá sea este blog, desbordado ya, por evolución, que se abre como una granada cargada de pequeñas frutas, de gajos indivisibles que convierten todo en un conjunto, extraño y mordaz. En un yo superior.

Me castigan muchos a ser un personaje público siempre: como si no tuviera derecho a respirar en silencio, a perderme en la montaña, a bucear en tus sueños, a cubrirme con una colcha, a salir a la calle y decir y hablar... Sabéis que separo a la perfección las facetas de mi vida, que no las mezclo, ni me gusta que las mezclen. Pero siempre hay un tonto "desatinao" que se confunde. Y me quiebra con algo político donde no hay política, con un grito donde hay silencio, con un escupitajo donde había espiritualidad... Y lo rompe todo y lo manda al garete. Y al final subyace su pobreza absoluta, que lo aniquila todo.

Me rasgan los que viven de la mentira,
los que son incapaces de alzar la voz,
los que se quiebran esperando otro día,
a ver si les sale mejor, pero no luchan porque llegue...
Me asquean los que van de progres
y te miran por encima del hombro, 
y no han leído a Lorca, ni escuchado a Chavela, ni respirado el aire del mercado de La Catedral, en la Habana, que huele a sol...
Me repugnan los que van de saberlo todo,
pero son ignorantes hasta de su primer apellido.
Me dan pena los que quieren dar pena.
Me dan alegría, los que me buscan sólo para saber que estoy.
Me da alegría que te acuerdes de mí y me mandes una canción, que te recuerda a mí,
un mensaje, para ver cómo voy, y acabes diciendo: hace tiempo que no te veo. Y te echo en falta... 
Echo en penas a los que se creen que tienen derecho a todo,
a los que me critican porque sí,
a los que no me critican, porque no.
Me gusta vivir en este guisado que me he cocinado de paz mía desde que empezó el año: y haber vuelto a cantar, por los caminos, por las veredas,... Y ser capaz de esperar a que el amigo vuelva. Sin esperar nada más a cambio.

Me gusta mi vida. La mía, la real, la que mi gente comparte: no la que otros creen conocer, la de la etiqueta que me pusieron, que me quito a golpes de espalda porque son tan necios que nada más tienen que poner... Y miro, al rato, desde la distancia que se marca en saetas y pienso: "Soy afortunado". Debo creerlo, porque así es. Y de ahora en adelante, lo que llegue. Y cuando haya un tonto, que me valga con reconocerlo... Y que sea feliz al caminar, como lo soy, como siempre lo he sido, como lo seré...

Mirando al mar...

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