martes, 4 de enero de 2011

NOVENTA Y CUATRO


Arreciaba el cielo contra el suelo en una provocación continua: si me rasgas, inundaré tu tierra arrasándolo todo. De vez en cuando, la vida, se insinúa con el mismo descaro e intenta convencernos de que acabará lastrándolo todo o lanzándolo por los aires con una descomunal fuerza hacia quién sabe qué lugar...  En otros momentos, la vida emerge de desigual forma y lo deja mucho más fácil todo, al alcance nuestro, con una comodidad pasmosa... Tengo motivos para mirar al cielo y asustarme del chaparrón, probablemente; pero me sorprendo a mí mismo con una tranquilidad del alma impagable, con un descanso ligero, que sólo rompo cuando discuto conmigo mismo por lo que hago o por lo que debería de hacer... Y a veces, sólo a veces, acabo por hacer aquello que no me apetece, pero realmente, si me freno, si miro arriba, al cielo, si compruebo mis últimas horas, que son las noventa horas y cuarenta y pocos minutos de 2011, descubro tranquilidad y esperanza.

Suena Fangoria: en mi vida todo acaba como empieza... Y ha empezado bien el año.

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Canción del día: Miro la vida pasar, de Fangoria


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