Anoche, otra cena de empresa. Pero una muy especial. Con el equipo de la concejalía de Juventud con la que he ido compartiendo momentos tan especiales como intensos este año... Lo de anoche fue el broche de oro a un año de recompensas en el que nos hemos ido curtiendo, trabajando a diario. Si no fuera por ellos y ellas (que son galopante mayoría), yo no lo tendría tan fácil, desde luego.
Estuvo Mariam que es capitana de la tropa y una cómplice estupenda para el trabajo de cada día. Me senté junto a Mercedes, elegante Mercedes, que me dijo algo que me llegó al corazón y lo raspó, aunque ella no lo sepa. Gracias. A mi otra vera, Rosita Cuartero, la mujer que no sabe poner la cara seria en las fotos y en la vida. Gracias por regalarnos tus super-sonrisas en cada momento... ¡Y hubo momentazos! Estaba Pere, que es un dulzor de persona, y una cándidez que calma y relaja. Y se agradece. Y Cèlia, la joven que perdió el mate de la mirada para cegarnos con un brillo de alegría que se contagia... Estuvo José Alberto y hablamos una vez más junto a la barra del Cyrano... Y Carles, con quien regresé a casa y que es un trabajador innato y un hombre calmado y sensato... Y andaron por allí Lourdes y Mariajo, mis chicas de la UPC, que son cómplices de todo y me ayudan a cada momento con una sonrisa. Y... Estuvieron casi todos. Me dejo a algunas y a algunos, pero no es por falta de interés, o porque no se lo merezcan... ¡Es que llega un momento que me siento reiterativo hablando de las proezas del equipo!
Se apunto al festival y a la cena de picoteo y Marina Alta, Gemma, que es carácter y fuerza por raudales y que habla en un lenguaje muy similar al mío, o al menos muy entendible para mí. Nos reímos recorriendo todo, con su sombrero de ala y aquella luz posada sobre el pelo... Ella me aporta conocimientos siempre y sirve de fiel escudera para algunas batallas que no se perdieron...
Nos fuimos al Cyrano. Nos caribeamos a base de mojito y ron, otros cerveceros, alguna coca-cola y un Baileys. Junto a la barra, rematé mi conversación y abajo, en las sillas raídas del fondo se fue pasando la noche entre el gozo de ver, en la lejanía a todos aquellos compañeros con los que cada día vamos haciendo camino y mejorando el trabajo. Gracias a todas y a todos. De verdad.
Esta mañana se hizo de día antes de lo que quería. Y paseé sin paraguas bajo la lluvia. Llegué al trabajo y fui calma y hubo silencio. Y un trago de champán porque es navidad. Y sorteo del Gordo: el día olía a viernes. Casé a tres parejas bajo la premisa de bodas dichosas que nacen de bodas lluviosas. Y me fui a comer con Cris y Sonia que regresó de las tierras lejanas para recordarnos que es Navidad. Me ha encantado el reencuentro. Le he puesto al día y ella, atenta bajo su pelo recortado con un flequillo de rebeldía, se vino enfundada en un suéter multicolor que le daba alegría al cielo londinense de mi ciudad. Sonia sigue siendo la niña fuerte de aspecto frágil que se regala por las pupilas... Hablamos de todo. Sobre todo de lo mío, porque nos tocaba ponernos al día. Y acabada la comida, paseamos por la calle y nos fumamos un cigarro para acabar de contarnos... Se lo dije en la comida y lo pienso de verdad: pueden pasar años sin ver a un amigo y cuando te reencuentras tienes la sensación de que te viste ayer. En eso radica la amistad, en que no se diluye ni con el paso del tiempo. La verdadera amistad. Y con Sonia me pasó hoy. Regresó y la recordaba perfectamente. Como si nuestras últimas palabras, las postreras, hubieran sido ayer...
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