lunes, 14 de diciembre de 2009

AQUELLA LLUVIA MÁGICA



Me senté en el borde mismo de la ventana, apoyando el brazo en la puerta del coche y dejando mi frente apoyada sobre el frío cristal. Percibí la humedad con que se deshiela el cielo pegada a mi cabeza, y mis ojos, vacíos de todo, se quedaron plácidamente colgados sobre el horizonte de mi mirada. Sin pensar en nada. Las gotas fueron repicando en el cristal convirtiendo la pobre lluvia en una sinfonía silenciosa y pausada. Las ruedas siguieron su camino abriendo un riachuelo inexistente entre la realidad del suelo, mientras el cielo, de un sorprendente azul oscuro, anunciaba que todo iba a acabar... Fue mágico. Por un momento, las luces de la calle se filtraron como pequeñas lágrimas doradas dentro del coche e impactando contra mí. Luego, con la mirada cerrada en torno a mi brazo, comprobe que aquella metralla no eran sino las sombras de la lluvia, que caía fina y plomiza sobre la noche fría.

Fue silencio. De lejos, cuanto apenas, si intuía la emisora de radio, las palabras de aquellos que hablaron, que dijeron, que fueron,... Mi cabeza siguió dando vueltas, con sus cosas y en silencio. Los ojos siguieron buscando aquellas gotas de agua que, sin mucha puntería, se disparaban contra los cristales del coche. Fuera, las luces de la calle, de los semáforos, de la vida, se deshacían en estrellas singulares y perfectas, cercanas a nosotros... Y fui pasto de aquel espectáculo tan bello como salvaje...

Era como si el fuego se empeñase en rasgar el cristal para sacudirme. Sé, que si cualquiera de aquellas doradas gotas de agua hubieran roto la ventana, el impacto de su belleza contra mi cuerpo hubiera sido terriblemente agresivo, duro, mortal, quizá. Por eso, como un niño que espera entre el calor de las mantas a que su madre le cobije, me quedé sentado contemplando la caída de aquellas lágrimas de fuego. Las gotas, mojaron por completo el cristal, y fueron salpicándose las unas sobre las otras, para convertirlo todo en un manto de oro en mitad de la noche. Una lluvia mágica que me cubrió de suerte, una vez más...

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