domingo, 2 de noviembre de 2008

CALLES DE PIEDRA



Las dos juntas paseaban a la pequeña niña de la mano. El suelo rezumaba el agua caída durante toda la noche. Las aceras empezaban a secarse empujadas por las estufas que ardían a toda leña dentro de las casas. Y las paredes soltaban sus últimas gotas sobre las calles de piedra.

El frío lo tomó todo. Se apoderó de nosotros por un momento y nos tumbó, de repente, en mitad de un calendario de invierno. La noche se había hecho larga. La lluvia repicaba en los cristales y, arriba en la claraboya, golpeaba con mayor fuerza. No cesó la lluvia en toda la noche, lo escuchaba a través del balcón, repicando el agua caída desde las tejas, en la cima de cada casa. Las calles de piedra se convirtieron en improvisados riachuelos que, aprovechando el ras del terreno, se desnivelaban de calleja en calleja y buscaban nuevos ríos mayores...

Ellas paseaban junto a la pequeña por las calles de piedra. Lo hacían de la misma manera, buscando a otros mayores de la mano para seguir sus cauces... La niña se giró, me miró por un instante y, aunque me hubiera gustado aguantar su inquieta mirada, no sé por qué, miré al cielo y comprobé que los claros empezaban a romper la lluviosa noche en dos... Me perdí en el cielo. Y sentí como mis pasos rascaban las calles de piedra. Y noté también sus pequeños pasitos...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Caray, ¿y yo estaba allí? R.

Anónimo dijo...

Estupefacta me hallo!! mi percepcion era distinta... claro qye soy de ciencias o algo... Besos y repitamos pronto por favor!! Mer.

Anónimo dijo...

que bonitas cosas dices....m encanta leerte!!!
es sarri,no??
petonets

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