Mi amigo R.T. acaba de decirlo: "nadie es experto en nada". Y es cierto. Que lo dice mi amigo de iniciales escondidas y que nadie acaba por ser un experto en nada, al menos yo. Lo de experto siempre me ha tirado para detrás. Hay cosas que me echan para atrás: desde las halitosis hasta las ráfagas de viento... Nadie es experto en nada: gran verdad...
Yo hubo un tiempo que pensé que era experto en meter la pata, pero vinieron otros y consiguieron que me convirtiera en discreto. Hubo otro tiempo que parecía experto en mi discrección, y me eché a la cosa pública y al escaparate. Y así rompí el encanto de mi anonimato y conseguí alcanzar cimas, de mayor o menor tamaño, y que otros me subieran o bajaran sin llegar a saber realmente de mí... Es un puntito: nunca he soportado que la gente que no me conoce me tache de algo, pero es inevitable si te pones en el escaparate, en el mercado, que la gente te compre o no, pero que decidan por ti después de ver el producto...
A ratos me siento absolutamente disparado. He pasado momentos difíciles en los últimos meses (los laborales fueron finalmente y por sorpresa los que menos me han afectado) y me siento ahora en mi silla de noche de verano, como aquellas donde se sentaban Isabel, la Lina y Ofelia a las puertas del cuatro de la calle Molina. El tiempo me da la razón: me encanta esta frase mucho más de que el tiempo me acabe por dar la razón, porque a veces y en algunas cuestiones, las da pagando unos precios altísimos... Yo los pago. No soy deudor. Si acaso le debo algo a Cris por una tele que compré y nada más... Pero a veces pienso si no sería mejor una tarifa plana de justicia y responsabilidad para no alcanzar las cuotas que finalmente pagamos... Pero bueno, nos consuela que el tiempo nos dé razón.
miércoles, 29 de junio de 2011
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